viernes, 25 de noviembre de 2011

Tiene que salir bien.

[Narra Ale]
Me metí furiosa en mi habitación, o en lo que pronto dejaría de ser mi habitación, no podía creérmelo. ¿Qué coño había pasado con mi vida? De repente, una vez más tenía que cambiarla. Yo no quería. Además, estaría sola. Al volver no tendría a nadie, había mentido a mis amigas y ahora estarían enfadas. Cosa que no me extrañaría, se suponía que éramos amigas y yo le había mentido descaradamente. Aunque tampoco podría haberles contado la verdad, simplemente porque no me hubieran creído, ni yo misma me lo creía. Pero ahora, ahora había logrado creérmelo y tenía que dejar de hacerlo. Tenía que dejar de hacerlo y todo por él. Porque él no quería que yo fuera feliz, y ella tampoco se lo estaba impidiendo. Ella, que siempre me había apoyado ahora no lo hacía, eso también me dolía, me dolía más que nada. Ellos eran la razón de que yo fuera a ser la persona más infeliz del mundo. ¿Qué se creen, que no le amo? ¿Que para nosotros es un juego? Pues no lo es, para ninguno de los dos.
Pero él va ayudarme, lo sé, tiene que hacerlo. Sé que va hacerlo. No puede dejar que esto pasé, sencillamente no puede.

[Narra Justin]
Llamé a la puerta.
-¡Largo! –se oyó de inmediato.
-Ale, soy yo. –dije suavemente.
No recibí una respuesta, en vez de eso, la puerta se abrió a los segundos. La examiné un segundo. Estaba algo despeinada y su preciosa cara estaba marcada por el rastro de las lágrimas, y su labio roto e hinchado destaca especialmente, o al menos para mí.Frotó sus ojos con fuerza y entonces se tiró a mis brazos y comenzó a llorar.
-Tranquila, yo estoy aquí.
No dijo nada, sino que lloró más aún.
Me pareció oír unos pasos que se acercaban, pero no creí que lo más conveniente fuera hablar con nadie, así que con cautela la introduje en la habitación.
-Ya está Ale, mírame. –la separé de mí.
-Justin... –sollozó, después se seco los ojos.
-Venga va, no llores, que te pones muy fea.
Río mientras se frotaba los ojos, sonreí, y entonces un brillo asomó en sus ojos, un brillo que probablemente sería precedido de más lágrimas.
La acerqué hasta mí y la estreché fuertemente entre mis brazos, besé su salada mejilla y miré sus ojos. Sus oscuros y profundos ojos que desde el primer momento me enamoraron, recuerdo tan bien como me miró el día en que la conocí, parecía tímida, pero por una extraña razón que aún no he conseguido descifrar, su perfecto inglés y su dulce voz me hicieron desechar la idea de que fuera lo más tímida.
-No quiero perderte. –dijo pausadamente, haciéndome volver a ese instante.
Sus abrumadoras palabras fueron para mí como una descarga eléctrica. Yo tampoco quiero perderla, no puedo. No puedo permitir que pase, yo la amo, nadie puede quitármela, ni su padre, ni su madre ni nadie. Solo Dios podrá alejarla de mí algún día, y este no es el día.
-No vas a perderme. –dije firme.

[Narra Ale]
-No quiero hacerlo. –contesté en un sollozo.
Había logrado calmarme un poco, pero no del todo, en realidad lo único que quería era chillar, llorar, escapar. Escapar de lo que pudiera ser de mí, sin él.
-Y no vas a hacerlo, ¿me oyes? –le miré atenta.
No sabía que decir, sus palabras sonaban decididas, él sonaba seguro. Pero, no lo entiendo. ¿Cómo está tan seguro de lo que dice?
Me cogió por los hombros fuertemente pero sin llegar a hacerme daño.
-Ale, no voy a dejar que nada nos separe, ¿me entiendes? Jamás.
-¿Qué vas a hacer Justin?
Entonces liberó mis hombros y comenzó a dar vueltas por la habitación, yo le miraba atenta, sin perderme ni uno de sus movimientos. Hasta que por fin paro, me daba la espalda, se rascó la nunca, de esa formar tan personal que tiene de hacerlo, y entonces se giró hasta quedar de frente a mí.
-Vayámonos.
-¿Qué, adónde? Justin... No te entiendo.

[Narra Justin]
Me acerqué rápidamente hasta ella, volví a cogerla por los hombros.
-Sí, vámonos. Tú y yo, juntos, sin cámaras, sin flashes, sin nadie que intente separarnos. –permaneció en silencio, mirándome atenta, por lo que decidí seguir. –Vámonos Ale, a dónde sea, dónde tú quieras. Pero vámonos lejos, dónde nadie nunca nos encuentre.
No dijo nada, me miraba sin pestañear, asombrada, pero tampoco asustada. Pero no sabía su respuesta, necesitaba una respuesta. La necesitaba ya.
Me separé de ella, su silencio simplemente me estaba matando, toda la situación en general estaba acabando conmigo, con mi ser. Querían arrebatarme a lo que yo más quería, a lo que yo más amo en está puta vida, y no puedo permitirlo. Pero lo único que se me ocurre es escapar, irnos lo más lejos posible para que jamás pueda perderla, pero ella no responde, ¿es que no quiere?
-Justin. –la miré. –Larguémonos de aquí.
Sonreí, no puede evitarlo y me abalancé sobre ella, estrujándola con mis brazos exaltado, diría incluso que la hice daño, pero no se quejó; se aferró a mi cuerpo más aún si era posible y suspiró contra mi cuello.
-¿Cómo coño vamos a hacerlo? –pregunto separándose de mi cuerpo.
-Déjamelo a mí, tú mete tus cosas en una maleta.
Sonrió ampliamente.
-Lo justo y necesario, solo. –dije alejándome de ella.
-Está bien. –contestó.
Sonreí y salí de la habitación.

[Narra Ale]
Salió de la habitación cerrando la puerta a su paso, me quedé un segundo embobada mirando la puerta, estaba en cierto modo desconcertada. Ahora debía de sumar una locura más a la lista. No tenía ni pies ni cabeza lo que estaba apunto de hacer, pero no me importaba. Él es a quien amo, y haré lo que sea por estar a su lado toda mi vida.
 Me acerqué hasta el armario y comencé a hacer lo que me había pedido, saqué lo justo y necesario y lo metí en una bolsa de mano. No tarde mucho, el ansia y la adrenalina que corría por mis venas producidas por la extraña situación me ayudaron a darme prisa. Lo único que quería era escapar, escapar con él. Me daría igual el sitio, iría con él al fin del mundo, pero solo si es con él.

Mi puerta se abrió por fin tras largos minutos de espera y de ansia y tras esta apareció Justin, sonreía falsamente, me preocupó; me levanté corriendo y me acerqué a él, puse mis manos en su pecho.
-¿Y bien?
-Todo va a salir bien, ya lo verás. –volvió a sonreír, esta vez más sincero.
Pero a pesar de ello, no me tranquilizó. Había algo en su tono de voz que me preocupaba.
-¿Qué ha pasado Justin?
-Ven, vamos. –cogió mi mano y me llevó hasta la cama.

[Narra Justin]
Aún me faltaba el aire, pero tenía que coger aire para contárselo. En realidad no sabía como iba a salir, pero tenía la esperanza de que fuera bien. Era lo único por lo que rezaba, porque todo saliera como esperaba.

··· Me poyo sobre su puerta, en realidad no sé como afrontar la situación, solo sé que tengo que hacerlo.
Bajó rápidamente hasta el salón, mientras antes terminé mejor, echó un vistazo al salón, mi madre, Valery y ese tal Federico hablan entre ellos. Cogí aire, inspiro profundamente, y me lanzo a ello. Me lanzo a por lo que quiero, firme y seguro de que voy a conseguirlo. Nada más entrar en la estancia todas las miradas se fijan en mí, en realidad es algo normal, pero en ese instante me siento incómodo. Me siento en el sofá que hay justo frente a ellos, me miran fijamente, y yo a ellos, no sé como empezar, y parece que ellos tampoco. Abro la boca, cojo una gran bocanada de aire y me dejo caer contra el respaldo del sofá, no sé porque lo hago, creo que intentó parecer indiferente, tranquilo.
-Y bien... –hablo por fin.
La cara de Federico se descompone ante mis palabras, como si no entendiera nada. Mi madre y Valery no apartan los ojos de mí. Sonrío intentando suavizar la situación.
Federico hunde su cuerpo en el sofá, cruza una sus piernas, alza su mano y se alborota algo el pelo.
-Mira chico...
-Justin. –le corrijo a la vez que me incorporó, enfrenándole.
Mi madre me recrimina con la mirada, pero yo hago como si no me hubiera dado cuenta.
-Mira Justin, ponte en mi lugar, ella es mi hija. Mi, mi princesa. –dice sincero.
Está bien, es su hija, su princesa, pero también es la mía, ella es mi vida.
No digo nada, esperando que continúe.
-Y tú, tú me has quitado a mi niña.
-Usted quiere quitármela ahora. –le interrumpo.
Hace un gesto de fastidio. ¿Usted? Hace unos minutos le he llamado imbécil y ahora lo trato de usted... En fin...
-Vamos, chico, lo siento. –noto un tono de fastidio en su voz.
-No es a mí a quien tiene que pedirle perdón. –me mira atento. –No es a mí a quién ha cruzado la cara y ha partido el labio. –dijo desafiante.
-Just, por favor. –implora mi madre.
La miro, en realidad me gustaría quedarme solo con Federico, pero no. Me servirá para lo que quiero hacer.
-Pensaba subir a hablar con ella cuando has bajado. –contesta al fin.
-No le recomiendo que suba, está algo... –me callo, dudo. –Enfadada. –digo al fin.
-Imagino.
-Imagina bien. –contesto con retintín.
Federico me fulmina con la mirada, creo que estoy reventando su paciencia; mira a mi madre.
-Este chico es un caso Pattie.
Mis ojos se abren, antes también me di cuenta antes, habla con mi madre como si la conociera de toda la vida, y ella no parece molestarla. Dirijo mi mirada a Valery, extrañamente ya no me parece la misma persona, ahora es como su marido la dominara, como si lo que el dijera fuera lo correcto. No tenía esa idea de ella, ni su hija ni ella misma me han dado jamás esa imagen. Pero ahora, ahora todo parece distinto.
Recapitulo y repaso las últimas palabras de Federico. Necesito relajarme, mi cuerpo dice que lo estoy, pero no mi actitud. La verdad es que mi corazón me pide que le plante una hostia a ese tío en la cara, que le suelte lo que pienso de él y me marche, pero no. Si hago eso las cosas serían peor aún. Decido relajar mi actitud, o al menos que ellos crean eso.
-Mire, tiene razón, he sido un inconciente. Tanto su hija como yo. –digo intentando parecer sincero. –Todo esto ha sido una tremenda estupidez.
Valery y mi madre se asombran incluso él. No pueden creerse lo que por mi boca está saliendo.
-No me mires así mamá, y tu tampoco Valery, por favor.
No dicen nada, esperan a que continúe.
-Hemos sido unos ilusos. No me di cuenta de, bueno... De nada, he sido un egoísta, y su hija también. Un padre es lo más sagrado que hay, y no está bien lo que Ale ha hecho, ni lo que yo he hecho.
Federico asiente aprobativo ante cada una de mis palabras, mientras mi madre y Valery no dan crédito a lo que digo.
-Creo que debe llevársela. Será lo mejor. Yo le pagaré el vuelo, después de todo, es por mi culpa que esté aquí.
-¿Justin? –pregunta mi madre.
-¿Sí?
-Estás bien hijo.
-Estoy perfectamente mamá.
-Al final yo también voy a tener que rectificar. –dice Federico, después mira a mi madre. –Me he equivocado con este chico Pattie, sabe reconocer su error.
-Sí, así es. Y no tropiezo dos veces con la misma piedra. –digo con sorna.
Pero ni Federico ni ellas se dan cuenta.
Me levanto del sofá, tranquilo, seguro de cual va a ser mi próximo movimiento.
-¿Ale sabes todo esto? –pregunta Valery, la miro haciéndome el tondo. -¿Sabe que piensas que ha sido un error? –aclara.
Miro a Federico.
-Tengo que decírselo, así que... ¿por qué no se queda esta noche? Así podré hablar más detenidamente con ella.
Federico duda, no está nada seguro. Valery pone su mano en su pierna y le mira suplicante.
-Vamos Fede... –susurra. –Ya tienes lo que querías.
Este me mira atento, me examina.
-Mañana a primera hora, saldremos. Procura no hacerla mucho daño chico.
Me ha llamado de nuevo chico, y eso me molesta. Y no solo eso, ¡¿qué no la haga mucho daño?! Ahora so yo quien la hago daño, cojonudo. Aprieto los puños intentando contenerme, después sonrío falsamente.
-Voy arriba. –mustio.
Me doy la vuelta tranquilo, sin que se den cuenta de la ganas que tengo de salir de allí. He parecido tranquilo, indiferente, pero en realidad no era así. Claro que no era así. Subo las escaleras corriendo, y al llegar su puerta me detengo, una vez más me apoyo, todo esta yendo bien, tiene que salir bien. Va a salir bien.
Entonces, después de repetirme miles veces que tiene que salir bien, abro su puerta, y ella se levanta corriendo. ···

