domingo, 18 de diciembre de 2011

Nunca digas nunca.

Los tacones golpean sonoramente contra el parqué de las escaleras anunciándome que Ale está bajando. Llevo casi 10 minutos esperándola abajo con la chaqueta puesta, con Scooter y Fredo junto a mí, y Kenny espera también fuera.
Por fin aparece al borde del último escalón; la espera ha merecido la pena.
Está deslumbrante. Ese vestido gris platino, que combina armoniosamente con su piel morena, la favorece enormemente, su corte desigual embellece aún más sus piernas y el escote resalta sus pechos, está simplemente perfecta, en general ella lo es. Pero parece que ese vestido lo han diseñado para ella, nadie más lo luciría como lo hace Ale; mi Ale.
-Bueno, podéis decir algo alguno por favor. –dice moviendo su largo y precioso pelo, el cual es decorado por algunos tirabuzones.
-Estás genial Ale. –dice Fredo.
-Preciosa. –aclara Scoot.
Doy un paso hacia delante, le tiendo la mano y ella la acepta, apretándola.
-No tengo palabras. –digo sincera.
Ella sonríe avergonzada.
-¿Vamos? –pregunta Fredo.
-Vamos. –contesta ella firme, y bajando ese último escalón.
Le coloco la chaqueta y entonces, salimos de casa.

Me levanto del asiento y Ale se levanta junto conmigo, la beso. Inmediatamente siento como una cámara nos enfoca. Los aplausos me ensordecen un segundo, y sus labios me elevan a lo más alto. Al separarme de sus estos, Scoot me abraza y seguido de este Fredo. Finalmente subo al escenario y recibo el premio: Mejor Artista del Año de la MTV. No podría haber nada más especial. El quinto premio de la noche, y acompañado de la persona que da luz a mi vida día a día. Realmente no sé que hubiera hecho si su padre me la hubiera arrebato aquel día. No sé que fue lo que cambio en su forma de pensar, en su forma de ver lo nuestro, en su forma de mirarme, a día de hoy no lo sé, y en su día tampoco lo supe. Pero aquella noche antes de que sus padres volvieran a Madrid preferí no preguntar, las cosas estaban hechas, ya nadie podría quitármela, nada ni nadie. Yo no lo permitiría, y sé que ella tampoco. Ambos luchamos por lo que queríamos, por amarnos, y después de cuatro meses aquí seguimos, la amo cada día más y estoy seguro de que ella a mí también. No he tenido que renunciar a mi vida, en el fondo fue un alivió, aunque sigo admirando que ella si dejará la suya, y solo por mí. Los medios, y lo más importante, mis fans, la han aceptado, se las ha ganado ha pulso, sí, extrañamente no les importa que ella este conmigo, me extraña, pero obviamente me alegro. Si ellas son felices, yo lo soy más.
Siempre estuve seguro de que mi destino era estar a su lado, lo estuve desde el momento en que la vi en aquel centro comercial, desde el momento en que me sonrió por primera vez, desde el momento en el que probé sus labios, o me dijo que me quería. Lo supe, algo en mi interior me lo dijo, y no se equivoco. Menos mal que no se equivoco.  

Me acerco al micrófono y comienzo, más bien intento hablar, no sé que decir, estoy tan entusiasmado, tan ilusionado, a lo largo de mi carrera musical me he llevado varios premios, pero extrañamente este me parece el mejor de ninguno.
Busco a Ale entre las butacas, encuentro sus ojos, sonrió y entonces, las palabras salen solas.
-Gracias, gracias a vosotros que me habéis apoyado en todo momento, en los buenos y en los malos, que en definitiva, he contado siempre con vosotros. Gracias MTV, gracias Dios. Todo esto es por vosotros. –aclaro mi voz y vuelvo a buscar a Ale con la mirada. –Gracias. –digo finalmente y puedo distinguir su sonrisa entre la de todas esas personas.
Voy a bajar ya del escenario, pero sé que hay algo que me falta, algo que tengo que decir, y cuando lo recuerdo me giro y acerco el micrófono a mi boca.
-Nunca digáis nunca, ¿vale?
Salgo del escenario acompañado de aplausos y chillidos, y lo más importante, sabiendo que ahora no me falta nada, nada por decir y nada en mi vida. Si ella está a mi lado, jamás me faltará nada.


Nunca digas nunca.

Habrá que hacerlo.

[Narra Ale]
Me separé de su cuerpo al instante, me estaba cansando de su juego, pero... ¡Joder! Esto no es un juego, él está mal, pero tampoco me deja ayudarle, es como si se negará a recibir mi ayuda, pero... ¿por qué?
-¿Aún no has entendido que no vas a perderme Bieber? –pregunté sincera.
-¿De verdad? –preguntó en un sollozo.
-Justin... –cogí su cara con las manos. –Jamás te dejaré ni me alejaré lo más mínimo de ti. –sonrió. –Excepto...
-¿¡Qué?! –me interrumpió.
Reí.
-Excepto que tú me lo pidas.
-No te pediré eso jamás Ale.
-En ese caso, siempre estaré a tu lado Justin.
-¿Lo promet...
-Cállate, y bésame imbécil.
Rió a la vez que se acercaba a mis labios, para finalmente juntarlos con los suyos en un apasionado beso.

··· Me siento en la cama, y Justin me mira atento.
-¿Estás segura de qué quieres hacerlo Ale? Puedo hacerlo yo si quieres.
-No, estoy totalmente segura.
-Está bien.
Sin más dilación vuelvo a mirar la pantalla de mi I-phone 4 que aún conservo, paso de mirar llamadas y mensajes. Sé lo que voy a hacer. Pulso la tecla verde de llamar y lo acercó a mi oído. En seguida ese característico “pii” comienza a sonar tras el auricular, y Justin comienza a dar vueltas por la habitación.
Otro “pii” más.
-Tal vez sea tarde...
-Calla...
“Pii”
-Inténtalo más tarde. –insiste.
-¡Ale! ¿Ale? –suena la dulce voz de mi madre.
-¿Te lo ha cogido? –pregunta Justin.
-¡Calla Just! –él me obedece en seguida. -¿Mamá?
-¡Ale cielo! Por fin, gracias Dios mío. –dice en un sollozo.
-Mamá, yo... Uf, no sé que decir.
-¿Dónde estás mi amor? ¡¿Por qué no cogías el teléfono!?
-Mamá... ¿Cómo estás?
-Yo estoy bien hija, pero... ¿cómo estás tú?
-Estoy bien... ¿Y papá?
-Bueno, papá... Digamos que también está bien.
-¿Digamos? ¿Le ocurre algo?
-Está muy preocupado... Dime cielo, ¿Justin está contigo?
-Sí mamá, claro que está conmigo. ¿No habéis hablado con...
-¿Con quién cielo?  -me interrumpe. Creí que había podido hablar con Ryan...
-No, nada... ¿Y Pattie?
-Pattie está bien también, aunque muy preocupada.
Escuchaba sus palabras atenta. ¿Por qué me miente? ¿Y por qué Ryan no le ha dicho que ha hablado con Just? Tal vez ni si quiera le ha dado tiempo. Pero hay algo obvio, no están bien.
-¿Dónde estáis Ale? –pregunta.
-Primero, antes de que te digas nada, tienes que prometerme que no harás nada pero intentar venir hasta aquí...
Justo en ese momento un chillido cubre la voz de mi madre impidiéndome oírla... “¡¿Es la niña?! ¿O ese cabrón de Justin? ¡Trae el móvil!” distinguí la voz de mi padre al otro lado del teléfono.
-¡Ale! ¡¿Ale, dónde coño estás!? Bueno eso me es igual, te quiero ya mismo de vuelta, ¿me entiendes?
-Papá, tranquilízate...
-¡¿Qué me tranquilice?! ¿Pero como te atreves a pedirme que me tranquilice... cómo te atreves simplemente a irte sin mi permiso?
-¡¡Papá!! –Justin se gira y me mira. –Como vuelvas a chillarme te cuelgo.
-¿¡Qué me cuelgas!? Alejandra Martínez, dime ahora mismo donde estás.
-¡Trae Ale, trae! –chilla Justin, entonces me arrebata el móvil de las manos.
-¡Quieres escucharla o qué pasa contigo! –chilla contra el altavoz.
...
-¡No me juzgues, tu no me conoces y yo la amo!
...
Justin le proporciona un puñetazo a la pared y seguido de este una patada recae sobre el mueble blanco que sostiene la tele. Le miro asombrada. “Qué ocurre” –gesticulo de forma que pueda leerme los labios. Pero pasa de mí, se gira y retoma la conversación.
-¿Mamá?
...
-Lo siento, pero tienes que entenderme.
...
-No, no vamos a hacerlo.
...
-Mamá, mamá... ¡Mamá que te tranquilices!
...
-¡Qué no Joder!
...
-¡Escúchame!
...
-No pienso volver, a menos que me asegures que Federico no se la llevará.
...
-Pues en ese caso...
...
-No me escuchará, sería mejor que hablarais vosotras con él.
...
-Pues cuanto antes.
...
Justin me mira mientras escucha a su madre, su expresión va cambiando segundo a segundo, no sé cómo tomármelo. Si para bien o para mal. Lo único que quiero es que cuelgue ya y me lo cuente.
-Y si no lo conseguís...
...
-Pero...
...
-Lo pensaré...
...
-¡Solo digo que lo pensaré!
...
-Te quiero mamá, y lo siento.
Al terminar esta última frese cuelga y me tiende móvil. Lo cojo de inmediato y lo dejo junto a mí en la cama, sin prestarle la más mínima atención.
-Bueno, ¿qué? Vamos, cuenta.
Se acerca a mí y se sienta a mi lado en la cama, me coge de la mano, me mira a los ojos y entonces empieza a hablar. ···

[Narra Justin]
-Entonces... –hizo una pausa. -¿Entonces qué va a pasar?
-Pues supongo que habrá que esperar, ¿no crees?
-Sí, supongo... –sonreí. –Pero y si...
-¿Y si qué? –la interrumpí.
-Pues que si mi padre no cede, ¿qué?
-Pues, la verdad es que no lo sé...
-Justin no quiero que...
-Yo tampoco lo quiero, pero, mi madre me ha hecho darme cuenta, supongo que en parte Ryan también y bueno, obviamente tú...
-¿Sí? –preguntó animándome a continuar.
-Pues que lo mejor sería volver cielo.
-A pesar de que mi padre no cediera...
-Encontraría la forma de no alejarme de ti.
-¿Cómo?
-Eso es algo que aún no tengo muy claro, pero... –dudé. –nadie lo hará. Te aseguro que nadie me separará de ti.
Me acerqué a ella y besé sus labios dulcemente.
-¿Me lo prometes?
-Lo juro.
Esta vez fue ella quien selló mis palabras con un beso.

··· De pronto su bolsillo comienza a vibrar contra mi pierna, alzo mi cuerpo y la miro.
-¿Ale?
Me mira.
-¿Qué ocurre?
-Algo vibra en tus pantalones...
-¡Jajajajaja!
-¿No será tu móvil?
-¿Qué?
-Ale cógelo.
Deja de reírse entonces suelta mi cuerpo y saca su móvil del bolsillo. Mira la pantalla y sin dudar descuelga el teléfono y se lo lleva al oído...
-¿Qué pasa?
...
-Sí, ¿y qué?
...
-Ajá.. .
...
-Vale...
...
-¡Claro!
No entiendo absolutamente nada, sus respuestas son tan cortas e inexpresivas que no logro sacar una conclusión y su mirada perdida ayuda muy poco.
-Está bien, sí...
...
Yo te llamo.
...
-Sí, se lo diré.
...
Y yo, adiós.
Por fin cuelga y yo me incorporo del todo esperando que comience a contarme lo que su madre le ha dicho.
-¡Bueno vamos, ahora tienes que contar tú! ¿Qué te ha dicho, era tu madre?
-Justin... –dice con angustia.
-Sí, vamos...
-Que, a ver... Tenemos que volver.
-Pero... ¿Qué? Joder tío... -me giro.
-Mi padre quiere vernos. –sonríe ampliamente.
-¿De verdad, le parece bien?
-Eh, quiere hablar con nosotros.
-Pues entonces, ¡vámonos!
-¿Cuándo?
-Lo antes posible. Ahora mismo.
-¿Qué?
-Sí, ya. Cuanto antes aclaremos todo esto, mejor que mejor.
No dice nada, sino que se abalanza sobre mí. ···

martes, 13 de diciembre de 2011

¿Lo sientes?

