sábado, 3 de septiembre de 2011

Adiós.


Me gustaba, sí, así era. Y, ¿qué iba a hacer yo para remediarlo? Siempre he estado en contra de dejarse llevar por los sentimientos, creo que hay que pensar muy bien las cosas. Pero es que estando a su lado, me era imposible, y no porque fuera un famoso, ni todas esas cosas. No, claro que no. Sino por su encantadora sonrisa, por sus preciosos y profundos ojos, por su grave, pero dulce voz, por esos labios carnosos de color caramelo que me sonreían cada dos por tres, simplemente por él. Ahora él me parecía perfecto. No tengo ni idea de fue lo que cambió, de que me hizo cambiar de opinión así tan de repente, solo sé que pasó.
Podría jurar que estuvimos alrededor de 3 horas hablando, y podrían haber sido más si el molesto sonido del teléfono no nos hubiera interrumpido. Me levanté del sofá para ir a coger el teléfono, mientras él continuaba contándome una de sus aventuras por los escenarios. Miré la pantalla del teléfono inalámbrico. Era Emma, tenía que cogerlo.
# -Eh, lo siento. Tengo que contestar, será un momento. #
No dijo nada, solo se calló y después sonrió.
-Dime tía.
...
-Oh, es verdad. Lo siento, lo olvidé. Es que ayer llegué matada y me fui directa a la cama.
...
-Bueno, vale, hoy también lo he olvidado.
...
-En fin, que... ¿Qué tal con Tay?
...
-Bueno, ya me contarás con más detalle.
...
-No estuvo mal. Pero, si yo te contara, no te lo creerías. –después de decir eso, le miré. Él sonrió.
...
-Pues eso, menos mal que no nos pillaron.
...
-Vamos, que me muero. Y me matan.
...
-Jajaja, ya, ya.
...
-No, esta tarde no puedo.
...
-No puedo, es que... Estoy ocupada –volví a mirarle.
...
-¿Está noche?
...
-Sí, claro.
...
-¿Dónde?
...
-Genial.
...
-Bueno, pues eso. Esta noche... ¡Don’t stop the party! –él inmediatamente me miró. Yo tan solo esbocé una pequeña sonrisa.
...
Venga, te quiero guarra.
Colgué, y volví al sofá para sentarme junto a él.
# -¿Con que fiesta, eh? –me dijo.
-Hombre, pues claro. Es sábado, hoy mucha fiesta.
-Joder, que vida, eh...
-Ya, ya... –después reí.
-Y a mi no me invitas, ¿o qué?
-Bueno, si quieres venir a una discoteca llena de crías que nada más verte chillarían como posesas, invitado estás. –dije riendo.
-Mm, suena tentador. Pero, ¿tú serías una de ellas?
-Creo que te he demostrado que no. –contesté seria, no sabía a que venía aquello.
-Sí, bueno, es verdad.
Nos quedamos en silencio durante unos segundo, pero sinceramente, aquello fue muy incomodo, por lo que me decidí a acabarlo.
-Bueno, entonces te vienes o qué. –le dije.
-Jaja, no claro que no. –contestó decidido.
-¿Y eso por qué? –pregunté extrañada por la decisión de su respuesta.
-Bueno, pues... Primero que nada, porque tengo que coger un vuelo hasta Francia a las 8:30, y segundo porque yo no puedo ir a esos sitios.
-¿Cómo? ¿Por qué?
-A menos que estén organizados y demás.
-Pero, si tienes 17 años.
-Sí, pero también soy una estrella. Y no puedo dejarme ver por ese tipo de sitios, no sin que se haya organizado todo, o haya un evento, bueno... Lo que te he comentado antes.
-Joder, pero no sé... No me lo imaginaba así.
-Pues ya ves. –dijo agachando la cabeza.
-Bueno, aunque tampoco te pierdes mucho. Seguro que son mejores esas galas a las que asistes, llenas de famosos. Eso si que debe estar genial. –dije intentando animarlo. Probablemente fuera así, pero yo no las cambiaría nunca por una noche de locura hasta las 3 de la mañana con mis chicas.
-Hombre, la verdad es que están bastante bien.
Después elevó la cabeza y nos miramos, sonreí, sonrió.
-A todo esto, ¿qué hora es? –le pregunté.
-Eh, no lo sé.
-Joder, es que no tienes un móvil.... –dije sacando el mío del bolsillo.
-Pues al igual que tú. –dijo imitándome.
-Hostias. Son las 5:00 pasadas.
-¿En serio? –dijo sorprendido.
-Sí...
-Se me ha pasado volando.
-Y a mí. ¿A qué hora tienes que irte?
