jueves, 29 de septiembre de 2011

Anoche.

[Narra Ale]
Abrí los ojos lentamente, estaba confundida, un poco alelada. La luz del sol entraba a través de la ventana, calentando las sabanas que me cubrían. Me incorporé poco a poco y me apoyé contre el cabecero de la cama, sentía fuertes pinchazos en la cabeza y me daba vueltas, estaba mareada y confundida. A penas si podía recordar algo de anoche, casi nada. Empezaba ahora a tener calor, así que me quité el edredón de encima, examiné mi cuerpo. Llevaba una camiseta larga, negra. No era mía.
A pesar de que la camiseta me estaba bastante larga, no me hizo falta comprobar debajo de esta para saber que no llevaba nada más. Ni bragas ni sujetador. Aquello me preocupó, no recordaba absolutamente nada, ¿qué había hecho? Intenté levantarme, no pude; estaba demasiado mareada y aturdida. Volví a recostarme en la cama, cerré los ojos con fuerza intentando recordar algo. Imágenes sueltas vinieron a mi cabeza. Nombres y caras se mezclaban en mi cabeza... Scooter, Asher Roth, Chris Brown, Selena... ¡Selena Gómez! Abrí los ojos sobresaltada. Dios, no tenía ni idea de que había pasado. Cerré los ojos nuevamente, y más imágenes acudieron a mi cabeza... ¡Alcohol!
Ahora ya sabía porque me encontraba tan mal, ¿cuánto habría bebido? Demasiado, para no acordarme de nada. Además, todavía estaba la mayor pregunta de todas, ¿qué coño hacía que no llevaba ropa interior? No podía seguir así, en la ignorancia de no saber ni que había hecho con mi propio cuerpo. Suspiré, me levanté. Seguía bastante mareada, pero tenía que averiguar que había pasado la noche anterior. Antes de salir de mi habitación me puse unas bragas y unos pantalones de pijama, después fui hasta la habitación de Justin. No sabía que hora era, así que llamé a la puerta, puede que estuviera dormido. No tardó mucho en abrir.
-Oh, Ale. –balbuceo.
-¿Te he despertado?
Se rasco la cabeza, bostezó, se colocó el pelo y finalmente contesto.
-No, no... –me mintió. Era obvio que sí.
-¿Podemos hablar?
-Claro. –se echó a un lado para dejarme paso.
Me dirigí hasta su cama directamente, donde me senté y él a mí lado. Le miré fijamente, estaba aún adormilado.
-Justin.
Bostezó una vez más, después me miro fijamente.
-¿Dime, qué ocurre?
Me corté, me daba vergüenza tener que preguntarle que qué había hecho anoche porque estaba tan borracha que no me acuerdo de nada, o casi nada. ¿Qué pensaría de mí?
-Ale... –me cogió la mano.
-Yo, eh... –baje la mirada. –Necesito, es que... –alcé la mirada buscando sus ojos. –No me acuerdo de nada. No sé... bueno, sí sé lo que me pasó, pero no el motivo por el que lo hice, yo...
-Ale. –se acercó a mí, yo me callé. –No pasa nada, vale. Ya está, tú tendrías tus motivos y punto. Si quieres contármelo, pues ya sabes y si no, yo lo respeto.
Sonreí. Estaba dispuesta a contarle el motivo por el que me emborrache, pero verdaderamente no lo recordaba.
-Pero es que, sigo sin acordarme de nada.
-¿De nada?
-Bueno, de algo me acuerdo...
-¿De qué? –pregunto serio.
-Pues no sé... nada importante... –hice una pausa. –De Scooter, de Asher, de Chris, de... de Selena.
Nos miramos, pero no dijimos nada.
-¿De nada más?
-Pues, si te soy sincera no. No tengo ni idea de cómo llegamos a casa, ni de acostarme... Buf... –no dijo nada, me miraba serio. –Y ¿sabes? Me despertado solo con esto. –señalé la camiseta. –Sin nada, NADA más.
-La camiseta es mía Ale.
La verdad es que lo suponía, de quién podía ser si no. Pero aún así, eso no me aclaraba la laguna que había en mi cabeza sobre la noche pasada.
-Justin, tú... Tú tienes que saber que pasó. –no dijo nada. -¿Lo sabes?
Seguía en silencio y había bajado la mirada, no lo entendía, me estaba poniendo nerviosa.
-¿Justin?
Levantó la mirada hasta encontrase con mis ojos.
-Ale, sí... Sí sé que pasó.
Le miré esperando que continuara, su tono de voz no me auguraba nada bueno.
-Y... y lo siento.
Me sorprendí, ¿qué lo sentía? No lo entendía, en dado caso quién podía sentir algo era yo, no él.
-Justin, no te entiendo.
-Pues es que... es que anoche...
Hablaba, pero hacía pausas continuas.
-¡Justin! Dime lo que sea, pero dímelo ya.
-Ale. Anoche, anoche pasaron cosas.
-¿Qué cosas?
-Pues... cosas, ya sabes...
Me cabré, me estaba poniendo de los nervios.
-¡¿Qué cosas coño?!
No dijo nada, agachó la mirada; se levantó y comenzó a andar por la habitación.
-¡Pues cosas! –dijo finalmente nervioso.
Se dejo caer sobre el puf, y se cubrió la cara con las manos. Yo no dije nada, aún no lo entendía. Se froto la cara.
-Ale, lo siento. –apartó las manos de su cara. –Pero, es que no sé cómo explicártelo.
Me levanté y me acerqué hasta él, me agaché para poder mirarle a la cara.
-Justin, por favor. NECESITO saberlo.

[Narra Justin]
Estaba nervioso, pero también asustado, ¿y si se enfadaba? Pero es que tenía que contárselo, ¿pero cómo? Suspiré. Tenía que contárselo.
-Ale, –me  miraba atenta. –Anoche, tú y yo... –miré hacia la cama, intentando no tener que seguir hablando.
Abrió mucho los ojos, mostrando su asombro, y me pareció que entonces cayó en la cuenta. Se levantó, dio una vuelta por la habitación, sin decir nada, hasta que se detuvo para mirarme.
-Justin... Anoche, tú y yo... Eh, no. No puede ser. Dime que no es verdad.
-Bueno, no...
-¿Qué hicimos anoche exactamente? –me interrumpió.
No tenía ni idea de cómo contárselo. Tenía claro que no iba a darle los detalles, pero joder, tenía derecho a saber lo que pasó.
-Digamos que, eh... No llegó a pasar lo que tú creer que ha pasado.
-Vamos, que no lo hemos hecho, ¿no? –dijo rápidamente.
-Eh, no.
-Ah, bueno. Menos mal... –suspiró y rió.
La miré asombrado, ¿menos mal? Entendía que estuviera preocupada, al fin y al cabo... Bueno, es su cuerpo, pero parecía que lo demás no le importaba.
-Te alegras no... ¿Y qué hubiera pasado si lo hubiéramos hecho? –pregunté ofendido por su tono de voz.
Rió. Se acercó a mí.
-Justin... Por favor.
-¿Por favor qué? –me levanté.
Me cogió de un brazo y me giré para mirarla.
-A ver, entiéndeme. –esperé a que continuara. –Yo, bueno... Yo soy virgen y...
-Y yo. –la interrumpí.
-Pero, el caso es, que no es que no quiera hacerlo contigo...
-¿Entonces quieres? –volví a interrumpirla.
-Déjame hablar hombre. –reí. –No es que quiera, o no quiera. –hice ademán de hablar, pero me fulmino con la mirada. –Sino que simplemente, quiero que cuando pase, sea especial. Si es contigo mucho mejor, vamos es lo que quiero. –sonrió. –Pero que sea especial, y no por estar borracha y no saber lo que hago. ¿Entiendes?
-Sí. –mustié.
-Pues ya está. –besó mis labios.
-Te quiero. –rió.
-Bueno, pero ahora, me gustaría que me dijeras que fue lo que hicimos.
Tragué saliva, aunque lo peor había pasado, aún me costaba.
-Eh, imagínatelo. –dije entrecortado.
Me separé de ella y me dirigí al baño, lo necesitaba.
-Eh... yo a ti... –chilló desde la habitación.
-Eh, ¡sí! –tiré de la cadena.
Volví a la habitación, estaba sentada en la cama. Me senté a su lado.
-Y yo a ti... –le dije.
-Vale. ¿Algo más?
Dudé, pero bueno...
-Sí tú me, eh...
-Vale, vale, vale, VALE. –se levantó.
Me daba la espalda. No sabía que decir. Hubo un pequeño pero incomodo silencio. Se giró.
-No volveremos a hablar de esto, ¿vale?
-Como tú quieras. –dije.
-Pues ya está. Ni tan si quiera lo pienses. –volvió a sentarse a mí lado.
-Jaja, ¿ni pensarlo?
-No. –dijo seria, pero después rió. –Ya me encargaré yo de hacerte un mejor recuerdo. –dijo pícara, después me beso.
Reí.
-Además, tengo que comprobar como andas... –bajo la mirada a mis pantalones, después la subió. –de herramienta.
Me hice el ofendido.
-Ah, ¿crees que voy mal?
-Bueno... Eso ya se verá.
-Sí, ya lo verás. –la besé.
Después ambos reímos, pero entonces yo recordé algo, la fecha. Hoy era 24 de diciembre. Mi padre, mi padre venía hoy con Jazzy y con Jaxon. Además le había dicho que estaría en el aeropuerto, con ella. Le había hablado a mi padre de ella obviamente. Pero, a ella no le había dicho nada. Joder, que cabeza...
-Ale, ¿sabes que día es hoy?
No dijo nada.
-Es 24, 24 de diciembre Ale.
-¿Qué? ¡Es verdad, dios!
-Jaja.
-Bueno, no habrá otra fiesta, ¿no? Que no estoy yo para estás cosas.
-En realidad... Bueno, no es exactamente una fiesta.
-Justin... –se quejó.
-Solo la familia.
-¿Tu madre y...?
-Mi padre y mis hermanos.
-¿Qué?
-Olvidé decírtelo.
-No, ya...
-Bueno, no pasa nada.
-Pero Justin... entiéndeme. Es como sí, no sé. Es raro.
-Oye, yo también estoy con tu madre.
-Sí, pero...
-No, es lo mismo. Casi lo mismo.
No dijo nada.
-Además, ya lo verás. Le he hablado de ti a mi padre, le caerás genial. Y mis hermanos, son geniales. –sonreí.
Se sonrojó, después sonrió.
-Está bien. –me besó. ¿Y cuándo vienen?
-Eh, le dije a mi padre que iría, iríamos a recogerle.
-Ah... ¿y a qué hora llegan?
-A las 15:00 se supone que llega el vuelo.
-¿Y qué hora es?
-Pues... –me levanté, busqué mi móvil. –Es temprano, son las 10:30.
-Joder, que madrugón...
-Perdona...
-Jajajaja. Bueno, entiéndeme, estoy de resacón...
-Resacón en Atlanta. Jajajaja.
-¡Qué bobo eres!
-Jeje. Bueno, ¿y qué hacemos?
-Bajamos a desayunar...
-Eh, yo preferiría dormir.
La miré mal, joder yo estaba acostumbrado a no dormir casi nada, pero en el fondo la entendía.
-Está bien. –contesté resignado. –Yo boy a bajar a desayunar.
-Vale. –sonrió después me besó.
Se levantó y se dirigió a la puerta.
-Te despierto a... –dije antes de que saliera.
-Eh. –dudó. – ¿A qué hora hay que salir de aquí?
-A las dos.
-Pues, a la una.
Sonreí, y miré como salía de la habitación.
Me tumbé en la cama, al final no había sido tan difícil contárselo. Recordé la noche pasada, y me estremecí ante ello. Tenía hambre, así que me levanté, salí de mi habitación y bajé a la cocina. Mi madre estaba en el salón, media tumbada viendo las noticias. Me acerqué al sofá y me senté a su lado.
-Hola cielo.
Besé su mejilla.
-¿Qué tal anoche?
-Eh, pues no estuvo mal, ya sabes la típicas cenas de estás, nada nuevo. –mentí.
-¿Y qué tal lo paso Ale?
-Ah, pues muy bien. –sonrió.
-¿A qué hora llegasteis?
-Eh, no sé... No muy tarde. ¿Vosotras?
-Eh, a las 11:00, pero estábamos tan cansadas que nos fuimos a la cama.
-Sí, pues nosotros no llegamos más tarde.
-Bueno, mejor. Pero, ¿Y Ale?
-Oh, sigue durmiendo.
-Jajaja, igual que su madre.
Reí.
-Bueno, ¿has desayunado? –pregunté.
-Sí.
-¿Qué?
-Nada, ya sabes. Cereales. Come tú lo mismo.
-Buf... Vale.
-Recuerda que en un rato tengo que ponerme a preparar la cena de navidad cielo.
-Ya, lo sé.
-Menos mal que está Valery.
-Jajaja, bueno, que yo también ayudo.
-Sí, mirar es de gran ayuda. –dijo sarcástica.
-Jajaja.
Me levanté y fui hasta la cocina. Cogí un bol de cereales y me eché la leche, después volví junto a mi madre.
-Ah, no habrás olvidado lo de tu padre, ¿no?
-Claro que no. –dije con la boca llena.
-Y tú y yo tenemos una charla pendiente.
Joder, casi me atraganto, empecé a toser. Terminé por tragarme lo que tenía en la boca.
-Ya, ya... –miré hacia la tele.
-Sabes de lo que te hablo, no te hagas el loco.
-No me hago el loco.
-Just cielo, –se incorporó, la miré. –Tienes que entenderme. Créeme que no lo hago por fastidiarte. Pero hijo, –hizo una pausa. –Sé la edad que tenéis los dos, y ella es una chica genial, y se nota que te quiere al igual que tú a ella, pero no Justin. Sois muy niños en el fondo. Y sé que aunque ayer solo dormisteis, bueno... Ya sabes.
-Vale, vale.
-Cielo, confío en ti. No hagas que deje de hacerlo.
Terminé los cereales.
-Tranquila mamá, no lo haré. 

