miércoles, 31 de agosto de 2011

¿Comemos?


Fue raro el admitir que aquel chico me gustaba. Pero, era más raro aún pensar en esas palabras, “me gusta”. ¿Cómo podía ser así? No lo conocía. No, como se debe conocer a una persona para que te guste... Pero a pesar de ello, era así. Y en aquel momento en el que él estaba rodeándome con sus brazos, me parecía que no podía hacer nada para remediar este hecho. Sinceramente, tampoco intenté nada.
Me separé de él lentamente, y puse mi mano sobre su pierna.
# -¿Estás ya mejor? –le pregunté.
-Sí, ahora sí. –después río.
-¿Qué hora es? –le dije.
-Eh, no tengo ni idea. –me contesto. #
Justo en ese momento, sonó el teléfono de mi casa. Ambos miramos hacia donde este se encontraba, yo me levanté y fui a cogerlo.
-¿Sí? –contesté.
# -¿Quién es? –preguntó él. #
Yo no contesté, solo hice un gesto con la mano, indicándole que esperara. Y él así hizo.
-Mm, vale. No pasa nada. –seguí hablando.
...
-Sí, tranquilo.
...
-Bueno, ya como yo cualquier cosa.
...
-Y, ¿sobre qué hora llegaréis?
...
-Eh, vale.
...
-No, no creo. Pero sí eso ya os aviso.
...
-Bueno, venga. Adiós.
...
Sí y yo a ti.
Colgué. Justin me miraba sentado desde el piano.
# -Era mi padre. –le dije yendo hasta donde él estaba.
-¿Y qué te ha dicho? –preguntó.
-Nada, que coma sola. Que llegaran más tarde. –contesté.
-¿Qué tan tarde? –me preguntó.
Yo me senté de nuevo a su lado, pero está vez mirando hacia el lado contrario que él, para poder verle mejor. Dude por un momento si contestar a aquello, ¿por qué quería él saber eso? Aún así contesté.
-Pues, para las 8:00 u 8:300. –contesté.
-Genial. –dijo él en un susurro, pero a pesar de ello pude oírle.
-¿Qué? –dije mirándole extrañada.
-No, que... ¿Qué hora es entonces? –preguntó.
-Pues... –saqué mi móvil del bolsillo de mi pantalón. –las 2:00, pasadas.
-Uf, Pues, ya tengo yo hambre. ¿Tú no? –me dijo.
-Pues, ahora que lo dices, sí. Yo también. –contesté.
-Y... empezó a decir, pero se calló.
-Sí... –dije intentando que continuara.
-¿Aceptarías una invitación a comer de este niñato de 17 años? –preguntó dudoso.
Yo solté una carcajada, no pude evitarlo, después le mire.
-Mm, porqué no... #
Él sonrió, después se levantó, y fue al salón, cogió la chaqueta que había dejado encima de la mesa, sacó su móvil de uno de los bolsillos, y empezó a llamar. Yo no pregunté, solo me limité a escuchar.
# -¡Ey tío!
...
-Sí, mira. Tenemos hambre, así que... A ver espera. #
Se separó el teléfono de la oreja y me miró.
# -Qué te apetece, ¿pizza o hamburguesa?
Yo dude un segundo.
-Pizza. –después sonreí. #
No me dijo nada más, solo me devolvió la sonrisa, y se puso de nuevo el móvil en la oreja.
# -Te vas, buscas un Pizza-Hot, o lo que haya por aquí, compras una de, eh...
Me miro. Y yo le dije en un susurro “sorpréndeme”.
-Pues, una barbacoa, familiar.
...
-Sí, no tardes.
...
-Y luego llamas y subes.
...
-Bueno, pues me haces una llamada, y baja ella.
...
-Sí, sí.
...
-¡Qué sí! Venga, hasta luego. #
Después colgó.
Yo me levanté y fui hasta el salón, me quede junto a él.
# -¿Familiar? –dije riéndome.
-Uf, sí. Es que tengo mucha hambre.
Los dos reímos.
-¿Y que vamos a beber? –pregunté.
-Eh... ¿No tienes nada?
-Puede ser. –dije apartándole para pasar. -Eh, ¡Hay Coca-Cola, Tequila, Balentines y Vino! –le chille desde la cocina.
-Ah, genial, genial. Pues, me pones uno de cada. –dijo.
-En serio... –dije asomándome desde la cocina.
-Claro. –contestó serio.
-Pues, bueno... –dije.
-Jajajajaja, que tonta macho. ¡Coca-Cola coño!
-Sí ya decía yo. –dije saliendo de la cocina con dos latas de Coca-Cola y servilletas.
-¿Qué? –me dijo.
-Que eras tú muy crío para beber. –le dije apartándole de nuevo para pasar.
-¿Crío? –dijo reprochándome.
-Pues sí. –dije dejando las cosas encima de la mesa, y sentándome en el sofá.
-Si seguro que soy más mayor que tú. –dijo sentándose a mi lado.
-Pues sí. ¿Y eso qué? –dije.
-Pues, ¿Qué quién es el crío aquí? –me dijo desafiante.
-Que tenga 15 años no significa nada. Es obvio que soy más madura que tú. –dije en el mismo tono que él.
-¿¡Solo 15?! Y yo soy el crío, ¿no? –después soltó una carcajada claramente irónica.
-La edad no tiene que ver. Soy más madura. –contesté.
-No lo creo. –me dijo.
-Pues yo sí, además, no me queda nada para hacer los 16 años. –le conteste.
-¿Cuando los haces? –preguntó.
-A caso te importa... –dije.
-Claro. –contestó rápidamente.
-El día 15, de este mes. El martes que viene. –le dije.
-Ah, pues entonces ya sé cuál va a ser mi regalo. –dijo.
-Ah, ¿pero que a caso piensas regalarme algo? –le dije mirándole sorprendida.
-Claro. –contestó él seguro.
-Pero es que acaso, ¿crees que nos volvamos a ver? –pregunte. #
Después nos quedamos  callados. Y dejamos de mirarnos. Creo que fui un poco brusca diciendo eso, pero me salió solo. Y es que era verdad, no tenía la mínima esperanza de volverle a ver. No porque yo no quisiera. Que bueno, la verdad que si que me gustaría. Pero él era Justin Bieber, y yo... Yo no era nadie.
# -Nunca digas nunca. –dijo después de un rato.
Le miré, me reí. Había reconocido aquella frase.
-Nunca pensé que podría caminar sobre el fuego. –le contesté.
Entonces me miro. Yo reí.
-Venga ya... –dijo.
-Es que... esa canción... En fin digamos que... “me gusta” –le contesté.
-Oh... me halagas. –dijo riéndose.
Justo en ese momento sonó su móvil. Lo cogió pero colgó en seguida.  
-¿Bajas? –preguntó.
-Quédate aquí. –le dije levantándome.
-Donde sino... –respondió. #
Salí del salón y fui hasta la puerta, cogí mis llaves y baje.
Cuando baje, me encontré con un hombre negro y alto apoyado en el coche con una pizza en la mano. Me acerqué a él temerosa. Él no me dijo nada, solo extendió la mano en la que tenía la pizza y me la dio. No le dije nada, aquel tío me daba miedo. Cogí la pizza, entre de nuevo en el portal y subí. Cuando entré en casa, Justin seguía en el mismo sitio donde le había dejado... “Donde sino” me dije a mí misma.
Fui hasta el salón, deje la pizza en la mesa, y volví a sentarme a su lado. No me dijo nada, levantó la tapa de la pizza, y se metió corriendo un trozo en la boca.
# -Mierda. ¡Quema! –chilló tirando el trozo de pizza.
-¡Qué tonto! –dije riéndome. #
Me miró mal. Yo cogí su Coca-Cola, la abrí y se la dí. Me miro y me sonrió. Después de beber un poco, volvió a coger el trozo de pizza y se lo volvió a meter en la boca. No entiendo como no se quemo otra vez... Pero yo hice lo mismo, cogí un trozo y me lo llevé a la boca. Comenzamos a comer, a hablar, a reírnos. Hablamos, y hablamos. Sobre él, sobre mí, sobre todo. Creo que ahora sí que empezaba a conocerle y cada vez me gustaba más. 

martes, 30 de agosto de 2011

Suena genial.