domingo, 20 de noviembre de 2011

Curioso.

[Narra Justin]
No me hizo falta decir mucho, y es que tampoco hubiera sabido que decir, yo ya estaba acostumbrado a que eso pasara, era algo que tenía asumido; y aunque supiera que tarde o temprano pasaría, no sabía muy bien como iba a reaccionar ante la situación.
-Te quiero. –susurró en mi oído.
-Yo no. –dije entre risas.
-¿Qué? –preguntó nerviosa.
-Yo te amo Ale. –dije sincero.
Rió nerviosamente, después selló mis labios con un diminuto beso.
-¿Esto es lo mucho que me quieres? –me quejé cuando se separó de mis labios.
-Jaja, yo tampoco te quiero Just...
Sus labios me impidieron decir nada más, ni sus labios, ni su lengua, que discreta se había introducido en mi boca.
-¡Aaaah, aaaah, aaaah! –los agudos chillidos penetraron en mi cabeza.
Ale y yo nos separamos deprisa y miramos hacia la puerta; una niña de no más de 15 años sujetaba la puerta y abría los ojos como platos. Yo sonreí, y esta pareció derretirse.
-Eres... eres Justin Bieber. –dijo señalándome.
Reí, no pude evitarlo.
-Sí, eso me han dicho. 
-Dios... ¡no puede ser! –volvió a chillar.
-Jajaja, podrías dejar de chillar, por favor. –le pedí, tenía una voz algo peculiar.
-Sí, sí, lo siento.
Ale apretó mi mano, como si me recordara que ella estaba allí a mi lado. La miré y sonreí inocente, después nos encaminamos hacía la puerta.
-Bueno, encantado. –le sonreí a la niña.
La niña aún sorprendida se apartó de la puerta dejándonos salir.
Ale y yo volvimos con el resto como si no hubiera pasado nada.
-¿Qué tal? –le preguntó Chaz.
Ella se limitó a sonreír mientras se sentaba junto a Ryan y yo a su lado.

-Ha sido una tarde algo curiosa. –dijo al meterse en la cama.
La observé atentó desde la cama.
-¿Curiosa?
-Sí, curiosa. –dijo cubriéndose con la sábana.
-Supongo que sí. –me limité a contestar.
No dijo nada más, apagó la luz y al momento pude escuchar sus profundos suspiros que me indicaban que estaba ya dormida.
Pero yo, por el contrario no pude hacerlo tan rápido. Su comentario me había resultado raro. En realidad sí que había sido “curiosa”, pero no entendía porqué me lo decía. No se lo negaba, si pensabas en que yo había pasado más de la mitad de la tarde con Cait, ella con Ryan, que la prensa nos había descubierto y que una fan nos había interrumpido el único momento a solas de toda la dichosa tarde, algo curiosa sí que había sido. ¿Pero querría decirme algo con ello? No, seguro que no. Estaba dándole demasiadas vueltas al asunto. Decidí olvidarme del tema y dormir.

[Narra Ale]
Una vez más estábamos en un avión, esta vez volvíamos a Atlanta. Por razones desconocidas mi madre nos había pedido que volviéramos antes y Pattie la apoyó. Ninguno de los dos entendíamos absolutamente nada y las palabras textuales de ambas fueron: “Será mejor que volváis y lo hablemos”. En cierto modo nos había preocupado, y es que era muy raro. Tenía que ser bastante importante para no poder esperar ni un día más, y es que solo quedaba un día para que volviéramos. A todos no pilló por sorpresa. Tuvimos que hacer las maletas deprisa y corriendo, y despedirnos de todo con las mismas prisas. Solo por eso debía de ser importante.
Durante el vuelo preferimos no hablar del tema ni imaginarnos cosas extrañas; yo me dediqué a dormir y Justin a leer. Al llegar al aeropuerto Kenny nos esperaba el primero de una multitud de gente con cámaras y fotos, parecía que la noticia de “la nueva chica de Bieber” se había extendido rápidamente por los carroñeros de la prensa. Kenny nos condujo hasta el coche entre flashes y al llegar nos dirigimos a casa rápidamente.

[Narra Justin]
-¿Te quedas Kenny? –preguntó Ale.
-No, yo me voy, que es tarde.
Miré la hora, las 23:30, sí. Efectivamente era algo tarde.
-Vale, pues ya nos veremos Kenny. –dijo ella con una reluciente sonrisa.
Parecía estar muy feliz a pesar de que habíamos tenido que adelantar la vuelta a casa y que no sabíamos cual era ese importante asunto del que teníamos que hablar.
-¿Y esa felicidad a qué se debe?
-Mm, tiene nombre.
-¿Ah, sí?
-Se llama Justin Drew Bieber. ¿Te suena?
-Eh, sí. Un buen chaval. Pero tiene dueña, ¿sabes?
-¿Ah, sí?
-Sí, se llama tú. –dije robándole un beso. -¿La conoces?
No respondió, tan solo besó mis labios tiernamente. Al separarse de estos se colgó de mi brazo y yo llamé al timbre. Enseguida la puerta se abrió. Y no sé quien se sorprendió más, si ella o yo. Un hombre alto, castaño, de ojos oscuros iguales a los de Ale y algo corpulento, sostenía el pomo de la puerta con una expresión de desagrado a más no poder. Ale soltó mi brazo inmediatamente.
-Papá... ¿pero tú que haces aquí? –preguntó con miedo.
Su padre no dijo nada, tan solo le proporcionó una sonora bofetada que hizo que su mejilla se tornara roja al instante. Yo me quedé paralizado, no supe como reaccionar, acababan de hacer daño a la persona que más quería en esta vida, pero había sido su padre quién lo había hecho, ¿qué podía hacer? Ale llevó su mano hasta su mejilla y la toco, busqué sus ojos con los míos y al encontrarlos pude ver como una lágrima recorría su mejilla roja e hincada hasta terminar en su labio que ahora también sangraba. Aquel hombre que se hacía llamar su padre, se había excedido. Le miré con rabia pero este me traspasó con la mirada.
-¡Entrad los dos, ya! –chilló furioso.
Ale entró cabizbaja, y yo tras ella con las maletas de ambos. No estaba seguro de que era lo que iba a pasar a continuación, me temía lo peor.
Al llegar al salón la escena no hizo más que aumentar mi miedo. Mi madre junto a Valery sentadas en un silencio sepulcral. Y junto a Valery una bolsa de mano, que relacione con su padre. Ale alzó la cabeza buscando la de su madre, e intercambiaron una mirada, una mirada fría y por parte de Ale, llena de odio. Cada vez entendía menos, ¿por qué iba Ale a odiar a su madre ahora? Ella no tenía la culpa de que su padre se hubiera presentado aquí de repente. Finalmente el silencio se rompió cuando el padre de Ale entró en salón, esto hizo que un escalofrío recorriera mi cuerpo.
-¡Pero cómo coño se te ocurrió mentirme Alejandra!
Ale se separó de mí unos centímetros y miró a su padre.
-¡Jamás me hubieras dejado! –respondió ella llorando.
-¡Pues claro que no, es una locura!
-Fede, por favor. Cálmate. –suplico Valery.
Mire a Valery, sus ojos habían comenzado a llenarse también de lágrimas, llevé mis ojos hasta mi madre, que nos miraba a nosotros preocupada.
-¡Y tú! –dijo su padre dirigiéndose a mí; le miré. -¿Te crees que por ser una estrellita puedes llevarte a mi hija? –dijo furioso.
Durante un segundo permanecí en silencio.
-¿Y usted por ser su padre se cree con derecho de tratarla así? –dije alterado y mirando el rostro de Ale.
-A ti eso no te incumbe chico. –sentenció él.
-¡Claro que me incumbe! –chillé.
-Por favor, vamos a tranquilizarnos. –intervino mi madre.
-Pattie tiene razón Fede, vamos a sentarnos y a hablar las cosas.
-¡No hay nada que hablar, vosotras dos os vais a venir conmigo mañana mismo y ya está! –chilló su padre.
Sus palabras me destrozaron, “irse”. No. No podía irse.
-¡¿Qué?! Yo no me voy a ninguna parte. –dijo ella sollozando.
-Por favor, Fede.
-¡No! –sujetó a Ale del brazo. -¿En qué pensabas Alejandra? ¿Qué querías conseguir?
-Papá...
-¿Y vosotras? –dijo mirando a nuestras madres. –Apoyando este jueguecito de críos, eso lo entiendo aún menos.
-No es un juego. –reclamó Ale.
-Tú cállate Alejandra. 
Los puños de su padre se apretaron, con el brazo de Ale incluido.
-Aaah, me haces daño. –se quejo.
-¿Qué? –la miró más furioso aún.
Yo no pude más, no solo la estaba haciendo daño a ella, a mí también me dolía.
-¡Qué la estás haciendo daño pedazo de imbécil! –chille dominado por la furia mientras le empujaba, logrando que Ale se deshiciera de su brazo.
-¡Justin! –chilló mi madre.
-Pero chaval, ¿qué haces? –dijo su padre confundido.
-¡Que no la toques! –estaba tan furioso que las lágrimas habían empezado a nublarme la vista.
-Que mal has educado a este chaval Pattie. –dijo a mi madre con toda la tranquilidad.
-Por favor Fede. –suplicó Valery.
Su padre suspiró, después se acercó hasta ellas como si nada y sentó junto a Valery. Mis ojos se abrieron a más no poder, este tío estaba loco. Le metía tal bofetada a su hija que hasta la hacía sangrar y después se sentaba tan tranquilo junto a su mujer. Necesita ayuda.
-Sentaos. –nos ordenó.
-¡¿Pero de que cojones va todo eso?! –chillé.
-Vamos, siéntate Justin. –dijo mi madre.
-Pero qué pasa con vuestra vida joder. –chillé frustrado.
Me observaron atentos.
-Venga Justin, sé que es duro, pero lo mejor es que hablemos los cinco. –dijo su madre.
Esto tenía que ser una broma, una broma de muy mal gusto.
-¡Pero no veis como le ha dejado el labio! –me giré en busca de Ale.
Pero me encontré con la nada, ella se había ido, sin decir absolutamente nada. Esto iba de mal en peor. Miré de nuevo a mi madre y a sus padres, los fulminé con la mirada y salí corriendo en dirección a las escaleras. 

