lunes, 31 de octubre de 2011

Menos mal.

Abrí los ojos despacio, la cabeza me iba a explotar, no sabía ni dónde estaba. Tenía el cuerpo dolorido, y mi campo de visión era muy corto, por no decir escaso, intenté incorporarme, pero me di cuenta de que algo me lo impedía. Alcé la cabeza, que es lo único que podía mover y me encontré con Ryan, acomodado en mi dorso. ¿Qué? Ahora sí que no entendía nada. Dejé caer mi cabeza, esperando encontrar algo suave donde acomodarme, pero en vez de eso, me dí de lleno con lo que me pareció al instante la cadera de Ale. Cerré los ojos, intentando recordar algo, lo más mínimo. Y entonces miles de fracciones de imágenes, de segundos, acuden a mi cabeza. Abrí los ojos bruscamente, y los froté. Deseaba que todo hubiera sido un sueño, pero es que en realidad no lo sé. No sé que cojones es lo que hice anoche con mi mejor amigo y mi novia. Bueno, en realidad lo sabía, lo que no quería era aceptarlo. Me incorporé deprisa, sin importarme a quien me llevaba por delante. Ale y Ryan se movieron, pero no se despertaron. Comencé a moverme por la habitación, intentando convencerme de que no. Que no había podido pasar lo que mi cabeza recordaba. Inspeccioné mi cuerpo. Estaba vestido. Completamente vestido, lo único que me faltaba eran las zapatillas; dirigí la mirada al sofá donde Ale y Ryan dormían el uno contra el otro. Vestidos, totalmente vestidos y al igual que a mí solo les faltaban las zapatillas. Las cosas no cuadraban, no cuadraban los hechos de la mañana con lo que mi cabeza me decía que había ocurrido. Tenía que despejar mis dudas. No podía seguir así. Me acerqué al sofá y comencé a sacudir el hombro de Ale y después el de Ryan hasta conseguir despertarlos a ambos. Ale se giro hasta darme la espalda, pero un segundo después volvió a mirarme, abrió los ojos y bostezó.
-¿Qué quieres? –dijo susurrando.
-Ryan despierta tío. –dije.
Ryan se levanto aún con los ojos cerrados, se sentó, frotó sus ojos y entonces los abrió. Nos miró a ambos, bostezó y contagió el bostezo a Ale.
-¿Qué cojones pasa tío?
-Este chico que esta tonto...
-¿Pero no os dais cuenta? –pregunté alterado.
Ale y Ryan se miraron, parecían no saber de lo que hablaba. Después volvieron a mirarme.
-Justin, ¿estás bien? –preguntó Ale.
-Es que si tío. ¿Qué es lo que te pasa?
Dios, pero cómo pueden si quiera preguntarme qué es lo que pasa. O sea, ¿no son concientes de lo que ha pasado anoche? O es que lo son pero les da igual. ¿Pero cómo pueden saberlo y no importarle? En ese caso, quién está más enfermo. Buf, todos. Los tres estamos enfermos. Comencé a dar vueltas por el salón, empezaba a ponerme más y más nervioso, además la cabeza iba a estallarme.
-Justin, ¿tan mal te ha sentado el tequila? –preguntó Ale.
Me dí la vuelta rápidamente parar mirarla.
-¿Me estás vacilando?
-¿Qué? –preguntó él.
-A ninguno nos ha sentado bien el tequila.
-Hombre, ya... Pero creo que a ti te ha sentado un pelin peor macho. –dijo Ryan.
-Venga ya. ¡Queréis dejar de hacer como si no hubiera pasado nada! –dije enfadado.
Volvieron a mirarse.
-Justin, ¿de que cojones estás hablando? –preguntó ella.
-Tío, no estás bien. ¿Quieres una aspirina?
-No, no estoy bien. ¡Y vosotros tampoco deberíais estarlo!
-Hombre, como sigas chillando así, te aseguro que no voy a estar bien. –dijo Ryan.
-Es que sí, quieres calmarte y explicarnos de qué va esto.
Parecía que de verdad no sabían nada, tal vez es que querían hacer como si nada hubiera pasado, ¿pero como iba a vivir así? No podría, no. Por mis cojones que íbamos a hablarlo.
-Dios, cómo ha podido pasar esto... –dije para mi mismo rascándome la nuca.
A pesar de ello me escucharon.
-¿Pasar el qué? –preguntó ella.
-¿De qué estás hablando tío?
Esto estaba cansándome, ya que había sucedido por lo menso que tuvieran el valor de afrontarlo.
-¡Joder tío, parad ya! Dejad de disimulad, me diréis que no os acordáis de lo de anoche.
Una vez más se miraron.
-Justin, me parece que el que no se acuerda que hizo anoche eres tú. –dijo Ale.
-Sí tío, además si estás hablando de eso, no fue para tanto. Era solo un juego.
-¿¡Solo un juego!? –dije alterado.
-Sí Justin, un puto juego. –dijo Ryan.
-¿Eso te pareció un puto juego? –pregunté.
-Sí. La cosa se puso algo caliente, pero ya está. –sentenció ella.
-¿Qué, un poco, caliente? –pregunté.
-Te recuerdo que tú no te negaste. –dijo él.
-Venga hombre, habláis de ello como si no tuviera importancia.
-Y es que no la tiene cielo, no le des más vueltas.
-Es que sí tío, relájate ya.
-Pero es que no os dais cuenta que las cosas ya no van a volver a ser lo mismo. ¿Cómo coño te miro yo a la cara ahora tío?
-Justin, ¿dé que hablas? –preguntó Ryan.
-Eh, Justin... ¿Qué es lo que crees que paso anoche?
Cómo que es qué es lo que creo que pasó anoche, pues lo que todos sabíamos. ¿O no? Es que me estaba confundiendo, ¿qué? Ahora sí que estaba hecho un lío.
Me acerqué a ellos lentamente y me senté junto a Ryan. Le miré.
-Justin, anoche cuando la botella se acabó, te quedaste dormido. –dijo Ale.
-¿Qué? –la miré estupefacto.
-Sí, caíste rendido, y no me extraña, llevabas una encima... Bueno, los tres. –continuó Ryan.
-Pero... ¿Y vosotros?
-Pues, recogimos, como pudimos, te quitamos las zapatillas, –Ale las señaló. –Volvimos al sofá, comenzamos a hablar y aquí el amigo se quedo dormido. –dio una palmada a Ryan en la espalda.
-Eh, que te quedaste tú primero. –dijo él.
-No, no. Te quedaste tú, que me quedé hablando sola de repente, y luego ya se me cerraron los ojos.
-Puede ser.
-Jajaja, pues claro que es.
-Y... ¿Y no pasó nada más? –pregunté.
-No. ¿Qué más iba a pasar? –dijo ella.
-Es que sí tío. ¿Qué pensaste?
Entonces caí en la cuenta, todo había sido un sueño, un sueño producido por el alcohol y el calentón de la situación. ¿Cómo había podido pensar que yo, Ale y Ryan íbamos a hacer tal cosa? Me había quitado un enorme peso de encima; no pude evitarlo y comencé a reírme.
-Justin tío, ¿qué te pasa? –preguntó él.
Pero yo no podía parar de reírme, no podía.
-Justin cielo, estás empezando a preocuparme.
Por fin conseguí calmarme.
-Ay... Es que, buf, es que... Jajajajaja.
-¡Quieres decirlo de una puta vez! –dijo Ryan.
-Es que he tenido un sueño que lo flipas.
-Bueno... ¿qué has soñado tú guarro? –dijo Ale.
-Jajaja, pues que tú, yo y este, nos lo montábamos. Y es que ha sido tan real tronco, que te juro que cuando me he despertado pensé que había pasado de verdad.
-Jajajajajajajaja.
-No me lo creo, dios... Que bueno. Jajajaja.
Los tres empezamos a reír como posesos, no podíamos evitarlo, y es que ahora era inevitable. Eso sí, estoy seguro de que tendría que haber ido a un psicólogo después de haber tenido un sueño así, pero no fui. Preferimos que fuera algo entre los tres. Ale había empezado a llorar de la risa y yo estaba apunto.
-Dios, ay madre. Jajajaja. Ay, a ver... ¿Y cómo que has soñado eso? –preguntó Ryan conteniendo a momentos la risa.
Me llevó unos minutos parar mi risa completamente, pero cuando lo hice empecé a hablar.
-Pues tío, supongo que el alcohol y ese juego raro.
-Eh, no le eches la culpa al juego. –dijo Ale, que ya se había calmado también.
-Es que sí tío, tú tienes una mente enferma y ya está. –dijo él.
-Bueno, sí, eso también.
-Jajajaja. Ais Justin...
-Necesitas un loquero tronco. –dijo Ryan.
-Ya, lo sé, lo...
Y antes de que pudiera terminar la frase una arcada acudió a mi boca y no pude hacer más que salir corriendo al baño y echar todo el alcohol que había metido en mi cuerpo la noche pasada.

[Narra Ale]
No terminó la frase, se levantó corriendo y segundos después oímos como vomitaba.
Nos miramos.
-Eh tío, habrás llegado al baño, ¿no maricón?
-Joder, sí tío. –el ruido de su cuerpo al doblarse se oyó de nuevo. –Gracias por preocuparte por mí.
Otro ruido más procedente del baño se escuchó. Ryan rió. Le miré mal, le metí un empujón y me levanté para ir a ver como se encontraba Justin.
-Que desconsiderado eres.
-Jajajaja.
Me digirí al baño, y al llegar pude ver a Justin doblado sobre el váter. Me acerqué a él, puse mi mano en su pelo y lo acaricié. Entonces volvió a vomitar. El baño comenzaba a oler a alcohol mezclado con nuestra cena. Una vez más vomitó, después se levanto, avanzó hacia el lavabo y bebió algo de agua.
Puse mi mano en su espalda y la acaricie.
-¿Estás mejor cielo?
-Sí, la verdad que sí.
-Anda, vamos al salón.
No dijo nada más, salió del baño conmigo detrás. Al llegar Ryan estaba en mismo sitio que antes, no sabía movido. Justin y yo nos sentamos a su lado.
-¿Qué tal campeón? –preguntó Ryan.
-Que gilipollas eres tío. –dijo Justin.
-Como se nota que no estás acostumbrado a beber tío. –dijo Ryan.
-Tienes razón, y como se nota que tú eres un puto alcohólico. –dijo él.
-Jajaja, no te lo niego.
-Venga, va. Parad ya.
Justin se dejo caer contra el sofá y echo la cabeza hacia atrás, después de un minuto de silencio, volvió a hablar.
-Ale, ¿y mi padre y Alice?
-Ah, tranquilo. Anoche le puse un mensaje a tu padre con tu móvil diciendo que por la lluvia habíamos venido a casa de Ryan, que yo me había quedado dormida y que pasaríamos aquí la noche.
-¿Te contestó?
-Sí, dice que ya no lleguemos muy tarde hoy.
-¿Qué hora es?
Me incorporé, cogí su móvil y miré la hora.
-Las 12:30.
-Buf... –le miré. –Será mejor que nos vayamos.
-¿Pero te encuentras bien?
-No, pero en fin... Hay que irse. –se incorporó.
Miré a Ryan que se había recostado en el respaldo del sofá y había cerrado los ojos.
-¿Ryan?
Abrió los ojos.
-¿Os vais?
-Sí...
-Va... va...
Me levanté, fui al comedor, cogí mi sudadera, me quite la camiseta de Ryan y me puse mi sudadera, no me apetecía ir al baño a cambiarme. Cogí mi abrigo y el de Justin y volví al salón. Busqué mis zapatillas, y las de él; se las llevé y yo me puse las mías.
-Venga vamos.
-Dios... me duele todo. –después comenzó a ponerse las zapatillas.
Cuando por fin terminó, se levanto y se puso el abrigo.
-Ryan, nos vamos tío. –dije.
Me miró, pero se limitó a despedirse con la mano, se había tumbado en el sofá y no tenía pinta de querer levantarse.
-Si eso esta tarde te llamamos.
-Nah... No os molestéis, no creo que vaya a moverme de aquí.
-Bueno, como quieras. –empezamos a alejarnos, pero antes de salir del salón me giré. –La camiseta esta junto a tu abrigo.
-Ajá...
No dijimos nada más, Justin y yo salimos de su casa, cerrando la puerta con cuidado de no hacer mucho ruido y nos dirigimos a la de su padre.