Cuando terminé de tocar le miré, miraba el piano embobado, miraba mis manos que aún seguían sobre las teclas. Seguí mirándole hasta que alzó la cabeza.
# -Claro de luna. Es genial. –me dijo.
-Debussy es un maestro. –le contesté.
-Ya lo creo... Bueno, y tú lo haces genial. –después me sonrió.
-Bueno, ¿y tú qué, sabes tocar? –pregunté.
-Jajaja, bueno, creo que empiezo a creerme que no eres mi fan. –dijo.
-Pues claro que no lo soy. –le dije.
-Mm, bueno... No sé yo. Si no lo eres, ¿qué hacías ayer ahí, y vestida así? –me dijo con un tono de burla.
-Pues, ¿recuerdas aquellas dos chicas que iban conmigo, que te miraban como tontas, y chillaban a cada uno de tus movimientos? –pregunté.
-Como para no recordarlas... –después suspiró.
Le miré y ambos reímos.
-Ellas son muy importantes en mi vida, y si me piden que les acompañe a ver a un niñato de 17 años que canta “Baby, baby, baby, oh!”. Pues yo las acompaño. –seguí.
-Oye, sin faltar. Que ese niñato está aquí a tu lado. –dijo ofendido.
-Bueno, lo siento. Pero, te queda ya claro que no estoy “loca” por ti... –dije.
-Mm, no. La verdad. Creo que te haces la dura, pero en el fondo mueres por mi. –me dijo desafiante.
-¡JÁ! Pues te equivocas. –le conteste enfada.
-¿Tú crees? –dijo.
-No lo creo, lo sé. #
Después ambos nos callamos, y nos quedamos mirándonos a los ojos él uno al otro. Bien era cierto que su música no me gustaba, pero creo que él estaba empezando a hacerlo. Una vez más, comencé a perderme en aquellos preciosos ojos que él tenía clavados en mí.
# -Te creo. –dijo, después sonrió.
Yo me limité a reír.
-Bueno, pero... Entonces, ¿tocas el piano, o qué? –le dije intentando cambiar de tema.
-Yo toco muchas cosas, ¿sabes? –después me sonrió pícaramente.
Yo le miré mal, y después el se río.
-Claro. –dijo.
-Bueno, pues entonces... Te toca. –dije apartándome un poco, del piano.
-¿Qué toco? –preguntó.
-Pues... No sé. –contesté.
-¿Algo mío? –me dijo.
-Bueno, por qué no. Si no sabes nada más... –después me reí.
-Yo sé muchas cosas. No me subestimes. –contestó.
-No, no. Bueno, vamos. Toca algo, lo que sea. –le dije. #
Él me miró, se acercó al piano, volvió a mirarme y entonces, comenzó a tocar.
Yo miraba sus manos mientras tocaba, seguía cada movimiento de sus dedos con la mirada. Lo hacía realmente bien.  Era raro, no me sonaba nada la canción. Obviamente, no me sabía sus canciones, ni las conocía absolutamente todas, pero, Sammy y Serena, nos habían obligado a mí y a Emma muchas tardes de aburrimiento a tragarnos las canciones de este chico. Por lo que, llegados a este punto, era ya capaz de reconocer una de sus canciones. Él seguí concentrado, tocando, sin apartar la vista ni un segundo de las teclas. Hasta que de pronto paro. Y me miro.
# -¿Por qué paras? –pregunté.
-¿Te gusta? –me contestó él, evadiendo mi pregunta.
-Claro, suena genial. ¿Cuál es?
El rió.
-No lo sé. Aún no sé como llamarla. –dijo.
Entonces caí en que era algo nuevo, algo que obviamente,  no se había ni grabado.
-¿Tiene letra? –pregunté.
-Claro. –contestó.
-Cántala. –dije sin pensarlo.
-¿Segura? –preguntó.
-Por qué no iba a estarlo. –le dije mirándole fijamente. #
Después el rió, volvió a colocar las manos sobre el teclado, y empezó de nuevo a tocar. Y pasados unos segundos, a cantar. Inevitablemente, desvié mis ojos de sus manos, para miarle a él. Que diferente era ahora su voz. Sonaba, tan... tan masculina y grave, pero a la vez dulce. No tenía nada que ver con la voz que escuchaba en los móviles de mis amigas. Bueno, quizás también era la “magia del directo”.
Empecé a concentrarme en la letra, en lo que estaba diciendo. Era realmente bonita.  Hablaba de una chica, alguien a quién quería, pero a la que había perdido. Pensé entonces en una ex novia. Volvió a parar.
# -¿Qué te parece? –me preguntó.
-¿La has escrito tú? –contesté con una pregunta.
-Sí. –me dijo como avergonzándose.
-Es preciosa. Imagino que la querías mucho. –dije agachando la cabeza.
-Sí, realmente sí. Pero bueno, nada es para siempre... –contestó.
-Bueno... –me callé, no supe que decir. Después puse mi mano en su hombro.
-Era muy importante en mi vida. La verdad es que no entiendo porqué tuvo que irse. Porqué tuvo que dejarme... –se calló.
Creo que pude ver como las lágrimas empezaban a invadir sus ojos. Él se frotó los ojos, intentando ahuyentarlas.
-Lo siento. –me dijo.
-Tranquilo, es normal. –le contesté.
-Es que la quería mucho. Y sé que ella era ya mayor. Pero me duele. Era mi abuela favorita. –dijo. #
Yo no dije nada. Entonces me dí cuenta de que a quién había perdido era a su abuela. No sé muy bien porqué, pero eso hizo que sintiera un gran alivio. Inmediatamente después, juro que me salió solo, me tire a abrazarle.
# -Gracias. –dijo él en un pequeño susurro. #
Yo no dije nada, sino que le abracé un poco más fuerte. A lo que él respondió haciendo lo mismo. Y justo en ese momento, me dí cuenta de que sí. De que ahora Justin me gustaba. 

lunes, 29 de agosto de 2011

¿Nerviosa?