[Narra Ale]
Salí del baño, secándome el pelo con una toalla. Busqué a Justin con la mirada por la habitación, pero no le encontré... ¿Dónde se había metido? Volví al baño con la única intención de volver a colocar la toalla en su sitio, y entonces un gran chillido proveniente de la playa envolvió la habitación. Abrí la puerta que daba a la playa y me asomé. Divisé una sombra masculina, larga, a lo pies del mar. Era Justin. Me acerqué a él corriendo, de la manera más rápida posible, y cuando me quise dar cuenta estaba a tan solo tres metros de él.
-¡Justin! –chillé, quedándome así sin aire.
Él se giró lentamente y yo aceleré aún más. Cuando llegué a su lado, su cara estaba descuadrada y unas cuantas lágrimas resbalaban por su cara. Se frotó los ojos ahuyentándolas así. Me quedé de pié frente a él.
-¿Justin?
No contestó, su expresión me preocupaba.
-¿Qué ha pasado cielo? –puse mi mano en su hombro.
Justin se deshizo de esta y se alejó de mí.
-Justin...
-Es Ryan... –dijo al fin.
-¿Qué? ¿Ryan está bien, qué pasa Justin?
-Sí, sí. Ryan está perfectamente. –dijo veloz.
-¿Entonces?
-He hablado con él.
-¿Qué? –pregunté atónita.
Entonces Justin se derrumbo y cayó sentado en la arena haciendo un ovillo con su cuerpo. Me acuclillé a su lado y acaricié su pelo, él levantó la cabeza. Sus ojos estaban llenos de lágrimas.
-Cuéntame... –dije en un susurro.
Justin soltó un sollozo que las olas ahogaron y entonces, habló.
-La cosa está muy mal Ale. –suspiré, era algo que imaginaba que pasaría. –Ryan dice... –hizo una pausa. –Dice que el mundo entero se ha movido. Que mi madre, tu madre, están mal Ale... –una vez más paro. –Dice que no me necesitas.
-Just... –intenté interrumpirle.
-No, dice que soy un puto egoísta. –terminó con otro sollozo.
-Shh... –revolví su pelo.
-Pero eso no es así, ¿verdad? –dijo como el niño pequeño que busca consuelo en su madre.
Me levanté, claro que le necesitaba, y claro que no era un egoísta. Pero no supe que decirle, en general me había quedado paralizada.
Se levantó de un salto y me miró fijamente a los ojos, enfrentándome. Me cogió de un brazo, y me acercó a su cuerpo.
-Es verdad, ¿no? ¡No me necesitas! ¿Verdad que no? –dijo apretando mi brazo, haciéndome daño.
-Justin... –intenté hablar.
-¡Dime la verdad Ale! –chilló y apretó más mi brazo.
-¡Me haces daño Justin! –me deshice de su brazo bruscamente.
Tragó saliva fuertemente, y se acercó a mí, pero yo se lo impedí alejándome de él.
-Ale...
No sé muy bien porqué, pero me dio miedo, ese no era el Justin que yo conocía, parecía estar fuera de control.
Volvió a acercarse a mí, e impulsivamente, volví a alejarme.
-Ale, lo siento. –extendió su mano hacia a mí.
Acerqué mi mano a la suya y él las entrelazó. Me acercó a él y hundió mi cabeza en su pecho.
-Lo siento, no quería hacerte daño.
-Pues lo has hecho. –sollocé.
-Lo siento.
-Justin. –me alejé de su cuerpo y le miré a los ojos. –Yo te amo. –dije pausadamente  y pronunciando con énfasis cada palabra.
-Pero...
-No, escúchame tú a mí Justin.
Miró fijamente mis ojos.
-No tienes ni idea, ¿me entiendes? Ni idea, de lo mucho que te amo, y de lo mucho que te necesito. Eres la razón por la que vivo Justin. –rió.
-Ale, te amo. –puse mi dedo en sus labios para callarlo.
-Pero es verdad que estamos siendo egoístas Justin.
-¿Qué?
-Es la verdad Justin.
-¿Desde cuando amarse es egoísta?
-Desde que por hacerlo, hacemos daño a los que nos rodean Justin. –dije acariciando su cara.
-¿Qué quieres decir con todo esto Ale? –agachó la cabeza.
-Justin, tenemos que volver.
-¿Qué?... –dijo incrédulo.
Después se alejó de mi cuerpo.

[Narra Justin]
Sus palabras se clavaron en mi cabeza como millones de cuchillos afilados rasgando mi piel. No cabía en mi asombro. Tenía que estar tomándome el pelo, ahora no podíamos volver, no... Solo se me ocurría un motivo por el que quisiera volver.
-Ya no me quieres.
Me alejé más aún de ella, estaba haciéndome daño, y no precisamente físico.
-¿Cómo no voy a quererte Just?
-Quieres que volvamos. ¿Por qué quieres volver?
-Porque estamos haciendo daño a los demás Justin. ¿No lo ves?
-Pero Ale... ¿Qué más dan los demás teniéndonos el uno al otro?
-Justin... no podemos. Esto está mal... No podemos desaparecer del mundo así como así, bueno, no tú.
-¡Pero aceptaste! Te pregunté si estabas segura, y dijiste que sí... Y ahora...
-Ahora, me doy cuenta de que hemos sido unos niñatos Just...
-¿A caso esto te parece un juego? ¿Piensas igual que tu padre Ale?
Ya no solo estaba confundido, también estaba enfadado.
-Justin, yo... No... –dijo acercándose a mí.
-¡Eres una mentirosa Ale! –la señalé con el dedo, acusándola.
-¿Qué?
-¡Sí! Nunca me has querido, ¿verdad que no? ¡Nunca! –me acerqué a ella amenazante.
-¿Justin qué dices? Yo te amo.
-¡No, no me mientas más! –la cogí por los hombros y la sacudí.
La miré a los ojos, había comenzado a llorar, aunque no supe muy bien por qué.
-¡Estás loco Justin! –de nuevo se deshizo de mis brazos, pero esta vez con más fuerza. -¡Yo te amo imbécil! –se alejó de mí. –Pero también amo a mis padres.
Analicé meticulosamente cada una de sus palabras. Por favor... ¿Qué cojones estaba haciendo? No tenía control de mí mismo, de mis actos... Había perdido totalmente el manejo de mis sentimientos, la rabia y la frustración se habían apoderado de mí.
-Ale...
-¿¡Lo sientes Justin!? ¿¡Es qué lo sientes!?
-Ale, yo...
-¡¡Porque yo sí que lo siento!! –entonces salió corriendo.
Agradecí al cielo la velocidad de actuación que tengo y la velocidad que me fue concedida, porque en menos de dos segundos la había alcanzado.
Intenté coger su mano pero me la arrebató, corrí algo más deprisa, lo justo para tirarla contra la arena.
-Lo siento. –después la abracé.
-¡Déjame en paz Justin! –una vez más, se deshizo de mis brazos.
La miré atónito y ella se levantó, sacudiéndose la arena de encima.
-¡¿Qué quieres Justin?! Porque no te entiendo... –se alejo de mí.
-¡No quiero perderte jamás Ale! –chillé, cogí su brazo y la arrastré hasta mí hundiéndola en mi cuerpo. 

viernes, 9 de diciembre de 2011

Ryan llamando.

[Narra Ale]
Abrí mis ojos despacio, la luz del atardecer entraba tímida por las ventanas abiertas de par en par. Un aire caliente entro por ellas y chocó contra mi espalda desnuda, produciendo un calor infernal en toda la habitación.
Me separé del pecho de Justin, comprobando de cierta forma que ambos seguíamos desnudos. Retiré la sábana que tan solo cubría mi pecho, me levante y me dirigí al baño.
Cerré las compuertas a mi paso, aunque Justin me había visto completamente desnuda, aunque había acariciado cada centímetro de mi cuerpo, me apetecía tener un momento de intimidad.
Coloque mi cuerpo desnudo frente al espejo de cuerpo entero que había en una de las paredes. Examine cada rasgo de este, lo acaricié. Antes de que pasara, cuando estaba con Edu, y en ocasiones intimábamos, aunque no fuera de esta forma, al terminar me sentía sucia, quizás era porque en realidad nunca me sentí cómoda con él, en fin, tampoco quiero molestarme en averiguarlo. Al mirarme en el espejo, desnuda, acariciando mi cuerpo, aún extasiado de placer, me descubría a mí misma lo feliz que me sentía, la alegría y la dicha corría de prisa por mis venas. Nada podría haber sido mejor.
Una vez más un calor abrumante recorrió i cuerpo, pero no solo porque el hecho de que recordar lo que había pasado horas atrás hacía hervir la sangre de mis venas, sino porque haría una temperatura, de cómo mínimo 25º. Salí del baño. Justin aún seguía placidamente dormido, incluso diría que roncando. Bueno, no, él no ronca. Él suspira algo fuerte.
Asomé mi cuerpo entero desnudo por las enormes puertas de cristal. A pesar de que el Sol estuviera ocultándose ya, sus rayos lograban cegarme. Contemplé la piscina, sus aguas cristalinas movidas por el aire caliente me tentaban, y el hecho de saber que era privada, completamente privada me ayudo a tomar mi decisión.
Salí así, tal cual, completamente desnuda y anduve hasta llegar al borde de la piscina. Tonteé con esta un segundo introduciendo mi dedo gordo para comprobar la temperatura. Cuando me aseguré de que tenía la temperatura ideal, sin pensármelo dos veces lacé mi cuerpo sin ropa al agua caliente.