Aún no estoy segura de cómo logramos llegar en menos de media hora, y es que entre que yo no sabía dónde estábamos ni donde teníamos que ir y Justin estaba medio zombie, estoy convencida de que fue un milagro. No llamamos a la puerta, busqué las llaves que vi que Justin se había metido en el bolsillo de la chaqueta la noche anterior y abrí la puerta despacio. Eché un vistazo dentro, el ruido de la tele resonaba de fondo pero las risas de los niños eran lo que más destacaba. Abrí la puerta del todo y entre junto con Justin. Pensé que sería mejor no pasar por el salón, así que me dirigí con Justin a rastras a las escaleras y comenzamos a subir, pero nada más subir los cuatros primeros escalones una voz sonó tras de mí.
-Bueno, ya era hora no creéis. –dijo Jeremy detrás de mí.
Me giré despacio y con cuidado de nos soltar a Justin que se apoyaba en mi hombro medio dormido.
-Hola Jeremy. –sonreí.
Justin abrió los ojos.
-Ay va. –dijo en un susurro, pero él lo escucho, después cerró de nuevo los ojos.
-¿Qué tal anoche?
-Eh, genial.
Jeremy miró a Justin.
-Sí, eso parece, eh.
Si hubiera estado yo sola no me hubiera pillado, pero el aspecto desalineado de Justin y su cara de zombie delataban nuestra diversión de anoche.
-No, no es lo que estás pensando.
Genial, acababa de decirle que era justo lo que pensaba.
-Ya, supongo que no.
Sonreí torcidamente.
-Anda idos arriba antes de que os vea Alice.
-Lo siento. –dije avergonzada.
Suspiró.
-¿Necesitas ayuda?
-No, ya puedo yo.
Sonrió, después se alejó de nosotros. Agradecí enormemente que su padre fuera tan comprensible, y es que hubiera sido un palo tremendo tener que darle  la verdadera explicación a su padre y Alice de por que no habíamos dormidos en casa, porque llegábamos a esta hora, y por que Justin parecía un puto zombie.
Cuando por fin logre llevarlo hasta la habitación, lo tumbé sobre el colchón supletorio con sábanas de Micke, Goofy y Donald y yo me senté a su lado intentado pensar en qué hacer.











Juguemos.

[Narra Ale]
Me alejé de ellos tan campante y me dirigí al pasillo en busca del servicio. Abrí la primera puerta que encontré, y afortunadamente, no tuve que buscar más. Me metí en el baño y cerré la puerta: me quité la sudadera empapada y la dejé encima del lavabo, entonces me percaté de que ninguno de los dos me había dado nada para ponerme. ¿Y qué hacía? Ya me había quitado la sudadera y estaba demasiado mojada como para poder ponérmela de nuevo. Me planteé el salir así, me mire al espejo. Los vaqueros eran algo bajos, incluso podía verse el lazo rojo de mis bragas, mis curvas estaban descubiertas y si continuaba subiendo, mi sujetador  rojo mostraba que tenía frío, mucho frío.
De pronto la puerta se abrió sin más, me giré rápidamente. Me encontré con Ryan, que en una mano llevaba una camiseta blanca y con la otra sostenía el pomo. Nos miramos fijamente durante un segundo, entonces el bajo la mirada y me examino, recordé que estaba en sujetador, y que tenía frío. Me crucé de brazos cubriendo mis pechos y Ryan río.
-¿No sabes llamar?
-Jajajaja, lo siento, lo siento.
-Tío anda, dame eso y vete.
-Eh, un respeto.
-Ryan, en serio.
-Está bien.
Lanzó la camiseta atinando en el lavabo, después cerró la puerta.
Me puse la camiseta rápidamente, no creí que volviera a entrar, pero prefería no arriesgarme, me miré en el espejo una vez más, la camiseta de Ryan era algo ancha, y las siglas WTF? la decoraban en el medio en rojo y bien grandes, me pareció divertido. Me arreglé un poco el pelo, dentro de lo posible, y salí. Fui al salón donde Ryan y Justin se habían acomodado a ver un partido de fútbol.
-Eh. –les llamé.
Ambos me miraron.
-¿Qué hago con la sudadera?
-Qué cojones... –dijo Justin mirando la camiseta.
Miré mi camiseta, reí.
-Déjala en una de las sillas, con los abrigos. –dijo Ryan.
Fui al comedor e hice lo que me había indicado, cuando volví al salón ambos miraban embobados el televisor de plasma de 42 pulgadas que mostraba a 20 hombre de verde y blanco corriendo detrás de una pelota.
Me acerqué a ellos y me senté en el sofá junto a Justin, miré a la tele, intentando ver el partido, pero me era imposible, a menos que fuera un partido del Real, un clásico o un mundial, no me gustaba nada ver el fútbol.
-Eh... –le di a Justin en el hombro. –Me aburro.
Me miró.
-Espera que termine y si quieres nos vamos.
-No quiero irme, solo quiero que hagamos algo.
-Pues espera que terminé, anda.
-Joder, que me aburro.
-¿Sabes que puedes hacer para no aburrirte? –intervino Ryan.
Me asomé para poder mirarle.
-Vete a la cocina y nos traes una cerveza, anda.
-Eh, ¿perdona? Te crees que soy tu chacha o qué.
-¿No dices que te aburres?
-Sí, pero no por eso tengo que traerte nada bonito.
-Bueno, pues entonces no te quejes.
Suspiré, después me levanté enfadada y fui a la cocina. Oí como Ryan y Justin se reían. Abrí la nevera y busqué entre toda la comida las cervezas, encontré un paquete de latas, cogí dos y busqué una Coca-Cola para mí, pero cuando iba a cerrar la nevera, encontré algo. Algo, que podía cambiar un aburrido partido.

[Narra Ryan]
Ale no dijo nada más, se levantó y se dirigió a la cocina, Justin y yo nos miramos, después reímos.
-Pues tío, no entiendo como no se te levanta con esta chica, eh. –susurré para que ella no logrará oírme.
Sus ojos se abrieron.
-Anda, cállate. –se giro.
-Te lo dijo en serio tío, tiene unas tetas que lo flipas.
Volvió a mirarme, me fulmino con la mirada.
-Qué cojones estás diciendo.
-Lo que oyes tío, madre mía. Que suerte tienes cabrón.
Me dio un puñetazo.
-Eres un imb...
-¡Mirad lo que he encontrado! –le interrumpió Ale entrando en el salón son una sonrisa en la cara.
Alzaba en la mano una botella de un líquido marrón y en la otra un salero, un limón cortado y un vaso de chupito.
Justin y yo la miramos atentos.
-¿Qué es eso? –preguntó.
-¡Tequila!
-¿Dónde lo has encontrado? –pregunté.
-Estaba en la nevera.
-Pues será mejor que lo dejes donde lo has encontrado. –dijo Justin.
-¿Qué, por qué? –preguntó.
-Ale, vamos... ¿Qué pretendes? –dijo Justin con fastidio.
-¡¿Qué pretendes tú Justin!? ¿Que os observe mientras veis el fútbol? Porque vas mal. –dijo molesta.
-Relájate Ale. –dije.
Bufó. Justin desvió la mirada de ella y yo seguí mirándola. Hice una mueca, y Ale suspiró. Comenzó a andar hasta colocarse frente a ala tele.
-¡Eh! –se quejó Justin.
-Vamos Justin. –dijo decidida.
Justin se quedó en silencio, mirándola y yo hice lo mismo. Durante un minuto los tres nos miramos, en silencio absoluto, tan solo se escuchaba a un hombre por el fondo que comentaba el partido.
-Está bien. –dijo finalmente Justin.
-¡Genial! –exclamó ella.
Después se giró y apagó la tele. Se acercó a nosotros y se sentó junto a él. Me miró.
-¿Tienes cartas?
-Claro. –contesté.
-¿Qué quieres hacer? –preguntó Justin.
-Ve a por ellas. –dijo dejando las cosas sobre la mesa de centro.
Yo la obedecí, me levanté y fui a buscarlas en el mueble que hay junto a la tele.
-Y ya si pones música, lo bordas. –dijo ella.
-Jaja, ¿qué pongo?
-¿Qué tienes?
Me giré para buscar los CDs que estaba junto al equipo de música. Comencé a miarlos, y encontré uno que sería perfecto para la noche se avecinaba.
-Qué te parece, este: “Summer Party Hits 2011”
-Sí, suena genial.
-Bueno, verás... –dijo Justin.
-Jajaja.
-Anda deja de quejarte. –dijo Ale.
-Es que sí tío, nos vas a aguar la fiesta. –dije poniendo el CD.
-Bueno sí, una fiesta... –dijo irónico.
Le lancé las cartas.
-Anda, cállate.
Di al PLAY y la música comenzó a sonar.
Me senté junto a Ale, de manera que ella quedara en el medio. Nos separamos un poco para darnos más espacio.
-Bueno, ¿y ahora qué? –pregunté.
-Pues ahora, juguemos. –dijo sugerente.
-¿A qué? –preguntó él.
-¿Sabéis jugar al mentiroso?
-Claro. –contestamos a la vez.
-Pues a eso vamos a jugar.
-¿Y para qué el tequila?
-Pues, eso es lo divertido, cada vez que uno mienta y le pillemos, o digamos mentiroso y no lo sea, habrá que beberse un chupito.
-Genial. –dije.
-Sí, no está mal. Pero, ¿dónde se supone que vamos a beber si solo hay un vaso? –dijo Justin
-Es cierto. –dije.
-Bebemos todos del mismo...
-Vale, vale.
-Pero, la mejor parte, es que el limón y la sal habrá que chuparlo del cuerpo de otro.
Ambos nos sorprendimos.
-¿Qué? –dije.
Justin me miro, se le notaba que no le hacia mucha gracia, pero en el fondo le apetecía jugar. Su mirada me lo había dicho, y le conozco lo suficiente, cuando él dice no, es no.
-Lo que oyes Butler. –dijo ella.
Justin se acercó a la mesa, cogió las cartas y comenzó a barajar.
-¿Repastes tú? –preguntó.
-Sí, ya reparto yo.

[Narra Justin]
Comencé a repartir, la verdad es que no estaba muy seguro de lo que estábamos apunto de hacer, pero bueno, Ryan me había dicho hacía 20 minutos que tenía que demostrarle que me ponía, pues era una oportunidad perfecta; aunque bien era cierto, que temía lo que pudiera pasar con Ryan ahí.
Una vez que cada uno tuvo sus cartas, comenzamos a jugar.