Así que Justin y yo entramos en mi portal, y nos dispusimos a subir. Llame al ascensor, después le mire. Él no miraba, parecía que estuviera comprobando la estructura del edificio, no paraba de mirar al techo, las escaleras y demás. El ascensor llego y yo abrí la puerta, después volví a mirarle, él me hizo un gesto indicándome que pasará, y así hice. Nos montamos, y yo dí al botón del piso 3.
Ninguno de los dos decíamos nada, como he dicho antes, todo me resultaba un tanto violento. Pero, le miré, me armé de valor y decidí romper el hielo.
# -Aún sigo sin creerme eso de que me conoces... –dije riéndome.
-Ah, no... –dijo.
-Pues no, seguramente que es solo una forma de ligar. –contesté.
-Ajajá, pues claro que te conozco. Tú estabas ayer en aquel centro comercial vestida como yo. Hablaste conmigo. –después sonrió. #
El ascensor llegó al 3º y yo abrí la puerta, él volvió a dejarme salir la primera, yo me giré y le sonreí, él me devolvió la sonrisa. Busqué en mi mochila las llaves, y mientras abría la puerta de mi casa le dije:
# -Pues sí, sí que me conoces. –reí.
-Lo ves. Yo nunca olvido una cara. –contestó.
Yo solo le miré, y después me reí de nuevo. Después entré a mi casa, y el me siguió.
-Y menos una voz. –siguió.
-¿Una voz? –le dije extrañada.
-Sí, me gusta tu voz. –me dijo mientras me seguía a la cocina. #
Volví a girarme, y le sonreí. No sabía que de especial tenía mi voz, pero en fin, no me iba a poner a discutir sobre mi voz con Justin Bieber. Uf, me resultaba tan raro pensar en eso. Pensar en esas palabras, “con Justin Bieber”...
# -Y, a todo esto... Tú sabes mi nombre, pero yo no el tuyo. –me dijo.
-Ah, claro. Me llamo Alejandra. –le dije mientras abría la nevera para coger una botella de agua.
-¿Eh? –dijo.
-Llámame Ale. –le dije riendo.
-Ale. –repitió él.
-Sí, Ale. –después le sonreí. #
Él me devolvió la sonrisa una vez más, y me quede mirándolo. Mirando aquellos ojos color miel tan dulces, esa impresionante sonrisa, en la que empecé a perderme.
# -Eh, ¿Ale? –dijo tocándome el hombro.
-Sí, sí, claro. –le dije saliendo de la cocina. #
Miré hacia atrás, y allí estaba él siguiéndome. Me estaba poniendo nerviosa.
# -¿Vas a estar siguiéndome todo el rato? –le dije mientras dejaba la mochila en el sofá del salón.
-Bueno, es que no es mi casa. –me dijo riendo.
-Claro, tienes razón. –reí. #
Qué me pasaba, estaba nerviosa. Es que no entendía nada. Vale, una no tenía todos los días a una estrella del pop internacional en el salón de su casa, pero... Pero era Justin Bieber. A mi no me gustaba Justin Bieber. ¿O sí? Dios, no.
Volví al mundo real. Él seguía de pie en frente de mí, mirándome, sonriendo.
# -Mm, a ver. Que te parece si tú te quedas aquí sentado –dije señalando el sofá- Y mientras yo me doy una ducha.
-Eh, claro. Pero no tarde. –me guió un ojo, y se fue al sofá. #
Cogí la mochila del sofá y me fui a mi habitación. Intenté pensar con claridad. Tan solo era Justin Bieber, y bueno, seguramente esto lo haría con miles de chicas, así que... Además... Que a mí no me gusta Justin Bieber. Me repetía una y mil veces. Pero solo estaba engañándome a mí misma una vez más.
Dejé la mochila en la cama, y fui hacia el armario. Lo abrí y saqué unos vaqueros y una camiseta, después me fui al cajón y saqué unos calcetines y la ropa interior. Después salí con la ropa en la mano, dispuesta a ir al baño, pero no pude evitar echarle un vistazo al salón. Él estaba allí sentado, frente a la tele apagada, mirándola fijamente, me pregunto por qué no la encendió. Pero nunca se lo he preguntado la verdad. Me metí en el baño y abrí la ducha con esperanza de relajarme. Y funciono.
Ya no estaba tan nerviosa al salir de la ducha. No tanto como antes.  Me vestí en el baño, siempre lo solía hacer en mi habitación, pero con Justin Bieber en el salón, preferí no salir del baño hasta que estuviera vestida. Cuando terminé de vestirme me recogí el pelo en una coleta, lo tenía muy mojado y no me apetecía ponerme a sacarlo y a alisarlo como todos los días. Recogí el baño y fui de nuevo a mi habitación, saqué las cosas de la mochila y las metí en mi cesto de la ropa sucia. Después salí y me dirigí al salón. Pero  para mi sorpresa Justin no estaba ahí. Lo busqué con la mirada, pero no lo vi, y lo que primero paso por mi cabeza, fue que se había marchado. Volví a mirar por el salón no sé por qué, pero entonces me percaté de que encima de la mesa de centro había una chaqueta negra, que no era mía. Y supe entonces que no se había marchado. Me acerqué, y desde allí pude ver donde estaba Justin. Volví a dejar la chaqueta encima de la mesa, y fui al cuarto de estar, donde estaba él. Me quede en la entrada, y me apoyé en el marco de la puerta mirándole.
Estaba sentado frente al piano simulando que lo tocaba. Era tan dulce, tan tierno, tan guapo y tan... Dios no. Me obligué a mí misma a centrarme. Entré en la habitación y me acerque a él, después puse mi mano en su hombro lo que hizo que él se girara. Una sonrisa iluminaba su cara.
# -¿Tocas el piano? –me pregunto aún sonriendo.
-Sí. ¿Por? –contesté.
-Toca algo. –me dijo haciéndose a un lado para que me sentara. #
Le miré, aún sonreía. Me quede pensando un momento, me costaba mucho tocar enfrente de algún desconocido, me daba mucha vergüenza. Pero, no podía resistirme a esa encantadora sonrisa. Así que me senté a su lado. Le mire, él me miraba. Suspiré, y empecé a tocar. 

domingo, 28 de agosto de 2011

Una oportunidad.


No sé muy bien porqué, pero me quede alucinada cuando lo vi. Era como... no sé, era raro. Yo seguía allí mirándole, sin saber porque, no es que tuviera algo mejor que hacer... Pero, si lo piensas era una perdida de tiempo, al menos para mí. Estaba sumida en mis pensamientos, hasta que de pronto, la pelota de baloncesto llego hasta a mí. Me agaché para cogerla, y me quede mirándola embobada, era todo tan raro. Entonces sentí como un  chico me tocaba la mano, y comencé a sentirme observada. Alcé la vista y allí estaba él, sonriéndome. Miré a mí alrededor y todos nos miraban. Decidí no alargar más todo aquello, ¿para qué? A mí no me gustaba.
# -Oh, lo siento. –le dije mientras le devolvía la pelota.
-Jajaja, no pasa nada. –me contesto. #
Después se dio la vuelta y empezó a alejarse. Pero entonces se giro.
# -Yo te conozco... –me dijo. #
Le miré sorprendida, no me podía creer que me hubiera reconocido, y menso como iba ayer, no, es que no podía ser.
# -Eh, no... No creo. –le conteste.
-Claro que sí, estoy seguro. –me dijo sonriendo. #
Me reí, no pude evitarlo. Tenía una sonrisa impresionante, lo recorrí de arriba abajo con la mirada. Llevaba una camiseta ancha de los Cleveland Cavaliers con su nombre, y unos pantalones negros de chándal. Realmente le sentaba todo muy bien.
-¡Eh vamos Biebs! –chilló un chico.  
Aquello me hizo dejar de mirarle. Él miró al chico que había chillado. Y le hizo una señal con la mano, indicándole que esperara.
# -Lo sé. Sé que te conozco. Pero me gustaría poder hacerlo mejor. –me dijo.
-Qué... –dije sorprendida.
-Sí, venga vamos. Espérame en los vestuarios dentro de media hora.  –continuó.
-Pero... –me calle, no sabía que decir.
-Venga, soy Justin Bieber, dame una oportunidad. –dijo, después me guiño un ojo. #
Yo solo asentí, estaba como embobada, no sabía lo que hacía. Él volvió a sonreírme y luego se alejo. Me quede mirando atontada el sitio donde hacia un rato él acababa de estar. Pero alguien me hizo volver al mundo real.
-¿Lo conoces? –me dijo una chica, como de unos 13 años.
La miré, negué con la cabeza y me fui. Salí corriendo de la pista de baloncesto, pero no me fui a casa, me metí en los baños de las chicas y me encerré en uno de ellos.
Necesitaba estar tranquila, poder pensar. Pero si quería poder pensar tranquilamente, no era lo más adecuado encerrarme en un baño del polideportivo donde estaba Justin Bieber. Lo mejor sería irme a casa, pero... Joder, estaba hecha un lío. Salí del baño, abrí el grifo y me eche un poco de agua por la cara. No sé porqué, pero tenía calor. Me apoyé en la pared, y me deje caer poco a poco, deje mi mochila a un lado, e intenté pensar. Justin Bieber, el mismísimo Justin Bieber, me acababa de decir que quería conocerme más, que le esperara en los vestuarios. A caso todo era un vacile... No es que me gustara, claro que no. No me gusta Justin Bieber, NO. Me repetía una y mil veces, pero, si era cierto eso, si era verdad que no me gustaba, por qué estaba planteándome en aquel momento si ir o no. Pero, pero es que es tan guapo, pensé, y que sonrisa que tiene. NO. Volví a pensar. No me gusta Justin Bieber. Intentaba engañarme a mí misma, cuando la verdad era, que hacía ya un rato, cuando su encantadora sonrisa me había capturado, que empezó a gustarme.
Bueno, eh... Su música no me gusta, y tampoco tendría que gustarme por ir a los vestuarios, por saber qué quiere, o más bien qué pasa. Y él, tiene su encanto... Seguí sumida en mis pensamientos, hasta que pasado un rato me decidí. Decidí ir, darle una oportunidad, en todo caso. Yo no perdía nada. Así que me levanté, y me fui hasta el espejo, me mire. Tenía unos pelos de alucine... Bueno, acababa de jugar al tenis, era lo normal. Pero a caso iba ir así a ver a Justin Bieber... Pues sí, porqué no. Tampoco pretendía nada con él, solo bueno... Miré el reloj, eran casi las 12:30. Pues sí que había pasado tiempo mientras tomaba una decisión. Cogí la mochila del suelo y me dirigí a los vestuarios. Al parecer la gente que antes abarrotaba la cancha de baloncesto se había ido, pero me temía lo peor, que se encontrara ahora rodeando los vestuarios. Llegué, y para mi sorpresa no era así. No había nadie, era raro la verdad. Abrí la puerta, nada más entrar me encontré con dos enormes hombres vestidos de negro que vigilaban la entrada. Nada más verme aquellos hombres se acercaron más a la puerta, para indicarme que no podía pasar. La verdad es que me lo suponía, y qué iba a hacer... Decirles, “Ah, no... Tranquilos, he quedado aquí con Justin”. Me echarían de inmediato, y me tomarían por una fan loca de atar. Así que me dí la vuelta dispuesta a salir, pero el sonido de su voz me detuvo.
# -¿Ya te ibas o qué? –dijo. #
Me dí la vuelta, le mire, se había cambiado, ahora llevaba unos vaqueros negros ajustados, una camisa azul y blanca de cuadros y unas zapatillas Adidas blancas. Le recorrí de abajo a arriba hasta toparme con sus ojos. Creo que me perdí en ellos.
# -¿Te encuentras bien? –preguntó.
-Claro.
-¿Segura? Porque te noto...
-Es que, la verdad. Todo esto me resulta un poco... eh, un poco violento. –le dije interrumpiéndolo.
-¿Violento?
-Sí. Es que, a ver... Tú eres Justin Bieber, y yo... –dije.
-Y tú una belieber con suerte. –después me guiñó un ojo.
-Te equivocas. –le dije rápidamente.
-¿Qué? –preguntó.
-Que yo, yo no soy una belieber. –le dije riéndome.
-Ya bueno... –dijo en un tono irónico.
-En serio...
-Mira, qué te parece si mantenemos esta conversación en otro sitio. –dijo interrumpiéndome.
Yo asentí.
-¿Pero, donde quieres ir? –me dijo.
-Pues no sé... –miré un momento al techo, pensando, pero... creo que no pensé lo que dije, no en ese momento. –Vamos a mi casa.
-Oh, tú si que vas rápido. Jajajaja. –contestó.
-Eh, no. A ver... Yo quiero cambiarme, y bueno, no sé donde quieres que vayamos donde tus fans no te acosen. Pero vamos, que... Que si tienes algún problema lo dejamos. –le contesté ofendida.
-Vale, vale. No lo había pensado así. Pero es buena idea. Vamos. –me dijo como disculpándose.
Yo me reí y miré hacia abajo. Él ando hacia a mi.
-¿Vives lejos? –preguntó.
-A diez minutos andando. –dije.
-Pero, creo que lo más conveniente sería ir en coche... ¿No? –me dijo.
-Eh, sí. –contesté.
-Pues vamos. –dijo mientras me cogía de la mano. #
Le miré, el me sonrió. Y entonces me perdí en su sonrisa. En aquella perfecta sonrisa.
Pero en cuanto nos montamos en aquel coche enorme volví al mundo real. Era alucinante. Me sentía... me sentía como si fuera famosa y fuera a un estreno de cine en una limusina, era alucínate. Exceptuando claro, el pequeño detalle de que iba en chándal. Durante los cinco minutos que fuimos en su coche ninguno dijo nada. Como ya había dicho antes, la situación era un tanto violenta. Le indiqué el camino al chófer y en seguida nos dejo en la puerta. Nos bajamos del coche, y Justin le dijo a su chófer que cuando él lo llamara viniera aquí en seguida, el hombre que conducía solo se limitó a asentir, después se fue. Pero acto seguido aparcó una furgoneta negra, con los cristales tintados que se acercó a nosotros.
# -Voy a subir, vale. –le dijo Justin a un hombre del coche.
-Si necesitas algo, ya sabes Bieber. –le respondió aquel hombre. #
Después Justin y yo nos dispusimos a subir a mi casa.