-Eh, pues... ¿Está muy lejos el aeropuerto de aquí?
-No, media hora quizás. En coche menos.
-Ah, en ese caso... Pues si me voy a las 7:30 de aquí, llego de sobra.
-Pero...
-Bueno, si quieres que me quede, claro está. –dijo interrumpiéndome.
-Ah, claro. Pero no era eso lo que iba a decirte.
-Entonces, ¿qué?
-Que... digo yo que en los aeropuertos, hay que estar, como dos horas antes o así. Vamos, no sé... Al menos yo lo estoy cuando viajo en avión. –le dije.
-Sí, pero yo soy Justin Bieber. –después me guiñó un ojo.
Que raro sonaba aquello.
-Sí, ya... Y tus cosas, ¿qué?
-¿Qué pasa con mis cosas?
-Que si se tele-transportan o algo... Porque si es así...
-Pues claro que no tonta. –volvió a interrumpirme –Tengo gente que hace eso por mi.
-Joder, eso sí que es vida y no la mía.
-Bueno, pero no siempre. A ver si te vas a creer que me lo hacen todo.
-Ah, y no, ¿no? No te lo hacen todo... No, claro... –dije irónica.
-Pues no lista. Solo cuándo estoy ocupado.
-Ah, y ahora lo estás... ¿haciendo el qué? –dije burlándome.
-Ah, no sé...
-Mira, si no pasa nada. Es normal, tú cantas, ganas dinero con ello, y por eso te lo hacen todo.
-Bueno, pero sé hacer cosas por mí mismo.
-¿Ah, sí? –dije desafiante.
-Pues claro.
-Pues entonces, yo quiero ver eso.
-Pues vale. –dijo mientras se levantaba del sofá.
-¿Qué haces? –dije mirándole.
-Dime, ¿qué tienes que hacer?
-¿Eh?
-Sí, digo yo que algo harás en casa, ¿no?
-Pues claro.
-Pues dímelo, y lo hago yo.
Solté una risotada, no pude evitarlo. ¿De verdad que lo iba a hacer? No tenía muchas cosas pendientes, ya que no había platos que limpiar, y mi madre había hecho limpieza el miércoles. Pero, bueno, sería divertido.
-Hazme la cama. –contesté después de pensar.
-¿Solo eso? Buah, que fácil.
-Y pon la lavadora.
-La... la lavadora. –preguntó dudoso.
-Claro. ¿O es que no sabes?
-Ja, pues claro que sé.
Me levanté del sofá, le cogí de la mano, y lo lleve hasta mi habitación. La cama estaba deshecha, obviamente.
-Ahí la tienes, vamos. –dije señalando la cama.
Yo entré en la habitación, y me senté en la silla que estaba a lado de mi escritorio a mirar. Después él entró en la habitación y comenzó a hacer la cama, yo observaba detenidamente cada uno de sus movimientos, bueno, había que reconocer, que sabía hacer una cama.
-Lo ves. Perfecta. –dijo sonriendo.
-Sí, no está mal. Pero aún te queda la lavadora. –dije mientras me levantaba.
-Vamos. –dijo saliendo él primeo. #
Una vez en la cocina, le señale la lavadora, y le indiqué donde estaban los productos necesarios. Después me aparté en un rincón, dispuesta observarle nuevamente.
Se le veía confuso, bastante confuso, miraba los botes de detergente como si no hubiera visto uno en su vida, y tal vez así era, estaba hecho un lío, pero eso le hacía parecer bastante mono, era como otra faceta suya, ya que durante las más de 4 horas que llevábamos juntos, me había demostrado que aunque tenía sentimientos, como todos, era un chico muy decidido y seguro de si mismo. Y eso me gustaba, pero verle frente a la lavadora, sin tener ni idea de que hacer, le daba un puntazo.
# -Eh, necesitas ayuda. –pregunté.
-No, no. –me dijo mientras cogía un bote.
-Nada, déjalo, da igual. –dije acercándome a él y quitándole el bote de la manos –déjame a mí.
Él se echó a un lado. Yo cogí lo necesario y en un momento puse la lavadora.
-Ya está. –le dije poniendo mi mano en su hombro. Después salí de la cocina. Él me siguió.
-Bueno, vale... Pero, la cama estaba genial. –dijo excusándose.
-Eh, sí, sí. Pero cuándo tengas  novia... Búscate a una que sepa poner una lavadora. –le dije volviendo al sofá.
-Alguien como tú, ¿no? –me dijo mientras estaba frente a mí.
Yo había desviado mi mirada de él buscando el mando de la tele, pero aquello me hizo volver a mirarle rápidamente. ¿Por qué había dicho eso? Le miré, estaba frente a mí, sonriéndome. No supe que decir, tan solo me quede paralizada mirándole, mirando esa preciosa sonrisa que iluminaba su cara, y que conforme más la veía más me encantaba.