martes, 27 de septiembre de 2011

Efectos del alcohol.

[Narra Justin]
Hacía bastante rato ya que había visto marcharse a Ale con Scooter, y no tenía ni idea de dónde estaban, estaba seguro incluso de que había pasado más de una hora, ¿dónde coño se habían metido? Noté de inmediato la “gracia” que le había hecho a Ale que Selena estuviera ahí, era casi la misma que me hacía mí, pero ella tenía la oportunidad de escaparse y no iba a negárselo; pero llevaba demasiado tiempo sin saber nada de ninguno, me estaba preocupando. Me pareció como si Scooter hubiera escuchado mis pensamientos porque justo en ese instante apareció detrás de mí, sujetándome el hombro con fuerza.
-Justin, necesito que vengas un momento. –susurró en mi oído.
Su tono de voz me preocupo, me giré lentamente hasta encontrarme con su cara.
-¡Hey Scoot! ¿Dónde te metes tío? –chilló Chris.
-¡Eso tío, –exclamó Ahser. –hemos pensado que la habías robado la novia a tu chico! – dijo mirándome.
Todos rieron sonoramente excepto yo, incluso Scooter, intentando ocultar la angustia de su rostro. Volví a mirarle.
-En serio Justin, ven conmigo. –dijo serio.
-Bueno chicos, si nos disculpáis. –dije educadamente, ellos me miraron. –Nosotros nos vamos.
-Pues nada maquina, ya nos veremos, ¿no? –dijo Ahser despidiéndose.
-Tenlo claro tío.
Empecé a alejarme de ellos.
-¡Y cuida a esa preciosidad de niña que tienes en tus manos hermano! –oí como me chillaba Chris.
Me giré, le sonreí en forma de respuesta. Miré de pasada a Selena que sonreía, correspondí su sonrisa, después seguí a Scooter hasta dónde me conducía.
Llegamos hasta unos sofás blancos al final de la estancia, allí estaba sentada Ale. Medio tumbada, con la cabeza echada hacia atrás contra el respaldo del sofá.
-¿Qué le ocurre? –pregunté a Scooter antes de acercarme a ella.
Me miró preocupado.
-Pues eh tío... –se calló.
-¡Me quieres decir que coño pasa!
Unas cuantas personas a nuestro alrededor nos miraron.
-Cálmate Justin. –le miré esperando a que siguiera hablando. –Que, a ver, hemos estado bebiendo...
-¿Y?
-Pues, que se ha pasado un poco.
-¿Qué tan poco?
-Esto, se ha bebido 7 Bloody Mary, más algo que se habrá bebido mientras no estaba.
No dije nada, ¿qué iba a decirle? Técnicamente no era su culpa, aunque podría haberla controlado un poco.
-¿Justin?
-¿Qué tan mal está? –dirigí mi mirada hacia ella, él hizo lo mismo.
-Eh, bueno...
-Contéstame. –dije seco.
-Digamos, que no está muy bien.
Me acerque a ella deprisa, me senté a su lado, puse mi mano en su pierna.
-¿Ale, estás bien?
Alzó la cabeza, sonrió.
-¡Justin! –se lanzó a mis brazos. Apestaba a alcohol.
Noté de inmediato lo borracha que estaba. Me giré en busca de Scooter, le pedí que viniera.
-Lo siento ti...
-Nada, déjalo. –le interrumpí aún con Ale entre brazos. –Hazme un favor, y ve a buscar a Kenny.
-Puedo llevaros yo sí quieres.
-No, de verdad. Ya haz hecho mucho. –dije con ironía y él me miró avergonzado. –Solo busca a Kenny.
-Está bien. –empezó a andar
Me di cuenta de que me estaba pasando con Scooter, al fin y al cabo no era su culpa, probablemente solo estaba tratando de ayudarla, y eso al fin y al cabo me ayudaba a mí también.
-Scooter, espera. –se giró. –Lo siento, sé que no es tu culpa, solo que...
-Tranquilo tío. –sonrió. –Te entiendo. –después se giró y fue en busca de Kenny.
Separé a Ale con suavidad de mí, la recosté un poco el sofá, yo me incorporé para poder mirarla.
-Ale. –abrió los ojos, me miró. –Cielo, ¿estás bien?
-Claro, por qué no iba a estarlo... –dijo con trabajo.
Cerró los ojos, me mentía estaba claro, ¿o no? Quizás no estaba en un estado tal como para un coma etílico, tal vez solo se había pasado.
-¡Justin! –me giré.
Me encontré de nuevo con Scooter y con Kenny a su lado.
-¿Qué ocurre Justin? –preguntó Kenny.
-Kenny, vámonos.
-Pero...
-Por favor. –le interrumpí.
Él asintió.
-Voy a por el coche, vosotros esperadme en la puerta.
Asentí. Scooter se acercó a mí, entre los dos levantamos a Ale fácilmente, opuso un poco de resistencia, no quería marcharse. Pero es tan ligera...
La apoyé en mí y la cogí de la cintura, anduvimos hasta la entrada donde esperé con Scooter. Kenny no tardó en aparecer con el coche, así que la monté en él.
-Tío siento todo esto de verdad. –me dijo Scooter.
-Scooter. –puse mi mano en su hombro. –Y te digo yo, que esto no ha sido tú culpa, así que nada tío, tranquilo. –le sonreí.
Sonrió, después me monté en el coche, Kenny arrancó y yo miré por la ventanilla como Scooter observaba nuestro coche alejarse. Durante el camino no dijimos nada ninguno, incluso me pareció que Ale se había quedado dormida. Kenny siempre es muy prudente, y sabe cuando decir algo y cuando no, siempre he admirado eso de él. Llegamos rápidamente a casa, me había confundido Ale no se había dormido, lo agradecí la verdad. Bajamos del coche, y Kenny se fue a pesar de que me había insistido en ayudarme, pero estando en casa ya era todo más fácil. Con suerte mi madre y Valery estarían arriba. Abrí la puerta de casa lentamente, sin hacer ruido. Entré, todo estaba apagado. Encendí la luz del pasillo para lograr subir las escaleras a pesar de tener a Ale apoyada en mí. A duras penas logré subir sin hacer ningún ruido. La verdad es que dentro de todo, había tenido suerte con que Ale fuera una borracha tranquilita, todo lo contrario a mí, era una suerte dentro de todo. Al subir las escaleras la primera habitación que me pillaba era la mía, así que me apresuré a entrar en ella. La deje en la cama, se tumbó de inmediato tan larga y cuan ancha era, no ocupaba mucho aún así. Me senté a su lado un momento, no tenía muy claro que hacer ahora. Tal vez debería llevarla a su habitación y meterla en la cama para que durmiera la mona, pero llevaba el vestido y era un vestido realmente precioso, se estropearía si se lo dejaba puesto, pero quitárselo... Fue ella misma quien me sacó de mis pensamientos. Estaba detrás de mí, rodeándome con sus brazos, y besando mi cuello, cerré los ojos, me gusta cuando hace eso. Subía por mi cuello dando pequeños mordisquitos a la vez que sus manos acariciaban mi pecho. Cada vez subía más, hasta encontrarse con mi boca, me besó. Me encantaban sus labios, pero eso no quitaba que supieran a alcohol. Me aparté un poco de ella, no es que me diera asco, pero tampoco era muy agradable. Me miró fijamente a los ojos, noté de inmediato el deseo que había en ellos, el brillo que había en ellos lo chillaba a los cuatro vientos; bajó su mirada a mis labios, se relamió. Me gustaba, y me estaba dejando llevar. Se lanzó a mí, a mis labios. Le seguí el beso, sus dulces labios calientes y húmedos podían más que el olor a alcohol, que cada vez pasaba más por alto. Aquel beso iba cada vez a más, ella había abierto paso a su lengua en mi boca, y yo no le hice el feo, era más apasionado por segundos, finalmente terminamos tumbados en mi cama besándonos, rozándonos. No notaba ya nada ese olor a alcohol, para mí había desaparecido. Ella empezó a pasar sus manos por mi pecho, yo tenía mis manos en su cintura, desabrochó un botón de mi camisa. Me separé de sus labios la miré. Ella sonrió pícara.
-¿Qué? –preguntó inocente.