[Narra Justin]
··· Estiro mi cuerpo desnudo enredado en las sábanas por toda la cama. De inmediato me doy cuenta de que no es normal que pueda realizar esta acción. A mi lado falta alguien. Abro los ojos e incorporo mi cuerpo de forma rápida. La busco a mí lado pero ella no está. Entonces miró al frente. La noche ha caído ya, ¿cuánto he podido dormir? Mucho, me respondo a mí mismo, muchísimo. Cierro mis ojos, y los froto con mi mano izquierda, al abrirlos nuevamente los primeros rayos lunares iluminan la larga piscina. Observo el pelo de Ale, brillante y mojado que refleja la luna. Sin pensarlo si quiera retiro las sábanas de mi cuerpo, y con cautela y sin hacer ni un solo ruido llego hasta ella. Cuando me encuentro en el bordillo de la piscina, me tiro al agua sin previo aviso. Me sumerjo al instante en las aguas calientes y cristalinas, y ahí abajo logro escuchar el intenso chillido que sale de su boca. Salgo a la superficie justo frente a ella. Me salpica y sumerge mi cabeza, al salir sin aire del agua ella ríe sonoramente y me salpica de nuevo.
-Me has dado un susto tremendo imbécil.
-Y tú a mí al no verte a mi lado. –digo serio.
-Jajaja.
-Pensé que me había abandonado.
-Jamás haré eso Justin.
Sus palabras me impulsan a atrapar sus labios en un diminuto beso, ante el que ella rie.
-¿Quieres que te diga algo gracioso de verdad? –digo muy cerca de sus labios.
-¿Qué? –pregunta curiosa.
Me acerco a su oído, vacilante, travieso.
-Estoy completamente desnudo. –susurro en este.
Ella ríe contra mi cuello produciéndome cosquillas.
Enlaza sus manos en mi cuello y se monta encima de mí. Si su peso es ya ligero de por sí y el agua lo hace más aún. Al hacer esto me hace notar que también esta desnuda. Al instante esto me excita.
-Eres una niña mala Ale. –digo pícaro contra su boca.
Intento besarla pero se aparta.
-¿Ah, sí? ¿No eres tú el malo? Que me ha secuestrado en el culo del mundo.
Río, es inevitable.
-No es ser malo. –le robó un beso.
-¿Ah, no?
-Es sur un loco, un psicópata, un maniaco, enfermo de amor.
Suelta una sonora carcajada y después besa mis labios.
Su lengua se introduce en mi boca sin permiso, sus manos atrapan mi cuello y sus piernas mi cintura. Me muevo con ella lentamente por el agua mientras compartimos besos y caricias, comienzo a excitarme, ella lo nota enseguida. Ríe en interior de mi boca y después se aleja.
-¿Te ves con fuerzas Bieber? –la forma en que pronuncia mi apellido me excita más.
Esto aumenta mi deseo de que, otra vez, ocurra.
Río sobrante, mirándola con soberbia.
-Más que antes Patterson, más que antes.
No la permito decir nada más, vuelvo a atrapar sus labios, a acariciar su cuerpo, y en cuanto ella me lo permite, vuelvo a penetrarla dulcemente. ···

[Narra Ale]
Sentí como Justin me penetraba con dulzura, procurando no hacerme daño. El hecho de tenerlo de nuevo en mi interior hizo que una corriente eléctrica recorriera mi cuerpo, mi alma en su totalidad. Se movía lentamente por el agua conmigo encima de él, haciendo así que la sensación producida por el vaivén de sus caderas aumentara con la lenta corriente del agua.

Cuando terminó, salió de mí y del agua. Una expresión de satisfacción y felicidad enmarcaba su cara. Contemple como al apoyarse en el bordillo y aplicar toda su fuerza para salir, los músculos de su espalda se marcaban y brillaban bajo la luna. Cuando salió del agua quedo descubierto su entero desnudo, por el que resbalaban miles de gotitas de agua, gotitas que delataban el placer que acabábamos de experimentar.
Se metió dentro de la habitación, y un minuto más tarde volvió acompañado de una toalla blanca en la mano y otra rodeando su cintura. La abrió entre sus brazos y me miró.
-¿Sales?
Reí, y justo después un escalofrío producido por el frío, recorrió mi cuerpo.
-Tú lo que quieres es verme desnuda.
-Eso ya lo he hecho cielo. –sonrió ampliamente.
-Pero quieres verme una vez más.
-Jajajaja, si fuera así. Te lo pediría directamente.
-Bueno, puede ser.
-Anda vamos. Si no, dejo la toalla ahí. –dijo cerrando la toalla y señalando una de las tumbonas blancas que acompañaban la piscina.
-Está bien.
Sin más dilación, me acerqué al bordillo y salí del agua aplicando todas mis fuerzas contra el bordillo para alzar mi cuerpo. Justin me envolvió con la toalla y me abrazó.
Rodeada con sus brazos entramos en la habitación.

[Narra Justin]
Ale cogió su bolsa de mano y se metió al baño. Yo cogí la mía también y me senté en la cama. La abrí y comencé a buscarme algo más adecuado para ponerme. Pero desgraciadamente, solo me encontré con vaqueros, pantalones pitillos y alguna cosa más. No se me había ocurrido meter algo para dormir. Cogí unos calzoncillos y me los puse, menos mal que el clima ahí era de 25º como mínimo. Al remover en la maleta encontré mi móvil. Lo observé un segundo, no estaba seguro de si lo más sano sería mirarlo, pero como no lo pensé detenidamente, lo cogí y comencé a mirar atento mensajes y llamadas.
30 llamadas perdidas de: Mamá.
20 llamadas perdidas de: Papa.
25 llamadas perdidas de: Scoot.
14 llamadas perdidas de: Valery.
16 llamadas perdidas de: 55032163
11 llamadas perdidas de: Kenny.
17 llamadas perdidas de: Ryan.
17 mensajes de: Mamá.
9 mensajes de: Ryan.
12 mensajes de: Scoot.
Observé el móvil asombrado. Algo en mi interior dio un vuelco, un impulso quizás. Salí corriendo de la habitación, atravesé los arbustos que cubrían el paso de la piscina con la playa no sé muy bien cómo, y corrí con el móvil hasta encontrarme pisando la tibia arena con los pies descalzos. Justo en aquel momento mi móvil sonó. Miré la pantalla.
Ryan llamando.
Mi dedo vacilo un segundo, ¿iba a cogérselo? No. No podía hacerlo, pero... Pero quizás él sí merecía saber la verdad, al menos que estaba bien.
Descolgué el teléfono y me lo llevé a la oreja.
-¿Justin? ¡Justin! –chilló tras el altavoz.
-Ryan, tranquilízate.
-Justin eres tú tío... ¿¡Dónde estás?! ¿¡Qué coño pretendías?! ¿¡Por qué cojones no cogías el teléfono?! Vas a matar a tus padres, a mí tío. ¿Ale está..
-¡Ryan, que te tranquilices o te cuelgo ahora mismo!
-Vale, vale... Pero habla.
-Estoy con Ale... –dije pausadamente. –Estamos en las Maldivas.
-¿¡En las Maldivas?! ¡Tío estás loco!
-Ryan que te relajes hermano.
-¡Hermano los cojones! Casi nos matas tío. ¿Pero tú sabes cómo está todo esto?
-No, no lo sé... –mustié.
-El mundo entero se ha movido Justin. ¿Has visto tu Twitter?
-No...
-Pues, tío... esto esta muy mal. Tu madre lo está pasando fatal, y Valery lo mismo. Tu madre llamó a la policía.
-¿¡Qué?!
-No han hecho nada, dicen que hasta que pasen 48 horas no os declaran como desaparecidos.
-Bueno, pues haz algo tío. Haz que la gente se relaje. Yo, los dos, estamos perfectamente.
-No tienes ni idea de cómo me alegro hermano, pero... ¿Cuándo volvéis?
-Ryan...
-¿Cuándo?
-Ryan, no vamos a volver.
-¡Tío! ¿Pero qué dices? ¿Cómo que no vais a volver? Tenéis que volver.
-No Ryan. Si vuelvo, me separaran de ella, y no puedo permitirlo.
-¡Justin, tu madre te necesita! ¡Todas esas chicas que están moviendo el mundo te necesitan! ¡Tu padre, tus hermanos, Scoot, yo tío! ¡Despierta hermano!
Ryan hablaba aceleradamente, y sollozos escapan de su boca.
-Ella me necesita Ryan. –conteste firme. Reprimiendo todos mis sentimientos. Todo lo que en realidad quería decirle.
-¡Y nosotros Justin! Tienes que volver.
Hubo un silencio, no supe que decir.
-¡Eres un puto egoísta Justin! –chilló al rato. -¡Un gran capullo egoísta!
-Cállate Ryan...
Una lágrima asomó por mis pupilas.
-¡No es que ella te necesite! ¡Tú la necesitas a ella mucho más de lo que ella te necesita a ti! ¡Por eso te la has llevado, para que no pueda dejarte!
-Ryan... –amenacé.
-Es la pura verdad. Eres un imbécil y no quieres verlo. ¡Solo estás buscando tu felicidad! Ni si quiera buscas la de ella. ¡Solo tu puta felicidad!
-¡Que te calles Ryan! Eso no es así. Tú no lo entiendes.
-Sí lo entiendo Justin, lo entiendo perfectamente. ¡Él que no entiende una mierda de nada eres tú! Que te vas y nos dejas a todos sin saber nada por ella. ¡Eres un cabrón egoísta Justin!
Mis ojos habían permitido que lágrimas, que mi corazón había intentado retener, salieran poco a poco de mis lagrimales hasta resbalar por mi cara.
-¡No tienes una puta idea de nada Ryan! –chillé casi dejándome los pulmones.
Y antes de darle oportunidad de que respondiera, lancé el móvil lo más lejos posible hasta que se hundiera en las profundas aguas del océano Índico.
-¡¡Justin!! –chilló alguien justo después.
Miré hacia atrás. Ale se acercaba corriendo, ya vestida. 

domingo, 4 de diciembre de 2011

La persona más feliz del mundo.

[Narra Ale]
··· Observo la magnífica habitación con la boca abierta. Dejo caer la bolsa de mano que lleva conmigo casi 18 horas y comienzo a dar paso inseguros por el cuarto. Justin me sigue, me giró para mirar su expresión de satisfacción y orgullo.
Todo es tan... tan perfecto. Las sábanas de color azul turquesa, blancas y doradas de la cama, que se encuentra justo en medio de la habitación, combinan armoniosamente con las paredes chocolate de esta; al igual que con las blancas y translucidas cortinas, que justo en frente de la cama, cubren unas enormes puertas de cristal que al abrir dan a una piscina rectangular exclusiva de la habitación. Al ver esto mi boca se abre más, vuelvo a girarme buscando la cara de Justin, en ella hay dibujada una enorme sonrisa. Pero aún no digo nada, sigo andando. Voy hasta el baño, que no es menos impresionante. Ducha, bañera, abierto de par en par a la habitación, y al fondo una puerta que da hacia la playa.
Es simplemente alucinante. No quepo dentro de mi asombro.
-¿Qué te parece?
Me giro despacio hasta encontrarme con su cara.
-¡Es impresionante, genial, me encanta!
Ríe, y yo me tiro a sus brazos.
-Me alegro de que te guste. –susurra contra mi oído.
-Más que eso. –digo contra su oído igualmente.
Me separó de el y beso su mejilla.
-Te amo. –pronuncio pausadamente.
-Te amo. –responde.
Se acerca a mí y pega su cuerpo contra el mío, acaricia mi rostro suavemente.
-Eres preciosa.
Río nerviosa, no sé porque lo estoy. Pero lo estoy.
-Te amo. –repito esta vez contra el filo de su boca.
-Lo sé... –dice quedo.
Se acerca más, vacila, y entonces funde nuestros labios en un beso que empieza como tierno, pero poco a poco se va tornado a otro más apasionado, fogoso.
Y en ese momento me doy cuenta del motivo de mi nerviosismo. Estamos solo, juntos, en el culo del mundo, somos adolescentes y nos deseamos mutuamente. Mi miedo es obvio. Quiero que pase, es la situación perfecta, pero no puedo evitar tener miedo ahora. Ahora que de verdad veo que va a ocurrir. ···