Volví al mundo real haciendo como si nada.
-Anda, quita de ahí. –le dije apartándole de enfrente de mí –que quiero ver la tele.
Él se apartó y se sentó a mi lado. Justo en ese momento pude ver el mando, que estaba en la mesa, lo cogí y encendí la tele. Puse Neox, “Dos hombres y medio”, me encanta esa serie. Me recosté en el respaldo.
-Dos hombres y medio. –dijo mirándome. –Es muy bueno.
-Uf, ya lo creo. –dije mirándole.
-Pero hay un problema.
-¿Cuál? –pregunté.
-Que no entiendo una mierda. –dijo sonriendo.
-No pasa nada. –dije incorporándome.
Me acerqué para coger el mando de la tele, pulse unos cuantos botones, y el programa empezó a verse en inglés.
-Lo ves. –le dije sonriendo. Después me eche de nuevo hacia atrás.
-Sí, perfecto. –dijo en un suspiro, después me imitó y se dejo caer sobre el respaldo. #
El resto del tiempo que estuvimos juntos, ninguno de los dos dijo nada. Tan solo nos reíamos de vez en cuando, pero por lo demás, no se escuchaba nada más que las voces de la tele. Y no sé él, pero yo no le hice ni puto a caso al programa, me reía cuando sonaban las risas de fondo, o cuándo él lo hacía, solo para disimular. No paraba de pensar en lo que había dicho, “Alguien como tú”. Aquellas tres palabras rebotaban en mi cabeza como una pelota de pin pon. Era raro, hacía un día aquel chico ni tan si quiera llamaba mi atención. Pero ahora, buf... ahora todo era distinto. Es verdad sí, que la situación era distinta, bastante diría yo. Pero... No sé, era todo tan raro. A mí él ahora me gustaba, pero ¿yo a él qué? Me imaginaba que no. Porque... ¿Cómo iba a gustarle una chica como yo? No me considero fea ni mucho menos, jamás lo he hecho ni lo haré, pero... Yo no era el tipo de chica en el que un famoso se fijaría. Pero, si realmente era así, ¿qué hacíamos allí los dos, y que habían significado esas palabras? Aunque también existía la posibilidad de que lo hiciera con todas, y yo solo fuera una más, ¿o no? Y así estuve yo, sumida en mis pensamientos durante el resto del tiempo, en vez de hacer caso al programa, o a él. Hasta que pasada más de hora y media su móvil sonó. Él lo cogió, y empezó a hablar, pero yo no hice caso a la conversación, no podía concentrarme en nada.
# -Tengo que irme. –me dijo después de colgar.
-¿Ya? ¿Qué hora es? –pregunte adormilada.
-Son casi las 7:30.
-Joder pues...
-Tengo que irme. –dijo levantándose.
Me levanté tras él.
-¿Mi chaqueta? –preguntó.
-Ah, eh... ahí. –dije señalándola.
Se acercó y la cogió, después fue hacia la puerta.
-Bueno, pues...
-No hace falta que digas nada. –dijo dispuesto a abrir la puerta.
Yo le impedí que lo hiciera, la verdad es que las horas que me había tirado pensado, me habían ayudado algo.
-Sí, sí hace falta. –dije poniéndome frente a la puerta. –Justin, me lo he pasado genial. –después sonreí.
-¿Ah sí?
-Pues claro. Incluso este último rato, nunca había visto la tele con un famoso, ¿sabes?
Después los dos reímos.
-Que, bueno. Me encantaría volver a verte...
-¿Lo dices en serio? –me interrumpió.
-Porqué no iba a hacerlo. –dije sonriendo.
-Yo me lo he pasado genial Ale. De verdad. Mira, sé que crees que soy el típico niñato famoso que...
-No, no lo creo. –dije interrumpiéndolo. 
-No, déjame terminar... ¿No lo crees?
-Bueno, antes sí. Pero, me has demostrado que no es así. Que me equivocaba. –le sonreí de nuevo.
-Dame tu número. –dijo decidido.
-¿Qué?
-Sí, dámelo.
No lo dude, se lo di. Él saco su móvil y lo apuntó.
-Te llamaré. Ya lo veras. –me dijo.
-¿Lo juras?
-Tú solo confía en mí.  
Después de eso, se acercó y me dio un beso en la mejilla.
-Ahora tengo que irme. #
Yo me aparté de la puerta y la abrí, él salió, se dirigió a las escalares, y justo antes de irse, se giró, y me puso aquella sonrisa que todo lo había cambiado, después bajo corriendo. 

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