sábado, 27 de agosto de 2011

Tenis.


A la mañana siguiente el despertador sonó a las 9:30.  Buuff, tenía que ir al entrenamiento de tenis... Me encanta el tenis, por lo que entrenaba los martes y jueves de 5:00 a 6:00 y los sábados de 10:00 a 12:00. No solía importarme tener que levantarme tan temprano todos los sábados, pero ese día estaba matada. Me levanté y me fui a la cocina a desayunar. No había nadie en casa, era raro siendo tan temprano. En la nevera había una nota:
“Cariño, nos hemos ido a casa de tus abuelos, y luego iremos a comprar. Desayuna y vete al entrenamiento. Llegaremos alrededor de las 3:00. Si tienes hambre come tú sola. Un beso, mamá.”
Me bebí un poco de leche directamente del cartón, no me apetecía nada más.  Me fui a mi habitación, me puse el chándal y preparé la mochila con la ropa del tenis, la raqueta y demás.  Después salí de casa.
El polideportivo al que voy no está muy lejos, a unos 10 minutos andando. Por lo que llegue en seguida. Estaba casi vacío, no era raro la verdad, la gente solía llegar más tarde. Me fui a los vestuarios y me cambié, después salí a la pista, mi profesor había llegado ya como siempre, pero Ashley aún no había llegado. Ashley es una chica un tanto especial. Bueno, la palabra sería “niñata rica”. Pero en  fin, a veces era maja. Siempre venía en coche, creo que la traía un chófer, no vivía cerca, creo que era de una urbanización súper lujosa de esas a las afueras de Madrid, o de eso presumía ella siempre.
Por fin llego y empezamos a entrenar, y como siempre Ashley empezó a acaparar toda la atención de nuestro entrenador. Nuestro entrenador se llama Andrea, es italiano, por eso el nombre es un poco... Mm, de chica. Pero nos dice siempre que le llamemos Andrew, que suena mejor. Andrew es un chico muy guapo, vamos que está buenísimo, pero tiene 23 años, muy mayor como para fijarse en alguien como yo,  por lo que yo me concentro en entrenar, no como Ashley que a pesar de solo tener 16, va a por todas con él. Pero en fin, a mi la verdad es que me da igual.
-¡Andrew! ¿Puedes venir? –chilló Ashley mientras practicábamos el revés.
Yo no dije nada, tan solo la miré de reojo, y pensé “Ya está la rubia”. Andrew, fue hasta ella para ayudarla, y yo seguí a lo mío. Después de un rato dijo que paráramos, y seguimos con otras cosas. Y como todos los días, las reclamaciones de Ashley por Andrew eran constantes. Cuándo quedaban 20 minutos, nos dijo que si queríamos podíamos irnos ya, o echar un partido.
-Uuuff, yo me voy ya. ¿Te vienes Ale? –me dijo Ashley.
-Eh, no, yo me quedo otro rato. –contesté.
-Tú misma. –dijo girándose mientras hacía un movimiento de pelo, que no era muy natural la verdad.
-Bueno qué... ¿Te hace un partidito? –me dijo Andrew.
-Sí claro. –le sonreí.
En ese momento Ashley se dio la vuelta.
-Bueno, pensándolo mejor, yo también me quedo. –dijo.
Andrew y yo nos miramos y nos reímos. Había sido realmente cantosa.
-Bueno. Qué os parece vosotras dos contra mí. –sugirió Andrew.
Yo asentí, y Ashley lo mismo. Comenzamos a jugar, y mientras lo hacía, bueno realmente bien he de decir, Ashley se dedicaba a correr por la pista moviendo la raqueta como pato mareado. Sí lo que quería era impresionar a Andrew, creo que lo estaba haciendo realmente bien. Ya que él la miraba asombrado. Cuando terminamos el partido Andrew se acercó a nosotras.
-Muy bien Alejandra. Lo has hecho genial. –me dijo sonriendo.
Yo solo me reí avergonzada.
-En cambió tú Ashley, creo que necesitas entrenar más. Incluso... sí sigues así, habrá que cambiarte de categoría, con otro profesor y eso. Porque... –le decía Andrew.
Ashley le miraba sorprendido.
-No, no. Juro que mejoraré, ya lo verás. –dijo Ashley.
-Bueno chicas, ya podéis iros. Yo me voy. Adiós. –nos dijo. Luego cogió sus cosas.
Yo cogí mis cosas y me dirigí al vestuario. Ashley corrió detrás de mí.
-Oye Ale, espera. –me dijo.
-¿Qué pasa?  -pregunté, aunque en el fondo me lo imaginaba.
-Pues, veo que a ti se te da muy bien, y bueno... Como eres tan buena, tú podrías ayudarme, ¿verdad? –me dijo entre pucheritos.
Yo solo me reí.
-Eso es un sí, ¿no? –dijo.
-Mm, es que no sé si tenga tiempo Ash. –le conteste.
-Venga por favor. –me suplicó.
La verdad que no me apetecía nada tener que enseñarle, porque, joder. Ella había desaprovechado el tiempo de entrenamiento en un intento fallido por encontrar novio, y eso no era mi problema, y tampoco éramos tan amigas. Así que le dije que no. Que no podía.
-Ah... Pues vale. Además tampoco eres tan buena. Que lo sepas.
Yo no le dije nada, era una niñata consentida. Cogí la ropa de mi mochila y me cambié, no me duche porque solo quería irme a casa, y al fin y al cabo, solo estaba a diez minutos. Salí de los vestuarios, y lo que me encontré fue sorprendente. El campo de baloncesto que se encontraba a la entrada del polideportivo estaba rodeado de gente, había alguna que otra persona haciendo fotos, y me pareció ver a una chica corriendo con una cámara de fotos, de las profesionales, vamos, que era una reportera. Me acerqué, no sabía que era lo que pasaba. Me abrí paso entre la gente para llegar hasta el frente. Y cuando llegue al frente si que sorprendí. 