[Narra Justin]
··· Mi lengua baila con la suya en un baile de gala. Se mueven al compás, compenetradas. Comienzo a entusiasmarme más, sé que va a pasar, tiene que pasar. Es el momento, no hay nada en nuestra contra. Hoy los planetas se han alineado y el sol que ha salido ya, nos suplica que lo hagamos cegándonos con sus primeros rayos mañaneros. La elevó por los aires y ella ríe contra mi boca. Suspiro. La amo; y ver su sonrisa contra mis labios me hace darme cuenta de lo mucho que lo hago.
La llevó hasta la cama, y ahí la tumbo con suavidad, casi colocándola. Su ligero peso me lo permite. Me tumbo yo también, colocándome sobre ella. Suspira y yo río. He comenzado a ponerme nervioso, me estoy dando cuenta de lo que va a ocurrir. Es justo lo que quiero, y lo que supongo que ella quiere también. Pero ahora, es tan real. Ahora va a pasar. Tengo que relajarme. Mientras este con ella saldrá bien.
Acaricio su pelo con ternura, bajo por su espalda y ahí dejo mis manos. Ella imita mis movimientos. Al parecer, de pronto, a los dos nos da miedo dar el primer paso, pero alguno tiene que hacerlo. Y creo que voy a ser yo, ¿Por qué  no? Bajo más mis manos, llego a su trasero y lo aprieto un poco haciendo que su cuerpo se junte más a mío si es posible. Empiezo a bajar mi boca por su cuello, proporcionándole a este pequeños besitos que erizan su piel. Ella ignora mi trasero y pasa directamente hasta mi torso. Cuela sus manos en el diminuto hueco que hay entre nuestros cuerpos e introduce sus manos el interior de la camiseta. Acaricia mis abdominales, sus manos están frías y mi cuerpo caliente. Eso me excita. Mi miembro ha comenzado a crecer bajo mis pantalones y ella lo nota. Suspira ante el contacto de este con su feminidad. A pesar de estar completamente vestidos, nuestros roces y besos nos han excitado ya bastante.
Necesito hacerlo, necesito hacerlo ya. Su cuerpo, sus caricias, su boca, ella en sí me provoca más y más deseos de que ocurra. Necesito sentirla mía, mía  en todo el sentido de la palabra. Necesito sentirme dentro de ella, y necesito hacerlo ya.
Dejo de besar su cuello para comenzar a desnudarla, despacio, sin prisa. Me apetece verla entera desnuda, pero no por ello tengo que estropear este perfecto momento, y tampoco quiero que de pronto, por un casual se sienta incómoda.
Quito su camiseta con ternura, y ella hace lo mismo con la mía, reímos ante nuestro gesto idéntico y volvemos a los labios del otro. Comienzo a acariciar sus pechos, siempre me han encantado. Son perfectos, como toda ella. Nos son enormes, pero tampoco excesivamente pequeños. Tienen el tamaño perfecto, en definitiva están hechos para ella. En sí misma no hay nada de su cuerpo que desentoné, todo esta meticulosamente elaborado.
Esta vez es ella quien baja su boca a mi cuello, dando dulces besos por este, erizando mi piel, que ahora arde. Sin poder contenerme más, bajo mi mano hasta su entrepierna. Ahí empiezo a acariciarla y ella a soltar ligeros gemidos por esa perfecta boca que se encuentra pegada a mi cuello, esto me excita aún más. Mi miembro crece más y más; al estar mi mano entre este y su sexo, soy quien nota como crece, pero, quiero que sea ella quien lo haga. Así que aparto mi mano y la llevo hasta sus pechos a su vez que vuelvo a pegar mis labios con los suyos. Inmediatamente Ale nota mi erección creciente por segundos. Ríe nerviosa en el interior de mi boca, produciéndome cosquillas. Me separo, la miro con ternura y ella se sonroja. Sin pensármelo, bajo hasta sus vaqueros y comienzo a desabrocharlos. Ella repite la operación con los míos y cada uno se deshace de sus respectivos pantalones.
Ahora estamos semidesnudos, besándonos tiernamente, pero a la vez con pasión, no sé muy bien como se explica eso. Solo sé que es así. Pero necesito más, no es solo mi cuerpo quien me lo pide, mi corazón también lo hace. Llevo mis manos hasta su espalda y las dejo en el broche de su sujetador, quiero desabrocharlo, pero temo su reacción, no quiero que se sienta presionada. Vacilo con el, cuelo uno de mis dedos en el interior y lo saco, ella ríe.
-Hazlo. –dicen convencida mientras mira mis ojos.
La obedezco, con maña abro el broche de su sujetador, después llevo mis manos hasta sus hombros y con delicadeza bajo los tirantes. Me alejo un poco para poder ver mejor su cara, y entonces lo hago. Me deshago de su precioso sujetador negro de encaje que antes cubría su pecho y ahora lo ha dejado libre. Lo dejo caer junto a la cama, los miro, ella se sonroja. Son perfectos, justo como me imaginaba que serían desnudos. Vuelvo a besar sus labios, bajo por cu cuello y finalmente me encuentro besando sus redondos y firmes pechos, que me han hecho arder. ···

[Narra Ale]
··· Siento su intensos besos sobre la tersa piel de mis pechos. Me siento tan a gusto, en un principio temí como sería estar desnuda frente a él, pero ahora no me importa. Parece gustarle, en realidad siempre lo he sabido, pero adoro que me lo demuestre.
Poco a poco sus labios van bajando hasta llegar a mi torso, alza la cabeza buscando mi mirada, sonríe y yo hago lo mismo. Mis nervios se han esfumado, ahora mismo lo único que deseo, lo único que necesito es sentirme suya, tenerle dentro de mí.
Sigue trazando con su boca una línea de besos que llegan hasta mi ombligo, allí se detiene. Me mira divertido, río pícara. Pero no me complace, aún no. Pero no me importa, no tengo prisa por que suceda. Sube su cuerpo hasta juntar una vez más nuestros labios. Introduce su lengua en mi boca, juega con la mía. Su mano derecha se ha posado sobre mi pecho, lo acaricia. Su mano izquierda ha bajado hasta mis bragas. Juega con ellas, separa el elástico de mi piel y lo suelta, hace ademán de bajarlas pero no lo hace.
Finalmente me decido a hacerlo yo, quiero sentirle desnudo sobre mi cuerpo. Totalmente desnudo. Bajo mi mano, firme, hasta su entrepierna y ahí me encuentro con su miembro, llevo notando en todo momento como crecía, pero no me había imaginado que lo hubiera hecho tanto. Lo acaricio por encima de la tela de sus boxers negros. Un gemido entrecortado por mi boca sale de la suya. Río inevitablemente contra esta.
Se separa, me mira con deseo. Los dos sabemos que va a ocurrir, ambos queremos que pase ya, también lo sabemos. Pero por nada del mundo estropearía este momento. Está siendo especial.
Aún no he introducido mi mano en sus boxers, me gusta provocarle, como hace él conmigo. Y sé que a él también le gusta este juego. Su miembro sigue creciendo bajo mi mano, y eso me excita a la vez que me tienta, me tienta a desnudarlo a entero; a comprobar en totalidad su perfección. Y no puedo más quiero hacerlo, así que con cuidado y despacio comienzo a bajar sus boxers. Justin se separa de mi boca para dirigir su mirada hasta mi mano, busco sus ojos, y al encontrarlos, de pronto no veo más que miedo en ellos. Pero eso no me detiene; bajo sus calzoncillos hasta sus muslos, haciendo que su miembro recto quede fuera. Lo miro, su tamaño en principio me abruma, pero un segundo después me excita. Alzo la cabeza. Él también lo mira, parece avergonzado, pero no lo entiendo. Es perfecto, enteramente perfecto. Llevo mi mano hasta su barbilla y la elevo con facilidad.
-¿Cielo? –mira mis ojos fijamente. -¿Estás bien?
-Mejor que nunca. –contesta.
Sin darme tiempo a proferir una palabra más, se lanza a mis labios y los atrapa en un dulce beso. No me hace falta mirar sus ojos para ver que el miedo ha desaparecido, este ha sido ha sustituido por el frenesí y la pasión, lo noto en sus besos que me excitan cada vez más al igual que notar su miembro grande sobre mi sexo que aún es cubierto por la fina tela de mis braguitas.

[Narra Justin]
··· Me deshago con facilidad de mis calzoncillos y los dejo caer junto a la cama. Mi miembro pulsa contra su feminidad haciendo que ella se excite más. Y entonces veo que es el momento, no lo era antes, pero tampoco lo será después. Bajo mi mano hasta sus braguitas, tiro de su elástico, vacilante como antes, pero esta vez comienzo a deslizarlas hacia abajo por su suave piel. Ella se separa de mis labios y me mira con una sonrisa en la cara. Esto me anima a seguir y finalmente me deshago de ellas.
Mi cuerpo desnudo sobre ella. Su cuerpo desnudo bajo el mío. No hay situación más perfecta. Es el momento.
Bajo mi mano con cuidado por sus pechos, los recorro, después su cintura, continuo mi recorrido hasta encontrarme con su feminidad, paso mi mano, acariciándola, ella gime. Sigo por sus piernas. Intento aprender de memoria cada una de sus curvas, cada rasgo físico de su anatomía. Mis manos vuelven arriba, hasta su cara. Me separo de ella y la miro a los ojos, sonríe tímida, yo río. Acaricio con la yema de mis dedos los rasgos de su cara. Ríe nerviosa. Pone su mano derecha sobre mis labios, los abre ligeramente, recorre mi barbilla y llega has mi cuello. Ahí comienza hacer disimulados circulitos sobre mi piel mientras yo sigo acariciando sus rasgos faciales.
-Justin... –suspira.
-Ale... –digo con ternura.
-Hazlo.
No digo nada, sé a lo que se refiere, pero el miedo ha vuelto a apoderarse de mí.
-Hazme el amor Justin. –dice casi suplicante.
Sus palabras retiran mi miedo. Estoy decidido, ambos lo estamos.
Apoyo mis manos junto a sus hombros, elevo todo el peso de mi cuerpo, separándolo unos centímetros así del suyo. Y entonces, cuidadosamente, despacio, con ternura, como si fuera de cristal y pudiese romperse en mil pedazos debajo de mí, entro en ella.
Un gemido ahogado sale de su boca, y un suspiro sin permiso sale de la mía. Una extraña sensación recorre mi cuerpo de pies a cabeza, el mayor placer que he sentido en toda mi vida, es como volar. Mi miembro ahora pulsa dentro de ella, y otra sensación no tan agradable me recorre este, como escozor, pero a pesar de ello no salga de su interior. Instintivamente cierro los ojos un segundo. Al abrirlos busco los suyos. Me mira fijamente, sus ojos brillan, pero no solo por el deseo, lágrimas asoman en ellos. Intento separarme de ella pensando que la estoy haciendo daño. Pero Ale me lo impide.
-No... –dice firme. –Sigue.
-Pero, te hago daño.
-No, no lo estás haciendo. –hace una pausa. –Me estás haciendo la persona más feliz del mundo Justin.
La realidad de sus palabras me abruma.
-Te amo. –digo acercándome a su oído.
Beso su mejilla y después sus labios. Tras esto, comienzo a moverme lentamente sobre ella, mientras su lengua baila con la mía en el interior de nuestras bocas.
Mi cuerpo se mueve despacio sobre el de ella, no quiero hacerle daño, el escozor ha desaparecido, ya solo queda lo otro, que se intensifica a cada vaivén de mi cadera. Ella ha comenzado a gemir algo más fuerte y eso me está excitando más y más. Creo que estoy apunto de tocar el cielo, sino es que lo estoy haciendo ya. Mi velocidad aumenta y a ella le gusta. Bufa y gemidos mezclados con suspiros salen de mi boca. De pronto siento que mis ojos se han humedecido también. ¿Estoy llorando? Sí, lo estoy haciendo. Pero no me avergüenzo, mis  lágrimas, al igual que las suyas son de felicidad.
Sigo con el movimiento de vaivén que a ambos nos produce tanto placer sigo sin parar un segundo, a un ritmo considerablemente lento. Y justo en ese instante, siento como voy a hacerlo. Como estoy apunto de llegar al clímax, al orgasmo. No hay nada que pueda detenerme ahora. Casi instintivamente mis caderas apresuran el vaivén, ella gime, al igual que yo. Aprieto las sábanas, llevo mi mano hasta su pelo, enredo ahí mi mano, suspiro, y entonces, entonces no puedo más. Llego al orgasmo, siento como mis fluidos corporales salen de mi miembro recorriendo todo su interior. Parece que ella lo siente también, porque  un instante después, puedo sentir como un orgasmo recorre en su totalidad su cuerpo entero. Araña mi espalda ligeramente y un fuerte suspiro, diría casi chillido sale de su boca.
Separo mi cara de la suya, la miro, nuestros ojos brillan. Acaricio su cara.
-Justin... –dice fatigada.
-Te amo Ale.
Después, salgo de ella y dejo caer mi cuerpo cansado junto al suyo. Ale se pega a este y acomoda su cabeza en mi pecho, seguidamente, ambos cerramos los ojos. 