Te amo.

[Narra Ale]
Llevaba toda la tarde con Ryan, este chico me cae genial. Creo que es el mejor amigo que puede tener, Just tiene una suerte inmensa.
Al llegar al Starbucks los demás subieron al segundo piso y Ryan y yo nos ofrecimos a pedir para poder continuar con nuestra conversación.
-¿Qué queréis chicos? –preguntó una chica joven, bastante guapa, al acercarnos al mostrador.
-Mm, ¿seis frapuccinos? –dije mirando a Ryan.
-Sí, así es. Seis frapuccinos.
-Vale. –la chica lo anoto en una libreta y salió corriendo.
Observe como Ryan la miraba embobado. No dije nada, tan solo reí hacia mis adentros, creo que iba empezando a conocerle. Mientras esperábamos, la conversación que manteníamos antes, se desvió.
-Bueno... ¿Y qué tal con el Bieber? –pronunció como si este apellido fuera desconocido para él.
-Muy bien. –dije esbozando una gran sonrisa.
-Ooooh, jajaja. Eso quiere decir que la cosa ya funciona, ¿no es así?
-No voy a contarte nada.
-Oh, vamos.
Le examiné un segundo, y después reí.
-Podría decirse que sí.
-Lo sabía.
-Crees que sabes demasiado Butler, pero no es así.
-¿Ah, sí? ¿Tú crees?
-Lo sé. –sentencié.
-No estés tan segura, Ale.
La chica nos interrumpió para cobrarnos y entregarnos lo que habíamos pedido en dos bandejas distintas. Cada uno cogimos una y subimos.
La escena que nos encontramos al llegar arriba fue un tanto extraño, Justin estaba de pie frente a la mesa, parecía enfadado, y los demás le observaban. Ryan y yo nos miramos un segundo, después apresuramos el paso hasta llegar a la mesa.
-¡Qué asco de gentuza, joder! –chilló Justin.
-¿Qué pasa? –preguntó Ryan.
-¿Quién da asco? –pregunté intrigada.
Justin se giro lentamente hasta estar cara a nosotros, no dijo nada, parecía paralizado.
-Tío, vamos... Habla. –dijo Ryan.
Justin me miró esta vez solo a mí.
-Ale... yo, yo siento todo esto.
Le miré extrañada, ¿qué sentía?
-¿Qué, a qué te refieres?
-A esto Ale. –dijo Caitlin levantándose y acercándose a mí con una revista en las manos. Intercambié mi bandeja por su revista, y la miré atenta. Ryan se asomó mientras yo la miraba. No reaccionaba, no sabía que decir ni que hacer.
“BIEBER ESTRENA NUEVA CHICA” Pero qué es lo que creen que soy, ¿unas nuevas gafas de solo o qué cojones? ¿Estrena? Soy un puto objeto, o al menos eso es lo que cree la prensa. Comencé a leer el artículo: “El ídolo adolescente Justin Bieber, parece que ha logrado olvidarse de Selena. Y es que ahora le podemos ver tan feliz, con una nueva chica, paseándose por Atlanta. ¿Pero irá esto en serio, o será un lío de una noche?” Paré de leer, no podía más. Solté la revista al suelo, enfadada, frustrada.
-¡Pero que hijos de puta! –soltó Ryan.
-¿Ale? –Justin puso su mano sobre mi hombro.
Me deshice de su mano, no quería hablar, no... No sabía lo que quería. Me fui deprisa en dirección hacia al baño.
Me metí en uno de los gabinetes del baño y me encerré en él. Me apoyé contra la pared de este y deslicé mi cuerpo hasta el suelo, después hundí la cabeza entre mis piernas. Se me vino el mundo encima. Mi madre me advirtió que algo así pasaría, que tenía que ser consiente del mundo en el que iba a meterme, y yo lo asumí. O al menos eso pensé. Porque ahora que pasa, ¿se me viene el mundo encima? Las cosas no pueden ser así. Los famosos tienen su riesgo, y este es uno de los riesgos que yo me dispuse a correr en el momento en que acepte dejar mi vida por él.
El sonido de unos nudillos contra la puerta me hizo alzar la cabeza y salir de mis pensamientos.
-Ale, ábreme, vamos. –dijo la voz de Justin suavemente.
No dije nada con la esperanza de que se marchara.
-Sé que estás ahí, vamos. –dijo suplicante.
Permanecí en silencio, no estaba realmente segura de querer hablar con nadie.
-Joder Ale. Te estoy viendo las manoletinas, macho. Y no pienso irme de aquí hasta que abras la dichosa puerta. –dijo molesto y en un tono de voz alto.
Resoplé sonoramente, no se iba a ir. Me puse en pie y abrí la puerta.
Me encontré con Justin frente a mí mirándome atento.
-Justin, yo...
-Anda, ven aquí. –me impidió continuar.
Cogió mi mano y me llevo hacia él juntando nuestros cuerpos en un cálido abrazo. No entendí muy bien el porqué de ese gesto, pero me agradó, y yo correspondí apretándolo contra mí.
-¿Te apetece hablar? –dijo separándose.
Li mire dubitativa durante un segundo, en realidad ahora sí que me apetecía, pero tampoco sabía muy bien que decirle.
-Bueno, no pasa nada. –dijo apoyándose contra la pila del lavabo que había detrás de él.
-No lo sé... –dije en un hilo de voz, me apoyé contra el marco de la puerta.
-¿Cómo que no lo sabes?
-Pues es que Just...
-¿Sí?
-Yo siempre supe que esto pasaría, pero... No esperaba que sucediera tan pronto. O quizás, bueno, incluso te diría que tenía la ilusión, de que no pasará. Pero ha pasado... Ahora yo soy un “producto” más del que la gente hablará, y probablemente hablará mal. Y ahora... –me llevé la mano al pelo y lo toqué nerviosa. –Ahora no sé como asumirlo.
Justin me escuchó atento, sin apartar sus ojos de los míos.
-¿Y te preocupa lo que la gente piense de ti? –se limitó a preguntar.
Le miré extrañada, después de lo que le había dicho que su “respuesta” fuera esa me sorprendió, aún así contesté.
-No es que me preocupe, me da igual lo que la gente diga. Solo que, no quiero que lo digan. Dicen que no importa que hablen mal de ti, lo importante es que hable. Pero yo no quiero que hablen. Nunca he buscado eso.
Se quedó en silencio, como si estuviera asimilando mis palabras.
-Y te entiendo. –dijo por fin. –Pero bueno Ale... no te lo tomes a mal. Pero, es lo que conlleva estar conmigo... –mis ojos se abrieron asombrados ante sus palabras.
-Eh... –intenté interrumpirle, pero no me dejo.
Alzó su mano en señal de que me detuviera y después siguió hablando.
-Pero eso también implica que me tendrás para lo que sea, ¿me entiendes Ale? Si necesitas asumir esto, yo seré quien te ayude a hacerlo.
Sonreí ante sus palabras, no pude evitarlo.
-Yo estaré siempre ahí para ti Ale. –se alejó del lavabo.
Se acercó apresuradamente hasta mí beso mis labios con ternura, al separarse volvió a abrazarme.
-Te quiero. –susurré en su oído.
-Yo no. –dijo divertido.
-¿Qué? –pregunte nerviosa.
Rió.
-Yo te amo Ale.
Reí nerviosamente, después, busqué sus labios para sellarlos con un beso.

sábado, 12 de noviembre de 2011

50. Revista.

Permanecimos unos minutos tumbados, sin decir nada, tan solo abrazados. Hasta que se separó de mí y me miró.
-Vamos, que como llegue tu padre me muero.
Reí pausadamente.
-Está bien.
Se incorporó y se levantó de la cama, se dirigió hacia la puerta.
-¿Dónde vas?
-Al baño. –contestó obvia.
-Usa el de mi padre. –lo señalé con pereza.
Sonrió, la observé encaminarse hacia el baño, estaba en ropa interior, sus curvas marcadas se movían con naturalidad y su pelo alborotado la hacía parecer inocente no sé muy bien por qué. Entonces me percaté de que su brazo derecho lo separaba algo más de su cuerpo, y caí. Caí en su prisa y en su necesidad de ir al baño. Me sentí incómodo.
-¿Te he manchado? –pregunté avergonzado.
Escuché como el agua corría y una pequeña risa.
-Lo siento. –seguí.
El sonido del agua paró, y ella se asomó por la puerta, una sonrisa iluminaba su cara.
-No pasa nada tonto.
Le dediqué una sonrisa torcida, me incorporé y ella volvió a meterse en el baño. Me levanté de la cama. Cogí mi ropa y la suya, y me dirigí a la puerta.
-Te espero en la habitación. –dije.
-¡Vale!
Después salí y me metí corriendo en la habitación.