-Mm, mentiroso. –dijo ella.
Yo la miré.
-¿Estás segura? –dije intentando confundirla.
-Sí, sí.
-¿De verdad? –insistí.
-Qué sí tío, venga Ale, levanta. –dijo Ryan.
Ale levantó las cartas.
-Já. Venga, vamos. –dijo.
-Jajaja. –rió Ryan.
-Bueno, pues venga.
-¿Dónde hay que chupar? –pregunté.
-Mm, no hay muchas opciones sabes...
-Ya, lo sé, pero... No me irás a hacer chuparle algo a Ryan, ¿no?
-Jajaja, claro que sí, y él también te chupará a ti.
-¿Qué? –preguntó él.
-Claro, ¿no creeríais que ibais a estar chupándome los dos todo el rato, no?
-Bueno... –dije yo en un susurro.
-Más bien... –dijo él.
-Jajajajajajaja, pues no chicos, pues no.
-Vamos Ale, no seas mala. –dijo.
-Jaja, no soy mala. Solo que yo también quiero divertirme.
-Dios tío... –dije.
-Venga, voy a ser buena y dejaré que empieces por mí.
Ale cogió la botella de tequila, lleno el chupito hasta arriba y cogió el limón.
-Tienes que hacerlo rápido.
Se lo pasó por la cara, junto a los labios y lo apretó un poco, cogió la sal y la echó sobre el mismo sitio. Me quedé mirando; gotas de limón resbalaban por su mejilla y los granos de sal se distinguían fácilmente.
-¡Vamos! –dijo.
Reaccioné, me acerqué a ella y chupe su mejilla, ella se estremeció. Después busque el chupito y lo bebí de un trago.
-Aaah. –dejé el vaso en la mesa bruscamente.
Sentí como aquel líquido de sabor amargo y fuerte recorría mi garganta lentamente quemándome por dentro.
Seguimos jugando. Tras cada “mentiroso” el vaso de chupito se llenaba hasta arriba, la rodaja de limón y la sal desaparecían un segundo de la mesa, el chupito se vaciaba de prisa y seguido de esto un sonoro “Aaah”.
Después de unas cuantas partidas, demasiados chupitos, la botella medio vacía, el limón acabado y el salero con unos cuantos gramos menos; los tres estábamos borrachos como una cuba, y, estoy seguro de que ellos también, cachondos perdidos. Ni mis pantalones ni los de Ryan lo demostraban, no aún, pero no hacia falta. Y es que después de haber pasado la lengua por la debajo, sí, por debajo, del ombligo de Ale, y que ella gimiera a su paso, no hacía falta preguntar a nadie en qué estado te encontrabas. He de decir que sí, me había molestado ver a Ryan pasando la lengua por encima de mi novia, y a mi novia pasando la lengua por mi mejor amigo, pero después de cuatro chupitos, ya ni lo notaba. Y os preguntareis, ¿también te ponía cachondo tener que chupar a tu amigo? Pues no, para nada, incluso hoy me pregunto cómo pude hacerlo. Supongo que fueron los efectos del alcohol, y la presión de Ale, pero quedaos tranquilos, en cierto modo, ni yo pasé más allá de su cuello ni él del mío, aunque las 3 veces que tuve que hacerlo y las 4 que tuvo que hacerlo él, había resultado bastante extraño.
Pero entonces llegó ese momento, ese momento que los tres estábamos viendo venir.
Lo recuerdo tan bien, tan claro a pesar de haber llevado casi 8 chupitos de tequila en el cuerpo, y es que me marcó.

··· Ale coge la botella vacía, nos mira.
-Pues ya no hay. –dice con dificultad.
Ryan y yo reímos, no sabemos por qué, pero lo hacemos. Ella se une a nosotros.
-Voy a llevarla a la cocina. –dice.
Se levanta, coge la botella, el salero el limón y el vaso. Anda hacia la cocina, se tambalea, pero no se cae. Ryan y yo volvemos a reírnos.
-¡Eh, que no me he caído! –replica ella.
Reímos más aún, ella pasa y va hasta la cocina.
Los dos no tumbamos pesados en el sofá, suspiro.
-Buah tío, no puedo más. –dice.
-Jajaja, ni yo macho. No puedo con mi vida.
-Me va explotar la cabeza.
-Sí, y la bragueta cabrón.
Baja la mirada hasta sus pantalones y observa sus pantalones.
-Eh, tío... que... –intenta excusarse.
-Da igual, después de todo yo no me he negado. –digo.
-Bueno, pero tú no te quedas corto amigo.
Me observó, tiene razón, evidentemente estoy igual que él.
-Pero en mi novia amigo.
-Sí, lo es. Y yo tu amigo.
-Eh, eh, que insinúas.
-Pues que te pongo tonto.
Reímos.
-Pero yo a ti también Butler. –digo imitando la voz de mi chica.
Una vez más reímos, entonces aparece Ale, no lleva nada en las manos, se acerca con paso decidido a nosotros, se sienta y después se deja caer sobre el respaldo.
-Pero yo os pongo mucho más. –dice.
-Es que él no me pone. –contesto.
-Obviamente. –dice él.
Ninguno dice nada, por un momento lo único que se escucha es la música, “Enrique Iglesias, Tonight (I’m fucking you)” Pero ninguno de los tres sabemos hasta que punto es indicada la canción. Cierro los ojos, la cabeza va explotarme. Los tres estamos lo suficientemente separados para no tocarnos, entonces Ale se acerca a mí, comienza a acariciar mi cara, mi cuello, me estremezco, no abro los ojos, por lo tanto no sé que hace Ryan, pero tampoco me importa. Ale sigue, y pronto siento como se mueve, se monta encima de mí y me come la boca. Su lengua rozando una y otra vez la mía, sus labios mojados con los míos y nuestros cuerpos uno contra otro. Probablemente huele alcohol, pero yo también, así que no lo noto. Mueve sus manos sobre mi cuerpo, sobre mi pecho, sube y baja sin para, me gusta. Comienzo a pasar mis manos por sus pechos, rápido, los aprieto, sin cuidado alguno, estoy tan excitado y tan borracho que no sé como hago las cosas, solo las hago. A ella le gusta, se estremece; de repente se separa de mis labios y taca mi cuello esta vez, empieza a besarme en el cuello, me da pequeños mordiscos, me lamé y entonces siento su mano que baja a mi entrepierna, la deja ahí unos segundos, después la aprieta yo instintivamente abro los ojos y gimo, miró a mi alrededor y veo que en ese mismo instante Ryan se está levantando, no sé por que no se ha ido antes, llevaba tiempo sin pintar nada, o eso pienso. Ale se separa de mi cuello, mira a Ryan, y cuando él esta dispuesto a irse ella le detiene. Me sorprendo, no me esperaba eso.
-¿Qué haces? –pregunta.
-Eso, qué haces.
-Quédate.
Ambos la miramos estupefactos.
-Será más divertido.
Ryan vuelve a sentarse, esta vez pegado a mí, y Ale vuelve a mi boca. ¿Qué hace, qué hacen? ¿Que será más divertido? ¿Qué va a ser más divertido? ¿Qué pretende? No entiendo nada, y probablemente Ryan tampoco, pero ninguno de los dos decimos nada.
Ryan sigue sentado a mi lado y Ale no para de besarme, apenas si respiramos. Pero entonces vuelve a separarse de mí. Mira a Ryan, me mira a mí, ríe. ¿Qué va hacer? Entonces lo hace. Se lanza sobre Ryan, sobre su cuello, besa el cuello de mi mejor amigo delante de mí. Él la separa.
¿Qué haces tía?
Ella que sigue montada encima de mí, me mira.
-¿A ti te importa?
No digo nada, no sé ni que decir, no sé si me importa o no, estoy demasiado pedo como para pensar. Sí me importa o eso creo, pero es que me ha puesto ver a mi novia comerle el cuello a mi amigo, creo que estoy enfermo. Pero, estoy borracho, no sé que hago. Niego con la cabeza y ella se lanza sobre él esta vez va a su boca. Se morrean, no paran, y yo, yo les miro. Miro a Ryan y Ale como se morrean mientras me excito. Sí, definitivamente estoy enfermo. Se separan, entonces ella se busca un hueco entre los dos y se coloca en el medio. Me mira, sus ojos irradian deseo, al igual que los míos, miro a Ryan, noto que el está igual, peor también algo confundido, y borracho. Los tres estamos igual. Pero me da igual, y a ellos también, probablemente pensemos que al día siguiente no recordaremos nada, no. Realmente no pensamos, si fuera así, no haríamos lo que estamos haciendo.
Entonces se lanza sobre mi boca. Nos besamos y Ryan nos mira, tengo los ojos cerrados, pero sé que nos mira, noto su mirada sobre nuestros cuerpos, me excito. Mi paquete empieza a crecer, ella lo nota y su mano lo busca; lo encuentra, lo aprieta, gimo contra su boca, estoy que no puedo más. Entonces llevo mi mano hasta su sexo, paso mi mano por encima de sus pantalones, necesito sentirla, aprieto mi mano contra su sexo, gime. Se separa de mi, mira a Ryan, y vuelve a morrearle. Yo les observo, no sé que hacer, estoy cachondo como nada, pero también borracho; entonces Ale, que coge mi mano y la leva hasta su sexo, hace que la acaricié, yo paso mi mano, dejándome guiar por ella. Estoy tocándola mientras ella se morrea con mi mejor amigo. Es todo tan extraño. Se separa de él y se lanza a mi cuello, yo sigo tocándola, pero esta vez no soy yo quien mira. Su mano vuelve a mi entrepierna, lo agradezco, y es que lo necesito. Necesito más. Me acercó a su oído, muerdo su lóbulo, ella gime y entonces bajo a su pecho, pero ahí me encuentro con otra mano, una mano más grande que no es de ella y que no es mía. Nos separamos y ella va a Ryan, esa mano es de él. Ahora no solo se morrean, si no que se tocan, se acarician. Creo que esto está yendo demasiado lejos, pero a pesar de eso no paro, no sé que hago, no sé si es que ya estoy demasiado borracho, si realmente estoy enfermo, o si estoy demasiado cachondo; busco su sexo y comienzo a acariciarlo. Ella gime, lo hace contra su boca pero puedo oírla, no puedo ver sus manos. Imagino que las de él estarán en sus pecho y las de ella en su entrepierna.
La cosa cada vez va a más. Se separan, Ale nos dedica una mirada pícara a los dos, entonces se quita la camiseta y deja descubierto su pecho, después desabrocha sus vaqueros. Creo que ya no puedo más, tengo tantas ganas. Estoy deseando que pase, así que sin más dilación me quito la camiseta y me lanzo sobre ella después, excluyendo a Ryan. Pero él no tarda en meter la mano, siento como mete su mano entre nosotros, siento como va a acercando su cara a la de ella, ¿qué esta pasando? ¿Un trío? Sí, eso es lo que está pasando, me estoy montando un trío con mi mejor amigo y mi chica. ¿Cómo he llegado hasta esta situación? Me separo de ella y entonces lo veo. Veo la espalda desnuda de Ryan que esta besando a mi novia sin parar, y yo... ¿Yo qué hago? Nada, en ves de eso me uno a ellos. Sigo con lo que los tres hemos empezado y me abandono a la situación. ···




Joder tío.