Maldivas.

Miré la hora, más de la 1:30.
Antes de salir de esa casa tenía que comprobar que todos estuvieran dormidos, así que eso hice. Salí de mi habitación y fui comprobando cuarto por cuarto que todo estuviera en silencio y cada uno en su correspondiente habitación; cuando estuve seguro de ello volví a mi habitación y saqué de debajo de la cama la mochila que antes había metido ahí, busque las llaves de mi coche y volví a salir de mi habitación, pero esta vez en dirección a la habitación de Ale.
Llamé a la puerta quedamente, pero no obtuve respuesta, así que decidí entrar. Para mí sorpresa no pude ver a Ale por la habitación, hasta que me percaté de que la puerta de su baño estaba cerrada, imaginé que estaba dentro, y entré sin pensármelo.
Se miraba al espejo, atenta, y cuidadosamente se tocaba el labio partido.
Me acerqué a ella con cautela, y coloqué mis manos en su cadera, besé su mejilla y ella río.
-¿Qué te queda?
-Nada, ya esta... –sonrío, dejándome ver sus blancos dientes reflejados en el espejo.
Llevé mi mano izquierda hasta su barbilla, subí hasta su labio y lo acaricié con ternura; pero a pesar de ello se quejó.
-Lo siento.
-Tranquilo, no eres tú quien debe de sentirlo.
No dije nada, no supe que decir. Con la otra mano que permanecía en su cintura la giré hasta que quedara de frente a mí.
-¿Sabes? –negó. –Te da un toque agresivo, sexy.
Rió por lo bajo.
-Me dejas más tranquila. –dijo irónica.
No respondí, en vez de eso besé sus labios tiernamente, pero ella volvió a quejarse.
-¿Tanto te duele?
-Escuece.
-Es que yo ardo. –dije chulo.
-Bobo. –me empujo ligeramente.
-Anda vámonos. –dije cogiendo su mano y saliendo del baño.

[Narra Ale]
Salimos con cuidado de la casa, yendo él delante para guiarme el camino y arrastrando un poco de mí al tenerme cogida de la mano.
Echas las bolsas en los asientos de detrás y ambos montamos el coche, estaba ansiosa, quería saber a dónde íbamos, pero también estaba agotada, necesitaba dormir.
Me recargué en el asiento, y cerré los ojos, escuché como arrancaba el motor y salía del garaje.
-¿Nerviosa? –preguntó sugerente.
-Algo... –contesté sin abrir los ojos.
-Pues no lo estés. Ya verás como va a ser genial.
-Pues si me dijeras dónde vamos... –le miré por el rabillo del ojo.
Rió.
-Es una sorpresa.
-En cuanto lleguemos al aeropuerto lo sabré.
-Bueno, vale... Pero yo no pienso decírtelo.
-Eres malo Justin...
-Te equivocas, soy genial dando sorpresas.

Bajamos del coche con nuestro ligero equipaje y anduvimos hasta las puertas de abordaje, al llegar a la que nos correspondía nos sentamos a esperar.
-¿Vas a decírmelo?
-Averígualo.
Miré a mí alrededor en busca de algo que respondiera mi pregunta, hasta que por fin encontré una pantalla con los vuelos de las 3 siguientes horas. Lo examiné atenta. Había varios sitios que habían llamado mi atención, pero aún no lo sabía con certeza.
-¡Qué te peten Justin! –dije enfadada.
-Jajaja, si lo haces tú no me importa. –dijo esto último contra mi oído y muy suavemente.
Puse mi mano en su pecho y le aleje de mí.
-Te quiero... –después besé sus labios discretamente.
-Te amo. –terminó él.
Después me acurruqué entre el banco y sus piernas formando un ovillo con mi cuerpo.

-Ale... Ale, cielo. –su dulce voz resonaba en mi cabeza.
Sentí como acariciaba mi pelo.
-Venga vamos, despierta, movió su pierna hacia arriba sacudiéndome la cabeza.
Abrí los ojos y me incorporé exaltada.
-¿Qué ocurre?
-Ya es la hora, hay que embarcar.
-¿Me he quedado dormida?
-Sí, pero vamos.
Froté mi cara y finalmente me levanté, cogí la bolsa de mano y nos dirigimos a la puerta de embarque.
Justin sacó su móvil y al llegar al mostrador le entrego este a la chica que atendía.
Ella le sonrió de forma afirmativa y le devolvió el móvil.
-Disfruten del viaje. –dijo ella antes de alejarnos.
Justin y yo entramos al bien cumpliendo el resto de protocolos, y una vez en el interior de este una azafata nos llevó hasta nuestros sitios.
Desde luego se había dejado una pasta, eran asientos de primera clase, y que clase... Eso parecía un Pub privado en vez de un avión.
Nos acomodamos en los asientos y una vez más volvimos a esperar a que el resto de pasajeros embarcaran para poder despegar.

[Narra Justin]
La miraba atento, embobado, contemplando cada uno de sus rasgos faciales. Era tan apacible mientras estaba dormida. Me transmitía tranquilidad, paz... Verla dormir era el mejor “chill-out” que alguien podría practicar, y por suerte, soy yo el único que puede practicarlo.
Acaricié lentamente su cara, recorriendo cada centímetro de esta. Suspiró entrecortadamente y movió su cuerpo dándome la espalda, haciendo que dejara de mirarla. En cierta forma me decepcionó, mi “chill-out” había terminado.
Retomé la lectura del libro que tenía entre las manos, con la intención de que el vuelo pasara más rápido.
Pero de pronto, algo se accionó en mi interior. Algo de lo que no me había preocupado en ningún momento, ni tan siquiera se me había pasado por la cabeza.
Ellas. Cada una de las millones de beliebers a las que estoy abandonado. Ellas, que me han apoyado desde el primer momento, que han estado ahí siempre que las he necesitado, que han creído siempre en mí... ¿Cómo voy a hacerles eso? Voy a abandonarlas, a dejarlas, a desaparecer así sin más... ¡¿De verdad voy a hacerlo? Sí, de verdad. No puedo hacer otra cosa, no quiero otra cosa. Ellas han sido mi vida, por quien cada mañana me levantaba... Y en cierto modo lo han seguido siendo siempre, pero ahora está Ale, ella es el motivo de mi felicidad, de mi existencia. Sé que lo he repetido miles de veces, pero la amo, y sin ella no podría seguir mi vida, en ninguno de los sentidos. Simplemente sería incapaz. Por eso debo de hacerlo, me dolerá dejarlas, les dolerá a ella, pero me entenderán. Tienen que hacerlo. Tienen que entender que el amor es lo más grande que hay... Pero, estoy siendo un egoísta. Tan solo estoy pensando en mí, en lo que quiero yo y en cómo hacerme feliz a mí mismo. No pienso en mi madre, mis hermanos, mi padre, Scooter, no pienso en nada más que en mí mismo. Pero no puedo evitarlo. A ella le daré todo, todo y a costa de quien o lo que sea. No me importa. Sé que ella también es feliz a mi lado, sé que me ama. Lo que quiere es a mí, y yo a ella. Negárselo también sería egoísta. Y con ella no voy a serlo. Pero aún así voy a ser justo. Se lo debo a ellas.
Saqué mi móvil y abrí el Twitter, no me molesté en mirar menciones ni mierdas, sabía lo que iba a hacer.

[Narra Ale]
Creo que no había dormido tanto desde hacía mucho tiempo. Agradecí que los asientos hubieran sido de primera clase, ya que sino, hubiera tenido la espalda fatal.
Levanté la maga de mi camiseta para mirar el reloj, las 18:00, hora de Atlanta, llevábamos 14 horas viajando, y en estos momentos mi padre y mi madre tendrían que estar subiéndose por las paredes, pero no me importó. Esto había sido su culpa.
Una azafata pasó por mi lado y la detuve.
-Necesita algo señorita. –preguntó educada.
-Sí. –sonreí. –Querría saber cuánto queda...
-Ah, aterrizaremos en menos de una hora.
-Genial, gracias.
-¿Necesita algo más?
-¿Qué hora es aquí?
-¿Perdone?
-Sí, la hora local de Maldivas.
-Ah, sí, sí. Son las 4:30. Llegaremos antes de las 5:30.
-Gracias.
La azafata asintió amablemente y después se marchó.
Me giré para mirar a Justin, estaba pacíficamente dormido, pero me percaté de que en su regazo estaba su móvil, lo cogí con intención de guardarlo. Pero el ver su Twitter abierto llamó mi atención y sin poder evitarlo eché un vistazo.
Solo quiero decir un par de cosas, la primera que lo siento, no es vuestra culpa, siempre os he amado y siempre lo haré”.
“El amor lo puede todo, vosotras lo sabéis mejor que nadie, y yo la amo. Una vez más lo siento. Por favor no me odiéis”.
“Ah sí, lo siento mamá... Lo siento Scooter. Lo siento papá, lo siento Jaxon y Jazzy. LO SIENTO MUNDO. Os amo”.
Al cerrar su Twitter me encontré con las miles de llamadas perdidas de su madre, de Scooter, de su padre, de Kenny, de Ryan, incluso de mi madre.
Me sentí inmensamente culpable, él estaba dejando su mundo por mí, estaba dejando su vida, y aunque yo lo había hecho antes por él, no tenía ni punto de comparación. Hay gente que vive por él, y yo se lo estoy arrebatando. ¿A caso es justo?
No, no lo es. Cómo va a ser eso justo. Él no es el egoísta, lo soy yo. Nadie más que yo. Esto no puede ser, no puedo dejar a una parte del mundo sin la persona a quién aman. No puedo quitárselo a su madre. No puedo ser tan inmensamente egoísta. Simplemente no puedo. ¡Pero es que le amo! Le amo más que a mi vida, daría lo que sea por él. Pero, ¿él será feliz dejando su pasión atrás? Dejando todo por mí no será feliz. No lo será, lo sé. Sé que me ama, soy conciente de ello, pero no podrá vivir sin lo que es su vida, su vida de verdad. Su lugar está en Atlanta, junto a su madre y Scooter, su lugar está junto a esas millones de beliebers que le apoyan día a día. Y yo le amo sí, pero amar es saber dejar ir a una persona cuando es necesario.

[Narra Justin]
Sentí su mano en mi hombro, me sacudió y yo me giré para mirarla, abrí los ojos y esbocé una gran sonrisa.
-Vamos, hemos llegado.
-Menos mal. –dije entusiasmado.
Sonrió, no parecía estar tan entusiasmada como antes de subir al avión.
-Vamos, venga. –se levantó.
Salí tras ella y cogí nuestro único equipaje de la parte del compartimento superior.
-Vamos. –sonreí ampliamente.
-Te quiero. –besó tiernamente mi mejilla.
Después cogió mi mano y salimos del avión así. Cogidos de la mano, apretándola fuertemente, demostrándonos mutuamente la fuerza del otro.