[Narra Ale]
Había sido simplemente genial. Más que eso. Aunque me había jodido tener que ponerle unos límites, aunque a él no pareció molestarle. Creo que sabía lo que quería, a por lo que iba esa noche. Daba la impresión de eso.
Mojé mi cara una vez más antes del salir del baño de Jeremy y Alice, me coloqué el pelo y finalmente salí. Inspeccioné la habitación comprobando que todo estuviera tal y como lo habíamos encontrado. Una vez que estuve segura, apagué la luz y cerré la puerta con cautela. Me metí directa a la habitación, dónde Justin estaba doblando mi ropa. Le mire divertida.
-¿Qué haces? –pregunté cerrando la puerta.
-Colocar esto. –dijo concentrado.
Reí, era divertido contemplar esa escena. Él con ese chándal viejo que usaba para dormir, el pelo un poco agitado y mi ropa en las manos, doblándola meticulosamente.
-No hace falta que lo hagas Just. –dije.
-Si me da... espera. –dejo lo que estaba haciendo y me miró atentó.
-¿Qué pasa? –pregunté curiosa.
-¿Me has llamado Just? –dijo ladeando la cabeza.
-Jajajaja, sí. ¿Te molesta?
-No, no. –dejó la ropa sobre mi maleta. –Me gusta. –se rascó la nuca. –Solo que, nunca antes lo habías hecho.
-Bueno, pues hoy me apetecía hacerlo. –dije segura.
-Ah, bueno... –después sonrió.
-Sácame el pijama anda. –dije acercándome.
Sonrió más ampliamente, abrió mi maleta, sacó el pijama azul que yo había metido y me lo dio. Me apresuré a ponérmelo. Y es que aunque hace unos minutos estaba perfectamente tal y como estaba, ya no tenía el cuerpo para soportar la temperatura que había en toda la casa.
-Qué frío hace. –dije tiritando y abrazándome a mí misma.
Se acercó a mí y me abrazó. Acarició mi espalda y yo me hundí en su pecho. Besó mi mejilla sonoramente produciendo un hormigueo en esta. Yo reí ante ello.
-Anda, vamos a dormir. –dije buscando sus ojos.
Se separó.
-¿Qué cama quieres? –preguntó.
-Me da igual. –dije haciéndome la indiferente.
Claro que no me daba igual. Yo sabía que cama quería, y él también lo supo.
-Anda. –me dio una palmada en el culo.
-Eh. –me quejé.
-Jajaja. Buenas noches. –dijo abriendo la “cama” y metiéndose en ella.
Sonreí triunfante. Abrí la cama, y me metí en ella imitándole. Me tapé con el edredón hasta arriba, cubriéndome bien de la fría noche.
-Apaga la luz.
Yo no dije nada, tan solo saqué el brazo para apagarla.
-Buenas noches Ale.
-Buenas noches Justin. –contesté en un hilo de voz.
-Te quiero Ale.
-Y yo a ti Just.
Ninguno de los dijimos nada más, no hacía falta. Cerré mis ojos y dejé que el sueño me inundara poco a poco hasta quedarme profundamente dormida.

-¡Venga chicos! –dijo la voz de Jeremy tras abrir la puerta.
Me incorporé sobresaltada y miré a Jeremy. Me  sonrió.
-¿Qué hora es? –pregunté.
-Las 9:00 de la mañana.
Bufé y me lleve la mano a la cara, Jeremy rió.
-Venga Ale, bajad a desayunar, que hoy vamos a ir a ver la ciudad. –dijo entusiasmado.
Sonreí.
-Está bien. Yo despierto a Justin.
Jeremy no dijo nada más, salió de la habitación dejando la puerta abierta.
Salí de la cama aún cansada y me acerqué a Justin.
-Just, Just... –sacudí su hombro, se quejó. –Vamos levántate.
Se giró, abrió los ojos y me miró detenidamente, bostezó.
-Buenos días. –dijo finalmente.
-Buenos días. –
-¿Qué pasa, qué quieres?
Reí.
-Vamos a desayunar, anda.
-Buf... pero si es muy temprano.
-Las 9:00.
-Lo ves, anda. Vuelve a la cama. –se cubrió con la sábana y se giró.
Le quité la sábana de la cabeza y volvió a quejarse.
-¡Vamos Just, pareces un niño pequeño!
Entonces se incorporó veloz y me fulminó con la mirada.
-Es que estoy cansado sabes. –dijo molesto.
Reí.
-No te piques hombre.
-Anda, vamos. –Se levantó y salió de la habitación, yo le seguí.


Al terminar de desayunar subimos a cambiarnos. Justin se metió en la ducha de su padre y yo en el baño compartido. No me molesté en pensar mucho, tan solo iríamos a conocer la ciudad, así que saque unos pantalones vaqueros claros, una camiseta morada cualquiera y mis Convers moradas bajas. Y al igual que ayer me ricé el pelo. Al terminar fui a la habitación, donde Justin me esperaba ya listo y viciado al móvil. Le miré de arriba abajo, pantalones blancos y camiseta roja, sencillo, pero guapísimo; como siempre.
-¿Qué haces?
-Twitter. –se limitó a contestar.
-Eres un viciado. –dije mirándole interesada.
Alzó la vista hasta mí.
-Bueno, es lo que tiene tener más de 14 millones de seguidores, que requieren mis tweets. –después volvió la vista a la pantalla.
Le miré divertida.
-Anda, vamos.
Salí de la habitación y Justin me siguió.
Al bajar abajo Jeremy nos esperaba en el salón.
-¿Y Alice? –preguntó Justin.
-Ah, se ha ido con su madre a pasar el día.
-¿Y los niños?
-Se los ha llevado con ella. –contestó obvio.
Jeremy se levantó, cogió las llaves del coche de la mesilla de centro y se acercó a nosotros.
-¿Nos vamos?
-Vamos. –contesté.
Jeremy salió y nosotros le seguimos. Montamos en le coche, Just a su lado de copiloto y yo me resigne a ir detrás.