No contesté tan solo volví a besarla, la verdad es que no me importaba, claro que no. La verdad era que me apetecía que lo hiciera, la verdad era que me apetecía bajar a mis manos a su culo, incluso subirlas a su pecho. Volvió de nuevo a mi camisa, desabrochó un botón más e introdujo su mano, el tacto de su mano fría con mi pecho caliente me puso la piel de gallina, me gustaba, quería que siguiera, y no lo dudé. Me separé de ella y me incorporé un poco, me quité chaleco, lo lancé al suelo. Ella rió pícara, yo mordí mi labio inferior. Me senté del todo, y ella sobre mí. Me besó, después desabrochó otro botón. Tenía media camisa desbrochada, ella sentada encima mía y pasando ahora sus dos manos frías por mi pecho, estaba seguro que algo ahí abajo estaba apunto de despertarse, y podría haberla parado, podría haberlo evitado todo, pero no lo hice, seguí. Ya o podía más, bajé mis manos a su culo, y las deje ahí, me apetecía tocarlo, sentirlo, a ella no pareció disgustarle, la junté más a mí. Nos besábamos con frenesí, ella terminó por desabrochar todos los botones de mi camisa, no me importó, claro que no. Me la quité y la lancé al suelo. Se separó de mí, me miró, bajó por mis abdominales examinándolos uno a uno con cuidado, se relamió después volvió a besarme. Yo ya no podía más, y mucho menos mi “amiguito”, sentí de inmediato como crecía debajo de mis pantalones, al igual que ella. Se separó, me miró, por un momento creí que le había molestado, pero no, nada de eso. Soltó una sonora carcajada, se mordió el labio inferior y esta vez fui yo quién me lancé a sus labios. Estaba como una moto, y estoy seguro de que ella también lo estaba. Moví mis manos de su culo y las coloqué en su cintura, las subía y las bajaba continuamente, pero aún tímido y sin llegar a su pecho, no estaba seguro. Ella lo notó y sin separarse de mí cogió una de mis manos y la condujo hasta su pecho derecho, lo apretó. Aquel movimiento suyo accionó algo en mí, no dude un segundo más y subí mi mano hasta su otro pecho. Ahora yo subía y bajaba mis manos de su cintura a su pecho y de su pecho a su cintura, mientras ella recorría mis abdominales y mi pecho con sus manos, y de vez en cuando también reparaba en mi culo, al igual que hacía yo con el suyo. De pronto, se alejo de mí, se soltó el pelo, y se deshizo se su vestido rosa chillón, quedándose en sujetador y bragas, reparé en ellos un momento, un conjunto rosa pálido se disimulaba entre su piel morena, le sentaba genial, me percaté de que tenía alguna transparencia en sitios estratégicos, aquello me excitó y ella lo notó, no le di tiempo a reaccionar, me lancé a su boca, comiéndomela entera. Estaba más caliente por momentos, no podía evitarlo. Y no sé como sucedió, pero entonces, su mano bajo hasta mis pantalones, buscó mi paquete y lo apretó, no pude ni tan si quiera reprimir el gemido que salió entrecortado de mis labios. Buscó el botón, lo desabrochó, bajo la cremallera y los abrió. Se separó para mirar, yo bajé también la vista. Un bulto debajo de mis calzoncillos rojos se asomaba entre mis pantalones. Me sonrojé, lo sé, pero ella alzó de nuevo la mirada hasta encontrase con mis ojos y sonrió pícara. Me excitaba, y mucho, y estaba claro que ella era conciente de ello. Coló su mano en mis pantalones, sobándome, otro gemido salió de mi boca, ella sonrió de nuevo. No podía más, estaba punto de abandonarme a sus manos, sentía que no me quedaba otro remedio. Con una de sus manos en mis pantalones y su lengua en mi boca yo estaba cada vez más excitado y sentía como ella estaba húmeda también. Volvió a apartarse, buscó mis ojos y me miró fijamente, presentí lo que iba a hacer, y mirándome así estaba buscando mi aprobación, y yo, no me negué. Bajó poco a poco mis calzoncillos hasta dejarla fuera, los dos bajamos la mirada, yo ya ni me sonrojé, estaba tan excitado que verdaderamente había perdido el control sobre mí mismo y mis acciones, me pareció que por un momento ella se abrumó un poco, pero después volvió al estado de euforia anterior. La cogió con una mano y empezó a subir a y a bajar su mano, bufé, ella gimió, se relamió, aumentó el ritmo, definitivamente había perdido el control, yo también había bebido una o dos copas, pero aquí el alcohol no estaba teniendo un papel, no en mí. Yo no podía resistirme más, e hice lo que llevaba tiempo queriendo hacer, bajé mi mano buscando su sexo, metí mi mano en sus bragas y empecé a acariciarla suavemente, delicado, esta vez fue ella quién gimió. Nos mirábamos a los ojos comiéndonos con la mirada mientras explorábamos el cuerpo del otro. Yo estaba en un estado de éxtasis, y ella andaría cerca, cuando de pronto paró en secó, yo no pude hacer más que parar también. Nos miramos, reímos sin saber porqué, entonces nos lanzamos uno en busca de la boca del otro. Volvíamos a besarnos frenéticamente, hasta que terminamos tumbados el uno sobre el otro, tras unos minutos así sin tan siquiera parar a respirar ella paró nuevamente. Miró mis ojos ardientes de deseo, deseo por ella, por sus labios, por su cuerpo. Y sin el más mínimo aviso empezó a besar mi cuello, bajando poco a poco, pasó por mi pechó, fue bajando por cada uno de mis abdominales, hasta llegar a mi marcado abanico, yo no tenía los calzoncillos subidos, y estaba muy cerca de su cara, de sus labios, ¿no le molestaba? Entonces caí en la cuenta. Me incorporé un poco, pero justo en ese momento se la metió en la boca. El dulce tacto de sus labios con mi miembro, el calor adicional que le proporcionaba su boca y las cosquillas que me producía su lengua al rozármela me echaron hacia atrás. Bufé. No había sentido nada igual en mi vida, nunca antes había, me habían hecho eso. Con Caitlin y Jasmine ni tan siquiera me lo plantee, era un crío. Un espasmo producido por su boca me recorrió impidiéndome pensar. Y con Selena, con Selena llegué en ocasiones a lo primero, pero no a esto, y no porque ella no quisiera, sino porque yo no se lo permití. Otro espasmo. Pero en cambió ahora Ale, ahora Ale lo estaba haciendo, pero tenía que pararla, sí. No es que no me gustara, sino que no me parecía correcto, ella estaba bajo los efectos del alcohol, y aunque yo no la estaba obligando, ella no estaba siendo conciente, probablemente mañana ni se acordaría. Bufé. Me estaba pareciendo hasta inmoral dejar que siguiera. Gemí. Me incorporé rápidamente, la separe. Me miró asombrado.
-¿No te gusta?
-Sí pero...
-Pues ya está. –se dispuso a seguir.
-No. Ale, no. Esto no está bien.
Me separé de ella, subí mis calzoncillos, me levanté de la cama y abroché mis pantalones. Era como si me la estuviera protegiendo de ella, pero en realidad era al revés. Estaba protegiendo a Ale.
Ale se tumbó en la cama semidesnuda. Me giré para mirarla y ella empezó a reírse. Bajé la mirada, aún era evidente la erección debajo de mis pantalones.
-Aiis Justin, no te puedo dejar así. –extendió una mano intentando cogerme.
-Tranquila, ya me compensarás otro día. –lo dije totalmente convencido.
Y es que en otra situación no me hubiera importado que siguiera, pero no así. No era conciente de lo que hacía, de nada de lo que hizo. Ahora incluso me sentía culpable.
-Vamos, si a mi no me importa. –dijo pícara.
Me acerqué a ella, el único remedio que conocía contra lo que ella llevaba encima era uno. La cogí de una mano haciendo que se levantara. La llevaba a rastras detrás de mí, pero el caso es que la llevaba. La llevé hasta el baño, una vez ahí la metí en la ducha.
-¿Justin, qué haces?
-Es por tu bien.
Seguido abrí el grifo del agua fría.
-¡Aaah! ¡Está... está fría! –tembló.
Cerré el grifo y la saqué de la ducha, la miré de arriba abajo, ahora estaba más sexy, las gotas de agua le caían por todos sitios y su ropa interior se transparentaba más aún. Cogí una toalla y la rodee  con ella. La llevé de nuevo hasta la habitación y la senté en la cama. Ya no decía nada, estaba como muerta, pero temblaba de frío. Fui a mi armario y saqué una de las camisetas viejas que usaba yo para dormir, se la di.
-Ale, escúchame. –me miró. –Quítate la ropa mojada y te pones esto.
Asintió. Yo me fui al baño, lo único que me faltaba era verla desnuda. En el baño me eché agua en la cara, comprobé que la erección había bajado, después me quité los pantalones y salí de nuevo a la habitación. La toalla estaba en el suelo con su ropa interior encima. Y ella sentada en la cama con mi camiseta que más bien parecía un camisón, pero mejor, así le tapaba todo lo que tenía que taparle. Cogí mi ropa que estaba tirada por ahí y la eché al cesto, después saqué de mi armario unos pantalones y una camiseta viejos, me los puse. Recogí la toalla y la llevé al baño a secar, después la ropa de Ale y a Ale entre mis brazos. Abrí la puerta de mi habitación y me asomé, todo estaba en silenció, salí con cuidado hasta la otra habitación. Senté a Ale en su cama, puse su vestido sobre la silla, eché su ropa interior al cesto, abrí su cama y la acosté. Besé su mejilla cariñosamente y la cubrí con el edredón. Estaba dormida, o al menos estaba en ello. Yo volví corriendo a mi habitación, abrí la cama y me metí en ella. Había sido un día muy largo, y mañana sería muy duro explicárselo todo. 

domingo, 25 de septiembre de 2011

Famosos.