viernes, 26 de agosto de 2011

Bieber.


Sammy y Serena estaban boquiabiertas mirando al chico que estaba en la puerta, era bastante guapo he de admitir. Aquel chico miro hacia ambos lados, comos si comprobara que no hubiera nadie, no entendí como no nos vio la verdad, después se dirigió al baño con toda la calma del mundo, parecía no tener ninguna prisa. Ellas se dispusieron a salir corriendo, pero la detuve.
-Eh, eh. Esperad. –les dije cogiendo a Serena de la mano.
-Qué pasa. Qué quieres... –dijo Sammy.
-Vais a entrar al baño, lo vais a ver, y después qué...
-Pues hablaremos con él. –contestó Serena muy decidida.
-Claro, con vuestro perfecto inglés, ¿no? –dije irónicamente.
-Pues claro que no. Con el tuyo. –me dijo Sammy con una sonrisa en la cara.
Ah, sí olvide contaros que mi madre es americana, de la costa este, de Washington, por lo que todos los años nos vamos allí un mes en verano, sin olvidar que siempre alternamos con año sí, año no para Navidad y demás. Por este motivo, mi madre se empeño en que aprendiera inglés desde pequeña, y bueno, la verdad es que me desarrollo bien con el idioma.
La miré mal, pero acepté. Así que salimos corriendo en dirección al baño donde se encontraba Bieber. Llegamos y Sammy y Serena se quedaron paralizadas frente a la puerta.
-¿Ahora qué? –dije.
-Pues nada, ahora nada. –me dijo Serena.
-¡Qué, cómo que nada! –le dije.
Hubo un silencio.
-Es que nada. –dije seria.
Les cogí de la mano a las dos disponiéndome a entrar en el baño de los chicos, cuando justo la puerta se abrió y salió aquel chico con una gorra igual a las nuestras, pero en azul, que le cubría la cabeza, y que apenas si nos dejaba ver su cara ya que además iba con la cabeza baja. Al toparse con algo en su camino, el chico miró rápidamente hacia arriba.
-¡Aaaah! –chilló el chico.
-¡Aaaah! –chillé yo.
-¡Aaaah! –chillaron Sammy y Serena a la vez.
-Pero, pero... Quienes sois, y... qué hacéis aquí, y así... –nos pregunto en inglés y señalando nuestra ropa.
Yo le miré y le puse una sonrisa torcida, como disculpándome. Entonces Sammy y Serena chillaron nuevamente.
-¡Calmaos! –les dije.
-¿Qué ha dicho? –me preguntaron.
El chico empezó a alejarse de nosotras, metiéndose en el baño, parecía asustado. Sinceramente, yo también lo estaría.
(A partir de ahora, cuando una conversación sea en inglés, pondré # cuando empiece y cuando termine)
# -Eh, lo siento. Es que somos, son, fans tuyas, y bueno, la verdad es que es una larga historia. Pero por favor, no te vayas, y... –dije.
-Ah, eh... Vale, pero qué hacéis aquí, cómo habéis entrado. –preguntó aún con miedo.
-Es que es una larga historia... Pero bueno... –dije.
-¿Y qué es lo qué queréis? –me volvió a preguntar. #
Yo le miré, y después miré a Sammy y a Serena que observaban al chico como si estuvieran enfrente de la misma virgen. Pase mi mano por delante de ellas, para intentar que volvieran al mundo real.
-¡Eh! Qué le digo tías. –les pregunté.
-Pues dile que le queremos. No, que le amamos. –dijo Serena.
-Y que le admiramos, y que es el mejor. –me dijo Sammy.
-Sí, sí. Ah, y que está buenísimo. –dijo Serena.
-¿También lo de que esta bueno? –pregunté.
-Sí, todo. –contestaron las dos.
Me di la vuelta y ahí seguía aquel chico mirándonos, ya no asustado, sino, sorprendido. Me acerqué un poco y el hizo lo mismo, Sammy y Serena me siguieron. Entonces le repetí lo que ellas me habían dicho, a lo que él me respondió que nos quería mucho también, sí, dijo NOS.... Pero no replique. Y dijo que nosotras éramos también muy guapas, supongo que lo dijo por cumplir, y añadió que le encantaba nuestra ropa. Yo le traduje su contestación a Sammy y a Serena, que no dejaban de mirarle.
# -Eh, ¿queréis un autógrafo? –nos preguntó el chico.
-Claro. –le contesté sin pensar, ya que la respuesta de mis amigas era obvia. #
Me giré y les dije a Sammy y a Serena lo qué me había dicho, entonces pegaron un chillido nuevamente, a lo que el chico respondió con una carcajada.
-¿Y dónde os firma y con qué? –pregunté.
-En la gorra. –contestó Serena sacándose un rotulador permanente de color rojo del bolsillo.
Me quedé flipada.
Sammy se quitó la gorra la primera y se la dio, después Serena hizo lo mismo. Cuando el chico terminó de firmarlas me miró a mí.
# -Y tú qué... –dijo.
-Eh, yo... –dije dudosa. #
Sammy y Serena me miraron de inmediato con una mirada como diciendo “dale la gorra”. Parecía que eso si que lo entendían. No dije nada. Solo me quité la gorra y se la di. Él la firmo. Entonces nos dijo que se tenía que ir, que empezaba a tardar demasiado, y se preocuparian. El chico se acercó a nosotras y nos dio un beso en la mejilla a cada una, Sammy y Serena se pusieron rojas. Él se alejó y justo antes de abrir la puerta de la sala, nos dijo en susurro, que gracias al silenció que había en toda la planta pudimos oír, “I love you my beliebers”, después sonrió, abrió la puerta y se metió en la sala.
Sammy y Serena, parece ser que lo entendieron perfectamente, ya que no me pidieron que tradujera nada, y bueno, la sonrisa que había en su cara las delataba.
-Vámonos, venga. –les dije.
- Eh, sí, vamos. –me contestaron las dos.

Para salir del centro comercial hicimos el mismo recorrido que para entrar, no sé cómo, pero logramos salir sin que nadie nos viera. Y cuando estuvimos fuera Sammy y Serena se abrazaron y chillaron. Yo me apoyé contra la pared, estaba cansada la verdad, tan solo deseaba irme a casa. Miré el reloj eran algo más de las 8:00.
-Bueno, y ahora qué... –pregunté.
-¿Damos una vuelta por Madrid? –sugirió Serena.
-Mm, sí, por qué no. –contestó rápidamente Sammy.
Me miraron, yo solo asentí. Sí estaba cansada, pero era temprano. Aunque más tarde me arrepentí, ya que mientras dábamos esa vuelta se tiraron todo el rato hablando de Bieber, de lo perfecto que era, de sus canciones, de todo, incluso había momentos en que se contaban lo que acabamos de vivir, como si alguna no hubiera estado presente. Era una pesadilla. A las 9:30, nos montamos en el metro de vuelta a casa, y aún seguían hablando de ello. Era ya insoportable. Por fin llegamos a casa.  Acompañamos a Sammy hasta el portal,  Serena y yo bajamos hasta el mío. Nos dimos dos besos y ella se alejó, y justo antes de que yo entrara en el portal, me chilló:
-¡Ves como no ha estado tan mal! –me dijo riendo.
Yo no conteste, en el fondo tenía razón, exceptuando las, como dos horas que en total se habían tirado hablando del chico, no había estado tan mal.
Subí a casa por el ascensor, solo era un tercero, pero estaba matada. Llame al timbre, y abrió mi madre en seguida, se quedó mirándome estupefacta, después rió. Yo la miré mal, y la aparté para que me dejara entrar, me fui a mi habitación enseguida a cambiarme y a darme una ducha, después fui a cenar. Durante la cena mis padres me preguntaron que cómo había ido, pero la verdad, es que pasaba de contarles el detalle de que nos habíamos colado en el Corte Inglés, así que solo les contesté que no había estado mal. Al terminar de cenar, me fui a mi habitación, me tumbé en la cama y caí rendida. Estaba realmente agotada. 

jueves, 25 de agosto de 2011

Y dieron las 7:00.