[Narra Justin]
Nos recorrimos la ciudad de pe a pa. La verdad es que nos lo pasamos bien, a Ale la había encantado, y eso me gustaba. Me gustaba que le fascinara mi ciudad natal. Aunque había sido una pena no poder quedarnos demasiado tiempo en cada sitio, no solo porque si no nos daría tiempo, sino porque no podíamos, bueno, corrijo: no podía llamar la atención. Al llegar a casa era bastante tarde, por lo que una noche más Ale y yo permanecimos en casa. Tampoco nos importó y es que estábamos demasiado cansados. Así que nada más llegar, nos cambiamos y nos metimos a la cama.
Al día siguiente tampoco pudimos salir ella y yo, ya que Jazzy insistió en que fuéramos con ellos al Zoo, a mí no me apetecía, pero a Ale si que parecía hacerlo. Y también parecía que le costara decirle que “no” a Jazzy. Así que allí fuimos, los cinco a pasar el día al Zoo.
El viernes Jazzy se fue a la fiesta de cumpleaños de una vecina, y Alice la acompañó, mi padre nos dijo que se quedaría en casa con Jaxon, por lo que eso nos permitía a nosotros salir.
A las 12:00 yo ya estaba despierto, por lo que me arreglé antes de comer, habíamos quedado con Ryan y Chaz a las 5:00. Así que cuando Ale se despertó casi a la 2:00, comimos y me tocó esperar a que se arreglara, nunca me ha importado esperar a que se arregle, siempre vale la pena. Por fin, a las 4:30 salió del baño, la miré de arriba abajo, perfecta. Unos pitillos ajustados, una camiseta negra, que imaginé que eres de tirantes, y una camisa de cuadros que había atado por encima de su cintura, y unas manoletinas negras y una vez más se había vuelto a rizar el pelo. Estaba realmente bonita, yo en cambio me había puesto unos pantalones cualesquiera, negros y una camiseta de los Warriors azul con mis supra negras, nada en especial.
Entró a la habitación, cogió su móvil de encima del escritorio y lo metió en su bolsillo.
-¿Nos vamos?
-Claro. –me levanté de la cama, y la seguí mientras salía de la habitación.
Al bajar nos despedimos de mi padre que veía el hockey en la tele, salimos de casa y nos dirigimos hacia el sitió donde habíamos quedado con Ryan y Chaz. No tardamos mucho, al llegar ambos saludaron a Ale con un beso.
-Vamos tío. –dijo Ryan. –Hemos quedado con Caitlin y Chris.
-Ah, genial. ¿Dónde? –pregunté.
-En el centro comercial.
-Vamos a ir a dar una vuelta. –continuó Chaz.
-¿Me estáis vacilando? –pregunté.
Le miré seriamente.
-Oh, vamos tío. No pasará nada. –dijo Chaz.
-Eso espero. –murmuré.
Me acerqué a Ale y la cogí de la cintura. Lo único que me apetecía era estar con ella, no sabía muy bien porque había quedado con ellos.
Empezamos a andar en dirección al centro comercial, que no estaba muy lejos. Durante el camino Chaz y Ryan estuvieron haciendo el tonto, y yo andaba junto Ale, que le reía las gracias a esos dos. Al llegar Chris y Cait nos esperaban en la entrada. Nos acercamos a ellos. Chris me saludo como siempre, de esa manera única que teníamos él y yo.
-Que mayor te veo ya, eh. –dije.
-Jajaj, y que bien te veo yo a ti, cabronazo. –dijo mirando a Ale.
Ale sonrió tímida.
-Soy Ale.
-Christian, pero llámame Chris.
Se acercaron y besaron sus mejillas. Después Caitlin intervino.
-¡Justin! –se tiró a mis brazos.
Yo correspondí a su abrazo lleno de euforia igual.
-Te he echado de menos. –le dije.
-Y yo a ti, muchísimo, Biebs.
Reímos. Después besamos nuestras mejillas cariñosamente. Ale tosió justo en ese momento, haciendo que Cait y yo la mirásemos. Sonreía ampliamente.
-Yo soy Ale.
-Y yo Caitlin. –se acercó a ella y besó su mejilla.
Al separarse, Ale la miró de arriba abajo, inspeccionándola.
-Bueno, vamos, ¿no? –dijo Chaz.
-Sí, vamos. –dijo Ale adelantándose a mí.
Entramos en el centro comercial, y en ese momento nos dividimos en tres grupos, encabezándolo iban Chris y Chaz, hablando tranquilamente y riendo, en el medio, Ale y Ryan y detrás de ellos Cait y yo.
Estuvimos hablando de todo un poco, de ella, de mí, de Ale, y de un rollo raro que se traía con Ryan. No entendía como Cait y Ryan podían traerse eso, cuando me lo contó me quedé boquiabierto, pero tampoco entendía como es que Ryan no me había contado nada.
-No me lo creo... Tú y Ryan... ¿Qué le ha pasado al mundo? –dije elevando algo la voz.
Caitlin me dio un puñetazo.
-¡Cállate!
Ryan echó la vista atrás. Y Caitlin y yo sonreímos.
-No puede ser... él no me ha contado nada.
-Le pedí que no lo hiciera.
-¿Qué, por qué?
-Porque quería contártelo yo, Just.
Sonreí.
-Sabes que no pasa nada.
-Lo sé. –sonrió. –Pero, no estaba segura de cómo reaccionarias.
-¿Qué?
-Olvídalo.
-No, no. –insistí.
-Que no Justin, da igual.
-Ya lo has dicho. Ahora termina. –dije decidido.
-Pues que no sé, él es tu mejor amigo y...
-Y tú mi mejor amiga. –la interrumpí.
-Pero fui algo más.
No dije nada, no es que no lo recordara, solo que bueno, para mí, aunque había sido algo muy intenso, no significó lo que significa Ale.
-El caso es Just, que prefería contártelo yo, ¿vale?
-Claro. –no me lo pensé si quiera y la abracé.
Sí, nos paramos a mitad del camino y la junte a mí en un abrazo. Esta vez no solo fue Ryan quien se giró para mirarnos, Ale también lo hizo. Cait y yo nos separamos.
-Sigamos, anda. –me dijo.
Continuamos andando a la vez que hablábamos. Hasta que un rato después llamaron nuestra atención.
-Eh, chicos. ¿Vamos al Starbucks? –preguntó Chris.
-Claro. –contestamos a la vez.
Nos metimos en el Starbucks que  había justo frente a nosotros y Ryan y Ale que llevaban un buen rato hablando, decidieron ir a pedir, imaginé que para seguir con su conversación. Chris, Chas, Caitlin y yo, buscamos una mesa en el piso de arriba y nos acomodamos. Junto a la mesa donde nos habíamos sentado había un revistero, con eso mismo, revistas.
-Pásame una Just. –me dijo Cait.
-¿En serio Caitlin? –pregunté.
-Sí, vamos. –hizo un gesto con la mano en señal de que se la diera.
Me giré hacia el revistero y sin tan si quiera mirar el título de la revista se la dí. Ella la abrió entusiasmada y comenzó a leer concentrada. La miré una vez más, da gusto ver que hay cosas que nunca cambian, sonreí para mis adentros y miré a Chris y a Chaz que seguían hablando. Me aburría, así que decidí ir al baño.
-Ahora vengo. –dije levantándome.
Chris y Chaz me miraron y se limitaron a asentir, Cait ni levantó la mirada, estaba absorta con su dichosa revista. Me metí en el baño, hice lo que tenía que hacer, no por necesidad, tan solo por aburrimiento, me lavé las manos, y volví a salir. Observé la mesa donde estaban ellos, ahora los tres miraban la revista, y comentaban por lo bajo la situación, ¿qué cojones pasaba? Me apresuré a la mesa.
-No creo que ninguno lo sepa. –dijo Cait.
Chris le dio un codazo, como si le avisara de que estaba frente a ellos. Cait me miró.
-¿Qué es lo que pasa?
-No te va a gustar tío. –dijo Chaz.
-Venga ya... Vamos, ¿qué ocurre?
-Enséñaselo Cait. –dijo Chris.
Cait los miró preocupada, y después me miró a mí. Dudo, y por fin, me tendió la revista.
La cogí con miedo, y leí el titular: “BIEBER ESTRENA NUEVA CHICA” Mis ojos se abrieron como platos, debajo de este titular se presentaba un artículo con varias fotos adjuntas a este, fotos de la fiesta de noche vieja. Pero hubo una sobre todo que llamó mi atención, en el jardín, en medió de la pista de baile, cogidos y besándonos. La foto estaba aumentada lo suficiente para que pudiera contemplarse la unión de nuestros labios. Me quedé alucinado. Solté enfadado la revista sobre la mesa, los tres me miraron atentos.
-¡Que asco de gentuza, joder! –chillé.
Chris, Cait y Chas cambiaron su cara de pronto.
-¿Qué pasa? –preguntó Ryan.
-¿Quién da asco? –dijo Ale.
Me giré lentamente hasta encontrarme con ellos, que sostenían cada uno una bandeja con tres frapuccinos respectivamente. No supe que decir, era incapaz de decir nada.


martes, 8 de noviembre de 2011

Oh my God...

[Narra Justin]
Me quedé totalmente satisfecho con lo que había ocurrido minutos atrás en mi habitación. Me regodeaba en su cara de confusión mezclada con la excitación. Había sido simplemente sublime. Había vuelto a ser yo. Y es que lo de hacía dos días no solo me había rayado, me había minado la moral. Creo que por un día había perdido toda la confianza que siempre había tenido en mí. Pero había vuelto, gracias a una pequeña charla con un buen amigo, había vuelto.
Al bajar al salón nos encontramos con mi familia sentados en el sofá, tranquilamente viendo una película. “Charlie y la fábrica de chocolate”. Me había tragado esa película un par de veces ya, pero bueno, una vez más no me haría daño. Ale y yo nos buscamos un hueco en sofá y nos sentamos junto a ellos. Tras la película, un juego sugerido por Jazzy. “Las películas” Sí, ese típico juego familiar en el que con solo los gestos absurdos de una persona unidos a su desesperación por hacerlo bien, los demás deben adivinar de qué película se trata. Después de dos horas jugando Alice se fue a dar la cena a Jazzy y a Jaxon y a acostarlos. Mientras Ale, mi padre y yo permanecimos en el salón hablando.
-¿Estás mejor Just? –preguntó mi padre.
Yo miré a Ale, nervioso.
-Sí, solo estaba un poco eh... cansado.
Mi padre no dijo nada, me miro fijamente. Sabía lo que había pasado, no era difícil adivinarlo.
-Bueno Jeremy, a ver cuando me enseñas la ciudad. –dijo Ale cambiando el tema. Lo agradecí.
-Íbamos a haber ido hoy, pero no os hemos visto en condiciones.
Nos miramos, Ale se sonrojó.
-¿Esta noche vais a salir? –preguntó mi padre.
Él mismo se había dado cuenta de lo incómodo del tama así que terminó por darlo por zanjado.
-No he hablado con los chicos. –contesté.
-Bueno, pues mejor quedaros en casa, ¿no? –dijo.
-Sí, nos quedaremos.
-Es que Alice y yo vamos a salir.
-¿Qué? –pregunté.
-Sí, hemos quedado con unos amigos. Hemos pensado que os quedéis con los niños.
-No hay problema Jeremy. –dijo Ale con una sonrisa.
Yo la miré, sonreí. Era como si estuviera “compensando” a mi padre por lo ocurrido; como si se sintiera culpable. Era encantador.
-Cuando baje Alice cenaremos y nosotros nos iremos. ¿No os importara recoger, no?
-Claro Papá.
La conversación se tornó, comenzamos a hablar de hockey, de manera que Ale tan solo nos escuchaba. Hasta que bajo Alice, en ese momento ella se levantó y fue a la cocina dispuesta a ayudarla con la cena.