Estaba confundido, pero a la vez furioso. No comprendía por qué coño estaba ella hablando con él y eso me molestaba la verdad, y más después de lo que ella me había contado sobre ese Edu, no lograba entenderlo, pero esperaba que ella me diera una explicación, o al menos que me lo contara. Pero por otra parte, sus mismas palabras me tranquilizaban, “Edu, no. Lo siento”. Tenía suficientemente claro lo que eso significaba, por lo que, bueno... Tampoco es que estuviera celoso. No es tenía  motivos. Me separé de su puerta lentamente, la miré, y llamé. Ella me abrió. Estaba plantada de pie en frente de mí, con una sonrisa precisa iluminando su cara, una sombra negra en sus párpados resaltaban sus brillantes ojos, a la vez que una delgada línea por debajo de estos. Sus pestañas eran inmensas, en sus pómulos podía distinguir algo de colorete, y su pelo recogido en un perfecto moño dejaba ver unos corazones brillantes colgando de sus orejas. Después de examinar cada milímetro de su rostro, fui bajando poco a poco. Un colgante con forma de corazón, a juego con sus pendientes, brillaba en su regazo desnudo; vestía un corto vestido rosa chillón, quizás exagerado para otras pero perfecto para ella, de palabra de honor que dejaba ver sus hermosas piernas, un cinturón negro con una gran flor en un costado marcaba su cintura, y unos tacones del mismo rosa, estilizaban aún más su figura.
-Bueno, di algo. –la miré, la expresión de su rostro ya no era la de antes.
-¿Qué quieres que diga? –me acerqué a ella. -¡Qué estás estupenda! –la cogí de una mano y le di una vuelta.
Cuando vi de nuevo su cara volvía a sonreír. Yo hice lo mismo.
-Tú tampoco vas nada mal. –rió.
La miré mal. Rió.
-Es broma bobo. ¡Estás para comerte! –ambos reímos.
Entonces vibro mi móvil.
-Kenny está aquí. –le dije.
-Pues vamos. –se adelantó a mí.
Yo me quede un segundo mirándola, embobado. Era perfecta. Se giró.
-¿No vienes? –sonrió picara.
-¿Eh? –salí de mi embobamiento. –Sí. –empecé andar.
Bajamos las escaleras uno detrás del otro. Salimos de casa, hacía frío. Listos los dos, no nos cogimos chaqueta por que la fiesta era en un lugar cerrado, así que nos apresuramos a entrar en el coche. No tardamos en llegar a la fiesta, el lugar donde se celebraba no estaba lejos. Yo ya no pensaba en aquello, en la llamada; su sonrisa, sus ojos, me habían hecho olvidarlo. Además, si tampoco me había contado nada, era porque no le parecía importante, y si a ella no le parecía importante, por qué iba a tener que parecérmelo a mí.

[Narra Ale]
Bajamos del coche, miré a mí alrededor. Había algunos otros coches aparcando enfrente. Justin y yo entramos rápidamente al lugar.
Dentro, unas grandes luces blancas iluminaban la estancia, y la música sonaba alta; estaba lleno de gente, realmente lleno, juraría que la mayoría eran famosos. Justin buscaba alguien entre le gente. Cuando por fin lo encontró, me cogió de la mano.
-Ven, voy a presentarte a alguien. –tiró de mi, conduciéndome hasta al otro extremos de la sala.
Mientras andábamos yo miré hacia atrás, Kenny no nos seguía, me pareció raro, entonces le divisé junto a unos cuantos sofás hablando con un hombre.
-¡Qué pasa Bieber! –le chilló un hombre.
Él sonrió, se saludaron de una forma extraña. Uno de esos típicos saludos raros que tienes con tus amigos cuando eres pequeño. No dije nada, ambos me miraron y rieron.
-Supongo que tú eres la famosa Ale. –dijo aquel hombre dirigiéndose a mí.
Le miré, me sonrojé. ¿Yo famosa?
-Sí, soy Alejandra. –sonreí tímidamente. –Ale.
El hombre sonrió.
-Este es... –Justin empezó a hablar.
-Puedo presentarme yo solito Justin. –le interrumpió el hombre, yo reí. –Me llamo Scooter Braun, y soy su representante. –me ofreció la mano.
-Encantada Scooter. –dije un poco tímida aún, pero correspondí a su saludo.
Scooter sonrió, después miró a Justin.
-Bueno Justin, he de admitir que tenías razón. –yo mire a Justin, después volví la mirada a Scooter, él me miró también. –Es realmente preciosa.
Me sonrojé, iba cayendo en la cuenta de que con “famosa” se refería a que le había hablado de mí, aquello me gustó.
-Así es tío, pero es solo mía. –se puso a mí lado, me besó en la mejilla. Volví a sonrojarme.
Scooter, Justin y yo comenzamos a hablar. Realmente era un tío muy majo, muy galante. Era genial. Recordé que Justin me había hablado alguna vez de él, y sinceramente me había alegrado el conocerle. Tras un rato, la conversación se desvió.
-Eh tío, ¿y Usher aun no ha llegado? –preguntó Justin a Scooter.
-Pues no le he visto tío. He visto a Drake, a Chris, a Kisean, a Asher, a Jasmine, a Rebecka, incluso a... –Justin le miró rápidamente, Scooter se calló. –No tío, no lo he visto.
Aquellos nombres entraron en mi cabeza como flechas, ¡¿Drake, Kisean, Chris, Asher¡? Scooter se refería al mismísimo Drake, Sean Kingston, Asher Roth y Chris Brown. Ah, y sin olvidar a Usher. Yo los amaba. Y para ellos era tan normal, yo no dije nada, permanecí en silenció y guarde mi asombro para mí misma. Justin ya me había avisado que estaría lleno de famosos, pero joder, no pensé que me sorprendería tanto.
-Bueno, pues voy a llamarle. –dijo Justin. -¿Te quedas con Scooter Ale?
-Eh, sí claro. –sonreí.
Justin se alejó de nosotros entre la gente. En cuanto se fue, Scooter y yo entablamos de nuevo una conversación cualquiera, como si nada, como si nos conociéramos de toda la vida y no desde hacia tan solo unos minutos. Aquel tío era genial.
-Mira Ale, ¿Qué te parece si te presento a unos amigos de Justin y míos?
-Eh... –dudé. –Sí, por qué no. –sonreímos.
-Genial, ven conmigo. –me cogió de la mano como si tal cosa, yo le seguí con gusto.
Mientras andábamos entre toda la gente, reconocí a unos cuantos famosos, juraría incluso que había visto a Zac Efron rondando por ahí, pero alguien entre toda esa gente llamó mi atención en especial. Ella, morena, delgada, bastante guapa, parecida a mí en cierto modo, pero más alta. Selena, Selena Gómez. Sabía perfectamente lo que tuvo con Justin, él me había contado algo, no mucho, lo justo y necesario, aunque yo la verdad tampoco quería saber más de lo que él me había contado. Pero aunque fuera así, algo más sí sabía. Sammy y Serena en su día se cansaron de contarnos a Emma y a mí lo monos que eran, y todas esas mierdas que no nos importaban. Por eso, aunque Justin no me la hubiera ni tan si quiera nombrado, yo sabía ya lo que todos sabían, y eso implicaba lo mal que habían terminado. Scooter y yo llegamos hasta dos personas, los reconocí de inmediato. Chris Brown y Asher Roth saludaron  a Scooter, era obvio que eran “de toda la vida”. Yo estaba en silencio, tan solo les miraba discreta, pero muy asombrada, para mí no era cosa de todos los días.
-Bueno Scoot, veo que estás en buena compañía. –dijo Asher Roth.
Los tres me miraron. Yo volví a sonrojarme, después sonreí.
-Ya lo creo Asher. –sonrió. –Mira, ella es Ale. –me miraron. –Ale, ellos son...
 -Asher Roth y Chris Brown. –le interrumpí, los tres rieron.
-Veo que nos conoces, eh –dijo Chris Brown sonriendo.
-Eh, sí. La verdad es que me parecéis geniales los dos.
-Bueno, gracias. –Contestó Asher Roth.
-Ambos son buenos amigos de Justin. –me dijo Scooter mirándome.
Reí.
-Bueno, y dónde está ese pequeño máquina. –dijo Chris Brown.
-Ah, ha ido a llamar a Usher. –contestó Scooter.
Justo después apareció Justin, se colocó a mi lado.
-¡Qué pasa máquina! –le saludó Aher.
-¡Hey tíos! –miró a ambos, después me miró a mí. –Conoces ya a...
-Sí, Scooter nos la ha presentado. –le interrumpió Chris Brown.
-Bueno, ¿has hablado con Usher? –preguntó Scooter.
-Eh, sí. –le miró. –Me ha dicho que al final no va a poder venir, bueno historias suyas, ya le conoces tío.
Me lamenté, hubiera sido interesante conocerle también a él. Después, empezaron a hablar entre ellos, yo no decía nada, me limitaba a escuchar, la verdad es que no me importaba no introducirme en la conversación. Me divertía escuchándolos. Pero de pronto, algo me hizo desviar mi atención de su conversación. Ella pasó justo en frente de mí, acompañada de otra chica, no la reconocí, pero tampoco me fijé lo suficiente como para identificarla, no me interesaba hacerlo. Justin también se percató de su presencia. Selena miró a Justin, Justin miró a Selena, intercambiaron una pequeña, pero cómplice mirada. Yo los miraba desde el rabillo del ojo, después Justin giró la cara para mirarme, me sonrió, yo le sonreí también. Pero aquella había sido una sonrisa falsa, una mentira. No me había hecho ni puta gracia, ¿estaba celosa? Sí, puede que sí. Y es que no entendía esa mirada, no había sido una mirada cualquiera, lo sabía y me había molestado. Y no sé muy bien por qué, pero aquello me recordó la llamada de Edu que había recibido. Edu... uf Edu. En un principió, me sorprendí por su llamada, qué cojones quería, no tenía sentido que me hubiera llamado. Le habría costado un pastón además y solo para decirme qué, para preguntarme por qué me había ido, incluso el flipado preguntó si había sido por él, claro que no había sido por él, que absurdez; era tener poca vergüenza pedirme explicaciones, oh, y decirme que si podía llamarme más... Eso fue el colmo, es que yo no quería saber nada más de él nunca, no después de lo que pasó. “Edu, no. Lo siento”. Aquellas habían sido mis palabras a su estúpida pregunta, cuáles iban a ser si no. Después había colgado. Es que nada tenía sentido en mi vida la verdad. No es que no me gustara estar donde estaba y con quién estaba, pero bueno, era muy irreal. Miré a Justin, busqué su mano, la cogí y la apreté fuerte, en un intentó de comprobar que todo era real. Él se giró rápido. Me sacó de mis pensamientos.
-¿Qué ocurre? –dijo en un hilo de voz.
-Eh, no nada. –menee un poco la cabeza, intentando sacudir todos aquellos pensamientos.
-¿Te aburres?
-No, nada de eso. –era verdad, no me aburría.
Sonrió, yo hice lo mismo, esta vez sincera. Pero justo en ese momento, Selena apareció de nuevo justo detrás de Scooter, la miré seria, Justin hizo lo mismo. Pero ella no le miró a él. Toco el hombro de Scooter, este se giró.
-¡Selena! –dijo Scooter feliz.
-¡Scoot! –se abrazaron.
En ese momento, Chris y Asher la miraron, después miraron a Justin. Era todo tan obvio. Yo me sentía incomoda la verdad.
Selena saludo a Chris, después a Asher, al llegar a Justin se detuvo un momento, ambos se miraron, dudaron, los demás les mirábamos atentos, finalmente se dieron un beso en la mejilla como el resto. Llegó a mí. Sonrió, y entonces Scooter intervino.
-Selena, ella es Ale eh... una amiga.
Miré a Scooter, volví mi mirada a Selena, me sonreía.
-Hola. Encantada. –le dije con una sonrisa.
-Lo mismo te digo. –contestó, parecía sincera, me dio un beso.
Selena se colocó entre Scooter y Chris, frente a Justin y se introdujo en la conversación como si tal cosa, era normal al fin y al cabo, pero a mí no me hacía ni puta gracia, además me pareció que no tenía intención de marcharse. Durante la conversación yo les miraba a ambos continuamente por el rabillo del ojo. Justin no la miraba, miraba a cualquier sitio menos a ella, pero en cambio ella, ella no paraba de mirarle a él. Me molestaba en serio. De vez en cuando también me miraba a mí, como si me examinara, me estaba poniendo además muy nerviosa. Finalmente sacó un tema que seguramente llevaba tiempo deseando sacarlo.
-Bueno, pero... –interrumpió a Scooter que nos contaba su último viaje a Chicago, todos la miramos. –Tú, –me señaló. –O sea, vosotros... eh. –nos miró a Scooter y a mí.
Scooter estalló en una carcajada, yo hice lo mismo, no pude evitarlo.
-No Selena. –intervino Justin.
Yo dejé de reírme en seco, Scooter lo hizo a pausas, pero finalmente paró.
-Oh, ya lo entiendo. Entonces tú y ella... –dijo Selena dirigiéndose a él.
-Bueno, sí. Algo así. –yo intervine, sí era lo que quería saber, ya lo sabía.
-Sí, lo estamos. –me cogió de la cintura.
Yo sonreí triunfante, la verdad es que me alegraba de que lo supiera. No tenía muy claro lo que había venido a buscar, pero si era comprobar algo, ya lo había hecho, y por mí, podía marcharse, pero no lo hizo.
-¡Oh, Justin! –se tiró a abrazarle apartándome así de él.
Los miré atónita, Asher, Chris y Scooter estaban igual que yo. Finalmente se separó de él, volvió a su sitió de antes, y me miró.
-Tranquila, no me mal interpretes. –me dijo riendo, no dije nada, ella miró a Justin de nuevo y volvió a hablar. –Justin, de verdad, no tienes ni idea de cómo me alegro, bueno por ambos, además hacéis una pareja estupenda, lo noté, ¿sabes? Y yo es que pensé que no podrías superar lo nuestro...
Desconecté, no me apetecía escucharla, y es que no se callaba, decidí ir a por algo de beber. Me dispuse a irme, pero Scooter me detuvo.
-¿Dónde vas? –dijo por debajo de la voz de Selena, tan solo yo pude escucharle.
-A por algo de beber.
-Te acompaño. –sonrió.
Yo acepté, me había caído bien. Y tampoco es que me apeteciera estar sola entre tantos famosos “desconocidos”. Scooter y yo nos dirigimos hacia la barra, donde un camarero servía cócteles de todo tipo.
-¡Eh chico! –le llamó Scooter, el chaval vino de inmediato. –Ponme un mojito y un... –me miró.
-Eh, un Bloody-Mary.
-Date prisa chico.
Él chico se giró y empezó a preparar lo que habíamos pedido.
-Un Bloody Mary, eh.
-Sí, jeje.
-Tranquila, no se lo contaré a tu mami. –dijo burlón.
Ambos reímos, el chico nos trajo lo que habíamos pedido. Sí que se había dado prisa sí.
Yo dí un sorbo al mío, y Scooter vació medio vaso.
-Bueno, cuéntame, ¿qué te pasa? –le miré.
-Nada –mentí.
-Ya, claro. Bueno, entiendo que no quieras contármelo, nos conocemos de hace tan solo un rato. Tranquila. –sonrió.
-Es ella. –dije rápidamente, después vacié mi copa.
Miró mi copa, después me miró a mí. Terminó su mojito.
-¡Chaval! –el chico nos miró. –Más de lo mismo.
Reí.
-Mira, te entiendo. Es normal que, bueno...
-No, sí... –intenté interrumpirle.
-Escúchame. –asentí. –Selena es así. Todo eso de que se alegra es verdad, y también lo de que pensaba que no lo superaría. Se cree el centro del mundo, pero en el fondo en buena chica, y lo decía de corazón.
El chico trajo las copas, bebí. Scooter siguió hablando durante un rato más, yo le escuchaba, me hizo prometer que no se lo contaría a Justin, y así hice. Me contó todo sobre él y Selena, realmente estaba aluciando, la mayor parte las cosas las sabía por Sammy y Serena, pero contadas por una persona más cercana eran bastante diferentes.