[Narra Justin]
Chaz y yo hablábamos de todo un poco, le quedaba ya solo un año para terminar el instituto, técnicamente deberíamos estar juntos en clase, estaba de tonteo con una chica y no sé que mierdas más, no es que no quisiera escucharlo, solo que no podía evitar mirar a Ryan y Ale. La verdad es que no se distinguía casi nada, estaba todo muy oscuro y había aparecido una niebla baja que te nublaba la vista. De pronto Ryan se acerco a nosotros corriendo, estaba algo rojo y despeinado, y llevaba en la mano dos abrigos, uno era de Ale. Los lanzó al banco junto a nosotros.
-¡Eh tú! –me miró. – ¿Estáis locos?
-No tío, es que hemos entrado en calor. Claro como no os movéis.
-¿Qué estáis haciendo? –pregunté serio.
-Eh... nada jugar. ¿Venís?
-No.
Chaz negó con la cabeza.
-Como queráis.
Después salió corriendo y se perdió entre la niebla.
Chaz y yo retomamos la “charla” aunque más bien se podía decir que él hablaba solo, yo intentaba escucharle, pero me era imposible. No podía parar de preguntarme qué harían, no es que desconfiara de Ale, menos aún de Ryan, pero joder. Ale estaba rara conmigo, digamos que pasaba de mí, y podía ser que yo fuera el culpable, pero ahora no sabía como solucionarlo.
-Justin, ¿me estás escuchando?
Miré a Chaz.
-Eh, claro tío.
Me miró mal.
-¿Qué pasa?
-Nada.
-No me mientas tío.
-No te estoy... –me callé. –Vale.
-¿Qué pasa?
-Pues no sé tío, es Ale.
-Es muy guapa eh, y parece una buena chica.
-Jajaja, lo es.
-Pero...
-¿Pero qué?
-Algo te pasa.
-Joder tío pues que, no sé. Está rara.
-¿Y eso?
-Pues no lo sé.
-¿Habéis hablado?
-Eh... no.
-Pero, tú le has dicho algo.
Le mire.
-Pues no.
-Ah, pues genial. Cuando aprendas a leer la mente me avisas y me das un cursillo, que creo que es muy útil eso, eh.
Le empuje.
-Que payaso.
-No tío, es que si no preguntas...
-Ya, pero...
-¡Ryan, suéltame! –se pudo oír como Ale chillaba.
Chaz y yo nos miramos.
-Bah, pasa... ya conoces a Ryan. –dijo seguro.
-Sí, eso mismo. Le conozco.
-¿Es que te preocupa?
-Eh, no. Claro que no.
-Ah... Bueno, que me estabas diciendo.
-Que tío, no sé que decirle.
-Pues tío, no es muy complicado, ¿sabes?
-En realidad, sí lo es...
No estaba muy seguro de contárselo, no era algo que precisamente me apeteciera hablar con terceros.
-¿Por?
-Pues...
Un trueno me interrumpió, miramos hacia arriba, pudimos ver un rayo cruzando el cielo, sonó otro trueno y seguido de esto, comenzó a llover a cántaros.
-Mierda. –dijo Chaz mientras se ponía la capucha.
Yo hice lo mismo y justo en ese momento aparecieron de entre la niebla y la lluvia Ryan y Ale empapados. Cogieron los abrigos y se los pusieron rápidamente.
-Que listos que sois macho. –dijo Chaz con ironía.
-Anda cállate maricón. –le contestó él.
-Eh, vámonos tío. –dije.
-¿Por qué no vamos a mí casa? –sugirió Ryan.
-¿Están tus padres? –pregunté.
-No, no están. ¿Vamos o qué?
Miré a Ale, me miró.
-¿Vamos?
-Claro. –contestó con una sonrisa en la cara.
No lo hablamos más, salimos los cuatro corriendo en dirección a casa de Ryan lo más rápido posible intentando escapar de la lluvia.
Ryan abrió la puerta, nos obligó a quitarnos las zapatillas antes de entrar y pasamos los cuatro al hall, donde dejamos las zapatillas. Comenzamos a quitarnos los abrigos, estaban empapados.
-No los dejéis en el perchero.
-¿Dónde? –pregunté.
Ryan se dirigió al comedor y nosotros le seguimos.
-Dejarlos en las sillas. –dijo él dejando el suyo.
Ale puso su abrigo junto al de él y Chaz y yo hicimos lo mismo. Miramos a Ale y Ryan que estaban empapados.
-Estáis algo mojados, eh. –dije.
Se miraron a si mismos y después el uno al otro, empezaron a reír.
-Yo voy a cambiarme. –dijo él.
-Eh, y yo qué.
-Jaja, tú te jodes.
Al pasar por su lado le dio un empujón que ella devolvió.
-¡Tonto!
-¡Puede ser, pero soy mejor que tú! –chilló él mientras se alejaba.
Chaz y yo pasamos, fuimos al salón y nos sentamos en el sofá frente al gran televisor. Ale nos siguió con la mirada y después se acercó de prisa a nosotros.
-Justin, ¿qué hago?
-Tú sabrás. –contesté borde.
Me miro asombrada, no había pensado lo que decía, ni el tono con el que lo decía, simplemente me había salido del alma, no tenía mucha lógica, pero sí. Estaba celoso de mi mejor amigo. La mire de arriba abajo, estaba empapada, la sudadera azul que era antes algo suelta, se ceñía a su cuerpo marcando sus curvas y un mechón de pelo empapado le caía por la cara. Se percató de esto y se lo apartó de la cara.
-Lo siento. –me levanté. –Quítate eso antes que nada.
-No llevo nada debajo.
-Jajaja, puedes quitártelo Ale, yo no miro. –dijo Chaz.
-¡Cállate retrasado! –repuse.
-Jajaja, déjale hombre. Tiene buen gusto. –dijo ella.
-Jajaja, claro.
-Buah, menudos dos. Espera aquí.
Me alejé del salón y fui en busca de Ryan, llamé a la puerta de su habitación.
-Rayn, ¿puedo pasar?
-Si me prometes que no vas a violarme, claro que te dejo guapo. –dijo con una voz aguda, de chica.
Abrí la puerta.
-Mira que eres payaso, eh.
Estaba en calzoncillos, pero no me importó, ¿cómo iba a importarme? Nos conocemos desde los 7 años, había visto muchas cosas, sí, muchas cosas.
-¿Bueno, qué pasa?
-No tendrás alguna camiseta o algo para dejarme, ¿no?
-¿Para? –dijo poniéndose unos vaqueros.
-Es Ale, es que tiene la sudadera empapada.
-Que se la quite.
-No lleva nada debajo. –contesté serio.
-Joder... Pues mejor. –se puso la camiseta. –Pero mejor que nos haga un streaptease.
-¡Anda gilipollas!
-Jajaja. Es verdad, es verdad. A ver si te vas a poner palote o algo eh...
-Ojala. –susurré.
Lo dije sin pensar, lo decía para mi mismo, pero no me di cuenta de que Ryan me escuchaba perfectamente.
-¿Qué?
-Nada.
-Vamos tío, te he oído.
-¿Entonces para que preguntas? –me acerqué a la cama y me senté.
Ryan se sentó a mi lado.
-¿Qué es lo que pasa Justin?
No dije nada, también me apetecía contárselo, podía decirse que a él sería más fácil e incluso podría darme un consejo, no es que no confie en Chaz, pero Ryan entiende más de estas cosas. Aunque había algo en su contra, y eso era que estaba celoso, tal vez no tenía ninguna razón, se habían llevado bien y ya está, pero no podía evitarlo. Había hablado más y tenido más contacto con ella en una hora que yo desde hacia casi un día.
-No estarás mosqueado por lo de antes, ¿no?
-¿Qué?
-Cuando me he ido con Ale.
-Ah, eso... No me ha hecho mucha gracia.
-Ya, lo he notado. Pero tío que... Joder, me ofendes.
-Nada tío, sí yo lo sé. Son movidas mías.
-Bueno, pues cuéntamelo. Que yo no estoy solo para que te eches unas risas y levantarte la novia.
Le di un puñetazo.
-Imbécil.
-Jajaja, anda. Cuéntame.
Hubo un silencio, suspiré, le miré, me miraba fijamente.
-Pues, a ver... La, eh... La otra noche...
-¿Sí?
-La otra noche, estábamos en mi habitación y bueno...
-Coño tío, vamos, suéltalo ya.
-La otra noche, estuvimos en mi habitación, estábamos enrollándonos, y cuando ella quiso, pues... pasar a más, ya sabes.
-Sí, sé, sé.
-Bueno, pues, digamos que no, que no funcionaba.
-¿Qué no funcionaba qué?
-Pues, lo que tiene que funcionar.
Hubo un silencio, me miraba extrañado, parecía que realmente no lo sabía.
-Joder Ryan macho.
-Ah, ah, vale, vale. –hubo otro silencio. –Oh...
-Sí, oh...
-¿Y luego qué?
-Pues luego nada tío. Joder, no supe que hacer.
-¿Y ella que hizo?
-Nada.
-¿Nada?
-No le dejé que hiciera nada, prefería que no dijera nada. Se fue.
-Joder tío...
-No, joder no.
-Jajaja.
-No sé que hacer, si hablarlo con ella o qué.
-No creo que sea lo mejor.
-¿Entonces?
-Pues... ¿sabes por qué fue?
-Estaba cansado.
-¿Se lo dijiste?
-Eh... sí, pero luego, bueno, no sé si le quedo muy claro.
-Pues...
-Y es que ahora está como pasando de mí. No quiere ni tocarme. –le interrumpí.
-Joder tío, es que pensará que no, que no te pone.
-¿Qué, por qué?
-Coño, no se te levanta cuando estás con ella y luego no le dices nada más.
-Joder tío...
-¿Tú que pensarías?
-Bueno... Es verdad.
-Mira, lo que tienes que hacer es demostrarle que no es así. Que sigue gustándote, coño, que te pone.
-¿Y cómo?
-Joder, ¿te hago un croquis macho?
-Ah, va, va...
-Pues eso tío.
De pronto la puerta de la habitación se abrió, era Chaz; ambos le miramos.
-Espero no interrumpir eh.
-Buah, que imbécil.
-Jajaja, que tíos... Que me voy, que me ha llamado mi madre que vaya ya.
-Ah, va, va. –dije yo. 
-Pues nada. ¿Mañana quedamos? –preguntó él.
-Yo no sé tío, ya si puedo os aviso. –dije.
-Va, pues ya hablaremos.
Entro y se acercó a nosotros para despedirse, después salió de la habitación. Nos quedamos en silencio y segundos después se escuchó el ruido de la puerta al cerrarse.
-Anda, vamos, que está Ale sola. –me levanté.
-Sí, vamos. –se levantó.
Nos dirigimos hacia la puerta, pero antes de salir me detuvo, le miré.
-¿Qué pasa?
-Una cosa que no me ha quedado muy clara.
-Qué... –pregunté con temor a su pregunta.
-Tú y ella... O sea, ya sabes.
-Eh... no. Eso no.
-Y qué sí.
-Pues cosas tío.
-Qué cabrón.
Salí de la habitación y él me siguió. Llegamos al salón donde estaba en el sofá sentada Ale, tiritando de frío.
-Ale. –me miró.
-¿Qué pasa? Qué hacíais, habéis tardado mucho, eh...
-Buah, que tía. –dijo Ryan.
-Anda, vete al baño, que el individuo este te va a dejar una camiseta. –pegué a Ryan en el pecho.
Este se quejó.
-Eh, ¿el quejica que no es quejica se está quejando? –dijo ella mientras se levantaba.
-Eh, que no te dejo nada, eh. Y tienes que ir en bolas por mi casa.
-Já, ya te gustaría.
-Sí, y a él. –me señaló.
Ale me miró.
-Sí, a él también, pero da la casualidad, de que el ya lo ha visto.
No dijo nada más, nos dejó a ambas con la palabra en la boca y se fue al baño.
Ryan y yo la observamos alejarse. Se movía lentamente contoneando las caderas. He de reconocer que cuando la conocí, pensé que lo hacía a posta, pero finalmente me di cuenta de que, no sé por qué, le salía solo, era tan natural. Me percaté de que el también miraba sus caderas. Le di un puñetazo.
-Eh tío, relaja.
-Pues no mires cabrón.
-Jajaja, eh, pues no sé que se va a poner.
-¿Qué?
-Que no le dado la camiseta.
No dijimos nada más, él simplemente se alejó de mí.

jueves, 27 de octubre de 2011

Ryan.