Alice besó mi mejilla y mi padre me abrazó, seguidamente se despidieron de Ale.
-No sé a que hora llegaremos hijo, pero no os acostéis muy tarde.
-No papá, tranquilo.
-Sed responsables. –dijo Alice al salir.
Ale y yo nos miramos.
-Vamos, que hay que recoger.
Suspiré.
-¿De verdad hay que hacerlo?
-Sí Justin, sí. Y tú vas a ayudarme,
La miré resignado, después nos acercamos a la mesa del comedor y entre los dos llevamos los platos a la cocina, los lavamos y recogimos la comida restante guardándola en tapers y después en la nevera. Al terminar fuimos al salón y yo sin pensármelo si quiera me senté en este.
-¿Ahora qué? –pregunté.
-Ahora esto.
Ale se acerco a mi rápidamente, se sentó en mis piernas rodeándome con ellas y me comió la boca tal y como yo lo había hecho horas antes. Me besaba con pasión, con lujuria, buscando mi lengua desesperada. Era como si llevara tiempo deseándolo. Me gustaba. Nuestras lenguas se rozaban la una con la otra en boca de ambos, podía sentir sus labios mojados contra los míos. Era excitante. Sus manos estaban posadas en mi cuello y de vez en cuando las subía a mi pelo, lo agitaba y lo enredaba con sus dedos. Mis manos estaban en sus caderas, acariciándola suavemente; pero el calor aumentaba por segundos, ella cada vez era más sensual, se separaba de mí, mordía mi cuello y eso me tentaba. Me tentaba al descontrol, a la perdida de mí mismo. Una vez más volvió a hacerlo, busco mi cuello, lo besó, me lamió meticulosamente, y ante el contacto de su lengua mi piel se erizaba, me era inevitable. No podía más. Subió a mi oído, mordió mi lóbulo con ternura, pero me excitó, entonces lo culminó.
-Este juego se llama “Justin, me pones mogollón”. Y me gusta un montón. –susurró contra mi oído sensualmente.
Efectivamente, no podía más. Estaba al borde de un ataque, mis pulsaciones iban a mil, la sangre me hervía y obviamente, mi “amiguito” había despertado de aquel “profundo sueño” en el que había caído la última vez. Bajé mis manos de su cadera a su culo, lo apreté, y la junté a mí, ella río contra mi cuello haciéndome cosquillas, una risa se me escapó, pero no me distrajo. Sabía lo que quería. Separé su cara de mi cuello, la miré, un segundo, y entonces me lancé a su boca, a sus labios, mi mayor debilidad. ¿Qué haría yo sin poder besar esos labios? Moriría, lo sé. Y es que es una adicción, ella es mi adicción, no sé como lo hace, no sé como consigue que el Justin sereno y tranquilo que soy, se transforme en un maniaco sin control que lo único que quiere y desea sean sus labios, sus curvas, cada centímetro de su cuerpo, en resumen a ella. Porque ella es lo único que veo, que siento, es la única razón por la que vivo.
Alejó un poco su cuerpo del mío permitiéndome subir mis manos hasta sus pechos, llevaba tiempo deseándolo, pero la respeto, respeto que marque sus límites, y me gusta que lo haga, me gusta que sepa jugar. Los acariciaba delicadamente, recorriendo cada uno de sus curvados centímetros, me encantan. No puedo evitarlo. Suspiró contra mi boca al roce de mis manos, eso me excito. Definitivamente no podía más, estaba a punto de explotar, en todos los sentidos. Y es que a pesar de que yo no había llevado mis manos más allá de sus caderas y viceversa, un bulto en mi entrepierna había comenzado a crecer sin control desde hacia rato, ya no era capaz de “controlarlo” aunque, seré sincero, tampoco me esforcé por hacerlo. Ella lo notaba, pero no hacía nada, corrijo, no hacia lo que yo quería que hiciera. Me besaba continuamente, no había bajado el ritmo con él que habíamos comenzado, incluso a veces lo aumentaba, lo hacía más erótico. Entonces, no pude resistirme más, incluso diría que ya era un movimiento reflejo de mi cuerpo, de mi deseo; comencé a mover mis caderas contra ella, rozándola, moviéndola sobre mí. Haciendo que notara aún más mi erección, ella no se negó. Le gustó, se dejó llevar por mis suaves movimientos, guiada al igual que yo por la lujuria y el deseo. Nos besábamos, nos mordíamos, nos lamíamos. No sé que es lo que no hacíamos. Podía oír de vez en cuando como de su boca salía un suspiro entrecortado. Pero yo necesitaba más, lo necesitaba. Estaba en un punto en el que nada podía pararme, nada, ni nadie. Tenía unas ganas locas de que pasara, de hacerla mía, de poder hacerme con su cuerpo en toda su totalidad y estar dentro de ella. Pero no era el momento, o quizá no la situación. Mis hermanos estaban en casa, además, esto no era más que un calentón, un buen calentón, pero no era más que eso. Y yo no quería que la primera vez fuera así, a lo loco y sin pensar; no. Pero tampoco estaba dispuesto a quedarme con el calentón.  Y justo en ese momento, en ese momento en el que ya no podía más conmigo mismo, hizo que me saliera de mí por completo.
Yo seguía moviéndome con ella encima, rozándonos a cada vaivén de mi cuerpo cuando entonces ella se acercó a mi oído una vez más.
-Mmm, Justin... –gimió en mi oído suavemente.
Dejé de moverme al instante, pegué su cuerpo al mío y me levante con ella en brazos, rodeando mi cintura. Se separó de mi cuello.
-¿Qué haces? –preguntó.
-Vamos arriba. –dije jadeando.
-Mmm...
Volvió nuevamente a mi cuello, a besarlo, y yo suspiré. Subí las escaleras a tientas, con ella en brazos rodeándome la cintura con sus piernas y besando mi cuello. Al llegar arriba, no busqué mi habitación, quería una cama grande, una camada cómoda para nosotros solos. Con cuidado de no hacer mucho ruido, abrí la habitación de mi padre, y lo que necesitaba se presentó frente a mí. La cama de matrimonio de mi padre y Alice. Tumbé de inmediato a Ale sobre la cama, produciendo una risa contagiosa y nerviosa en ella. Volví hacia atrás para cerrar la puerta y pronto estuve de nuevo frente a ella. La miré de arriba abajo, y me relamí mientras lo hacia, ella rió nerviosa.
-Buf, Ale... dije entrecortado.
Rió aún más. Con su dedo índice me indicó que me acercara, y yo obediente, lo hice. Despacio, mientras me quitaba la camisa y la miraba a los ojos. Llegue hasta ella, y besé sus labios con la misma pasión de antes, mi mano izquierda fue a su pecho y mi mano derecha bajo a mis pantalones, para desabrochar el botón y bajar la cremallera de mis vaqueros. Los solté, me apretaban, era obvia la razón; no podía más. Subí mi mano a su cintura y lentamente subí su camiseta, su cuerpo estaba caliente, al igual que el mío. Me permitió quitar su camiseta, y pude ver su sujetador azul marino. Comencé a besar su cuello, mientras ella enredaba sus dedos en mi pelo y de vez en cuando tiraba de él. Bajaba lentamente, haciéndola estremecerse ante cada beso, anta cada rocé de mi lengua. Seguí bajando dándole pequeños besos, por su clavícula, su hombro, centímetro a centímetro, bajé la tira de su sujetador, suspiró, bajé más, más y más. Por su pecho, su vientre, su ombligo, hasta llegar a sus pantalones, ahí me detuve; pero tan solo un segundo. Desabroché sus pantalones, bajé su cremallera y abrí sus vaqueros dejando ver unas bragas negras. Alcé la mirada, la miré pícaro, me quité la camiseta negra, la lancé por los aires, ella me miró y suspiró, entonces volví a mi posición de antes. Comencé a bajar sus pantalones despacio, pero entonces me lo impidió. Me incorporé para mirarla, había levantado medio cuerpo y me miraba atenta.
-Justin... ¿Qué estamos haciendo? –dijo asustada.
Sonreí, suponía que tarde o temprano llegaría esa pregunta.
-Tranquila; no haremos nada que no quieras.
Suspiró relajada y se dejo caer suavemente  el resto de su cuerpo sobre la cama. Volví a sus vaqueros, se los quité despacio y los deje en el suelo junto a la cama. Subí hasta donde se encontraba ella y me tumbe a su lado. La miré fijamente, ella rió. Me acerqué a sus labios y de nuevo volvíamos a besarnos con pasión, haciendo que nuestros corazones latieran más y más rápido. Pasé mi mano por su nuca, y la dejé allí, mientras mi otra mano estaba en su cadera pegándola a mi cuerpo. Su mano comenzó a bajar por mi torso, acariciándolo y haciendo que me estremeciera. Llegó hasta mi vaqueros, comenzó a bajarlos, bueno, a intentar bajarlos. Me separé de ella, la miré divertido y ella se avergonzó, levanté ligeramente mi cuerpo y me deshice de mis vaqueros.
-Mm... –suspiró.
Volví mi mirada a ella, sonreía pícara. Sin que ninguno dijera nada más nuestras bocas volvieron a estar pegadas. Nos rozábamos continuamente y nos acariciábamos, hasta que ya no pude más. Me apetecía dar un “pequeño” paso más, así que con cautela y ternura baje mi mano hasta sus bragas, al llegar allí dudé y comencé a jugar con la tira de estas, ella rió contra mi boca haciendo que un escalofrío recorriera mi cuerpo; se separó de mis labios.
-Vamos... –dijo entrecortada.
No me hizo falta que lo repitiera dos veces, bajé un poco la tira de sus bragas e introduje mi mano en sus interior. Estaba suave, y mojada; suspiró. Bajé mi mano más buscando lo que ella quería y yo podía darle; una vez allí comencé mover mis dedos sobre su sexo. Empezó a suspirar, besó mi boca, intentando ocultar cada uno de sus suspiros, pero el deseo que irradiaba yo podía percibirlo de otras formas, su cuerpo entero lo delataba. Le gustaba, no hacia falta que me lo dijera, yo lo sabía. Minutos después sus labios se alejaron de mí, me miró pícara, yo aún tenía mi mano en sus bragas y ella suspiró, después fue hasta mi cuello. Lo baso, su boca se movía despacio contra mi cuello, me excitaba más aún si era eso posible. Su mano comenzó a bajar, pero esta vez fue directa a miz calzoncillos, empezó a jugar con la tira de estos, pero sé que no dudaba, hubiera dudado si hubiera tenido que ser ella la primera en dar el paso, pero no. No había sido así y por lo tanto no dudaba, lo que quería era hacerme sufrir, jugar, excitarme aún más. Yo deseaba que lo hiciera ya, estaba apunto de suplicarla que lo hiciera pero no lo hice, no me hizo falta. Su mano bajo mis calzoncillos, haciendo que mi “amigo” quedara fuera; no se despegó de mi cuello, pero no le hacia falta mirar, sabía manejarse. Lo cogió con su mano derecha y comenzó a moverla. No lo resistí, perdí la concentración con lo que hacía debajo de sus bragas por un segundo y eché mi cabeza hacia atrás. Pero me obligué a mi mismo a seguir, seguí con lo que antes había empezado y ella no paró. Ambos nos acariciábamos, nos tocábamos, besábamos el cuello del otro y subíamos a la boca del otro, y mientras tanto explorábamos mutuamente nuestro cuerpo. Me gustaba, a ella le gustaba, todo era más que perfecto. En ese instante no necesitaba nada más, nada más que a ella junto a mí. Estaba apunto de tocar el cielo, de entrar en el edén. Ninguno de los dos abandonaba el cuerpo del otro si quiera un segundo. Yo no podía, no podía hacerlo y tampoco quería.
Entonces llegó ese momento, separó su boca de mi oreja, que se encontraba ahí en ese momento, me miró fijamente, entornó los ojos, bajó su mano hasta sus bragas y la poso sobre la mía que se encontraba debajo de estas, soltó un sonoro suspiró, yo aumente el ritmo con el que había comenzado haciendo que se distrajera y soltara un segundo mi miembro, no me importo, yo estaba más que concentrada en ella; subió esa misma mano unos centímetros, yo aumenté algo más el ritmo, y entonces lo sentí, y ella si que lo sintió. Sentí como llegaba, apretó ligeramente la mano que tenía sobre la mía, y con la otra araño tiernamente mi torso. Me excito, me excito más aún. Me excitó saber que era yo quien le producía esa sensación. Todo me excitaba. Al terminar saqué lentamente mi mano de sus bragas, ella me miró, sonrió satisfecha y me besó. Yo reí contra su boca.
-Dios Justin... –suspiró.
Le miré, satisfecho también conmigo mismo. No me permitió decir nada más, se lanzó a mi cuello y su mano volvió a mi miembro retomando aquel movimiento. Mi corazón comenzó a latir más deprisa, ella iba cada vez más rápido y mis pulsaciones aumentaban con ella. Estaba apunto de explotar. Besaba mi cuello y movía su mano rítmicamente. Cada vez tenía más calor, diría que había empezado a sudar, casi a jadear en vez de suspirar. Era perfecto, genial. Entonces lo sentí, sentí un hormigueo que recorría entero mi cuerpo desde la cabeza hasta los pies ha 10.000 kilómetros por hora. Sentía miles de cosas indescriptibles; solo sé que las sentía. Cuando por fin, pasó, terminé. Un suspiró ahogado salió de mi boca, y una risita de entre sus labios. Al terminar ambos nos tumbamos boca arriba y yo subí mis calzoncillos. Suspiré.
-Uf. –dije aún agitado.
-Te quiero.
Finalmente, se junto a mí, besó mi mejilla, me abrazó y se apoyó en mi pecho. 

lunes, 7 de noviembre de 2011

¡Imbécil!