Así que allí estábamos Serena, Sammy y yo. En frente de la puerta de emergencias rota del Corte Inglés de Callao, por la cual estábamos a punto de entrar para poder ver a Justin Bieber. 
Serena abrió la puerta con cuidado, y echo un vistazo para asegurarse que no había nadie.
-Vamos, venga. Démonos prisa. –nos dijo Serena.
Sammy entró detrás de ella, y yo la seguí, con miedo, pero la seguí. Cuando estábamos dentro no se veía a penas nada, no había ni una puñetera luz que dejara ver algo. Ya que además, la poca luz que podía haber entrado por el cristal de la puerta se había esfumado hacía cosa de un cuarto de hora. Aún era otoño, pero ya empezaba a oscurecer más temprano.
-¿En que parte del Corte Inglés estamos exactamente? –pregunté.
Pero ellas no me hicieron ni caso, andábamos en línea recta continuamente, parecía que ellas sabían muy bien donde estaban. Repetí la pregunta, pero seguían ignorándome, así que pasé, y me limité a seguirlas, hasta que llegamos a un punto del pasillo en que nos encontrábamos, que se dividía en dos.
-¿Hay que ir hacia la derecha, no? –dijo Serena a Sammy.
-Sí, hacia la derecha. –contestó.
Yo las miré, pero no dije nada, una vez más tenía miedo de cual sería la respuesta si preguntaba algo.
Giramos hacia la derecha y continuamos andando por lo que parecía ser un almacén, aquello estaba lleno de cajas,  hasta que nos topamos con unas escaleras que subían. Las subimos, y al final de estas había una gran puerta, que obviamente estaba cerrada con llave. Sammy se acerco a la puerta y llamó. Yo la miré extrañada. Como era lógico nadie contestó ni abrió la puerta, pero a pesar de ello Sammy insistió llamando de nuevo.
-Sammy… ¿Qué haces? –le dije.
-Calla. –contestó Serena.
Entonces de pronto la puerta se abrió. Pero no parecía haber nadie al otro lado, ahora sí que tenía miedo. Ellas salieron y no me quedo otra que seguirlas.
Una vez fuera nos encontramos con la prima de Sammy, Natalia. Bueno, eso aclaraba muchas cosas. No, espera. Eso aclaraba todo, absolutamente todo. La verdad, fue un alivio. Natalia nos indicó donde estaba la sala donde se encontraría Bieber y como llegar sin que nos viera nadie. Después de darnos las indicaciones se fue, nos dijo que se tenía que poner a trabajar en seguida, Sammy le dio las gracias.
Nosotras comenzamos a ir hasta aquella sala, y pufff...Maldita sala. Estaba prácticamente en el otro extremo, estaba en la penúltima planta del Corte Inglés, y nosotras estábamos en la planta baja. Así que tuvimos que subir casi 4 escaleras eléctricas y cruzar 5 pasillos sin que nos viera ningún empleado, ni guardia. Fue matador. Mientras que cruzábamos el último pasillo, ya en la penúltima planta, en dirección a la sala del Bieber le pregunté a Sammy:
-Oye tía, y por qué no se lo has pedido a tu prima que os acompañara en vez de a mí.
-Porque a ella no le gusta Justin Bieber. –me contestó.
-¿Y a mí sí? –le respondí.
-Joder, que tenía que trabajar.
Yo me quedé callada, ya estábamos ahí. A esas alturas era tontería quejarse. Por fin llegamos a la sala.
-Ahora habrá que esperar. –dijo Serena.
-¿Esperar? –pregunté.
-Mira, mira. Por ahí vienen. Vamos, escondámonos, corre. –dijo Sammy en un susurro mientras me cogía de la mano y tiraba de mí.
Nos escondimos entre la sección de CDs ya que hacia la sala se dirigía Justin Bieber rodeado de guardias y reporteros.
-Habrá que esperar a que termine la rueda de prensa. –dijo Sammy mirándonos.
-Y eso a qué hora termina. –pregunté.
-Pues, suele durar media hora. –me contestó.
-¿Media hora? –dije.
-Sí, pero bueno, qué es media hora más… -dijo Serena con una sonrisa en la cara.
En el fondo tenía razón. Pero yo aún tenía mis dudas.
-Y cuando termine la rueda de prensa, ¿qué?
-Pues saldrá. –dijo Serena.
-Sí, saldrá. Rodeado de sus guardaespaldas. ¿Y cuál es tu plan? Acercarte pacíficamente, hasta que llamen a seguridad, ¿o qué? Porque yo creo que no es lo mejor, eh. –dije con tono de burla.
-Pues no, claro que no. –contestó Sammy.
-Esperaremos a que salga al baño. –dijo Serena.
-Pero no…
-No, al baño no le acompañan sus guardaespaldas. –me interrumpió Sammy.
-¿Cómo lo sabes?
Mierda, había preguntado, algo que realmente no quería saber.
-Bueno, en realidad no lo sabemos. –dijo Sammy.
-Más bien, lo suponemos. –continuó Serena.
-¿Qué? –dije.
-Sí, los guardias creen que esta planta esta totalmente vacía. Así que cuando salga, como creen que no hay ningún peligro –dijo Sammy.
-Ufff... eso creen ellos. –la interrumpí.
Después las miré y me reí. Sammy me dio una hostia.
-Como creen que no hay peligro le dejan salir solo, al baño que está justo ahí enfrente. –dijo Serena señalando el baño.
Después ninguna dijo nada, nos quedamos ahí mirando los CDs y comentando algo de vez en cuando. Hasta que para mi lamento, Serena encontró uno de esos chismes que hay en los centros comerciales donde se reproducen los CDs de los artistas que más venden. Y el CD que había grabado en aquel chisme era el anterior de mi amigo Bieber.
Estuvieron entonces los 20 minutos restantes escuchando a Justin Bieber con aquel  chisme, hasta que por fin, se abrió la puerta de la sala en la que se encontraba el Bieber.
Yo no miraba, pero Serena me metió un codazo en las costillas para que mirara. Y allí estábamos nosotras, a unos 20 metros de Justin Bieber, esperando a que se dirigiera al baño. 

miércoles, 24 de agosto de 2011

Corte Inglés de Callao.