Al llegar a la terminal la humedad de la isla de las Maldivas nos invadió brutalmente.
-¡Qué calor! –dijo.
Sonreí.
-¿Y Ahora? –preguntó.
-Pues, a coger un taxi.
-Pues vamos. –dijo está vez llena de energía y entusiasmo.
Apretó mi mano más fuerte aún si cabía y salió corriendo, tirando de mí bruscamente.
Corrimos sin parar de reír estúpidamente hasta encontrar algo parecido a lo que fuera una “parada” de taxis.
-Justin, ¿aquí hablan inglés?
-Estás de coña... El inglés se habla en todos sitios, Ale. –dije con chulería, orgulloso de mi idioma. –En algunos mejor, en otros peor, pero se habla.
Rió ante mi comentario, después buscamos un taxi libre y montamos.

-¿Cómo es el hotel? –preguntó curiosa.
La miré, se había apoyado suavemente sobre mi hombro descansado la cabeza y el resto del peso de su cuerpo ya que el taxista nos había dicho que el hotel quedaba un poco lejos.
-Eh... –insistió.
-Pues, un hotel. –respondí obvio.
-Muy gracioso. –dijo sarcástico.
-Ya lo verás Ale, no seas ansiosa.
Acaricié su pelo y ella se separó para mirarme, hizo un puchero y volvió a suplicar.
-No diré nada, lo verás por ti misma.
Hizo otro puchero, después recuperó su postura anterior. 

jueves, 1 de diciembre de 2011

Autocontrol.

[Narra Ale]

Le miraba atenta, sin apartar un segundo mis ojos de los suyos. Conforme iba contándome lo sucedido mi cara dibujaba una expresión diferente, y mi mente iba creyéndose sus palabras al igual que había hecho mi padre. Definitivamente, era un gran actor.
Tras terminar de hablar entrelazó nuestras manos.
-Ale... –dijo en un susurro.
-Justin... –dije igual que él.
-¿Estás segura de que quieres hacer esto? –preguntó como si temiera mi respuesta.
-¿Me estás vacilando? –dije levantándome de la cama.
Me miro un segundo, atento, sin apartar sus ojos miel de los míos.
-Justin Drew Bieber Mallette. –me acerqué a él de nuevo, despacio. –Eres el único ser sobre la faz de la Tierra por que sería capaz de hacer cualquier cosa, cualquiera. ¿Me oyes? Iré contigo al fin del mundo, con tal de que nadie me separe de ti.
Río, pareció que mis palabras le causaban gracia.
-¿Dónde quieres ir?
-Sorpréndeme. –me alejé de él.
-Está bien.
Se levanto de la cama.
-Tal vez vengan a hablar contigo, no lo sé. Reacciona según lo que te he contado según veas, confío en ti. Al fin y al cabo, eres Premio Oscar Mejor actriz revelación 2011, ¿no?
Sonreí, no pude evitarlo.
-Claro, claro que lo soy.
Esbozo una gran sonrisa, como él solo sabe, después salió de la habitación sin hacer mucho ruido.

[Narra Justin]
Me metí en mi habitación enseguida, prefería no encontrarme con Federico.
Al entrar cogí una mochila de deporte, y comencé a meter lo que necesitaría para tres o cuatro días como mucho: calzoncillos, pantalones, camisetas, desodorante, cepillo de dientes, la pasta, colonia, y lo más importante, mi cartera. Al terminar encendí mi ordenador y comencé a buscar agencias de viaje. Quería que la sorprendiera, pero un lunes a las 11:00 de la noche, iba ser un tanto difícil encontrar un sitio que realmente pudiera sorprenderla. Necesitaba encontrar algo rápido, para las 5:00 de la madrugada como muy tarde, y algo donde a nadie se le pasara por la cabeza buscarnos, pero tampoco nada cutre. ¿Pero qué coño podía conseguir a esas horas de un lunes por Internet y para esta madrugada? Pensé en pedirle ayuda a Scooter, pero me echaría un sermón enorme y terminaría por no ayudarme, sé que no me delataría, eso jamás, pero no me apetecía que nadie me sermoneara. También pensé en mi padre o Kenny, incluso Ryan, pero realmente no podían hacer nada. El único que podía hacer algo, era alguien, algo más poderoso que yo, un hermano, él, que siempre está ahí para todo, él tenía que ayudarme.

[Narra Ale]
-¿Ale? –pregunto la grave voz de mi padre. -¿Puedo pasar?
No me dio tiempo a contestar cuando mi padre había abierto ya la puerta de mi habitación. Me había metido en la cama, y había cubierto mi cuerpo entero con las sábanas, impidiendo ver que estaba vestida.
-Ya estás dentro. –contesté resignada.
Se dirigió hasta mi cama y se sentó en el borde, casi a punto de caerse, me miró atento un momento y después observó la habitación meticulosamente.
-Que bonito te ha puesto esto Pattie. –sonrió.
Le miré atónita, ahora hacía como si no hubiera pasado nada, muy típico en él, en realidad no sé ni por qué me sorprendió.
-¿Qué quieres papa? –pregunté resignada.
-Que hablemos, cielo. –guardé silencio esperando que continuara. –Hija, lo siento. Siento haberte pegado.
Seguí en silencio, y es que no sabía que decirle, ¿qué lo sentía? Pues que lo sienta, me había pegado, delante de Justin, incluso podría decirse que me había humillado. En ese momento lo único que quería era chillarle y echarle de mi habitación, pero no debía de hacer eso. Debía de mantener la calma, estar serena, solo para que él se quedara tranquilo. Para que creyera que mañana temprano estaría sentada junto a él en un avión de vuelta a casa.
-Supongo que está bien, no pasa nada. –dije falsamente.
-Yo, yo no quería Alejandra. –hizo una pausa. –Actué mal, fue un impulso, pero tienes que entenderme cielo.
Volví a guardar silencio, no tenía nada que decir, o más bien, no tenía nada que decir, que el debiera escuchar. Me daba igual que me pidiera perdón 20 mil veces, me daba absolutamente igual.
-Papá, no pasa nada en serio. –dije sonriendo ampliamente. –Te quiero, y ahora he visto que tienes razón. Hemos sido unos críos.
-Yo solo quería que vieras eso pequeña, solo eso. –dijo convencido de sí mismo.
-Y ahora lo he hecho papi. –dije de la forma más falsa habida y por haber.
Pero mi padre no se dio cuenta, empezaba a creer que realmente me merecía ese Oscar, o bueno, que mi padre era idiota.
-Te quiero mi pequeña, yo solo quiero protegerte. –sonreí.
-Y eso haces papá.
Se levantó y besó mi frente con ternura.
-Ahora descansa, que mañana tenemos un largo viaje por delante.
Tan solo me limité a asentir, mi padre se alejó y se dirigió hasta la puerta, pero antes de salir volvió a mirarme.
-Espero que esa estrellita no te haya mucho daño eh cielo, porque le partiré la cara.
Sus palabras rebotaron en mi cabeza como una pelota de pin pon. ¿¡Estrellita?! ¡¿Hacerme mucho daño?! No le conocía para nada, Justin no era una “estrellita” yo no soy un capricho para él. Y ¿daño? Él único que me estaba haciendo daño era él, pero en vez de soltarle todo eso, que era lo que quería decirle, me limité a asentir con una mirada de cordero degollado.
-Tranquilo papi, ya me he encargado yo.
Mi padre no dijo más, salió de mi habitación y cerró la puerta.
No sé como se había tomado el “me he encargado”, en fin, él sabrá lo que quiera pensar.

[Narra Justin]
-¿De verdad tío?
...
-Te agradeceré esto toda la vida Usher...
...
-Tú me entiendes, gracias hermano.
...
-Claro que estoy seguro.
...
-No, y espero que no lo sepa nadie.
...
-Por eso te lo cuento a ti.
...
-Sí, sé que es una locura, pero la amo.
...
-Exactamente, lo sé.
...
-Solo con mensaje, ¿no hace falta imprimirlos?
...
-Repítemelo por favor. –dije mientras cogía un Boli y una hoja para apuntar.
...
-Vuelo AL76290M, Asientos de primera clase 123 y 124 ¿no?
...
-¿Cuatro de la mañana?
...
-Vale ya está.
...
-¿Qué?
...
...
-Sí, estoy seguro de que le encantará.
...
-No lo había pensado, tampoco me llamaba mucho la atención, pero si dices que está bien.
...
-Vale, vale, te haré caso.
...
-Serás tú quien tenga que pasar a vernos.
...
-Vale, te echaré de menos hermano.
...
-Te llamaré, sí.
...
-Te quiero.
Colgué.
Eché el móvil en la cama y me quedé mirándolo; este no tardó en volver a sonar, era el mensaje, lo leí una vez más, comprobando que los datos fueran correctos. Al terminar de leerlo lo eché en la mochila que había preparado, asegurándome que no fuera a olvidarlo. Después, decidí darme una ducha, quería estar fresco, y necesitaba despejarme, antes de meterme en el baño, escondí la bolsa debajo de mi cama, por si a mi madre, Valery o quien fuera se le ocurría la idea de hacerme una visita.

El agua caliente deslizaba lentamente por cada milímetro de mi piel, produciéndome una sensación relajante en todo mi cuerpo. Estaba consiguiendo mi objetivo, pero a pesar de ello, no pude evitar pensar en lo que estábamos apunto de hacer, era una locura, sí. Probablemente la mayor de todas, con diferencia, pero no me importaba. Si ella estaba dispuesta a todo, yo lo estaría aún más. De pronto la tranquilidad de mi ducha y el fluir de mis pensamientos se vieron interrumpidas por la voz de mi madre.
-¿Justin?
-¡Estoy en la ducha mamá!
-Está bien, te espero fuera.
No respondí, en vez de eso aceleré mi ducha y dije adiós a mi “chill-out”.
Al salir de la ducha, con la toalla enrollada en el cuerpo como era mi costumbre, mi madre estaba sentada en la cama, esperándome.
-¿Qué ocurre? –pregunté secándome el pelo, me miró atónita.
-Hijo, ¿me preguntas a mí que qué ocurre?
-Sí, qué quieres. –pregunte indiferente, como si no supera de qué me hablara.
-No soy yo el que hace unos minutos ha renunciado a lo que según decía “más amaba en la vida”, así que me pregunto yo qué te ocurre a ti.
-Bah, eso... –los ojos de mi madre se abrieron más.
Yo intentaba permanecer sereno, no podía dejarme llevar los mis verdaderos sentimientos en aquel momento; suspiré y busqué en mi cajón unos calzoncillos, me los puse con aún la tolla en mi cuerpo y después me deshice de ella para colocarme junto a mi madre.
-No es nada, es solo que bueno... Federico tiene razón.
-Justin, ¿realmente crees eso?
¿Qué? Pues claro que no, es obvio que no lo creo, ¿pero que podía decir?
-Sí, es así. –le mentí.
Odio mentir a mi madre, pero no me queda otra opción.
-En ese caso, creo que no tenemos nada de que hablar. –se levantó.
-¿Qué?
-Me has decepcionado hijo, y mucho. Nunca te he educado para que vivieras tu vida a base caprichos, y ahora esto... No me lo esperaba. –no dijo nada más, salió de la habitación en silencio.
¿Qué yo la había decepcionado? No sería en todo caso al revés, ella tampoco había hecho nada, ni tan si quiera me había mostrado su apoyó, si es que me apoyaba. Además como podía pensar que Ale es un capricho...
La frustración y la rabia me invadieron, haciendo que por un segundo perdiera el control y le diera un sonoro puñetazo a la pared.
-¡Joder! –chillé.
Volví a recuperar el control sobre mí mismo, y decidí terminar de vestirme.


                                                              

viernes, 25 de noviembre de 2011

Tiene que salir bien.