Estaba realmente preocupada, no sé por qué, era obvio que no le pasaba nada. No podía haberle pasado nada. Pero me acerqué a él deprisa.
-¡Justin, Justin! Despierta.
Apenas si movió un pelo. Empecé a sacudirle, estaba asustada.
-¡Despierta joder Justin!
Y entonces por fin, abrió los ojos. Me miró adormilado.
-Dios, ¿qué pasa? ¿Por qué chillas?
Me lancé sobre él no pude evitarlo.
-Jaja, Ale, ¿estás bien?
Me separé de él, me miraba divertido.
-Me has asustado imbécil. –le empuje.
-¿Por qué? Solo estaba durmiendo.
-No te movías. –dije seria.
-Tengo un sueño muy profundo.
-Pues a Jazzy también el has pegado un buen susto.
Entonces, Jazzy que observaba al pie de la cama se acercó a nosotros corriendo, Justin cogió en el aire y la sentó en sus piernas. Yo me aparté y me apoyé sobre la pared.
-Es verdad Just no movías ni un pelo.
-Jajaja. Bueno, pues ya ves que estoy bien pequeña. –dijo agitando su pelo.
-Jaja, sí. –se abrazó a él.
Justin asomó la cabeza entre el cuerpo de Jazzy y me dedicó una sonrisa torcida.
Me encanta verle con su hermana. Es tan adorable, tan tierno.
De pronto la puerta se abrió de golpe y tras ella apareció Alice con Jaxon en brazos.
-¿Pasa algo? –preguntó.
-Jaja, no tranquila Alice. –dijo Justin.
Entonces Jazzy se separó de él y miró a Alice.
-¡Mamá! –bajó de la cama y fue hasta ella. –Es que Just no se movía y yo me he asustado.
Alice nos miró a ambos desde su posición, extrañada.
-Eh... Tengo el sueño muy profundo Alice, ya sabes... –dijo excusándose.
Alice no dijo nada, tan solo nos miró en silencio, hasta que por fin se decidió a hablar.
-Bueno, me llevo a Jazzy.
-Yo quiero quedarme mami. –replicó ella.
-Cielo, Just tiene que vestirse.
Entonces, ambos caímos en que solo llevaba los calzoncillos que yo le había sacado. Justin se sonrojó.
Jazzy no replicó más, salió con su madre de la habitación cerrando la puerta a su paso.
-¿De verdad te has asustado? –preguntó Justin divertido.
-Pues sí. –dije seria.
-Jajajaja, ¿qué iba a pasarme boba?
-Pues cualquier cosa.
-Jajaja. ¡Ais mi boba!
Me cogió del cuello me acercó a él agachándome la cabeza contra su torso y chocándome con él; alcé la cabeza cuando me soltó.
-Eh. –me quejé.
-¿Qué, eh?
-Eres imbécil.
-Jajaja.
Nos miramos a los ojos durante unos segundos, entonces el rompió el silencio.
-Te has hecho algo en el pelo. –afirmó, después me miró atentó.
-Te has fijado. –dije avergonzada.
-Cómo no iba a hacerlo. –no dije nada, tan solo sonreí. –Me gusta. –dijo pícaro.
-Gracias. –conteste melosa.
-¿Qué te has hecho?
-Rizármelo. –contesté obvia.
-Pues me encanta.
Me acerqué a él, despacio. Puse mi mano en su cuello, lo acaricié con el dorso de mi mano, sonrió; y justo cuando fui a besarle. Se separó de mí y se levantó. Le miré asombrada.
-Tengo que vestirme. –le miré mal. Rió. –Tengo frío. –le fulminé con la mirada.
No dije nada más, me apoyé contra el respaldo de la cama, y me crucé de brazos. Se puso los pantalones, yo le miraba de reojo, aunque sus abdominales me chillaban que mirara, no quería darle el gusto. Pero, al parecer se dio cuenta de que lo hacía.
-Eh, me estás mirando. –dijo sosteniendo la camiseta en una mano.
Entonces le miré, me centré en sus ojos.
-Eh, no.
-Sí, sí.
-Puede ser.
-Lo es.
-Bueno, ¿y qué si lo hago? Para algo eres mi chico.
Se acercó a mí, vacilante.
-Ah, ¿soy tu chico?
Se quedó frente a mí, sonriendo pícaro mientras yo intentaba no bajar la vista a esos abdominales que deseaba tanto.
-Eso me han contado.
-Ah, te han contado, ¿no?
-Sí, eso dicen. –contesté indiferente.
-¿Y quién dice eso? –se acercó a mí.
Entonces no pude evitarlo y mis ojos recurrieron de arriba abajo su torso desnudo.
-Eh, que se te van los ojos bonita.
-Ajá. –dije volviendo a sus ojos.
-Puedes tocar, eh. –se incorporó y me los mostró mejor, después rió.
Yo no dije nada, ¿qué iba a decir? Además ya los había tocado antes, era solo que, no sé. No sé muy bien que era. Cogió mi mano la colocó justo encima de la tira de sus calzoncillos y comenzó a subirla lentamente, y yo no apartaba mis ojos de los suyos. Aquello estaba siendo muy excitante. Sentía cada uno de sus marcados músculos del torso, lo sentía perfectamente. Estaba frío y mi mano caliente, por lo que sentía como se erizaba su piel a mi roce. De pronto apartó mi mano sin más, se alejó de mí y se puso la camiseta negra, cubriendo su cuerpo.
-Se acabó lo que se daba nena. –dijo chulo.
Mis ojos se abrieron como platos, ¿de qué cojones iba? Ese no era mi Justin de siempre, o por lo menos no conocía esa faceta suya. Entonces una vez me sonrió pícaramente se levantó la camiseta un segundo y me mostró los dientes, como si fuera un felino salvaje. Aquello me excito, ¿cómo no iba a hacerlo?
-Sé que te gusta. –dijo burlón.
Se agachó a coger sus zapatillas, se la puso y después dirigió su mirada hacia la cama. Yo me había cruzado de brazos, y me había limitado a mirarle.
-¿Qué pasa? –dijo acercándose.
Alce la vista que tenía clavada en el suelo, le mire un segundo, no dije nada y volví a mirar al suelo. Puso su mano derecha en mi barbilla, la alzó hasta encontrase con mi mala cara.
-¡Ais esos morritos! –dijo moviendo mi cara de un lado a otro.
Me deshice de su mano con brusquedad.
-¡Quita!
-Ay que la niña se enfada.
Me levanté de la cama.
-¡Eres un imbécil!
Su juego había empezado a cansarme, no entendía nada.
-Eh, eh. A mi no me hables así. –dijo con aire de superioridad. -¿Quién te crees?
-Pero... –dije confusa.
Se levantó haciéndome más difícil terminar la frase. Me empotró contra la pared, puso sus manos en mis caderas, pegó su cuerpo al mío y entonces me beso. Su lengua contra la mía moviéndose rápidamente, nuestros labios mojados pegados, ladeaba la cabeza de un lado para otro haciendo que fuera más intenso, su lengua se adentraba más en mi garganta, rozaba el interior de mis mofletes. Definitivamente era un beso de esos que te dejan sin respiración, y que cuando terminas a pesar de que te falta el oxígeno quieres otro igual, o incluso miles. Se separo de mí, mordió mi labio, se alejó, rió y entonces besó mi cuello. Cogí su pelo entre mis dedos y tiré de él; mordió mi cuello a modo de respuesta.
-Justin, ¿a qué juegas? –pregunte confusa y contra su oído.
Se separó de mí, sonrió pícaro y entonces se acercó a mi oído.
-¿No conoces este juego?
Negué con la cabeza.
-Pues se llama: “Ale, me pones un montón”.
En ese instante salió de mi boca una risa entrecortada.
-Pues no me gusta este juego.
-¿Por qué no? A mi me encanta.
No me dejo decir nada más, volvió a mi boca, se la comió y yo se lo permití. Me encanta cuando le de la vena pasional. Tras unos minutos besándonos volvió a separarse.
-Será mejor que vayamos abajo.
No me dejó tiempo de responder, cogió la camisa verde, se la puso, se digirió a la puerta de la habitación y abrió la puerta.
-¿No vienes?
Yo me había quedado pasmada en el sitio donde él me había dejado. Acababa de confirmarme que Ryan tenía razón, que aquella noche estaba cansado. Aunque no llegaba a comprender del todo, cómo era posible si hacia dos horas no podía ni sostenerse en pie, ahora derrochara pasión. Pero, no se lo pregunté.
Me acerqué a él, orgullosa, orgullosa de mí y de mi chico. Le di un beso tierno en los labios y  me acerqué a su oreja.
-Ya jugaremos a: “Justin, me pones mogollón”.
 Después salí de la habitación, no sin antes escuchar una risita pícara proveniente de su boca.






jueves, 3 de noviembre de 2011

Niño chico.