Después de una hora y 7 Bloody Mary, había empezado a ver las cosas distintas. No sabía si era por que de verdad creía a Scooter, o porque estaba borracha. Mi limite solían ser 5 cócteles, porque ya ahí me había cogido el puntillo, pero cuando llegué al 5º no paré, la verdad es que siempre te dicen que beber es una buena forma de olvidar la penas, y aunque Selena ya no me preocupaba la verdad, y yo estaba con Justin, echaba de menos mi casa, mis amigas, y tan solo había pasado un día. Y sinceramente la llamada de Edu me había recordado muchas cosas, así que utilicé aquello como “excusa” para no tener remordimientos al estar bebiendo. Pero cuando iba pedirme el 8º, Scooter me paró.
-Ale, no crees que ya has bebido suficiente. –dijo serio.
-Eh... puede ser. –mentí, no lo creía.
-Pues ya está, anda, volvamos con el resto.
Intenté andar, pero casi me encuentro con el suelo si no es por Scooter que me cogió de la cintura.
-Anda, ven. Vamos a sentarnos.
Cogida de la cintura me llevó hasta unos cuantos sofás, no había mucha gente.
-Voy a avisar a Justin. Creo que es mejor que os vayáis.
Cogí la mano de Scooter.
-¡No! –me miró. –Tengo... tengo hambre. Sí como algo, me encontraré mejor. –sonreí.
-Está bien. Voy a buscarte algo, no te muevas. –sonrió, después se alejo.
Yo, que aún tenía un poco de “conciencia” aproveché la ausencia de Scooter para pedirme una copa, no sabía lo que estaba haciendo. El camarero no tardó en volver con un Margarita esta vez. Me lo bebí de un trago. La cabeza me dio un vuelco. Entonces empecé a oír música. No lo dudé, me levanté y fui en busca de la música. Llegué con pasos tontos a una sala, lo que parecía una discoteca, la música era estruendosa y luces de colores parpadeaban continuamente. No me quedé, aquello martilleaba mi cabeza. Salí de la sala y me volví a la estancia anterior, dónde me mezclé entre la gente, vi a un camarero con una bandeja con unas cuantas copas de lo que me parecían Alexander, no dude. Cogí uno, sí era un Alexander. Seguí andando con pasos inseguros entre la gente, ya no sabía ni donde estaba. Mi cabeza dio otro vuelco... 

Sorpresa.