Abrí la puerta principal y dejé pasar a Ale.
-¡Nos vamos!
Mi padre se asomó desde el salón.
-No llegues muy tarde, que ya sabes que a mí no me importa, pero Alice no se queda tranquila.
-No, tranqui papá.
-Justin, no vayáis muy lejos. –dijo Alice.
-No, tranquila. Estaremos por aquí cerca.
Después de decir eso cogí unas llaves de repuesto que había en la mesa junto a la entrada y salí. Me acerqué a Ale y comenzamos a andar en dirección al parque.
-Justin. –la miré. -¿Dónde vamos?
-A unas pistas deportivas que hay aquí cerca.
-Ah...
Anduvimos despacio el uno junto al oto, en silencio y sin mirarnos, como si lo tuviéramos prohibido, la situación comenzaba  tornarse incómoda. Pero entonces, volvió a hablar.
-¿Con quién hemos quedado?
La miré, pero tardé en contestar.
-Con unos amigos, ya lo verás, son geniales.
No dijo nada, se limitó a asentir. Todo estaba siendo un tanto raro, debería estar entusiasmado por presentarle a mis mejores amigos a mi chica, la chica de la que estoy enamorado, pero en realidad, estaba incómodo. Me apetecía verles, y mucho, pero en ese instante, no me parecían actividades compatibles estar con mi chica y con mis amigos; no cuando tenía un tema pendiente con ella. Aunque bien era cierto que si eso estaba pendiente era por mí culpa, pero lo que también era cierto, era que iba a seguir pendiente. Por fin llegamos al sitio acordado, pero allí no había nadie. Buscamos un banco nos sentamos y nos dispusimos a esperar en medio de la oscuridad y el silencio que inundaban el parque.
-Muy puntuales tus amigos... –dijo Ale con ironía.
-Ya bueno... –ni la miré.
Busqué el móvil en el bolsillo de mi chaqueta, miré la hora, eran las 22:10. Le hice una perdida a Ryan.
-No tardaran.
-Aja...
Dios, odiaba esta situación, pero es que ahora tampoco sabía cómo salir de ella. Sabía que yo solito me había metido en esto pero es que no tenía ni idea de que hacer, y me estaba cansando. De pronto sentí como Ale se acercaba a mí. Tal vez iba a ser ella quien terminara con esto, o eso creí.
-Justin. –cogió mi mano. –Dime que eso de ahí, son tus amigos.
Alcé la mirada y afine la vista, dos sombras a lo lejos se acercaban a nosotros, y conforme lo hacían, pude distinguirlos.
-Tranquila. –sonreí.
En ese momento, soltó mi mano, ¿qué coño pasaba? Cada vez entendía menos las cosas y me arrepentía cada vez más de haber reaccionado como reaccioné.
-¡Qué pasa Bieber! –chilló Chaz.
Yo me levanté y le salude.
-¡Maricón! –Ryan me dio un puñetazo en el hombro, después nos abrazamos.
-Cuanto tiempo hermano. Ya se os echaba de menos capullos.
-Jajaja, es que no te dejas ver sarasa. –contestó Ryan.
-Buah, es que no puede ser Bieber. –dijo Chaz.
-Ya bueno, ¿nos presentas, o qué? –dijo Ryan mirando el banco.
Ahí estaba Ale, sentada tímida, con la mirada baja, las piernas cruzadas y jugando con un mecho de su pelo.
-Ale. –la llamé.
Ella se levantó de inmediato y se acercó a mí.
-Estos son Ryan y Chaz.
-Hola. –dijo tímida.
Ryan no se cortó un pelo, puso una mano en su cintura la acercó a él y besó su mejilla.
-Yo soy Butler, Ryan Butler.
-Jajaja. Ale, solo Ale.
-Jajaja, encantado Ale.
-Bueno, y yo Chaz.
Él, que no iba a ser menos, imitó la acción de Ryan, pero quizás con menos soltura, Chaz ha sido siempre más cortado para estás situaciones, no como Ryan, que no liga con las chicas que le presento por respeto, si no...
-Bueno, ya hechas las presentaciones. ¿Dónde vamos? –dije.
-Mm, pues podríamos echar un partidillo, no tío. –dijo Ryan.
-¿Estás fumado o qué te pasa? –contestó Chaz.
-Es que sí macho. –contesté.
-Joder no, voy a casa a por la pelota en un segundo.
Chaz y yo nos miramos.
-A mí me parece genial. –dijo Ale con una sonrisa en la cara.
-¿Qué? –la miré.
-Sí, hace un frío de muerte. Y movernos un poco no vendría mal.
-Di que sí Ale. –le mostró una gran sonrisa y ella correspondió, después me miró a mí. –Justin, esta chica me gusta.
-Jajaja. –rió ella.
-Sí Ryan, a mí también.
-Bueno tío vamos, ve a casa. ¡Que nos quedamos helados! –dijo Chaz.
-¡Ahora vengo!
Ryan salió corriendo del parque en dirección a su casa, no entiendo como tiene tanta energía este niño, incluso en invierno y a -5º; nosotros nos acomodamos en el banco para esperarle.

[Narra Ale]
Estaba en el medio, atrapada entre Chaz y Justin que se habían juntado a mí por el frío; pero Ryan no tardó en volver derrochando energía y botando la pelota hasta nosotros.
-¡Eh venga! –dijo frente a nosotras y botando la pelota.
Un castañeo de dientes proveniente de la boca de Chaz salió, le miré.
-T-t-tengo f-frío.
-Jajaja. –sonreí.
-¡Pues venga cabrón, levántate!
-Joder Ryan que hace frío. –dijo Justin.
-¡Coño pues moveros maricones!
Chaz y Justin se miraron, una mirada cómplice, un segundo y después se acomodaron en el banco.
-¡Venga ya! –Ryan lanzó hacia nosotros la pelota con fuerza.
Me incorporé un poco, lo suficiente para alcanzar la pelota. Me quedé mirándola un segundo, alcé la vista y me encontré con Ryan frente a frente sonriendo de oreja a oreja.
-¡Venga Ale! –sonrió más ampliamente. –Tú no serás como estos dos.
Extendió su mano hasta ofrecérmela, la mire fijamente, dudé. Es verdad que hacía mucho frío, pero si me movía entraría en calor y además yo le había animado a que fuera a por la pelota. Así que cogí su mano y él me impulso hacia arriba, levantándome. Le tiré la pelota. La cogió, la botó y volvió a pasármela. La cogí y sin pensármelo dos veces salí corriendo hacia la cancha de baloncesto que había a unos cuantos metros de nosotros; Ryan corrió tras de mí. Empezamos a jugar, a mí nunca se me ha dado muy bien el baloncesto, pero tenía frío y estaba entrando en calor.
Tenía la pelota, intentaba quitármela, corría y el tras de mí, tiraba a canasta, fallaba, él reía, corría hasta él y le daba un puñetazo, reíamos y el salía corriendo a por la pelota, volvía y yo intentaba quitársela, no lo conseguía, se movía con aire de superioridad, se acercaba corriendo a la canasta y tiraba, encestaba, y reía. No sé cuantas veces se repitió esto, pero ya había entrado en calor y él estoy segura que también, y además, Ryan hacia que entraras en calor solo con estar con él, sé que no está bien, es su amigo, pero es que es inevitable no fijarte. La “jugada” volvió a repetirse una vez más, y cuando la pelota que había lanzado casi desde medio campo entro limpia en la canasta me miró con chulería.
-Lo ves, así es como lo hace un profesional.
-¡Anda! –le empujé.
-Jajaja, no pasa nada Ale, esto no es lo tuyo.
-¡Eh! –volví a empujarle. –Que es que yo no sé jugar a esto joder.
-Jajaja, pues eso haberlo dicho antes.
-¿Qué?
-Yo te enseño. 
Justo después salió corriendo a por la pelota y en un segundo volvió a colocarse a mí lado, me ofreció la pelota, la miré y después le miré a él.
-Vamos. –la acercó a mí. –Cógela.
Cogí la pelota con las dos manos y él se colocó detrás de mí, se pegó a mí cuerpo y cogió mis manos con las suyas. Giré la cabeza y me encontré con su cara pegada a la mía. Sonrió y yo hice lo mismo.
-Mira. –miré sus ojos. –No, no. Mira hacia delante, hacia la canasta.
Yo obedecí.
-Relaja los músculos de los brazos, no los tenses.
-Vale, vale.
Volví a obedecer sus instrucciones y me relajé. Sentí como alzaba sus brazos haciendo que los míos lo hicieran también, tanteo con ellos, haciendo intención de tirar. Gire la cara, sus labios estaban muy cerca, tenía unos labios impresionantes, desvié esa idea de mi cabeza inmediatamente, ¿qué coño estaba haciendo? Volví a mirar hacia delante. Entonces lanzó el balón, y como los tiros que había hecho antes, entró limpio. Se separó de mí.
-Lo ves, no es muy difícil.
-Jaja, si lo has hecho tú todo.
-Que no tonta.
-Jaja.
Ryan comenzó a quitarse el abrigo. Le miré expectante.
-¿Qué haces? ¿Estás tonto?
-Que no joder, si es que estoy hasta sudando macho.
Era cierto, o sea, que yo también tenía hasta calor así que le imité.
-¿Pero qué haces, estás tonta? –dijo imitando mi voz.
-Eh... –le empuje.
-Jaja, oye, al final vas a causarme algún daño físico, eh.
-Anda, mira que eres exagerado.
-Jaja, trae.
-¿Qué?
-La chaqueta.
-Ah... –se la di.
Él la cogió y volvió a alejarse corriendo en dirección al banco donde Chaz y Justin estaban sentados, dejándome a mí en medio de la cancha, pero, no tardó en volver.
-Bueno, ¿lo intentamos de nuevo, o qué?
-Claro.
Volvió a colocarse detrás de mí y lo repetimos, la pelota entro de nuevo.
-¿De nuevo?
-Sí.
-Pues ve tú a por la pelota anda, que voy yo siempre.
-Jaja, es que eres tú quien la mete siempre.
Nos miramos un segundo y empezamos a reír, aquello había sonado realmente mal.
-Sí Ale, sí. Yo las meto todas.
-Jajaja, no te creas Butler. –le guiñe un ojo.
Salí corriendo inmediatamente después, sin darle tiempo a que reaccionara. ¿Qué cojones estaba haciendo? ¿Estaba tonteando? No, la verdad es que no estaba tonteando, en realidad yo siempre me había llevado así con mis amigos, aunque tal vez para Ryan estaba siendo un poco raro. Volví junto a él con la pelota, se colocó detrás de mí y lo repetimos; la pelota entro. Pero esta vez me había dejado a mí un poco más suelta.
-Lo haces bien eh. –me dijo.
-Tú, lo haces bien.
No dijo nada más, salió corriendo a por la pelota y en un segundo estaba de nuevo a mi lado.
-Que rápido eres, eh.
-Jaja, pero no para todo, eh... No te vayas a creer que...
Le empuje.
-Buah, que tonto...
-Jajaja, no, no. Yo solo te aviso. –me pasó la pelota.
-Bah... Eso decís todos.
-¿Todos?
-Déjalo.
-No, no... ¿Qué pasa, eh?
-Que no pasa nada Ryan.
Claro que pasaba, y me gustaría contárselo, habíamos cogido ya bastante confianza, pero... No creo que fuera lo mejor, ni lo más apropiado.
-Qué pasa... Que el Bieber no te da lo que te tiene que dar.
Le lancé la pelota.
-Déjalo, ya está.
Volvió a pasármela.
-Está bien. Cómo tú quieras.
-Pues eso.
-Anda, inténtalo tú sola.
-¿Yo sola?
-Sí, ya verás como te sale.
Nos miramos, me animó con la mirada y yo me decidí. Me coloque como él me había enseñado, localicé la canasta, tanteé un poco con la pelota, respiré y lancé la pelota, involuntariamente cerré los ojos, pero volví  a abrirlos justo para ver como la pelota entraba limpia en la canasta.
-¡Eh tía, genial! –chilló Ryan.
-¡Aah! ¡Que la he metido tío!
Nos acercamos el uno al otro a la vez y sin pensarlo nos abrazamos.
-Si ya sabía ya que podías hacerlo.
-Hombre, eres un buen profesor.
-Jaja, y tú una buena alumna.
-Anda... –empuje su hombro con el mío.
-Tienes que dejar a hacer eso. Que tengo el hombro ya... Hecho polvo.
-Pero que quejica eres tío.
-¿Yo qujica?
-Sí, tú.
-Te vas a enterar de lo que es quejarte.
-¿Eh?
-Sí, sí...
Comenzó a acercarse a mí.
-Ya puedes empezar a correr.
Y así hice, salí corriendo y él me siguió.
-¡Te vas a enterar!
-¡Jaja, que no me pillas!
-¡Uy que no!
Miré hacia atrás, estaba más cerca. Intenté correr más rápido, pero justo entonces me cogió. Me alzó en el aire y me subió en su hombro; no me importó. Para mí estaba siendo un juego, ¿qué si no? Ryan es su mejor amigo, y sí esta bueno y demás, pero primero que nada, yo amo a Justin y segundo, Ryan es simplemente intocable. Pero eso lo sabía yo, y él, no hacia falta que aclaráramos nada ente él y yo, pero no pensé entonces en lo que Justin pudiera pensar.
Empecé a moverme sobre su hombro, a darle puñetazos en la espalda y a patalear.
-¡Ryan, suéltame!
-Jajaja.
-¡Qué me sueltes te digo! Jajaja.
-¿Quieres que te suelte?
-¡Sí, suéltame!
-¿Segura?
Miré a mi alrededor, ¿por qué no iba a estar segura? Entonces caí en la cuenta. Estábamos junto a los contenedores de basura.
-¿Te suelto?
-¡No, no, no! ¡Ni se te ocurra!
-No, no. Has dicho que te suelte.
Me aferré a él a su sudadera y me pegué a su cuerpo, el olor de su colonia me fascinó.
-Dilo.
-¿Qué?
-Que no soy un quejita.
-Jajaja, es que lo eres.
Hizo ademán de soltarme y yo me pegué más a él.
-¡No, no me sueltes, no me sueltes!
-¡Dilo! Jajaja.
-No eres un quejica.
-Ah, bueno.
-¿Me sueltas ya? Pero no aquí.
-Di que soy mejor que tú.
-¿Qué, por qué?
-Jaja, dilo.
-Aiis... Eres mejor que yo.
-Jajaja. Vale.
Me colocó mejor sobre su hombro para que no me cayera y me llevo de nuevo al centro de la cancha de baloncesto y me dejó en el suelo. Pero justo en ese momento, se escuchó un trueno, seguido de este, otro más y finalmente el agua comenzó a caer del cielo a cántaros. Ryan y yo salimos corriendo hacia donde Chaz y Justin estaban.

martes, 25 de octubre de 2011

Canadá.