Me quedé sentada en la cama un segundo, pensando. Me giré para mirarle, se había tumbado sobre la cama; me acerqué él.
-Justin, venga vamos. –susurré.
No dijo nada.
-¿Estás dormido?
Negó con la cabeza.
-Pues venga anda, vete a la ducha.
Volvió a negar. Me estaba hartando, parecía un niño chico más que un adolescente de resaca.
-¡Justin!
Se quejó. Y en ese momento, me salió solo, lo juro. Le metí una sonora bofetada en la mejilla derecha dejando mis dedos marcados sobre su cara que comenzó a enrojecerse.
Alzó la cabeza de pronto, se quejó y me miro asombrado.
-Lo siento. –mustié.
-¿Por qué has hecho eso? –dijo tocando su mejilla.
-Para que te espabiles. Venga, vete a la ducha.
-Dios Ale, que no puedo ni sostenerme en pie.
-Vamos, venga, yo te acompaño.
Incorporó su cuerpo y se levanto con mi ayuda, después fuimos hasta la ducha. Se apoyó contra la pared. Y yo, le saqué un par de toallas, no sé ni como las encontré, pero lo hice; las dejé sobre el váter.
-Venga, va Justin.
Se tiró abalanzó sobre mí y no sé como hice para no caerme, ya que apoyó todo el peso e su cuerpo en el mío.
-No te vayas.
-Justin, tienes que ducharte.
-No quiero.
Sí, definitivamente estaba tratando con un niño de 5 años. Le separé de mí.
-¿Quieres otra hostia?
Entonces no hizo falta que dijera más, comenzó a desnudarse y yo salí del baño.
Volví a la habitación, yo también estaba cansada, me dolía la cabeza y el cuerpo. Aunque bien era verdad que no estaba como Justin. No había pasado mucho tiempo desde la última vez que me había encontrado en su estado, y la verdad es que no sé porque yo no estaba igual que él. Sería porque anoche no mezclé, el día de la fiesta sí. Sí, seguro que era por eso. Y Justin no está acostumbrado a beber; tenía que ser eso.
Abrí mi maleta y saqué la ropa que iba a ponerme, unos vaqueros oscuros cagados, una camiseta azul marino, la chaqueta y las Convers negras altas. Imaginé que a pesar de la ducha, Justin no estaría en situación de elegir que ponerse, por lo que abrí su maleta. Comencé a buscar entre su ropa hasta encontrar unos vaqueros rotos, una camiseta negra, una camisa verde, sus Vans bajas negras y unos calzoncillos limpios.
Lo dejé encima de la cama, y yo me dispuse a esperar.
Y por fin después de 20 minutos Justin apareció en la habitación, llevaba una toalla rodeando su cintura y sostenía otra con la que se secaba el pelo.
-¿Qué tal estás?
-Bueno...
-Voy a ducharme. –cogí mi ropa y me acerqué a él. –Te he dejado la ropa encima de la cama, imaginé que te facilitaría las cosas.
Sonrió, después se apartó para dejarme salir y yo me fui hacia el baño.


La ducha me había ayudado a relajarme, ahora estaba totalmente despejada. Me vestí en el baño, me ricé el pelo y me hice una coleta, me maquillé, recogí el baño, y volví a la habitación donde esperaba encontrarme a Justin ya preparado. Pero para mi sorpresa lo encontré tumbado sobre la cama y solo con los calzoncillos. Verdaderamente tenía una pinta muy apetecible, diría que bastante. Era una lástima que no fuera la situación más adecuada, ya que el pudor que había aparecido de repente en mí de un día para otro, se había marchado igual de rápido. La noche pasada había ayudado bastante, y también la conversación que había tenido con Ryan. Sí, y es que en el momento que Justin se había quedado dormido Ryan y yo no hicimos otra cosa que hablar, hasta que se quedó dormido.
Me senté en el colchón inflable, observé a Justin durante un instante y entonces me dejé caer contra la pared. Mi menté comenzó a viajar horas hacia atrás, hasta recordar esa conversación que había tenido con el mejor amigo de mi novio.

··· Me giro para mirar a Justin, que se ha quedado profundamente dormido. Parece un niño, tan apacible. Aunque técnicamente no es bueno, mañana le será peor. Me vuelvo para mirar a Ryan que se ha apoyado contra el respaldo del sofá.
-¿Se ha dormido? –pregunta con los ojos cerrados.
-Sí. –digo en un susurro. –Anda, vamos a recoger esto.
-Que no, que no. Quita. Ya mañana.
-Ryan, mañana será peor.
-Buf...
Nos levantamos y comenzamos a llevar todas las cosas hasta la cocina en un silencio sepulcral, y cuando terminamos volvemos al salón junto a Justin.
-Quítale las zapatillas. –me dice.
-¿Eh?
-Que sí, tú quítaselas.
Le obedezco, le quito laz zapatillas cuidadosamente y las dejó a un lado del sofá. Miró a Ryan que ha hecho lo mismo y yo le imitó.
-Mierda. –digo.
-¿Qué ocurre?
-Jeremy y Alice, se suponía que no debíamos llegar muy tarde.
-Sí, pues es más de la 1:30.
-Joder... y encima este se duerme.
-Ponle un mensaje a Jeremy.
No digo nada, sigo mirándole.
-Usa su móvil... Dile que, eh... Vinisteis a mi casa y te quedaste dormida.
-¿Se lo tragara?
-Sí, fijo. 
-Está bien.
Busco el móvil en la mesa de centro, lo encuentro y escribo el mensaje: “Papá, hemos venido a casa de Ryan por la lluvia, pero Ale se ha quedado dormida. Ya es tarde, así que nos quedamos aquí”. Lo envió y un minuto después el móvil de Justin vibra sobre la mesa, lo miró. Jeremy ha contestado: “Está bien Just. Pero no lleguéis muy tarde mañana”.
-¿Qué te ha puesto?
-Que está bien.
-Lo ves. Conozco a su padre.
No decimos nada más, si no que ambos subimos los pies al sofá y nos acurrucamos en este. Durante unos minutos un silencio nos inunda. Creo que se ha quedado dormido; así que lo compruebo.
-Ryan... –digo cautelosa.
-¿Sí?
-Ah, no. Nada. Pensé que te habías dormido.
-Jaja, no, no.
-Ah, va...
-Bueno, y...
-¿Sí?
-No sé, ¿nos dormimos?
-No, no tengo sueño.
-No, ni yo.
-Pues cuéntame algo.
-No lo sé. Cuéntamelo tú.
-Eh... ¿Hace cuanto os conocéis?
-Desde los 7 años. ¿Por?
-Ah, pues por sacar un tema.
-Ah...
-Es mucho tiempo, eh.
-Sí, sí que lo es.
-Debéis estar muy unidos.
-Y que lo digas.
-¿Y qué hay de Chaz?
-¿Qué pasa con Chaz?
-No sé bueno, que si...
Me interrumpe.
-Ah, eso. Pues también somos muy buenos amigos. Pero no sé, Just y yo tenemos mucha confianza, no es que no la haya con Chaz o con Chris, pero no sé. Él y yo somos como hermanos, nos contamos todo.
-¿Todo?
-Todo.
Me preguntó entonces si de verdad se contaran todo. Quizás lo diga por decir y haya cosas el uno del uno que no sepan.
-Yo lo sé todo de él y él todo de mí. –dice él.
Me parece que ha leído mi mente.
-¿De verdad?
-Claro que sí.
-Y a pesar de que ahora no os veías tanto, ¿seguís estando tan unidos?
-Claro, para algo existe Internet.
-Ya pero...
-Ale, ¿quieres preguntarme algo en concreto?
Me ha pillado, llevaba tiempo con la curiosidad de saberlo. Quiero saber si le ha contado lo de la noche anterior, si de verdad tienen tanta confianza. Quiero saber si soy yo la única con lo que no lo habla. Quiero que Ryan me diga lo que Justin me esconde.
-Mira Ryan. –me mira fijamente, sosteniéndome la mirada. –Ayer tuvimos un problema.
-Lo sé. –dice antes de que pueda continuar.
-¿Lo sabes?
-Te he dicho que lo sé todo.
Guardo silencio, ahora ya no sé muy bien que decir.
-Mira Ale, no sé muy bien que es lo que quieres que te diga, tampoco supe que decirle a él. Y es que creo que es algo que tenéis que hablar entre vosotros.
-Pero es que él no quiere.
-También tienes que entenderle. Ponte en su situación, en que no... Bueno, ya sabes. Se ha tenido que sentir fatal.
-¿Y yo qué, eh? Yo también me he sentido mal.
-Me imagino, pero Ale. No es lo mismo.
-Pero Ryan, y si ya no... ¿Y si es que ya no le gusto?
-¿Qué?
-Que si es que ya no...
Me interrumpe.
-Te he escuchado. Lo pasa es que no te he entendido.
No digo nada, ¿qué no ha podido entender?
-Ale, escúchate, y después mírate. ¿Cómo no vas a ponerle?
Me sonrojo.
-No sé Ryan... ¿Pero entonces por que no...?
-Ale, Justin no es superman. Habrá días que esté realmente cansado, agotado, y no solo físicamente, también mentalmente. Y coño, esas cosas van unidas.
-Jajaja. ¿Entonces tú crees que es eso?
-No lo creo, lo sé.
Sonrío, y puedo ver como él hace lo mismo entre la penumbra.
-Gracias.
-¿De qué?
-Por escucharme.
-Ah, tranquila, no pasa nada. El alcohol ayuda.
-Que imbécil.
-Jajaja. No, en serio, da igual.
Una vez más sonrío.
-Eres un buen amigo Ryan.
-Jaja, ya te tocará algún día de estos escuchar mis problemas.
-Lo haré con encantada Butler.
-Eso espero, eh.
-Tenlo claro.
Hay un silencio, que no tardo en romper.
-Ah y Ryan... Creo que será mejor que no le digamos nada de esto a Justin.
-Tranquila, puedes confiar en mí.
No decimos nada más. Durante un minuto estamos en silencio.
-Bueno y... ¿Tú qué tal eh?
No contesta.
-Ryan... –muevo su pie con el mío pero no reacciona.
Genial, se ha quedado dormido. Eso significa que yo tendré que hacer lo mismo, así que relajo mi cuerpo, dejo caer mi cabeza, cierro los ojos, y me abandono al sueño que poco a poco me inunda. ···

-¡Ale, Ale, despierta! – dijo la voz aguda de Jazzy junto a mí.
Abrí los ojos lentamente hasta que me encontré con Jazzy que estaba medio encima de mí sacudiendo mi hombro. Me incorporé haciendo que se separara de mí. La miré.
-¿Qué ocurre Jazzy? –digo adormilada.
-No lo sé, Justin no se mueve.
La miré asombrada.
-¿Cómo que no se mueve?
-Que no se mueve.