[Narra Ale]
Salí de casa y me dirigí hasta el coche donde estaba apoyado Kenny, Justin no tardó en llegar hasta mí. Saludó a Kenny, después nos montamos en el coche. Kenny arrancó el coche y salimos.
-Bueno chicos, ¿y dónde os llevó? –nos preguntó Kenny.
-Eh, no sé. –Justin me miró. – ¿Dónde crees que pueda haber menos gente Kenny?
-Pues un 23 de diciembre... –hizo una pausa. –Todo va estar lleno.
-Bueno, pues entonces, da igual, el que pille más cerca.
-Está bien.
Yo permanecí callada durante el camino, ya que Justin había comenzado a hablar con Kenny sobre qué iba a hacer él esas vacaciones, yo tan solo escuchaba atenta a Kenny.
Cuando llegamos al centro comercial, entramos al parking y Kenny aparcó no muy lejos; me dispuse a abrir la puerta del coche pero Justin me detuvo, me giré para mirarle.
-Será mejor que te pongas unas gafas antes de salir.
-¿Qué?
-Tú hazme caso, será mejor. –sonrió.
Saqué de mis bolso mis gafas, y me las puse como el me había dicho. Vi como el buscaba algo en el coche antes de salir,  una gorra. Salió del coche y se puso sus gafas Ray Ban, después se colocó la gorra. Estaba claro que quería pasar desapercibido, pero vamos, yendo así, yo me fijaría incluso más en él. Pero bueno, él era el que sabía de esas cosas. Se acercó a mí, y me dio la mano, yo sonreí ante aquel gesto, y después empezamos a caminar hacia la entrada del centro comercial. Justo antes de  entrar me giré, y vi que Kenny nos seguía a una distancia considerable, llevaba también unas gafas de sol. A mí aquello no me pareciera que fuese lo más discreto, pero en fin... Sería mejor dejarles esas cosas a ellos. Entramos al centro comercial, aquello era enorme, como para perderse días enteros. Justin y yo andábamos lentamente, sin prisas, mirando los escaparates de las tiendas por las que pasábamos, y entrando en alguna que otra.
Justin había comprado ya el regalo para su madre, sus abuelos y sus hermanos pequeños, incluso le había comprado algo a mi madre, tan solo le faltaba el de su padre; yo en cambio no sabía que comprar que tan solo tenía que comprar dos regalos, uno para mi madre y uno para Pattie, había sido incapaz de elegir nada. Bueno, en realidad también tenía que comprar algo para él, pero tampoco sabía muy bien el qué. Pero de pronto vi una tienda, una tienda que conocía a la perfección, era raro, ya que la mayoría de las tiendas que había eran americanas, pero encontré un Zara, mi madre solía comprarse la ropa ahí, y probablemente encontraría algo del estilo de Pattie. Me quedé mirando embobada a la entrada.
-¿Quieres entrar? –preguntó Justin tirando un poco de mi mano. Le miré.
-Eh, sí.
-Pues vamos. –tiró de mí.
Al entrar, yo me fui hacia la sección de mujer, y él a la de caballero, luego nos buscaríamos. Llevaba ya un buen rato buscando algo, pero seguía sin encontrar nada que me pareciera adecuado, entonces Justin se acercó a mí, llevaba una bolsa de la tienda en la mano.
-¿Te  importa si voy fuera?
-No, claro que no. –sonreí.
-Voy a una tienda de videojuegos que hay aquí a la vuelta, ve ahí cuando termines.
-Vale. –besó mi mejilla.
Vi como se alejaba hasta salir de la tienda, yo seguí con lo mío.
Por fin, después de otra media hora encontré lo adecuado para ambas. Para mi madre una camisa negra con encaje en los hombros y un escote discreto a juego con unos pantalones oscuros vaqueros, era ideal, justo para ella, y a Pattie una falda azul oscuro algo suelta junto con un camiseta blanca parecida a la de mi madre, muy bonita también, que le sentaría genial. Justin me había contado en su momento que su madre también se quedó embarazada muy joven, por lo que su madre, debía ser poco mayor que la mía, me imagino que ese es uno de los motivos por los que se llevan tan bien. Me dirigí hacia la caja, lo pagué, pedí que me lo envolvieran para regalo y que hicieran cheque regalo, siempre lo pedía por si acaso, además en este caso, había elegido la talla de Pattie un poco al azar, probablemente no me habría equivocado, pero vamos, mejor asegurarme. Salí de la tienda dispuesta a ir a la tienda donde Justin me dijo que estaría, pero, no me había fijado que en frente del Zara había un Pepe Jeans. Tenía que comprarle algo a Justin, y ese sitio era ideal, iba mucho con su estilo. Entré en la tienda, y fui a la sección de chicos, nada más entrar me topé con unos vaqueros, que cualquiera que los hubiera visto, hubiera pensado en lo mismo que pensé yo “Justin Bieber”. Me acerqué para cogerlos y poder mirarlos mejor. Sí, estaba decidida, tenía que cogérselos. Elegí la talla un poco a boleo, creí que una M le iría bien. Aquellos vaqueros azules descoloridos, ajustados en los tobillos, y ligeramente caídos del culo, eran perfectos para él; pero faltaba algo, algo a juego con esos vaqueros perfectos. Comencé a buscar entre las camisetas y camisas, cuando un chico se acercó a mí.
-¿Puedo ayudarte en algo? –preguntó con una sonrisa en la cara.
Le eché un rápido vistazo a aquel chico, era alto, rubio ojos azules, buen cuerpo, vamos, era guapísimo.
-Eh, no... –hice una pausa. –Bueno, en realidad sí.
-Dime, ¿qué buscas? –aún sonreía.
Me fije en su sonrisa, era realmente bonita, pero no como la de Justin.
-Buscaba algo a juego con estos vaqueros. –se los enseñé.
-Mm... –miró los vaqueros detenidamente. -¿Algo en plan formal o más de diario?
-Más de diario.
El chico se alejó un momento, y segundos después volvió con una camiseta azul chillona de los Knights.
-¿Qué te parece?
-Es perfecta.
-Jaja, ¿te la llevas?
-Sí, muchas gracias.
-De nada. –sonrió.
Me dirigí hacia la caja, pero la voz de aquel chico me detuvo.
-¿Y tú no te llevas nada? –me giré, me miraba con aquella sonrisa.
-Eh, no yo no. –contesté un poco seca.
Se acercó a mí.
-Qué pena, porque tenía unos vaqueros que te sentarían genial.
Le miré arisca ya que su intención no era precisamente vender más.
-No, muchas gracias. –sonreí falsamente.
-¿Segura? Mira que con ese cuerpazo que tienes, los vaqueros te irían geniales.
-Sí, segura. Creo que con lo que le llevo a m novio –acentué el “mi” –es suficiente.
El chico se quedó helado, yo reí para mí misma y me alejé de él.
Al llegar a la caja pagué y pedí lo mismo que en la anterior tienda, cheque regalo y envuelto. Al salir de la tienda metí el paquete en una de las bolsas de Zara, para que Justin no lo viera, después fui hasta la tienda de videojuegos, donde me encontré a Justin mirando las últimas novedades. Me acerqué a él sigilosamente, tapé sus ojos. Rió.
-Mm, ¿quién podrá ser? –dijo irónico.
Permanecí en silencio y me acerqué a su cuello, le di un pequeño beso en este. Suspiró.
-¿Sabes? Como venga mi chica y nos vea así, me vas a buscar un buen lío.
Besé nuevamente su cuello, acercándome a su vez a su oreja. Suspiró de nuevo. Pero entonces una mano en mí hombro me separó de él con suavidad.
-Eh chicos, no quisiera molestaros. –miré a Kenny que me miraba gracioso. –Pero estáis dando el espectáculo. –Justin se giró.
-Anda, -le dio un puñetazo en el hombro. –Vayámonos ya.
Justin cogió mi mano, y tiró suavemente de mí. Yo le seguí. Anduvimos hasta el parking, y una vez allí nos montamos en el coche y nos dirigimos a casa. Al final habían tenido razón, con las gafas y la gorra, no habíamos tenido problema alguno, bueno, ellos. Al llegar a casa nos despedimos de Kenny que se marchaba ya, está noche vendría a recogernos a las 8:00. Justin y yo entramos a casa, no había nadie, nuestras madre seguían por ahí, joder... Subimos cada uno a su habitación para arreglarnos, eran las 6:30, no sabía si me daría tiempo.
Subí a mi habitación, metí los regalos en mi armario, después me tumbé en la cama. Estaba realmente agotada, me lo había pasado muy bien con Justin, pero nos habíamos recorrido casi todo el centro comercial; también estaba muy nerviosa. Me había dicho que conocería a sus amigos, buf... y mañana a su familia. Madre mía... Cogí aire, y me levanté de una vez, no podía perder más tiempo, me dirigí hacia el baño desvistiéndome por el camino y dejando toda la ropa por en medio, cuando llegué a la ducha, abrí el grifo, me quité lo último que llevaba encima y me metí dentro.

[Narra Justin]
Salí de la ducha tranquilo, con calma y sin preocuparme la hora. Aún con la toalla enrollada en mi cintura abrí mi armario, no tardé mucho en decidir que ponerme, saqué unos pantalones negros, camisa blanca, chaleco negro y una corbata, lo deje todo encima de la cama; entonces vi las bolsas de los regalos junto a la cama, las eché debajo, no solo por mi madre y Valery, también por Ale, tal vez esta noche no entraría en mi habitación, pero tal vez sí, y no quería que viera su regalo. Estaba seguro de que le encantaría, pero aún no era el momento.  Me dispuse a vestirme, pero recordé algo, los calzoncillos, ¿dónde cojones tenía la cabeza que no recordé sacar los calzoncillos? Volví a los cajones del armario, saqué unos boxers rojos de Jack and Jones, me deshice sin dificultad de la toalla, dejando que cayera al suelo y me puse los boxers; terminé de vestirme. Al terminar, fui al baño, lo recogí, y empecé a arreglarme el pelo. Un rato después yo ya estaba listo, solo me quedaba echarme colonia. Cogí mi colonia preferida y me eche un poco; salí del baño y fui hasta la mesilla para coger mi móvil, eran las 7:50, Kenny no tardaría en llegar, pero ¿estaría lista Ale? Decidí ir a comprobarlo. Me dirigí hasta su habitación, pero me detuve antes de llamar a la puerta, su voz me detuvo. Hablaba con alguien, pero con quién. No entendía nada, tenía que estar hablando en español. Estuvo mal, lo sé, pero me quedé fuera, apoyado en la puerta, concentrándome en la conversación que estaba teniendo con alguien,  para mí, desconocido. Habían pasado 5 minutos ya y ella seguía hablando, y mientras yo, en vano, me esforzaba por entender algo, y justo cuando estaba por darme por vencido, logré entender algo, algo dentro de mis posibilidades. “Edu, no. Lo siento.” Después no se escuchó nada más, supuse que había colgado.  Ese nombre entró en mi cabeza como una ráfaga de viento arrasando con todo, conocía ese nombre: Edu. Ale me había hablado de él, me lo había contado todo en su momento, y por eso mismo no entendía que hacía hablando con él. 

viernes, 23 de septiembre de 2011

Buenas tardes.