Justo cuando el reloj se cambió a las 4:30, sonó el telefonillo.
-¡Cariño! Es Serena. ¿Le digo que entre o qué? –me chilló mi padre desde la cocina.
-Dile que ya bajo, que espere ahí. –le contesté mientras salía de mi habitación.
En cuanto bajé mi padre se me quedó mirando asombrado. Después, estalló en una carcajada.
-¿¡Pero qué llevas puesto!? –me preguntó aún entre risas.
-Ya, ya. Lo sé… Es patético, pero qué se le va a hacer. Las quiero demasiado. –conteste mientras andaba hacia la puerta.
-Sí, así es demasiado. –dijo riéndose más aún.
Me giré rápidamente y le mire fijamente, y si las miradas matasen, mi padre no estaría vivo.
-No llevo llaves. –le dije mientras salía.
-No llegues tarde. –me dijo.
Baje las escaleras corriendo, prefería no toparme con ningún vecino. Por amor propio más que nada. Abrí la puerta del portal y allí estaba Serena esperándome, vestida exactamente igual que yo. En cuanto salí y me vio pego un chillido impresionante.
-¡Aaaaaah! ¡Te queda genial! –me chilló.
-Vale, vale. Pero no chilles.
-Está bien, pero vamos anda.
Comenzamos a andar. Íbamos en dirección al metro, un viernes a las 4:30,  por lo que lo más probable era que nos fuéramos a encontrar a alguien.
-Espero que no nos encontremos a nadie. –le dije.
-  Anda… Qué más dará.
La miré rápidamente y ella a mí. Después se río. La miré mal. Y ella se río aún más, terminé por reírme con ella.
Al fin llegamos al metro, y ahí estaba Sammy, vestida exactamente igual que nosotras.
- Es… GENIAL. –chillaron las dos a la vez.
- No, no lo es. Y vayámonos antes de que veamos a alguien. –les dije.
-Joder, está bien. Vamos. –dijo Serena.
Nos montamos en el metro, en dirección a Callao, ya que la presentación del CD iba a ser en el Corte Inglés de Callao. Vivimos en Madrid, en el Pau de Carabanchel, por lo que bueno, tardábamos unos 25 minutos en llegar.  Pero aquellos 25 minutos fueron los más largos de toda mi vida. Serena y Sammy se tiraron todo el camino contándome la vida de Bieber, y cuándo digo toda, digo TODA. Creo que empezaba a odiar a este chico, pero he de admitir que no era su culpa, sino de la de sus fans.
Por fin llegamos, y cuando salimos del metro… Dios, como estaba aquello. Lleno de gente, de vallas de seguridad, de policías, de calles cortadas y por supuesto chicas de todas las edades, y creo que había algún chico, chillando de sobremanera. Era alucinante.
-Bueno, ¿y ahora qué? Eh, listas.  –les dije-
-¿Cómo que ahora qué? –preguntaron las dos.
-Sí, que dónde pensáis poneros para que podáis verle… Porque vamos…
-Anda calla. –me dijo Sammy mientras me cogía de la mano y empezaba a andar a un sitio un poco más tranquilo, a un callejón.
-Aquí no le vais a ver, eh. –dije.
-¿Ah no? –contestó irónicamente Serena.
-Jajajajaja, pues no.  –le dije.
-Mira, lo tenemos todo pensado. –dijo Sammy.
-¿Qué? –dije asustada.
Verdaderamente me esperaba cualquier cosa por parte de estas dos, y me daba un poco de miedo.
-Pues a ver, Justin tiene que llegar a las 7:00.  –dijo Serena.
¿¡A las 7:00!? –dije sorprendida. –si son las 5:20.
-Calla. –me dijo Sammy. –Lo que hemos pensado, es que como esto se va a llenar mucho más, y nosotras queremos verle bien de cerca vamos a esperar a que se llene, y nosotras estaremos esperando al final del todo…
-Pero… -la interrumpí.
-Cuando llegue Justin la seguridad y demás se concentran solo en él, por lo que las entradas del centro comercial se descuidaran. –continuó Selena.
-Eh, eh, eh, EH. ¿Estáis pensando en hacer lo que yo creo que queréis hacer? –las interrumpí nuevamente.
-Pues probablemente sí estés pensando en lo que nosotras queremos hacer… Por lo que… Sí. –me dijo Sammy.
-¡Pero estáis locas o qué! –chillé.
- No. Solo queremos ver a Justin Bieber. –dijo Serena.
-Pues a ver venido más temprano. –les dije.
-Sabes Ale, la mayoría de chicas que hay aquí están desde las 6 de la mañana. –me dijo Sammy.
¿Qué? Joder. –contesté.
-Sí. –me respondió.
Después hubo un corto pero incomodo silencio, en lo que ellas no paraban de mirarme a mí y hacia como si mirara a otro sitio, aunque realmente las miraba por el rabillo del ojo. Hasta que empezaron a lloriquear y se aferraron a mí.
-Por favor, por favor, por favor, por favor. Aleeeee. –suplicaban y lloriqueaban las dos como unas niñas pequeñas.
Pero entonces las aparté.
-O sea, me habéis convencido para venir hasta aquí, para vestirme así. –dije mirándome. –Que encima me he tenido que comprar todo, TODO. Me estoy perdiendo un viernes fabuloso para estar aquí con vosotras viendo al Bieber este, ah, y además os habéis tirado todo el camino contando toda su puñetera vida, y ahora me pedís que nos colemos en un centro comercial rodeado de policías a riesgo de meternos en un lío que flipas.
Después de decirles eso, me quedé muy a gusto la verdad, pero ellas me miraban perplejas.
Volvimos a quedarnos en silencio, pero este fue más largo y más incomodo que el último. Pasado un rato miré mi reloj, eran ya las 5:45, qué rápido se me había pasado. Y bueno, solo tendríamos que esperar una hora y cuarto, y ya estábamos aquí, y teníamos la ropa, la verdad es que incluso eso de colarse en un sitio tenía que ser divertido y dar un buen subidón de adrenalina… Así que… Por qué no.  Total, ya había perdido toda mi divinidad yendo así por la calle. Las miré.
-¿Por dónde habría que entrar? –pregunté.
Se miraron, me miraron, sonrieron y chillaron.
-¡Bieeeeeeeeeeeeeeeen! –chillaron a la vez mientras me abrazaban.
-¡Ah! Que no puedo respirar, soltarme.
Me soltaron, y entonces comenzaron a explicarme como entraríamos.
Nos dirigimos a la parte de atrás del Corte Inglés, donde había una salida de emergencia que estaba rota, por lo que se podía abrir desde fuera. (A día de hoy sigo sin saber como lo sabía, pero no he preguntado, me temo cualquier cosa).
Lo que también me impresiono es que parecía que éramos las únicas que sabíamos lo de la puerta, ya que no había nadie más, ni tan si quiera guardias de seguridad. Era todo bastante raro.  
Nos quedamos allí hablando, echando unas risas y demás, hasta que dieron las 7:00.
No nos hizo falta ni mirar el reloj, los chillidos de todas las fans nos avisaron.
Y no sé por que, pero Serena y Sammy se miraron y chillaron de una forma alucinante.

martes, 23 de agosto de 2011

Viernes 4 de noviembre.


Sonó el despertador a las 7 de la mañana.  No me lo podía creer, era ya viernes. Que rápido se me había pasado la semana, con lenta que se me hacía siempre. En general cuando sonaba mi despertador  un viernes, solía alegrarme, ya que  ese molesto ruido por la mañana marcaba el principio de todo un fin de semana por delante. Pero cuando sonó aquel viernes, sinceramente no me alegré en absoluto.
Era viernes 4 de noviembre.  El esperado y deseado día de Sammy y Serena, pero mi temido día. Sí, hoy venía Justin Bieber a Madrid. Estaba segura de que iba a ser el peor día de mi vida, o por lo menos unos de los peores. 
Salí de la cama con mucha pereza aún,  pero me metí a la ducha para espabilarme, después me arreglé, desayuné y me fui al instituto.  Voy a preferir saltarme la parte del instituto, ya que no os contaría nada nuevo, ya que las clases fueron un peñazo como cada día, y claro que no faltaban Sammy y Serena hablando de Justin Bieber todo el día, y como me lo suponía aquel viernes lo hicieron como ningún otro día.
Por fin sonó la sirena del instituto, y nos dirigimos a casa las cuatro.
-A las 4:30 voy a buscarte. –me dijo Serena entusiasmada.
-Vale. –me limite a contestar.
-Luego id al metro directamente, yo os espero allí y no lleguéis tarde, eh.  –nos dijo a las dos Sammy.
-Bueno, yo me voy. –nos dijo Emma acercándose a nosotras para despedirse.
-Está noche te llamo y me cuentas todo, eh. –la chillé mientras se alejaba.
-No lo dudes. –Me respondió.
Yo seguí andando con Serena y Sammy hasta que Serena cogió otra dirección.
-¡A las 4:3º, estate preparada, eh! –me chilló.
Yo me limite a asentir.
Cuando llegamos a mi portal Sammy y yo nos despedimos, ella se fue y yo empecé a buscar mis llaves. Cuando de pronto oí como Sammy desde su portal (es que solo vive dos portales más arriba que el mío) me chillaba:
-¡No olvides ponerte lo que nos hemos preparado!
¡Dios! Pensé. Se me había olvidado por completo. Además de tener que acompañarlas, a las muy listas se les había ocurrido comprarnos las tres la ropa a juego. E… imaginaos como íbamos vestidas.