Me sentía mal... Técnicamente, no había sido mi culpa; yo lo había intentado, pero estaba realmente cansado. Eso sí, estaba muerto de la vergüenza, no me había pasado nunca, NUNCA, y que me hubiera pasado con ella... No sé, era todo tan extraño. Pero, lo que no sabía, era como se lo había tomado ella. Y aunque quisiera saberlo, prefería olvidarlo, no tenía idea ni de cómo mirarla a la cara. Haría lo imposible porque ese tema, no fuera un motivo de conversación.

La puerta de mi habitación se abrió de repente, y la luz proveniente de fuera me dio directamente en la cara, no abrí los ojos.
-Justin, vamos. –era Ale.
No me hacía falta mirarla para saber que era ella.
Me estire, bostecé, froté mis ojos y finalmente los abrí.
-¿Qué ocurre? –dije.
-Vamos, hay que bajar a desayunar. –dijo seca.
-Ah, vale, sí...
No me dio tiempo a decir más, Ale se fue, dejando la puerta abierta. Me levanté, fui al baño y bajé a la cocina. Estaban las tres sentadas, desayunando y yo me uní a ellos.
-Bueno chicos, ¿qué, eh? –preguntó mi madre.
Ale yo la miramos.
-¿No estáis entusiasmados?
-Oh, sí, claro.
-Estamos deseándolo.
-Bueno, pues... ¿A qué hora tenéis que salir de aquí? –preguntó Valery.
-Hemos quedado en el aeropuerto a las 2:00. –contestó ella.
-¿A las dos?
-Sí, comeremos con ellos en un McDonald’s.
-Ya tenéis todo listo, ¿no? –preguntó mi madre.
-Sí, ya está todo.
Terminamos de desayunar en silencio. No sé por qué, pero a mí me resulto incomodo. Al terminar Ale se levantó y yo fui tras ella.
-¿Qué hora es? –pregunté.
-Serán las 12 como mucho.
-Oh, vale.
Andaba sin mirar atrás, sin mirarme, subió las escaleras deprisa y yo tras ella, estaba rara. Cogí su mano para que se detuviera, entonces me miró.
-¿Qué te pasa?
Sonrió falsamente.
-Nada. –se soltó de mi mano. –Voy a ducharme.
Yo no dije nada, la miré alejarse de mí y finalmente yo me metí también en mi habitación.

[Narra Ale]
Tal vez me estaba pasando, no lo sé, no iba a pararme a preguntarle, pero es que, estaba incómoda. Lo que había pasado la noche anterior me había confundido, incomodado. Vale, me había dicho que estaba cansado y eso, pero acaso eso era motivo para que... bueno en fin, “no pasara nada”. No lo entendía, y  yo quise preguntarle, pero él no me dejo, y tampoco me iba a poner a discutir con él. Que yo sé que para él había sido un palo, ¿pero a caso había pensado en mí? No. No lo había hecho, y yo ahora mismo no sabía que cojones pensar.
Salí de la ducha, y me apresuré a vestirme, nada especial, unos vaqueros claros, una sudadera azul y unas Convers azules bajas; después me sequé y arreglé el pelo, me hice una trenza hacia un lado sin más y ni tan siquiera me maquille, no me apetecía. Para cuando terminé era la una, me había sobrado tiempo, así que me puse con el móvil. Un rato después llamaron a la puerta.
-Pasa. –dije mientras guardaba mi móvil.
La puerta se abrió y tras ella apareció Justin acompañado su maleta gris metalizado. Llevaba un chándal negro y azul Adidas con puño en los tobillos, una sudadera negra y roja de Puma y unas zapatillas altas Reebok. La verdad, es que estaba demasiado guapo.
-¿Estás ya? –preguntó.
-Sí, sí.
-Voy a bajar mi maleta y meterla en el coche, ahora subo a por la tuya.
No dije nada, tan solo me limité a asentir. Justin no tardo mucho en subir de nuevo, entró en mi habitación, sin decir nada, cogió la maleta y salió. Yo le observé pero tampoco dije nada.

Abracé a mi madre antes de meterme en el coche.
-Antes de montar en el avión me llamas. –dijo.
-Vale, mamá.
-Y en cuanto llegues ahí también.
-Que sí, mamá.
-Ais cielo, voy a echarte de menos.
-Y yo a ti mamá.
Justin pitó. Me giré para mirarle.
-Vamos a llegar tarde. –dijo.
-De verdad Justin, mira que puedes ser antipático. –dijo su madre y el hizo una mueca.
-Jajaja, anda idos ya. –dijo mi madre.
Besé su mejilla y ella volvió a abrazarme, me despedí de Pattie y por fin me monté en el coche. 
Durante el trayecto al aeropuerto ninguno de los dos dijo nada, yo no sabía que decir y el parecía no tener nada que decir; así que el silencio inundó el coche. Al llegar al aeropuerto Jeremy y los niños nos esperaban, así que la situación dejó de ser tan incómoda. Entramos a un McDonald’s que había cerca de la terminal y comimos. Y quieras que no, el tiempo pasó volando, y es que Jazzy y Jaxon tienen ese efecto en mí, que es que me lo paso genial con ellos. Cuando me quise dar cuenta, estaban llamando ya a los pasajeros de nuestro vuelo. Jeremy y Justin se ocuparon de las maletas y yo de los niños, pasamos por facturación, yo llamé a mi madre como le había prometido y montamos en el avión.
La verdad es que había pensado que sería mucho peor, que el silencio nos invadiría y que ni tan si quiera nos miraríamos, pero, ya ves... No fue así. Pero claro, tengo que darle las gracias a la dulzura de Jaxon de que no fuera así, y en cierto modo también a Jazzy. Y es que nada más subir al avión Jazzy se colocó junto a Justin en lo que hubiera sido mi asiento, pero... no me importo. En vez de eso cogí a Jaxon de los brazos de su padre y me senté justo detrás de ellos; Jeremy lo hizo delante de ellos. Así que durante todo el viaje, que no fue mucho, algo menos de dos horas, yo me limite a hacerme la dormida junto a Jaxon y a oír como Justin y Jazzy se partían de la risa. Y si os preguntáis que en qué pensaba, pues no es muy difícil. En él, en lo de anoche; había empezado a culparme, sí, y es que tal vera yo, lo que “no funcionaba”. La que no lograba que funcionara lo que tenía que funcionar, había comenzado a entrarme el miedo, miedo de tan si quiera rozarle, miedo al rechazo, miedo a que pasara de nuevo. No sabía que hacer, quería hablarlo, pero él no querría. Así que supuse que tendría que esperar.

[Narra Justin]
Cogí a Jazzy en brazos y seguí a mi padre hasta la salida, eché un segundo la vista atrás, tan solo para comprobar que Ale me seguía, y así era; me seguía con Jaxon dormido en brazos. Bajamos a la terminal donde Alice, la mujer de mi padre nos esperaba con una sonrisa en la cara. Ale se encargo de presentarse ella solita, por un momento me pareció como si no me necesitara; dejo a Jaxon en brazos de su madre, anduvo con aire indiferente hacia la cinta corredera, espero a que en ella apareciera su maleta azul, la cogió y empezó a alejarse de nosotros como si supiera perfectamente lo que hacia o donde estaba. Y justo antes de llegar a la salida se detuvo y miro hacia atrás. Nos miramos, pero no nos dijimos nada, en vez de eso desvié la mirada de ella y me acerque a la cinta; no sabía que era lo que estaba ocurriendo, tampoco me molesté en preguntar.
Montamos en el todo terreno de mi padre y nos dirigimos a su casa, mi padre conducía y Alice iba junto a él, atrás ella y yo, pero no nos tocábamos, ni si quiera nos rozábamos, esa distancia la marcaba las sillas de Jazzy y Jaxon, lo agradecí. Pero justo al llegar, recordé algo, algo fundamental: ella y yo, solos, en mi habitación, 8 noches: en cierto modo, eso no pintaba nada bien, no por el momento. Bajamos del coche y Ale y Alice se ocuparon de los niños mientras yo y mi padre lo hacíamos de las maletas.
-Bueno, pues yo voy a subir a acostar a los niños. –dijo Alice cerrando la puerta y con Jazzy cogida en brazos. -¿Vienes conmigo Ale?
Ella se giró rápidamente.
-Claro.
Después ambas subieron las escaleras que daban a la habitación.
-Anda hijo. –miré a mi padre. –Subamos esto. –
Cogió su maleta y la de Ale y se dirigió a las escaleras, yo cogí la mía y le seguí. Al subir el se metió en su habitación y me dio la maleta de Ale; yo fui a mi habitación acompañado de las dos maletas y las dejé al fondo de la habitación, mi padre no tardo en volver a entrar.
-Justin, por qué no bajas al sótano a por el colchón hinchable.
-Ah, sí, claro.
Bajé y subí en un minuto, y cuando volví mi padre había colocado sobre la cama unas sabanas.
-¿Has cogido la bomba para hincharlo?
No contesté tan solo se la enseñe.
-Conéctala.
Me acerqué al enchufe y lo conecté; lo encendí y el colchón comenzó a coger forma.
-Justin... –miré a mi padre. – ¿qué te pasa?
-¿Qué? Nada. –mentí.
-Soy tu padre. A mí no me mientas.
Reí.
-No es nada papá.
-Venga hijo. Estáis raros.
No dije nada, me limite a mirarlo, intenté sostenerle la mirada pero la verdad acudió a mis ojos.
-Bueno, solucionarlo.
-No es nada papá. –repetí.
Mi padre salió de la habitación con la excusa de que iba a hacer la cena, agradecí que me dejara solo, lo necesitaba.
Cuando el colchón terminó he hincharse coloqué las sábanas. Eran un poco infantiles, ¿no recordáis esa película de Goofy, Micky y Donald de los tres mosqueteros? Pues eso mismo. Las sabanas tenían sus años. Al terminar me senté sobre la cama, la de verdad. Creo que iba a preferir que ella durmiera en mi cama, no sé. Saqué mi móvil del bolsillo, eran casi las 8:00 de la tarde, pensé en Ryan, no era muy tarde, pero tampoco era precisamente temprano; le escribí un mensaje.
“Hey tío, qué pasa. No adivinarías donde estoy, o sí... ¿A las 10:00 en el parque de siempre o qué?”
Envié el mensaje, y él no tardó en contestar.
“¡No me vaciles tío! A las 10:00 ahí cabrón. Avisaré a Chaz.”
Respondí.
“No lleguéis tarde tío que nos conocemos. Además voy con alguien a quien no le gusta esperar.”
Y él, una vez más, contestó.
“Uoh, uoh, uoh, es verdad tú. ¡Que el Bieber tiene CHICA! Tranquilo cabrón.”
Leí el mensaje, pero antes de que pudiera contestar la puerta se abrió; era ella.
-Justin, la cena está lista. ¿Bajas?
-Claro.
Me levanté y la seguí por las escaleras, pero antes de llegar a la cocina la cogí por la cintura.
-Esta noche hemos quedado.
-¿Qué?
-Voy a presentarte a unos amigos.
Asintió, después entramos los dos en la cocina.


jueves, 20 de octubre de 2011

Sin respuesta.