[Narra Justin]
Abrí los ojos lentamente, la verdad es que aún estaba cansado, pero ya no tenía sueño. Ella ya no estaba sobre mi pecho, pero aún podía sentir el calor de su cuerpo. Me gire; estaba aún dormida echa un ovillo contra mí. Miré hacia abajo, y me encontré con lo que me esperaba, lo de todas las mañanas, una tienda de campaña matutina bajo mis pantalones. Ese era el principal motivo por el que debí haberme ido a mi habitación la noche anterior, bueno, eso y que como me pillara mi madre o la suya... Uf, mejor no pensarlo. Recordé nuevamente el “problema” de debajo de mis pantalones, iba a ser incomodo si se despertaba y me encontraba así; me levante con cuidado de no moverla y fui al baño.
Volví del baño, “todo solucionado” pensé. Ella no se había movido ni un poco, volví a acostarme a su lado, no sabía que hora era, las persianas estaban bajadas, por lo que no podía deducir la hora por la luz del día, y había olvidado mirar la hora en el reloj de su mesilla, pero no iba a levantarme de nuevo. De todas formas, no debía de ser muy tarde, ya que no se escuchaba ni un solo ruido en la casa. Me quedé mirando el techo unos segundos, pensé en lo de anoche, aquellos besos, sus manos sobre mi cuerpo, ¿por qué las había apartado de repente? En fin... esperaba que se repitiera. Me gire y me apoyé sobre un brazo para poder mirarla. Me daba la espalda, pero yo aún así la miraba embobado. Recorría cuidadosamente cada una de las curvas que marcaba bajo aquel pijama rosa, me encantaba, era perfecta. Me veía tentado a pasar mis manos por su cuerpo, pero temía despertarla. No lo pensé más, acerque mi mano izquierda con cuidado hacia a ella, y la pase por encima de ella sin tocarla, dibujando su silueta en el aire, empezando desde sus piernas hasta toparme con su pelo, no dude un segundo. Cogí un mechón de su pelo y empecé a jugar con él, llevándome finalmente a enredar mi mano entera en su pelo. Me encantaba su pelo, su tacto suave, ese olor a mango y papaya que desprendía y reconocería en cualquier sitio, su color marrón oscuro casi negro, que hacía juego con sus dulces ojos del color de las avellanas. Toda ella era simplemente perfecta, no la conocía aún demasiado, pero no me hacía falta, cada rasgo de su físico y de su personalidad me llamaban a gritos, haciendo que mis cinco sentidos se centraran en ella y solo en ella. Un rápido movimiento suyo me hizo apartar mi mano de su pelo, se había colocado ahora boca a bajo, no me podía creer que siguiera dormida. Pero entonces, se estiró, y poco a poco se fue dando la vuelta hasta mirarme. Clavó sus ojos en mí, yo esbocé una pequeña sonrisa.
-Buenos días. –besé sus labios. – ¿Qué tal has dormido? –pregunté en un susurro.
-Mm, -bostezó, sonrió. –Genial. ¿Y tú?
-Estupendamente.
-¿Llevas mucho rato despierto?
-No, no mucho. Diez minutos como mucho.
-¿Qué hora es?
-Pues no tengo ni idea.
Se incorporó, y buscó aún un poco adormilada el reloj de la mesilla; me miró de nuevo.
-Son las 12:00. –volvió a bostezar.
-¡Joder! ¿Las doce?
-Sí, ¿qué pasa?
-No, nada. Solo que no suelo dormir tanto.
-¿Y eso por qué?
-No suelo tener tiempo. 
-Uf... Pues yo duermo mucho.
-¿Cuánto?
-Jajaja. –rió avergonzada. –Hasta la 1:00 por lo menos.
-Jajaja. Joder.
-¿Y hoy tienes que hacer algo?
-Hombre... algo haré. –me incorporé quedándome sentado junto a ella.
-Me refiero, bueno... Ya sabes, de tus cosas.
-Tengo una cena.
-¿Una cena?
-Sí, de Navidad y eso.
-Pero sí es 23.
-Sí, pero la Navidad pienso pasarla con mi familia, y contigo por supuesto. –le sonreí.
Permaneció en silencio, parecía estar pensando en algo.
-¿En que piensas?
-Pues, en que... eh, ¿tú familia?
-Claro. ¿Qué pasa?
-Pues, que... ¿Voy a conocer a tu familia?
-Sí, claro. ¿Por qué no?
-No sé, será un poco... Raro.
-Buah, tú tranquila.
-Mm, está bien. ¿Y está noche a qué hora vas a volver?
-Dirás, volveremos, ¿no?
-¿Qué? –preguntó sorprendida.
Yo reí antes su expresión.
-Claro, es que vendrás conmigo.
-Pero Justin... –sellé sus labios con un beso.
-Nada, tienes que conocer a mis amigos, y famosillos de este mundo.
-¿Famosillos?
-Sí, ya lo verás.
Sonrió a modo de respuesta. Me encantaba su sonrisa.
-¿Y a qué hora es? –preguntó.
-A las 8:30 hay que estar allí.
-¿Y el resto de la tarde vas a quedarte en casa?
-Bueno, en realidad... Tenía pensado salir. –la verdad era que acababa de pensarlo.
-Ah... ¿Y donde vas?
-Pensaba que deberíamos ir a dar una vuelta a un centro comercial.
-¿Deberíamos? –preguntó extrañada.
-Ale, -dije serio. –Creo que tienes que ir acostumbrándote al “nosotros” eh.
-No, no era eso.
-¿Entonces?
-Por qué debemos... No lo entiendo.
-Aiis, -acaricié su pelo. –Hay que comprar los regalos de Navidad.
Sonrió.
-Genial.
-Jajaja, ¿a qué hora te apetecería ir?
-Eh, no sé. No muy tarde, para estar temprano aquí. Si no, no me da tiempo a prepararme.
-Mm, ¿comemos a la una, nos vestimos y nos vamos?
-Me parece genial. –sonrió.
-Pues entonces vamos. –me levanté.
-¿A dónde?
-Abajo.
Se sentó en el borde de la cama. Se miró, después me miró.
-¿Así?
-Jaja, vale, vale. Pues cámbiate.
-Vete.
-Vale, vale.
Me encaminé hacia la puerta, y antes de salir me volví para mirarla.
-Te espero abajo.
Ella tan solo asintió, y yo salí de la habitación. Fui directo a mi habitación, la cama estaba desecha, pero ya la haría Reya, la chica de la limpieza. Abrí mi armario, y saqué unos vaqueros oscuros cualquiera, una camiseta negra; me puse la ropa y después mis supra negra. Antes de salir de mi habitación, pasé por el baño para colocarme un poco el pelo, entonces salí de mi habitación y baje a la cocina. Allí me encontré a mi madre y a Valery haciendo la comida, me pareció raro.
-¡Por fin! Buenos días bello durmiente. –me dijo mi madre.
Me acerqué a ella y la besé en la mejilla.
-Me parece que no captasteis muy bien el mensaje anoche. –susurró en mi oído algo enfadada.
La miré sorprendida, sabía a lo que se refería, estaba claro, nos había visto a los dos en su habitación, pero, ¿y su madre, nos habría visto? Esperaba que no.
-Sí, ya hablaremos tú y yo.
La miré resignado, más tarde, me tocaría charla. Me acerqué a la encimera de la cocina en busca de una manzana, donde Valery estaba partiendo unos cuantos tomates.
-¡Hola Justin! –me saludo alegre.
-¡Hola! –le respondí realmente aliviado, la alegría de su voz significaba que no sabía lo de anoche.
Cogí la manzana y me apoyé en la encimera, observando a mi madre y Valery moviéndose de un lado a otro en la cocina.
-¿Qué hacéis?
-Hijo mío, no lo ves. –contestó mi madre.
-Sí, pero o sea... ¿Dónde está Reya?
Mi madre se paro en seco, me miró.
-Cielo, ¿te falla la memoria? –no dije nada. –Reya se fue ayer de vacaciones.
Era cierto, se había ido, “me tocaría hacer la cama” pensé.
-¿Ayudo con algo? –pregunté.
-Lleva esas cosas a la mesa. –señalo mi madre.
Cogí las cosas que mi madre me había pedido, las llevé hasta la mesa y las coloque.
-¿Algo más?
-No, ya no hace falta nada. –contestó Valery.
-Vale. –me senté a la mesa. -¿Y qué hay para comer?
-Hamburguesas. –dijo mi madre colocándolas sobre la mesa.
-Genial. –me relamí, tenía hambre.
Justo en ese momento apareció Ale en la cocina, la miré de arriba abajo, llevaba unos vaqueros claros ajustados que marcaban sus curvas, una camiseta de manga larga rosa con un lazo blanco en el medio, ligeramente caída que dejaban ver sus hombros, llevaba unas manoletinas blancas y se había recogido el pelo en una trenza hacía un lado, podía ver en su cuello un colgante con un lazo, al igual que en sus orejas había unos pequeños lacitos, todo a juego con su camiseta, aquello le daba un aspecto muy dulce.
-Buenos días. –dijo sentándose frente a mí en la mesa.
-Dirás buenas tardes. –dijo Valery mientras se sentaba a su lado.
Ella rió avergonzada.
-Déjala hombre, que está de vacaciones. –dijo mi madre sentándose también.
-Ya madrugara cuando haya clases. –dije yo riendo.
Después empezamos a comer, y mientras tanto, Valery y mi madre nos dijeron que ellas iban a salir, que aún tenían sitios que visitar, nos preguntaron si queríamos ir, pero yo les expliqué que habíamos pensado en ir a comprar, le recordé también a mi madre lo de la cena de esa noche, avisando de esa forma a Valery, a ambas les pareció bien, pero nos pidieron que no llegáramos muy tarde. Al terminar de comer, Ale y yo ayudamos a recoger, después subimos un momento cada uno a su habitación a coger nuestras cosas. Yo una vez arriba llamé a Kenny, no podía salir solo, sería una perdición, mejor ir con él por si a caso. Metí mi móvil en mi bolsillo, cogí mis gafas Ray Ban, y baje al salón, donde Ale me esperaba ya con su bolso.
-¿Vamos? –me dijo sonriendo.
-Hay que esperar a que llegue Kenny, pero no tardará. –me miró extrañada, pero no dijo nada. –Es mejor que vayamos con él.
-Está bien. –dijo pausadamente.
Justo entonces mi móvil vibro en mi bolsillo.
-Ya está aquí. –cogí mi chaqueta y me puse las gafas. –Vamos.
Cogí mis llaves, abrí la puerta dejándola pasar primero, y antes de cerrar la puerta chille un “Hasta luego” para avisar de que nos íbamos ya.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Debilidades.