Me miré en el espejo, no me creía que de verdad fuera así vestida. Llevaba unos pantalones pitillos negros muy ajustados, una camiseta negra lisa, (tendría haber sido ancha, pero estaba ya cansada de Sammy y Serena, por lo que me la compre ajustada) una chaqueta morada y unas Supras moradas. ¡Ah, y se me olvidaba lo más importante! Las típicas gafas retro RayBan  color negro, con una gorra negra de beisball.
Era como tener al mismo Justin Bieber delante de mí. Aún no entendía como me habían convencido para vestirme así, para comprarme todo eso, que no había sido precisamente barato, sobre todo las Supras  aunque, eran verdaderamente bonitas. Y he de decir, que la ropa me sentaba genial. No tengo unas medidas precisamente de modelo, pero tengo  un buen cuerpo la verdad, por lo que la ropa ajustada me sentaba genial.  Solía vestir con la ropa así, ajustada y demás, pero no… No de chico. Porque era lo que parecía en aquel momento, cualquiera me habría podido confundir con un chico de no ser porque  tengo un precioso pelo marrón que me encanta cuidar y que me llega por la cintura. 

lunes, 22 de agosto de 2011

Principio.

Todo tiene un principio, y bueno, es por ahí por donde me gustaría comenzar. Pero… como empezar por el principio si ni siquiera yo sé como empezó todo esto.
Podría volver unos cuantos años atrás, pero entonces todo esto se alargará una infinidad.
También podría retroceder unas cuantas semanas, pero creo que entonces quedarían muchos cabos sueltos. Lo mejor será que retrocedamos unos meses, sí, eso será ideal.
¡Ah sí! Por cierto, mi nombre es Alejandra, pero podéis llamarme Ale, como hacen todos.
Pues como iba diciendo, o más bien, como os iba a contar. Era octubre, hacía apenas un mes que habíamos empezado el insitito. Y si no recuerdo mal, para ser más exactos era viernes. Sí, viernes 28 de octubre de 2011. Mis amigas y yo habíamos quedado para ir a por ahí a dar una vuelta, en el sitio de siempre, y a la hora de siempre. Y como siempre, yo llegaba tarde. Os las presentaré, mi mejor amiga se llama Emma, es una chica estupenda, amable, con carácter, inteligente, tiene un sentido del humor muy ocurrente, es genial. Luego está Samanta, todos la llaman Sammy, y es también muy buena chica, aunque un poco despistada, ¡ah! Y es belieber, al igual que  Serena, de Serena la verdad es que no sé muy bien que decir,  es más reservada que nosotras, más callada,  pero cuando hay fiesta, tiene mucha marcha. Pues como decía, habíamos quedado en la plaza de Cala a las 6, y yo estaba en ese mismo momento saliendo de casa. Llegue y allí estaban todas.
-¡Por fin has llegado, menos mal! –exclamó Emma.
-Ya, lo siento mucho. –le dije a Emma acercándome a saludarla.
-¿Vais a parar ya de hablar de mi amigo Gayber? –dijo Emma.
-¡Qué no le llames así! –chillaron a la vez Serena y Sammy.
Emma y yo empezamos a reírnos.
Verdaderamente yo no odiaba a Justin Bieber como Emma, simplemente que no me gustaba, no me atraía nada de lo que hacía, ni su música, ni él.  En cambio ella lo odia, se podía considerar oficialmente como una anti-bieber.  No solo porque lo odiaba, sino porque sus gustos musicales son muy contarios a lo que él hacía.
A mi la verdad que sí que me gusta el Pop, el rock ligero y demás, pero no Justin Bieber.
-De verdad tías, sabéis que lo odia. ¿Por qué la torturáis de esa forma? –les dije entre risas.
-Ella nos tortura con su música. –me reprochó Serena.
-Al igual que vosotras a mí con la vuestra. -replicó de inmediato Emma.
Empecé a reírme, era muy gracioso contemplar estas discusiones, y también participar en ellas.
-¿Bueno, y qué es lo que le pasa al Bieber?
-¡Pues que va a venir el viernes que viene a Madrid, a presentar su nuevo CD, believe! –me chilló Sammy.
-Ah… Pues que bien, ¿no? –dije con un tono claramente irónico.
-Pues prepárate, que aquí viene lo mejor… -dijo Emma, con una sonrisita en la cara que no me gustaba ni un pelo.
-Y Sammy y yo queremos ir Ale. –dijo Serena.
-Pues vale, ir. A Emma y a mí no nos pasará nada porque faltéis un día. 
-Así que te parece bien, ¿no? –me pregunto Sammy.
-Pues claro, vosotras sabréis como gastáis vuestro preciado tiempo. Ese no es mi problema. –contesté.
-Pues yo creo que sí que es tu problema Ale. –me dijo Emma entre risas.
-¿Por qué? –pregunté.
-Pues, porque Sammy y yo hemos hablado con nuestros padres, pero dicen que solo podemos ir si vamos con alguien más mayor y más responsable. Y habíamos pensado que si tú… Bueno…
-¡QUÉ! Estáis locas. No voy a acompañaros a ver Justin Bieber. Además, solo soy un poco más mayor que vosotras. Y tampoco soy tan responsable… Por qué no se lo pedís a ella. –dije señalando a Emma.
-Simple. Porque si la llevamos lo mata, y queremos que nos dure un poco más. –me contestó Serena.
-Sí, así es. –dijo Emma con una sonrisa en la cara que daba miedo.
-Pero, pero… No. No. No. A mí no me pidáis eso. NO.
-Por favor, por favor, por favor, por favor. –me suplicaron las dos.
-Que no os he dicho. –dije.
-Vamos Ale, con lo buena que tú eres. –dijo Serena.
-Sí, y lo responsable. –la siguió Sammy.
-Bueno, en eso tienen razón- las apoyó Emma entusiasmada.
-¡Eh! Tú tendrías que ayudarme Emma. –le reproché.
-¡POR VAFOOOOOOR! –suplicaron Sammy y Serena nuevamente.
Yo no dije nada, tan solo las miré, y después miré a Emma, que me miraba con una sonrisa de oreja a oreja.
-¿Y tú por qué sonríes así? –le pregunte a Emma.
-Porque todo esto es muy divertido. –me contestó entre risas.
-Vamos Ale. –me pidió Sammy.
-Ale, por favor. Con lo que nosotras te queremos. Por favor. –dijo Serena.
-Venga Ale, no seas mala persona. Acompáñalas. –me dijo Emma aún riendo.
Después Sammy y Serena me miraron, poniendo carita de niñas buenas. Y a eso saben que no me puedo resistir.
-Puff… está bien. Os acompañaré.
-¡Sí! ¡Bien! –chillaron las dos como locas, y después se lanzaron a mí para abrazarme.
-Muchísimas gracias Ale. –me dijo Serena.
-Sí, te debemos una. –me dijo Sammy.
-Ya lo creo que me debéis una, ya lo creo. –les contesté.
Después volvieron a abrazarme.
-Pero… ¿y tú? –dije dirigiéndome hacia Emma.
-¿Yo qué? –me contestó.
-Que tú qué harás ese día. –le pregunté.
-Ah, eso. Por mí no te preocupes. He quedado con Tay.
-¡Oh qué dices tía! Que fuerte. ¡Con Tay! –dije asombrada.
-Sí, es genial. –me dijo sonriendo.
-Pero espera un momento… Cómo que habías quedado con Tay si no sabías todo esto… -dije.
-Ah, bueno… Eso, eso… Es que, eemm… -miró a Serena y a Sammy.
-¡Esto lo teníais planeado! –les reproché.
-¡Qué va! –dijeron las tres al unísono.
Después todas nos reímos.
-Pero una cosa. –les dije.
-¿Qué ocurre? –me preguntó Serena.
-¿Cómo sabíais que diría que sí?
-Porque siempre dices que sí. –contestó Emma.
-No siempre digo que sí. –le reproché.
-Sí, sí lo haces. –me contestaron a la vez Sammy y Serena. (Es algo que hacen a menudo, Emma y yo no sabemos muy bien como lo hacen)
Después hubo un pequeño silencio, no me gustaba lo que me habían dicho. Lo de que siempre digo que sí. No era cierto. No siempre digo que sí. Pero bueno, no le dí mucha importancia.
A continuación, la tarde pasó como otra cualquiera.