[Narra Ale]
La comida fue genial, los chicos del equipo de Justin son geniales, y contaron cada cosa del My World Tour, me lo pasé muy bien. Cuando terminamos todos de comer, decidieron ir a un Starbucks a tomar un café, así que nos fuimos a uno que no estuviera muy lejos y nos tomamos un café. Finalmente, después de un lago día de anécdotas, chistes, bromas y demás, nos fuimos a casa.
Cuando llegamos mi madre y Pattie estaban en el salón, hablando. Nosotros pasamos de largo y subimos arriba. Nos metimos cada uno en su habitación, estábamos cansados, pero sabíamos de sobra lo que teníamos que hacer, preparar la maleta, y es que al día siguiente volábamos a Canadá, estaba emocionada sí, pero también agotada. Me había despertado a las 11:00 para que me diera tiempo, solo había dormido unas 7 horas; me tumbé un momento en la cama, y sin darme cuenta me quedé dormida.

-Cariño, vamos. –sacudieron mi hombro.
Abrí los ojos, mi madre estaba sentada junto a mí, intentado que me levantara. Me incorporé, bostecé.
-¿Qué hora es?
-Las 9:00.
-¡¿Qué?!
-Sí, hemos cenado, por cierto.
-¿Por qué?
-Pues porque Pattie y yo teníamos hambre, Justin ha bajado justo cuando íbamos a empezar y ha cenado con nosotras.
-¿Por qué no me habéis despertado.
-Nos dijo Justin que vino te vio dormida, intentó despertarte pero nada...
-Buf... –froté mis ojos.
-¿Tienes hambre?
-No, la verdad que no.
-Bueno, pues nada. –se levantó.
Me quedé en la cama, sin saber muy bien que hacer.
-¿Has hecho la maleta?
-Buf, no.
-Pues, te recomiendo que la hagas ahora.
-Sí, ya...
Mi madre no dijo nada más, se dirigió a la puerta y salió de mi habitación.
Me quedé un momento sentada en la cama, estaba adormilada. Por fin reaccioné, me levanté y busqué mi maleta. Cogí la azul, la dejé en medio de la habitación y la abrí de par en par. Me dirigí a mi armario y empecé a sacar, doblar y guardar ropa y más ropa. Creo que me llevó una hora, eran algo más de las diez cuando terminé. Dejé la maleta junto al escritorio y volví a la cama. Ya no estaba cansada, estaba aburrida. Me pregunté dónde estaba Justin, ¿por qué no había subido? Tal vez mi madre no le había dicho que me había despertado, pero si era así, ¿por qué no lo había hecho? Decidí dejar de preguntarme las cosas. Me levanté, salí de mi habitación y bajé al salón. Pero solo estaban mi madre y Pattie.
-¿Qué hacéis?
Las dos se giraron.
-Hombre Ale. –dijo Pattie. – ¿Has hecho ya la maleta?
-Eh, sí, ya está.
Sonrió.
-Eh, ¿y Justin?
-Ha subido, decía que estaba cansado. –contesto ella.
-¿Pero se ha ido a la cama?
-No lo sé.
-¿Quieres cenar algo? –preguntó mi madre.
-Eh, no... No tengo hambre, yo también me subo.
-Bueno, tú misma. –dijo mi madre. –No te acuestes muy tarde, eh.
-No.
Me alejé y subí las escaleras corriendo.
Llegué a la habitación de Justin, pero me quede de pie frente a la puerta, dudando si abrir o llamar a la puerta, o si debía irme directamente, tal vez estaba dormido. No lo pensé más, abrí la puerta directamente y me lo encontré sentado en la cama, en pijama y con el portátil en las rodillas. Alzó la mirada.
-¡Hombre!
-Jaja, pensé que aún estabas dormida.
-Pues no.
Me acerqué a él y me senté en la cama, el siguió con lo que estaba haciendo.
-Me han dicho que estás cansado.
-Sí, lo estoy. Me iba a ir ya a la cama, solo estaba mirando un par de cosas.
-¿Has hecho la maleta?
-Hace ya un rato... No como tú.
-Joder, estaba cansada.
-Ya bueno, da igual.
Dirigió la mirada al ordenador una vez más.
-¿Qué haces?
-Ya sabes, lo de siempre.
-Aah...
-¿Pasa algo?
-No, no.
Hubo un silencio. Se quedó mirándome fijamente, esperando a que hablara.
-Bueno sí.
Alzó las cejas, animándome a que hablara, después volvió la mirada al ordenador.
-Que esperaba que estuvieras... eh, disponible.
-¿Disponible?
-Sí, bueno... –me acerqué a él. –Ya sabes.
-Oh... Bueno.
Seguía sin mirarme, yo estaba muy cerca de él, pero pasaba de mí, a pesar de eso no me aparté, sabía lo que quería. Un minuto después cerró la pantalla del ordenador, se levantó, lo dejó en el escritorio, y volvió a sentarse en la cama, todo como si yo no estuviera ahí, esperando a que me prestara atención.
-Bueno, ¿qué pasa?
-¿Qué?
-Antes has dicho que querías que estuviera disponible, ya estoy.
-Oh, vamos Justin.
-Jajaja, ¿qué?
-No te hagas el loco. –me acerqué a él.
-No me hago el loco. –siguió sin moverse.
Entonces me puse de rodillas en la cama y gateé hasta él, hasta quedar junto enfrente de su cara. Le miré a los ojos, busqué sus labios, me relamí.
-Tengo hambre. –dije pícara.

[Narra Justin]
-No te hagas el loco. –se acercó a mí.
-No me hago el loco. –mentí.
Claro que me estaba haciendo el loco, estaba cansado y bueno, no sé, no tenía muchas ganas de nada, solo quería dormir; sabía perfectamente lo había venido buscando, desde que entró por la puerta me lo había presentido, no sé cómo, pero lo hice. No es que no quisiera, solo que estaba cansado.
De pronto se puso de rodillas sobre la cama y gateó hasta colocarse frente a mí, me miró a los ojos, después miró mis labios y se relamió.
-Tengo hambre. –dijo pícara.
No sabía como salir de ahí, y es que estaba cansado.
Se apoyó en sus rodillas, y puso una mano en mi pierna, bajé la mirada hasta su mano, luego volví a mirarla a ella.
-¿Justin?
-Ale...
-Oh, vamos.
Se acercó a mí, mucho, quizás demasiado. Se mojo los labios, me miro, entonces junto mis labios con los suyos, sus labios húmedos y calientes rozaron los míos. Estaba jugando.
-Me estás provocando. –dije.
Rió; después volvió a hacerlo, junto nuestros labios, esta vez el beso fue un poco más largo, pero aún sin contacto total. Suspiré, no pude evitarlo. Volvió a acercarse y lo hizo de nuevo, intenté alargar ese beso, pero antes de que pudiera hacerlo, se separó de mí, me miró pícara y rió.
-¿Quieres jugar, no?
-Puede ser. –contestó sugerente.
Me mordí el labio, la miré de arriba abajo, estaba en tirantes, muy sexy; ella mojó sus labios, y en ese mismo instante yo no pude más. Me lancé sobre ella para juntar nuestros labios en un beso, un beso de verdad. Busqué su lengua y ella me facilitó el encontrarla. La tumbé en la cama y yo sobre ella, la besaba apasionadamente, aún estaba cansado sí, pero había sido un impulso. Cuando me quise dar cuenta estábamos enredados en un beso desenfrenado, acariciándonos, mirándonos con picardía, con deseo, de vez en cuando buscaba su labio inferior y lo mordía, tenía ganas de comérmela, pero, aún estaba cansado. No sé en que momento, pero ella empezó a buscar entre mis pantalones, a acariciar mi entrepierna, esta vez no me negué, aunque quizás hubiera sido mejor hacerlo. Me acariciaba y yo a ella, enredaba mi manos en su pelo, bajaba por su espalda hasta su culo, lo apretaba ella reía, y entonces conducía su mano hasta el mío, tras minutos así comencé a darme cuenta de algo, de algo que no me gustaba nada. “No estaba pasando nada”. No, absolutamente nada pasaba debajo de mis pantalones, intenté concentrarme, pensé en ella, me separé de sus labios en su segundo, la recorrí de arriba abajo en un instante, grabé sus pechos en mi cabeza, cerré los ojos y me lancé a por sus labios. Ella sintió esa pasión y su mano volvió a mi entrepierna, deseaba que lo hiciera, imaginé sus pechos, pero nada, seguía sin “sentir nada”, subí mi mano hasta ellos, lo toqué, pasé mi mano meticulosamente pero a la vez con ternura y seguía sin obtener una respuesta, intenté incluso imaginármela desnuda, pero no, no había manera, y creo que ella lo empezó a notar, bajo un poco la tira de mis pantalones de chándal, y metió su mano, comenzó a acariciarme con algo más de intensidad, se separó de mi, buscó mi oreja y mordió mi lóbulo, ante aquello me estremecí, pero tampoco funcionó, me estaba hartando, frustrando, así que me separé de ella.
-Déjalo Ale, no... No.
-Justin yo...
-No digas nada. –la verdad es que prefería que no lo hiciera.
Me incorporé bruscamente, y ella me observaba atenta, di una vuelta sobre mi mismo, me rasqué la nunca, estaba muerto de la vergüenza, no me había pasado eso nunca, supongo que era porque estaba cansado, pero joder. Quería que la tierra me tragara.
-Tranquilo, no pasa nada. Estás cansado.
-De verdad, no digas nada. –la miré.
-Bueno, pues... –se incorporó. –Creo que, en fin... –se levantó. –Mejor me voy.
Puse mi mano en mi cuello, me rasqué, no sabía ni que decir, en el fondo me gustaría haber sido capaz de explicarme de decirle el porqué, pero ni siquiera yo, estaba seguro.
Se acercó a mí, besó mi mejilla tiernamente y se marchó sin decir nada más. Volví hasta la cama arrastrando los pies, y me deje caer quedando tumbado boca arriba, después cerré los ojos e intenté no pensar.


Equipo.