[Narra Ale]
Me metí furiosa en mi habitación, o en lo que pronto dejaría de ser mi habitación, no podía creérmelo. ¿Qué coño había pasado con mi vida? De repente, una vez más tenía que cambiarla. Yo no quería. Además, estaría sola. Al volver no tendría a nadie, había mentido a mis amigas y ahora estarían enfadas. Cosa que no me extrañaría, se suponía que éramos amigas y yo le había mentido descaradamente. Aunque tampoco podría haberles contado la verdad, simplemente porque no me hubieran creído, ni yo misma me lo creía. Pero ahora, ahora había logrado creérmelo y tenía que dejar de hacerlo. Tenía que dejar de hacerlo y todo por él. Porque él no quería que yo fuera feliz, y ella tampoco se lo estaba impidiendo. Ella, que siempre me había apoyado ahora no lo hacía, eso también me dolía, me dolía más que nada. Ellos eran la razón de que yo fuera a ser la persona más infeliz del mundo. ¿Qué se creen, que no le amo? ¿Que para nosotros es un juego? Pues no lo es, para ninguno de los dos.
Pero él va ayudarme, lo sé, tiene que hacerlo. Sé que va hacerlo. No puede dejar que esto pasé, sencillamente no puede.

[Narra Justin]
Llamé a la puerta.
-¡Largo! –se oyó de inmediato.
-Ale, soy yo. –dije suavemente.
No recibí una respuesta, en vez de eso, la puerta se abrió a los segundos. La examiné un segundo. Estaba algo despeinada y su preciosa cara estaba marcada por el rastro de las lágrimas, y su labio roto e hinchado destaca especialmente, o al menos para mí.Frotó sus ojos con fuerza y entonces se tiró a mis brazos y comenzó a llorar.
-Tranquila, yo estoy aquí.
No dijo nada, sino que lloró más aún.
Me pareció oír unos pasos que se acercaban, pero no creí que lo más conveniente fuera hablar con nadie, así que con cautela la introduje en la habitación.
-Ya está Ale, mírame. –la separé de mí.
-Justin... –sollozó, después se seco los ojos.
-Venga va, no llores, que te pones muy fea.
Río mientras se frotaba los ojos, sonreí, y entonces un brillo asomó en sus ojos, un brillo que probablemente sería precedido de más lágrimas.
La acerqué hasta mí y la estreché fuertemente entre mis brazos, besé su salada mejilla y miré sus ojos. Sus oscuros y profundos ojos que desde el primer momento me enamoraron, recuerdo tan bien como me miró el día en que la conocí, parecía tímida, pero por una extraña razón que aún no he conseguido descifrar, su perfecto inglés y su dulce voz me hicieron desechar la idea de que fuera lo más tímida.
-No quiero perderte. –dijo pausadamente, haciéndome volver a ese instante.
Sus abrumadoras palabras fueron para mí como una descarga eléctrica. Yo tampoco quiero perderla, no puedo. No puedo permitir que pase, yo la amo, nadie puede quitármela, ni su padre, ni su madre ni nadie. Solo Dios podrá alejarla de mí algún día, y este no es el día.
-No vas a perderme. –dije firme.

[Narra Ale]
-No quiero hacerlo. –contesté en un sollozo.
Había logrado calmarme un poco, pero no del todo, en realidad lo único que quería era chillar, llorar, escapar. Escapar de lo que pudiera ser de mí, sin él.
-Y no vas a hacerlo, ¿me oyes? –le miré atenta.
No sabía que decir, sus palabras sonaban decididas, él sonaba seguro. Pero, no lo entiendo. ¿Cómo está tan seguro de lo que dice?
Me cogió por los hombros fuertemente pero sin llegar a hacerme daño.
-Ale, no voy a dejar que nada nos separe, ¿me entiendes? Jamás.
-¿Qué vas a hacer Justin?
Entonces liberó mis hombros y comenzó a dar vueltas por la habitación, yo le miraba atenta, sin perderme ni uno de sus movimientos. Hasta que por fin paro, me daba la espalda, se rascó la nunca, de esa formar tan personal que tiene de hacerlo, y entonces se giró hasta quedar de frente a mí.
-Vayámonos.
-¿Qué, adónde? Justin... No te entiendo.

[Narra Justin]
Me acerqué rápidamente hasta ella, volví a cogerla por los hombros.
-Sí, vámonos. Tú y yo, juntos, sin cámaras, sin flashes, sin nadie que intente separarnos. –permaneció en silencio, mirándome atenta, por lo que decidí seguir. –Vámonos Ale, a dónde sea, dónde tú quieras. Pero vámonos lejos, dónde nadie nunca nos encuentre.
No dijo nada, me miraba sin pestañear, asombrada, pero tampoco asustada. Pero no sabía su respuesta, necesitaba una respuesta. La necesitaba ya.
Me separé de ella, su silencio simplemente me estaba matando, toda la situación en general estaba acabando conmigo, con mi ser. Querían arrebatarme a lo que yo más quería, a lo que yo más amo en está puta vida, y no puedo permitirlo. Pero lo único que se me ocurre es escapar, irnos lo más lejos posible para que jamás pueda perderla, pero ella no responde, ¿es que no quiere?
-Justin. –la miré. –Larguémonos de aquí.
Sonreí, no puede evitarlo y me abalancé sobre ella, estrujándola con mis brazos exaltado, diría incluso que la hice daño, pero no se quejó; se aferró a mi cuerpo más aún si era posible y suspiró contra mi cuello.
-¿Cómo coño vamos a hacerlo? –pregunto separándose de mi cuerpo.
-Déjamelo a mí, tú mete tus cosas en una maleta.
Sonrió ampliamente.
-Lo justo y necesario, solo. –dije alejándome de ella.
-Está bien. –contestó.
Sonreí y salí de la habitación.

[Narra Ale]
Salió de la habitación cerrando la puerta a su paso, me quedé un segundo embobada mirando la puerta, estaba en cierto modo desconcertada. Ahora debía de sumar una locura más a la lista. No tenía ni pies ni cabeza lo que estaba apunto de hacer, pero no me importaba. Él es a quien amo, y haré lo que sea por estar a su lado toda mi vida.
 Me acerqué hasta el armario y comencé a hacer lo que me había pedido, saqué lo justo y necesario y lo metí en una bolsa de mano. No tarde mucho, el ansia y la adrenalina que corría por mis venas producidas por la extraña situación me ayudaron a darme prisa. Lo único que quería era escapar, escapar con él. Me daría igual el sitio, iría con él al fin del mundo, pero solo si es con él.

Mi puerta se abrió por fin tras largos minutos de espera y de ansia y tras esta apareció Justin, sonreía falsamente, me preocupó; me levanté corriendo y me acerqué a él, puse mis manos en su pecho.
-¿Y bien?
-Todo va a salir bien, ya lo verás. –volvió a sonreír, esta vez más sincero.
Pero a pesar de ello, no me tranquilizó. Había algo en su tono de voz que me preocupaba.
-¿Qué ha pasado Justin?
-Ven, vamos. –cogió mi mano y me llevó hasta la cama.

[Narra Justin]
Aún me faltaba el aire, pero tenía que coger aire para contárselo. En realidad no sabía como iba a salir, pero tenía la esperanza de que fuera bien. Era lo único por lo que rezaba, porque todo saliera como esperaba.

··· Me poyo sobre su puerta, en realidad no sé como afrontar la situación, solo sé que tengo que hacerlo.
Bajó rápidamente hasta el salón, mientras antes terminé mejor, echó un vistazo al salón, mi madre, Valery y ese tal Federico hablan entre ellos. Cogí aire, inspiro profundamente, y me lanzo a ello. Me lanzo a por lo que quiero, firme y seguro de que voy a conseguirlo. Nada más entrar en la estancia todas las miradas se fijan en mí, en realidad es algo normal, pero en ese instante me siento incómodo. Me siento en el sofá que hay justo frente a ellos, me miran fijamente, y yo a ellos, no sé como empezar, y parece que ellos tampoco. Abro la boca, cojo una gran bocanada de aire y me dejo caer contra el respaldo del sofá, no sé porque lo hago, creo que intentó parecer indiferente, tranquilo.
-Y bien... –hablo por fin.
La cara de Federico se descompone ante mis palabras, como si no entendiera nada. Mi madre y Valery no apartan los ojos de mí. Sonrío intentando suavizar la situación.
Federico hunde su cuerpo en el sofá, cruza una sus piernas, alza su mano y se alborota algo el pelo.
-Mira chico...
-Justin. –le corrijo a la vez que me incorporó, enfrenándole.
Mi madre me recrimina con la mirada, pero yo hago como si no me hubiera dado cuenta.
-Mira Justin, ponte en mi lugar, ella es mi hija. Mi, mi princesa. –dice sincero.
Está bien, es su hija, su princesa, pero también es la mía, ella es mi vida.
No digo nada, esperando que continúe.
-Y tú, tú me has quitado a mi niña.
-Usted quiere quitármela ahora. –le interrumpo.
Hace un gesto de fastidio. ¿Usted? Hace unos minutos le he llamado imbécil y ahora lo trato de usted... En fin...
-Vamos, chico, lo siento. –noto un tono de fastidio en su voz.
-No es a mí a quien tiene que pedirle perdón. –me mira atento. –No es a mí a quién ha cruzado la cara y ha partido el labio. –dijo desafiante.
-Just, por favor. –implora mi madre.
La miro, en realidad me gustaría quedarme solo con Federico, pero no. Me servirá para lo que quiero hacer.
-Pensaba subir a hablar con ella cuando has bajado. –contesta al fin.
-No le recomiendo que suba, está algo... –me callo, dudo. –Enfadada. –digo al fin.
-Imagino.
-Imagina bien. –contesto con retintín.
Federico me fulmina con la mirada, creo que estoy reventando su paciencia; mira a mi madre.
-Este chico es un caso Pattie.
Mis ojos se abren, antes también me di cuenta antes, habla con mi madre como si la conociera de toda la vida, y ella no parece molestarla. Dirijo mi mirada a Valery, extrañamente ya no me parece la misma persona, ahora es como su marido la dominara, como si lo que el dijera fuera lo correcto. No tenía esa idea de ella, ni su hija ni ella misma me han dado jamás esa imagen. Pero ahora, ahora todo parece distinto.
Recapitulo y repaso las últimas palabras de Federico. Necesito relajarme, mi cuerpo dice que lo estoy, pero no mi actitud. La verdad es que mi corazón me pide que le plante una hostia a ese tío en la cara, que le suelte lo que pienso de él y me marche, pero no. Si hago eso las cosas serían peor aún. Decido relajar mi actitud, o al menos que ellos crean eso.
-Mire, tiene razón, he sido un inconciente. Tanto su hija como yo. –digo intentando parecer sincero. –Todo esto ha sido una tremenda estupidez.
Valery y mi madre se asombran incluso él. No pueden creerse lo que por mi boca está saliendo.
-No me mires así mamá, y tu tampoco Valery, por favor.
No dicen nada, esperan a que continúe.
-Hemos sido unos ilusos. No me di cuenta de, bueno... De nada, he sido un egoísta, y su hija también. Un padre es lo más sagrado que hay, y no está bien lo que Ale ha hecho, ni lo que yo he hecho.
Federico asiente aprobativo ante cada una de mis palabras, mientras mi madre y Valery no dan crédito a lo que digo.
-Creo que debe llevársela. Será lo mejor. Yo le pagaré el vuelo, después de todo, es por mi culpa que esté aquí.
-¿Justin? –pregunta mi madre.
-¿Sí?
-Estás bien hijo.
-Estoy perfectamente mamá.
-Al final yo también voy a tener que rectificar. –dice Federico, después mira a mi madre. –Me he equivocado con este chico Pattie, sabe reconocer su error.
-Sí, así es. Y no tropiezo dos veces con la misma piedra. –digo con sorna.
Pero ni Federico ni ellas se dan cuenta.
Me levanto del sofá, tranquilo, seguro de cual va a ser mi próximo movimiento.
-¿Ale sabes todo esto? –pregunta Valery, la miro haciéndome el tondo. -¿Sabe que piensas que ha sido un error? –aclara.
Miro a Federico.
-Tengo que decírselo, así que... ¿por qué no se queda esta noche? Así podré hablar más detenidamente con ella.
Federico duda, no está nada seguro. Valery pone su mano en su pierna y le mira suplicante.
-Vamos Fede... –susurra. –Ya tienes lo que querías.
Este me mira atento, me examina.
-Mañana a primera hora, saldremos. Procura no hacerla mucho daño chico.
Me ha llamado de nuevo chico, y eso me molesta. Y no solo eso, ¡¿qué no la haga mucho daño?! Ahora so yo quien la hago daño, cojonudo. Aprieto los puños intentando contenerme, después sonrío falsamente.
-Voy arriba. –mustio.
Me doy la vuelta tranquilo, sin que se den cuenta de la ganas que tengo de salir de allí. He parecido tranquilo, indiferente, pero en realidad no era así. Claro que no era así. Subo las escaleras corriendo, y al llegar su puerta me detengo, una vez más me apoyo, todo esta yendo bien, tiene que salir bien. Va a salir bien.
Entonces, después de repetirme miles veces que tiene que salir bien, abro su puerta, y ella se levanta corriendo. ···

domingo, 20 de noviembre de 2011

Curioso.

