lunes, 19 de septiembre de 2011

Debilidades.

-¿Justin? –pregunté.
No hubo respuesta alguna, pero entonces esos ojos empezaron a adentrarse en la habitación, cerrando la puerta tras ellos. Yo me incorporé, e intenté distinguir algo más en aquella oscuridad de mi habitación, me acerqué al interruptor de la luz para encenderla, pero una mano me detuvo. 
-No la enciendas. –susurró.
-¿Por qué no?
-No lo hagas.
Después sentí su peso en la cama, me aparté un poco para dejarle más hueco.
-¿Qué haces aquí? –pregunté.
-Ah, si quieres me voy... –hizo aman de levantarse, pero le detuve.
-No tonto. Solo que bueno...
-Quería estar contigo. –me interrumpió. –Además, no tengo sueño.
-Jajaja, la verdad es que yo también.
Guardó silencio un momento, no sé que hacía apenas podía verle, me estaba poniendo nerviosa.
-Dios, no puedo estar así. Necesito verte. –encendí la luz.
Tal vez no debí encender la luz de la habitación si no la de una lámpara, ya que la luz iluminó toda la habitación de repente, deslumbrándonos a los dos.
-¡Dios! Me has dejado ciego. –alzó la mirada.
-Jajaja, anda... Tampoco es para tanto.
-Ya claro. Cómo si a ti no te hubiera jodido, ¿no?
-Pues claro que no, ya te he dicho que no tengo debilidades. –le miré, se había cambiado ya, llevaba unos pantalones de chándal algo viejos y una camiseta blanca y el pelo un poco despeinado.
-Pues yo creo que sí que las tienes.
-¿Qué has hecho? –dije mirándole el pelo una vez más.
-Tumbarme en la cama.
-Sí, ya...
-Bueno, que no me cambies de tema.
-¿Qué tema? –reí.
Me miró mal, después se acercó a mí.
-Que tú sí tienes debilidades. –dijo burlón.
-Jaja, no, no lo creo.
-Bueno, pues ya te demuestro yo ahora mismo que si las tienes.
No me dejo ni contestar, se apresuró a juntar sus labios con los míos en un pequeño beso; se alejó.
-¿Qué me dices ahora, las tienes o qué?
-Jaja, pues claro que no.
Volvió a hacerlo, me besó.
-¿Y ahora qué, eh?
-¿Qué pretendes? ¿Hacer que tus besos o tú seáis mi debilidad?
-Claro, si no es que no lo son ya. –se acercó una vez más con la misma intención.
Puse mi mano en su pecho reteniéndolo.
-Pues con esto... –le di un pequeño beso igual a los suyos. –Mal vas, eh.
-¿Qué insinúas?
-¿Qué crees tú que insinúo? –pregunté pícara.
-No me provoques eh...
-¿O sí no qué? –dije desafiante.
Tenía tantas ganas de que me besara, de que me besara de verdad.
-Pues porque no respondo eh.
-Jajaja, eso quiero verlo yo.
-Pues lo verás. –se acercó a mí despacio.
Poco a poco se juntaba más a mí, no solo su cara sino que también juntaba su cuerpo con el mío. Miró mis ojos, que probablemente brillarían de deseo, deseo por él, por sus labios, luego bajó hasta mis labios, se relamió, eso me encantaaba, después sus ojos fueron nuevamente hasta los míos, se mordió el labio inferior. No podía más, quería que lo hiciera ya, aunque aquel juego era divertido. Finalmente junto despacio mis labios con los suyos, sin prisa. Ambos movíamos los labios suavemente, pero aún no sentía su lengua con la mía, y era eso lo que me apetecía, pero no iba a ser yo quien diera el paso, pero si no lo hacía pronto iba a morirme. Y por fin, después de unos segundos, sentí como su lengua intentaba abrirse paso, no me mostré reacia, pero tampoco mostré indicios de que lo deseara desde hacia un rato. Su lengua entró en mi boca despacio, al igual que la mía en la suya, se movían la una contra la otra comoen una especie de baile lento; aquello me encantaba, su lengua húmeda contra la mía, sus labios mojados, sus besos. Creo que empezaba a tener una debilidad, él. Se separó de mí lentamente, me miró.
-¿Aún sigues creyendo que no tienes debilidades pequeña miss perfecta?