[Narra Ale]
Era incapaz de separarme de sus labios, esos labios tan dulces y carnosos que besaban los míos con ternura; su lengua aún no había rozado la mía, ni tan siquiera la buscaba, pero no me hacia falta, porque ya le sentía plenamente mío. No es que no quisiera separarme de él, no. Es que no podía, simplemente no podía, y si no hubiera sido por Kenny, me hubiera quedado así el resto de mi vida; puso su mano el hombro de Justin y él se separó de mí. No me sentó muy bien, pero en fin...
-Chicos, siento interrumpiros, pero Scooter os busca.
Bueno, al menos tenía una buena razón, Justin y yo nos miramos un momento, una mirada fugaz pero cómplice, era como si me pidiera perdón, aunque él no tenía culpa.
Los dos seguimos a Kenny hasta la terraza principal, donde sentando en unos sofás estaba Scooter; al vernos se levantó.
-Chicos, que os estaba buscando.
-Sí, ya... –dijo Justin.
-Que es que tengo que irme.
-¿Y eso? –pregunté.
-No, es que ya es un poco tarde y bueno en fin, tengo que irme.
-Bueno Scoot, no pasa nada.
Se acercaron y se abrazaron, después se dirigió a mí.
-Bueno Ale, ya nos veremos, ¿no?
-Claro. –sonreí.
Besamos mutuamente nuestras mejillas; comenzó a alejarse, pero se detuvo y se giró.
-¡Justin, no olvides lo de mañana! –chilló.
Me giré para mirarle, no me había dicho nada de “mañana”.
-¡Claro que no tío!
-¡A las 2:00, no llegues tarde!
-¡¡Qué no!! Anda vete ya.
No se escuchó nada más, Scooter tan solo se alejó. Yo seguía mirando a Justin fijamente, pero el no me miraba, en vez de eso se dirigió a Kenny.
-Oye Kenny, ¿mañana tú vienes o qué?
-Sí, claro tío.
-Bueno, pues nos vemos allí, que yo iré con el coche.
-Ah, vale. Mejor, así voy directo.
Me estaba hartando. Me aclaré la garganta, reclamando atención. Entonces me miraron los dos.
-Alguien podría decirme qué es lo que pasa mañana... –dije molesta.
-Ah, eso... ¿Es que no te dije nada?
-Pues no.
-Bueno chicos, yo os dejo solos. –dijo Kenny.
Justin asintió y Kenny se fue.
-Bueno, pues eso... –dije.
-Que nada Ale, es una comida.
-Oh, una comida...
-Sí, una comida. –se dirigió hacia los sofás y se sentó. –Con los chicos de mi equipo y eso...
Me acerqué hasta él y me quede de pie frente a él.
-Ah... genial. –dije irónica.
-¿Pasa algo? –preguntó mirándome.
-No, no, nada... Solo que bueno, en fin...
-¿Qué?
-Que siempre me entero de las cosas en el último momento.
No dijo nada, tan solo bajo la mirada.
-Yo, bueno... –dijo cortado.
Me senté a su lado, la verdad es que no es que me importara mucho, solo que bueno, no me hacia gracia. Me pegué a él, y puse mi mano encima de la suya. Me miró.
-Baah, da igual. Solo, intenta decirme un poco antes las cosas. –sonreí.
Sonrió, aunque sus ojos me suplicaban perdón. Apreté su mano, entrelazándolas así.
-De verdad, es un tontería no importa Justin.
-Ya sé que no importa Ale. –le miré extrañada.
¿Qué lo sabía? Por qué iba a saberlo.
-Sí, no me mires así. Sé que no te importa. –reí. –Pero es que, no te lo digo porque no quiera. –se calló, pero yo no dije nada, esperé a que continuara. –No te lo digo, porque no me acuerdo.
Volvió a callarse, pero yo seguía sin decir nada.
-Y no me acuerdo por ti. No me acuerdo de las cosas, porque lo único que tengo en la cabeza eres tú y solamente tú. No hay espacio para nada más.
Me sonrojé, no pude evitarlo. Era tan... tan dulce, tan tierno, tan especial. La forma en que me decía las cosas, ¡las cosas que me decía!
-Dios Justin... –me callé.
Me miró fijamente, esperando a que hablara. Y en ese instante una lágrima resbaló por mi mejilla. Una lágrima de emoción, de felicidad, de todo, menos tristeza.
-¿Ale, estás bien?
Sequé mi mejilla.
-Justin... –hice una pausa. –Estoy perfectamente, mejor que nunca. Es que... no sé. No, no se expresarte lo que siento, lo mucho que te quiero, que te amo. –reí nerviosa.
Él no dijo nada, tan solo se acercó a mí y cogió mi cara entre sus manos, me miró a los ojos.
-No hace falta que me lo digas... –dijo muy cerca de mi cara.
-¿Qué?
-Que me lo demues...
No le di tiempo a terminar la frase. Sabía a lo que se refería, claro que lo sabía, en realidad no sé si quiera por qué había preguntado. Me lancé a sus labios, a la vez que me liberaba de sus manos y las mías rodeaban su cuello. Se lo demostraría las veces que hiciera falta, y de la forma que hiciera falta, con tal de que supiera lo mucho que lo amo. Se alejo de mí.
-Pues lo que te decía. –hizo una pausa y se acercó a mis labios. –Que te amo. –susurro contra mis labios, después los selló con un beso.
-Te amo más que a nada. –dije cuando se separó de mis labios.
Rió, después volvió a besarme.

[Narra Justin]
Llegamos a casa a las 3:00 de la mañana, había sido una buena, muy buena noche, diría que inolvidable. Mi madre y Valery habían llegado ya, y nosotros estábamos muertos, así que nada más llegar nos fuimos a la cama, aunque, cada uno a la suya.

Estaba demasiado cansado, no me apetecía nada salir de la cama, pero en fin... Era lo que tocaba, junté fuerzas y me incorporé. Me quedé un momento sentado en la cama, embobado, y cuando reaccioné, me fui directamente al baño. Al volver me fijé en la hora, ¡mierda, era la 1:00 de la tarde! Y teníamos que estar ahí a las dos... No me iba a dar tiempo, o bueno, puede que a mí sí, pero a Ale no, y es que seguramente ella estaba dormida. Pero era raro que mi madre no me hubiera despertado, así que tenía que seguir dormida. Salí corriendo de mi habitación y fui hasta la de mi madre, abrí la puerta, no había nadie, y la cama estaba hecha y todo, fui a la de Valery, llamé, nadie contesto así que la abrí, y me encontré con lo mismo que en la de mi madre. Por último fui a la de Ale, llamé. Oí risas, ¿qué pasaba?
-¡Entra! –contestó Ale.
Abrí la puerta despacio, y me encontré a mi madre y a Valery sentadas en la cama mientras Ale se paseaba por la habitación en pijama. Tenía que haber ido ahí desde un principio, era lo más obvio. No sé porque no lo había hecho.
-¿Qué hacéis? –pregunté.
-Nada, hablar... –contestó Valery.
Sonreí.
-Justin, ¿qué me pongo? –Ale se dirigió a mí.
-Eh, pues... no sé.
-Pero en plan, vestido, vaqueros, falda... ¿qué?
-Baah, nada especial. Con unos vaqueros...
-Ah, vale, en ese caso voy a cambiarme.
Después cogió la ropa que había encima de la cama y se metió en el baño.
Me acerqué a la cama y me senté junto a mi madre.
-¿Qué tal anoche? –pregunté.
-Pues muy bien.
-Sí, genial. ¿Y vosotros?
-Eh, genial.
-Sí, ya nos ha contado ella. –dijo mi madre, después miró a Valery.
¿Qué les habría contado? No es que tuviera nada que ocultarles, porque no era así, pero bueno... Creo que eso forma parte de nuestra intimidad, de nuestra relación.
Hubo un pequeño silencio.
-Justin, ¿tú no te arreglas? –preguntó Valery.
-Dios, sí. –me levanté. –Me voy a la ducha.
Me dirigí a la puerta, pero antes de salir me dirigí a ellas.
-Feliz año nuevo. –sonreí.
Sonrieron, y yo salí de la habitación y me fui corriendo a la mía para meterme en la ducha.  
El agua caliente resbalaba por mi cuerpo, desde la cabeza hasta los pies, me tomé unos minutos para relajarme e inevitablemente recordé lo de anoche, había sido tan especial, tan mágico, había sido simplemente perfecto, es que no había otra explicación. Volví a poner los pies en la tierra, terminé de ducharme y salí, como siempre, con la toalla enredada en mi cintura. No sabía que ponerme, aunque nada especial, le había dicho a Ale que no iba a hacer falta así que... abrí mi armario y saqué unos pantalones blancos, una camiseta negra lisa, y una sudadera roja; me vestí lo más rápido posible, me sequé el pelo, me peine y la colonia, Play Boy, una de mis favoritas, cogí mi I·phone y salí de mi habitación. Baje directamente, sin pasarme por su habitación, si no estaba abajo, ya bajaría. Pero sí que estaba, me esperaba sentada en el sofá. Miré la hora, la 1:45, ya llegábamos tarde.
-¡Ale! –se giró, estaba con el móvil. –Vamos.
Tan solo asintió, se levantó y vino hasta mí. Yo no pude evitar quedarme embobado con ella. Con sus curvas marcadas por esos vaqueros rojos ajustados, llevaba una camiseta con la bandera de Estados Unidos, de tirantes, el pelo suelto, como siempre, y llevaba unas Convers azules.
-¿No vas a tener algo de frío?
-Oh, que listo. –guardo su móvil en el bolsillo de sus pantalones.
Después cogió del brazo de una de las sillas del comedor una chaqueta azul, de corte medio, se enredo un pañuelo negro en el cuello y se colocó el pelo. Esa chaqueta le daba un toque genial, y marcaba más aún sus curvas.
-Lo ves, así no tengo frío.
-Jajaja, como tú veas eh, pero yo no te dejo mi chaqueta.
Se acercó hasta mí aún terminando de colocarse, al llegar a mí me dio un pequeño empujón.
-No la necesitaré.
-Ya veremos.
-Anda. –se adelantó a mí. –Vámonos.
Salimos, nos dirigimos al coche, montamos y salimos en dirección el restaurante.
Era un restaurante de comida italiana, el Carrabba’s, sí, lo elegí yo, es que se come genial y hacen unos espaguetis de muerte, y bueno, los demás no pusieron pegas. Estaba en el centro, así que tardamos un poco en llegar. Durante en camino estábamos en silencio, me estaba aburriendo; la miré y me percaté de algo.
-¡Ey! –me miró. –Vas con los colores de mi equipo, eh. –le guié un ojo.
-¿Qué? –se miró de arriba abajo.
-Sí, vas de rojo y azul. Vas del barça.
-Oohh... No, perdona no.
-Sí, hija sí.
-No, bonito, no. Yo no me vestiría del barça nunca, ¿me oyes?
-¿Por?
-Porque ese equipo da asco. ASCO.
-Jajajaja, buaah... No sabes de nada, eh...
-¿Perdona? –me miraba expectante.
-Que no sabes tía. –dije mirando la carretera.
-Ya claro... Por eso mi equipo es el mejor del mundo, ¿no?
-Já. ¿Cuál es tu equipo?
-Real Madrid. –dijo orgullosa.
-Buah... Que mierda.
-Ttss. –me metió un empujón.
-Eh, cuidado. ¡Que estoy conduciendo coño!
-Lo siento. –dijo sincera.
-Jajaja, bah... Mira que eres boba. –la miré.
No me miró, se hizo la indignada.
-Del Real Madrid tenías que ser.
-Buf... ¿Dónde me he metido señor? –miró hacia el cielo.
-¿Qué? –la miré.
-¿Qué? –contestó desafiante.
-Qué pasa con tu rollo, eh.
-Buah, anda, déjame.
-Jajaja, que picada eres.
-Me parezco a ti. –me guiño un ojo.
-Qué va, para nada.
-¿Ah, no?
-Pues no. Tú eres perfecta.
Rió, se sonrojo.
-Y yo por el contrario, no lo soy.
-Justin, yo no soy perfecta.
-Sí, sí lo eres.
Hubo un silencio.
-Bueno, puede ser. –la mire.
-¿Qué?
-Que soy perfecta, pero porque te tengo a ti.
Reí, y busqué su mano, la entrelacé con la mía, me miró, sonreí.
Finalmente llegamos al restaurante, le dejamos el coche al aparca-coches y entramos al restaurante. Un camarero nos llevo hasta la mesa donde nos esperaban. Estaban ya todos, toda la gente de mi equipo había llegado ya.
-Lo siento, ha sido mi culpa. –dije disculpándome.
-Joder macho, ya era hora. –me dijo Scoot.
Se levanto y nos saludo a Ale y a mí. Yo presente a todos a Ale, después nos sentamos con ellos. Un camarero no tardo en venir a tomarnos nota. Apuntaba de prisa intentando anotar lo que cada uno pedíamos sin hacerse un lío. Pero Ale no decía nada.
-¿Ale, qué pasa, no te pides nada?
Se asomó entre la carta.
-Es que no sé que pedirme Justin. –dijo avergonzada.
-Jajaja. Bueno, pues no sé cielo. ¿Qué te gusta?
-Eh, no sé de todo.
-Buah, pídete de esto mismo. Si no te gusta, pues pides otra cosa.
Le quité la carta y la se di al camarero, pidiéndole así también la comida de Ale.