[Narra Justin]
No me hizo falta decir mucho, y es que tampoco hubiera sabido que decir, yo ya estaba acostumbrado a que eso pasara, era algo que tenía asumido; y aunque supiera que tarde o temprano pasaría, no sabía muy bien como iba a reaccionar ante la situación.
-Te quiero. –susurró en mi oído.
-Yo no. –dije entre risas.
-¿Qué? –preguntó nerviosa.
-Yo te amo Ale. –dije sincero.
Rió nerviosamente, después selló mis labios con un diminuto beso.
-¿Esto es lo mucho que me quieres? –me quejé cuando se separó de mis labios.
-Jaja, yo tampoco te quiero Just...
Sus labios me impidieron decir nada más, ni sus labios, ni su lengua, que discreta se había introducido en mi boca.
-¡Aaaah, aaaah, aaaah! –los agudos chillidos penetraron en mi cabeza.
Ale y yo nos separamos deprisa y miramos hacia la puerta; una niña de no más de 15 años sujetaba la puerta y abría los ojos como platos. Yo sonreí, y esta pareció derretirse.
-Eres... eres Justin Bieber. –dijo señalándome.
Reí, no pude evitarlo.
-Sí, eso me han dicho. 
-Dios... ¡no puede ser! –volvió a chillar.
-Jajaja, podrías dejar de chillar, por favor. –le pedí, tenía una voz algo peculiar.
-Sí, sí, lo siento.
Ale apretó mi mano, como si me recordara que ella estaba allí a mi lado. La miré y sonreí inocente, después nos encaminamos hacía la puerta.
-Bueno, encantado. –le sonreí a la niña.
La niña aún sorprendida se apartó de la puerta dejándonos salir.
Ale y yo volvimos con el resto como si no hubiera pasado nada.
-¿Qué tal? –le preguntó Chaz.
Ella se limitó a sonreír mientras se sentaba junto a Ryan y yo a su lado.

-Ha sido una tarde algo curiosa. –dijo al meterse en la cama.
La observé atentó desde la cama.
-¿Curiosa?
-Sí, curiosa. –dijo cubriéndose con la sábana.
-Supongo que sí. –me limité a contestar.
No dijo nada más, apagó la luz y al momento pude escuchar sus profundos suspiros que me indicaban que estaba ya dormida.
Pero yo, por el contrario no pude hacerlo tan rápido. Su comentario me había resultado raro. En realidad sí que había sido “curiosa”, pero no entendía porqué me lo decía. No se lo negaba, si pensabas en que yo había pasado más de la mitad de la tarde con Cait, ella con Ryan, que la prensa nos había descubierto y que una fan nos había interrumpido el único momento a solas de toda la dichosa tarde, algo curiosa sí que había sido. ¿Pero querría decirme algo con ello? No, seguro que no. Estaba dándole demasiadas vueltas al asunto. Decidí olvidarme del tema y dormir.

[Narra Ale]
Una vez más estábamos en un avión, esta vez volvíamos a Atlanta. Por razones desconocidas mi madre nos había pedido que volviéramos antes y Pattie la apoyó. Ninguno de los dos entendíamos absolutamente nada y las palabras textuales de ambas fueron: “Será mejor que volváis y lo hablemos”. En cierto modo nos había preocupado, y es que era muy raro. Tenía que ser bastante importante para no poder esperar ni un día más, y es que solo quedaba un día para que volviéramos. A todos no pilló por sorpresa. Tuvimos que hacer las maletas deprisa y corriendo, y despedirnos de todo con las mismas prisas. Solo por eso debía de ser importante.
Durante el vuelo preferimos no hablar del tema ni imaginarnos cosas extrañas; yo me dediqué a dormir y Justin a leer. Al llegar al aeropuerto Kenny nos esperaba el primero de una multitud de gente con cámaras y fotos, parecía que la noticia de “la nueva chica de Bieber” se había extendido rápidamente por los carroñeros de la prensa. Kenny nos condujo hasta el coche entre flashes y al llegar nos dirigimos a casa rápidamente.

[Narra Justin]
-¿Te quedas Kenny? –preguntó Ale.
-No, yo me voy, que es tarde.
Miré la hora, las 23:30, sí. Efectivamente era algo tarde.
-Vale, pues ya nos veremos Kenny. –dijo ella con una reluciente sonrisa.
Parecía estar muy feliz a pesar de que habíamos tenido que adelantar la vuelta a casa y que no sabíamos cual era ese importante asunto del que teníamos que hablar.
-¿Y esa felicidad a qué se debe?
-Mm, tiene nombre.
-¿Ah, sí?
-Se llama Justin Drew Bieber. ¿Te suena?
-Eh, sí. Un buen chaval. Pero tiene dueña, ¿sabes?
-¿Ah, sí?
-Sí, se llama tú. –dije robándole un beso. -¿La conoces?
No respondió, tan solo besó mis labios tiernamente. Al separarse de estos se colgó de mi brazo y yo llamé al timbre. Enseguida la puerta se abrió. Y no sé quien se sorprendió más, si ella o yo. Un hombre alto, castaño, de ojos oscuros iguales a los de Ale y algo corpulento, sostenía el pomo de la puerta con una expresión de desagrado a más no poder. Ale soltó mi brazo inmediatamente.
-Papá... ¿pero tú que haces aquí? –preguntó con miedo.
Su padre no dijo nada, tan solo le proporcionó una sonora bofetada que hizo que su mejilla se tornara roja al instante. Yo me quedé paralizado, no supe como reaccionar, acababan de hacer daño a la persona que más quería en esta vida, pero había sido su padre quién lo había hecho, ¿qué podía hacer? Ale llevó su mano hasta su mejilla y la toco, busqué sus ojos con los míos y al encontrarlos pude ver como una lágrima recorría su mejilla roja e hincada hasta terminar en su labio que ahora también sangraba. Aquel hombre que se hacía llamar su padre, se había excedido. Le miré con rabia pero este me traspasó con la mirada.
-¡Entrad los dos, ya! –chilló furioso.
Ale entró cabizbaja, y yo tras ella con las maletas de ambos. No estaba seguro de que era lo que iba a pasar a continuación, me temía lo peor.
Al llegar al salón la escena no hizo más que aumentar mi miedo. Mi madre junto a Valery sentadas en un silencio sepulcral. Y junto a Valery una bolsa de mano, que relacione con su padre. Ale alzó la cabeza buscando la de su madre, e intercambiaron una mirada, una mirada fría y por parte de Ale, llena de odio. Cada vez entendía menos, ¿por qué iba Ale a odiar a su madre ahora? Ella no tenía la culpa de que su padre se hubiera presentado aquí de repente. Finalmente el silencio se rompió cuando el padre de Ale entró en salón, esto hizo que un escalofrío recorriera mi cuerpo.
-¡Pero cómo coño se te ocurrió mentirme Alejandra!
Ale se separó de mí unos centímetros y miró a su padre.
-¡Jamás me hubieras dejado! –respondió ella llorando.
-¡Pues claro que no, es una locura!
-Fede, por favor. Cálmate. –suplico Valery.
Mire a Valery, sus ojos habían comenzado a llenarse también de lágrimas, llevé mis ojos hasta mi madre, que nos miraba a nosotros preocupada.
-¡Y tú! –dijo su padre dirigiéndose a mí; le miré. -¿Te crees que por ser una estrellita puedes llevarte a mi hija? –dijo furioso.
Durante un segundo permanecí en silencio.
-¿Y usted por ser su padre se cree con derecho de tratarla así? –dije alterado y mirando el rostro de Ale.
-A ti eso no te incumbe chico. –sentenció él.
-¡Claro que me incumbe! –chillé.
-Por favor, vamos a tranquilizarnos. –intervino mi madre.
-Pattie tiene razón Fede, vamos a sentarnos y a hablar las cosas.
-¡No hay nada que hablar, vosotras dos os vais a venir conmigo mañana mismo y ya está! –chilló su padre.
Sus palabras me destrozaron, “irse”. No. No podía irse.
-¡¿Qué?! Yo no me voy a ninguna parte. –dijo ella sollozando.
-Por favor, Fede.
-¡No! –sujetó a Ale del brazo. -¿En qué pensabas Alejandra? ¿Qué querías conseguir?
-Papá...
-¿Y vosotras? –dijo mirando a nuestras madres. –Apoyando este jueguecito de críos, eso lo entiendo aún menos.
-No es un juego. –reclamó Ale.
-Tú cállate Alejandra. 
Los puños de su padre se apretaron, con el brazo de Ale incluido.
-Aaah, me haces daño. –se quejo.
-¿Qué? –la miró más furioso aún.
Yo no pude más, no solo la estaba haciendo daño a ella, a mí también me dolía.
-¡Qué la estás haciendo daño pedazo de imbécil! –chille dominado por la furia mientras le empujaba, logrando que Ale se deshiciera de su brazo.
-¡Justin! –chilló mi madre.
-Pero chaval, ¿qué haces? –dijo su padre confundido.
-¡Que no la toques! –estaba tan furioso que las lágrimas habían empezado a nublarme la vista.
-Que mal has educado a este chaval Pattie. –dijo a mi madre con toda la tranquilidad.
-Por favor Fede. –suplicó Valery.
Su padre suspiró, después se acercó hasta ellas como si nada y sentó junto a Valery. Mis ojos se abrieron a más no poder, este tío estaba loco. Le metía tal bofetada a su hija que hasta la hacía sangrar y después se sentaba tan tranquilo junto a su mujer. Necesita ayuda.
-Sentaos. –nos ordenó.
-¡¿Pero de que cojones va todo eso?! –chillé.
-Vamos, siéntate Justin. –dijo mi madre.
-Pero qué pasa con vuestra vida joder. –chillé frustrado.
Me observaron atentos.
-Venga Justin, sé que es duro, pero lo mejor es que hablemos los cinco. –dijo su madre.
Esto tenía que ser una broma, una broma de muy mal gusto.
-¡Pero no veis como le ha dejado el labio! –me giré en busca de Ale.
Pero me encontré con la nada, ella se había ido, sin decir absolutamente nada. Esto iba de mal en peor. Miré de nuevo a mi madre y a sus padres, los fulminé con la mirada y salí corriendo en dirección a las escaleras.