-Jaja, claro que sí. –mentí.
-Bueno, en ese caso yo me doy por vencido, eh. –se alejó de mí.
Se subió del todo en la cama, y se sentó frente a mí, mirándome fijamente. Me quité el edredón de encima, me puse de rodillas y empecé a acercarme hasta él.
-¿Qué haces?
-Eh, ¿no me ves?
-Sí, claro que te veo.
Me acerqué a sus labios, le robe un beso, pequeño y tierno. Me miró extrañado.
-Puede ser, que sí que tenga debilidades. –reí cerca de sus labios.
Volví a acercarme a sus labios, pero antes de que los alcanzara, él echo su cabeza hacia atrás, esquivándome. Esta vez fui yo quién le mire extrañada.
-Tendrás que ganártelos. –rió.
Reí, aquello no sería muy difícil. Me acerqué una vez más a él, me senté encima de sus rodillas, asegurándome que no pudiera moverse, coloqué mis manos en su cuello, y junté mis labios con los suyos, la verdad es que no me iba a hacer falta que esta vez él llevara la iniciativa, ya lo haría yo si él no lo hacía. Pero no me hizo falta, volví a sentir su lengua abriéndose paso entre nuestros labios, deje que entrara sin problema alguno a la vez que él hacía lo mismo con mi lengua. Aquel beso iba cada vez más allá, por momentos era más profundo y apasionado. Y entonces sin tan si quiera darme cuenta de cómo, se echo sobre mí, quedando yo debajo de él. Él tenía sus manos en mi espalda, las subió hasta llegar a mi pelo, donde me quitó la coleta y enredo sus dedos entre mi pelo, acariciándolo dulcemente. Yo aún tenía mis manos en su cuello, aunque de vez en cuando las subía hasta su pelo y ahí enredaba mis dedos. Seguíamos besándonos, sin sepáranos un segundo, su cuerpo rozaba el mío por completo, y entonces recordé lo de horas atrás, cuando vi torso desnudo, sus músculos, me apetecía tocarlos, pasar mi mano por cada uno de ellos, pero no estaba segura, quizás no le gustaba, o no quería. No lo pensé más, baje mis manos hasta su espalda, donde la recorrí un par de veces, después al llegar a donde esta terminaba introduje tímidamente mis manos dentro de su camiseta, tocando su piel caliente. Me encantaba sentirle tan cerca, tocarle, probarle disfrutarle. Pero de pronto se separó de mis labios, y yo saqué corriendo mis manos de su camiseta, pensando que le había molestado. Me miró, rió pícaro, volvió a besarme, despacio. Se separó una vez más, yo reí avergonzada, se mordió el labio inferior, suspiré, suspiro, le bese. Otra vez nuestros labios se unieron y nuestras lenguas bailaban pegadas la una con la otra. Era todo tan mágico, pero la vez que excitante. Una última vez, nos separamos y él se tumbó a mi lado. La cama no era muy grande, por lo que nuestros cuerpos seguían rozándose al completo. Me pegué más a él, apoyé en cabeza en su pecho y él me abrazo. Y después de un silenció, levanté un poco mi cabeza para mirarle.
-Justin.
-¿Sí?
-Y tú, ¿tienes debilidades?
-Pues claro que las tengo. –contestó firme.
-¿Y cuáles son?
-Tú. –me besó.
Sonreí a sus palabras, y después volví a apoyar mi cabeza en su pecho.
-Sabes Ale, debería volver a mi habitación.
-No. –dije rápidamente. -¿Por qué?
-Bueno, no sé, es que tengo la mala costumbre de querer dormir.
-Qué gracioso. –dije irónica.
-De verdad, -se incorporó ligeramente, por lo que me separé de él. –Ahora tengo sueño.
Me apoyé sobre un brazo, le miré.
-Vamos, no te vayas. Quédate aquí.
-Mm, una noche contigo. Eso pinta genial. –dijo pícaro.
-Quédate, a dormir. –aclaré.
-Jajaja.
-Vamos. –me aferré a él.
-Está bien. –apagó la luz, después sentí como dejaba caer su cuerpo para terminar en la posición de antes.
Volvió a abrazarme, y yo cerré mis ojos, quedándome así dormida en menos de cinco minutos. 

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