-¿Justin? –pregunté.
No hubo respuesta alguna, pero entonces esos ojos empezaron a adentrarse en la habitación, cerrando la puerta tras ellos. Yo me incorporé, e intenté distinguir algo más en aquella oscuridad de mi habitación, me acerqué al interruptor de la luz para encenderla, pero una mano me detuvo. 
-No la enciendas. –susurró.
-¿Por qué no?
-No lo hagas.
Después sentí su peso en la cama, me aparté un poco para dejarle más hueco.
-¿Qué haces aquí? –pregunté.
-Ah, si quieres me voy... –hizo aman de levantarse, pero le detuve.
-No tonto. Solo que bueno...
-Quería estar contigo. –me interrumpió. –Además, no tengo sueño.
-Jajaja, la verdad es que yo también.
Guardó silencio un momento, no sé que hacía apenas podía verle, me estaba poniendo nerviosa.
-Dios, no puedo estar así. Necesito verte. –encendí la luz.
Tal vez no debí encender la luz de la habitación si no la de una lámpara, ya que la luz iluminó toda la habitación de repente, deslumbrándonos a los dos.
-¡Dios! Me has dejado ciego. –alzó la mirada.
-Jajaja, anda... Tampoco es para tanto.
-Ya claro. Cómo si a ti no te hubiera jodido, ¿no?
-Pues claro que no, ya te he dicho que no tengo debilidades. –le miré, se había cambiado ya, llevaba unos pantalones de chándal algo viejos y una camiseta blanca y el pelo un poco despeinado.
-Pues yo creo que sí que las tienes.
-¿Qué has hecho? –dije mirándole el pelo una vez más.
-Tumbarme en la cama.
-Sí, ya...
-Bueno, que no me cambies de tema.
-¿Qué tema? –reí.
Me miró mal, después se acercó a mí.
-Que tú sí tienes debilidades. –dijo burlón.
-Jaja, no, no lo creo.
-Bueno, pues ya te demuestro yo ahora mismo que si las tienes.
No me dejo ni contestar, se apresuró a juntar sus labios con los míos en un pequeño beso; se alejó.
-¿Qué me dices ahora, las tienes o qué?
-Jaja, pues claro que no.
Volvió a hacerlo, me besó.
-¿Y ahora qué, eh?
-¿Qué pretendes? ¿Hacer que tus besos o tú seáis mi debilidad?
-Claro, si no es que no lo son ya. –se acercó una vez más con la misma intención.
Puse mi mano en su pecho reteniéndolo.
-Pues con esto... –le di un pequeño beso igual a los suyos. –Mal vas, eh.
-¿Qué insinúas?
-¿Qué crees tú que insinúo? –pregunté pícara.
-No me provoques eh...
-¿O sí no qué? –dije desafiante.
Tenía tantas ganas de que me besara, de que me besara de verdad.
-Pues porque no respondo eh.
-Jajaja, eso quiero verlo yo.
-Pues lo verás. –se acercó a mí despacio.
Poco a poco se juntaba más a mí, no solo su cara sino que también juntaba su cuerpo con el mío. Miró mis ojos, que probablemente brillarían de deseo, deseo por él, por sus labios, luego bajó hasta mis labios, se relamió, eso me encantaaba, después sus ojos fueron nuevamente hasta los míos, se mordió el labio inferior. No podía más, quería que lo hiciera ya, aunque aquel juego era divertido. Finalmente junto despacio mis labios con los suyos, sin prisa. Ambos movíamos los labios suavemente, pero aún no sentía su lengua con la mía, y era eso lo que me apetecía, pero no iba a ser yo quien diera el paso, pero si no lo hacía pronto iba a morirme. Y por fin, después de unos segundos, sentí como su lengua intentaba abrirse paso, no me mostré reacia, pero tampoco mostré indicios de que lo deseara desde hacia un rato. Su lengua entró en mi boca despacio, al igual que la mía en la suya, se movían la una contra la otra comoen una especie de baile lento; aquello me encantaba, su lengua húmeda contra la mía, sus labios mojados, sus besos. Creo que empezaba a tener una debilidad, él. Se separó de mí lentamente, me miró.
-¿Aún sigues creyendo que no tienes debilidades pequeña miss perfecta?
-Jaja, claro que sí. –mentí.
-Bueno, en ese caso yo me doy por vencido, eh. –se alejó de mí.
Se subió del todo en la cama, y se sentó frente a mí, mirándome fijamente. Me quité el edredón de encima, me puse de rodillas y empecé a acercarme hasta él.
-¿Qué haces?
-Eh, ¿no me ves?
-Sí, claro que te veo.
Me acerqué a sus labios, le robe un beso, pequeño y tierno. Me miró extrañado.
-Puede ser, que sí que tenga debilidades. –reí cerca de sus labios.
Volví a acercarme a sus labios, pero antes de que los alcanzara, él echo su cabeza hacia atrás, esquivándome. Esta vez fui yo quién le mire extrañada.
-Tendrás que ganártelos. –rió.
Reí, aquello no sería muy difícil. Me acerqué una vez más a él, me senté encima de sus rodillas, asegurándome que no pudiera moverse, coloqué mis manos en su cuello, y junté mis labios con los suyos, la verdad es que no me iba a hacer falta que esta vez él llevara la iniciativa, ya lo haría yo si él no lo hacía. Pero no me hizo falta, volví a sentir su lengua abriéndose paso entre nuestros labios, deje que entrara sin problema alguno a la vez que él hacía lo mismo con mi lengua. Aquel beso iba cada vez más allá, por momentos era más profundo y apasionado. Y entonces sin tan si quiera darme cuenta de cómo, se echo sobre mí, quedando yo debajo de él. Él tenía sus manos en mi espalda, las subió hasta llegar a mi pelo, donde me quitó la coleta y enredo sus dedos entre mi pelo, acariciándolo dulcemente. Yo aún tenía mis manos en su cuello, aunque de vez en cuando las subía hasta su pelo y ahí enredaba mis dedos. Seguíamos besándonos, sin sepáranos un segundo, su cuerpo rozaba el mío por completo, y entonces recordé lo de horas atrás, cuando vi torso desnudo, sus músculos, me apetecía tocarlos, pasar mi mano por cada uno de ellos, pero no estaba segura, quizás no le gustaba, o no quería. No lo pensé más, baje mis manos hasta su espalda, donde la recorrí un par de veces, después al llegar a donde esta terminaba introduje tímidamente mis manos dentro de su camiseta, tocando su piel caliente. Me encantaba sentirle tan cerca, tocarle, probarle disfrutarle. Pero de pronto se separó de mis labios, y yo saqué corriendo mis manos de su camiseta, pensando que le había molestado. Me miró, rió pícaro, volvió a besarme, despacio. Se separó una vez más, yo reí avergonzada, se mordió el labio inferior, suspiré, suspiro, le bese. Otra vez nuestros labios se unieron y nuestras lenguas bailaban pegadas la una con la otra. Era todo tan mágico, pero la vez que excitante. Una última vez, nos separamos y él se tumbó a mi lado. La cama no era muy grande, por lo que nuestros cuerpos seguían rozándose al completo. Me pegué más a él, apoyé en cabeza en su pecho y él me abrazo. Y después de un silenció, levanté un poco mi cabeza para mirarle.
-Justin.
-¿Sí?
-Y tú, ¿tienes debilidades?
-Pues claro que las tengo. –contestó firme.
-¿Y cuáles son?
-Tú. –me besó.
Sonreí a sus palabras, y después volví a apoyar mi cabeza en su pecho.
-Sabes Ale, debería volver a mi habitación.
-No. –dije rápidamente. -¿Por qué?
-Bueno, no sé, es que tengo la mala costumbre de querer dormir.
-Qué gracioso. –dije irónica.
-De verdad, -se incorporó ligeramente, por lo que me separé de él. –Ahora tengo sueño.
Me apoyé sobre un brazo, le miré.
-Vamos, no te vayas. Quédate aquí.
-Mm, una noche contigo. Eso pinta genial. –dijo pícaro.
-Quédate, a dormir. –aclaré.
-Jajaja.
-Vamos. –me aferré a él.
-Está bien. –apagó la luz, después sentí como dejaba caer su cuerpo para terminar en la posición de antes.
Volvió a abrazarme, y yo cerré mis ojos, quedándome así dormida en menos de cinco minutos. 

jueves, 15 de septiembre de 2011

Cena en "familia"

Su voz entro en despacio en mi cabeza, como una corriente eléctrica, activando a su paso cada uno de mis sentidos. Me apartó del el, lo justo para mirarnos; sonrió. (A partir de ahora ya no pondré # cuando una conversación sea en inglés, ya que serán siempre en inglés)
-Echaba de menos tu olor. –me dijo.
-¿Ah, sí? –asintió. –Yo te echaba de menos a ti.
-Jajaja. Bueno, sí, eso también. –contesto burlón.
Le di un pequeño empujón.
-Eres bobo. –me giré y empecé a andar.
-Eh, eh. –me detuvo poniendo mi mano en su hombro. –Vamos hombre, como no te voy a haber echado de menos. –dijo poniéndose frente a mí.
-Ah, no sé.
Me acercó a él, su cara estaba a unos centímetros de la mía, sus manos estaban en mi cintura, me sostenía fuertemente, como si no quisiera que me marchara. Me acercó un poco más a él, miré sus ojos, aquellos ojos que me encantaban, baje un poco la mirada hasta encontrarme con sus labios, esos labios carnosos de color caramelo que tanto echaba de menos, me apetecía besarlos; paso su lengua por ellos y finalmente se acercó más a mí hasta juntar nuestros labios. Nos fundimos en aquel beso, húmedo y añorado por los dos desde hacia semanas. Ni tan siquiera nos dimos cuenta de que alguien había entrado en casa.
-Ejem, ejem. –nos separamos rápidamente. –Bueno, ya veo que has llegado hijo.
Uf su madre, que vergüenza, todo lo anterior ya había resultado muy incomodo, pero esto era el colmo. Yo estaba muerta de vergüenza, pero a él pareció no importarle lo más mínimo. Se acercó a ella.
-Hola mamá. –le dio un beso en la mejilla. -¿Dónde has estado?
En ese momento entró mi madre a la cocina con un par de bolsas.
-Cariño, Atlanta es genial, precioso. Y tiene unas tiendas estupendas. –alzó las bolsas enseñándomelas, después miró a Justin. –Ah, hola Justin.
-Hola Valery. –sonrieron.
Dios, para ellos era tan normal, hacían como si nada. Pero para mí no lo era; iba a vivir con Justin y con su madre, y no es que no quisiera, pero joder, al principio iba a ser raro, como si estuviera viviendo con... con mi novio, y encima también con su madre. Pero ellos, lo llevaban como si nada, y no había pasado ni un día. Bueno, supongo que solo era cuestión de acostumbrarse.
-Bueno, ¿y qué hay de cenar mamá? –pregunto él. – ¿Pedimos una pizza o algo?  
Pattie me miró.
-Mm, viendo como va vestida Ale, creo que deberíamos salir a cenar, ¿no crees? –contestó ella.
-Jajaja, sí, la verdad es que es una gran idea. –dijo él.
Yo estaba en silencio, repito, era incomodo. Pattie volvió a mirarme.
-¿Bueno, qué dices Ale? –sonrió.
-Eh, pues no sé. Sí, no estaría mal, pero...
-No, tranquila. –me interrumpió Justin. –No habrá miles de fans acosándonos, ni cosas de esas.
Le miré sorprendida, eso era justo lo que iba a decir.
-Sí, por eso no tienes que preocuparte Ale, hay un restaurante aquí cerca donde nos conocen y hay mucha privacidad y se come genial. –dijo Pattie.
-Venga, vamos cariño. –me animó mi madre.
-Bueno, vale. –contesté.
-Genial, en ese caso tu madre y yo subiremos para cambiarnos.
-Vale. –contestamos Justin y yo.
Después ambas se dirigieron hacia las escaleras y subieron.
-Bueno, en realidad yo también tendría que cambiarme... –dijo Justin.
Le miré, joder, si no iba mal. De hecho iba genial.
-Justin... No creo que haga falta.
-Que sí hombre. Sí es un momento, solo me pondré una camisa.
Empezó a alejarse en dirección a las escaleras, y yo le observe apoyada en la encimera. Justo antes de subir el primer peldaño se detuvo.
-¿No vienes?
-¿Quieres que suba contigo? –pregunté con duda.
-Claro, no te vas a quedar aquí sola.
-Puedo ver la tele.
-Anda, vamos. –empezó a subir.
No lo pensé más, subí con él, además quería ver su habitación. Una vez arriba, abrió la puerta de su habitación, entró y yo tras él. Se dirigió directo al armario en busca de la camisa. Yo comencé a observar todo. La distribución era parecida a la de la mía, pero los colores cambiaban. Lo que en mi habitación era morado o lila en la suya era azul, tampoco tenía repisas, sino que había cajones a los lados de la cama, la silla de su escritorio era de un azul muy obscuro, y su armario, juraría que más grande que el mío, la habitación era más grande en si; también “escondido” en un pequeño rincón había un piano de los pequeños, no de cola, y a su lado una guitarra. Lo que no tenía era aquel especie de sofá bajo la ventana, sino que había un puf con una mesa baja. Su cama no era “nido”, la suya tenía canapé y era algo más amplia, y no tenía repisas, sino que justo encima había un gran póster de Beyoncé. Reí para mí misma, al fin y al cabo no dejaba de ser un chico de 17 años en plena adolescencia. Desvié mi mirada del póster para buscarle. Estaba aún buscando en su armario, las puertas abiertas de par en par no me permitían verle, tan solo veía sus Nike.
De pronto lanzó algo que terminó sobre la cama, lo miré, era la camiseta blanca que llevaba hacía tan solo unos segundos. Estaba sin camiseta, y lo primero que paso por mi mente fue el deseo de verle, entonces se asomó un poco, me vio que estaba de pie junto a la puerta.
-¿Vas a quedarte ahí? Anda, siéntate.
Me adelanté un poco, miré la silla, la cama y el puf.
-Y dónde...
-Joder, pues en la cama mismamente.
Sonreí, eso me permitiría verle, que era lo que me apetecía en aquel instante. Fui hasta la cama y me senté mirándole. Me daba la espalda ya que estaba rebuscando entre su ropa, pero aún así cada músculo de la espalda se le marcaba firmemente, me quedé embobada mirándole, y empecé a recorrerle de arriba abajo, empezando por el cuello, pasando por sus omóplatos y su columna vertebral, hasta llegar a su culo. Ahora veía sus calzoncillos casi al completo, “Calvin Klein” leí en la goma de estos.
-¿Cuál, la negra o la gris? –dijo girándose, sostenía dos camisas, una en cada mano.
En ese momento me pillo absorta por él, por su cuerpo, por su culo.
-Eh, eh, eh. ¿Qué mirabas pillina? –rió.
-Pues nada. –alcé mi vista a sus ojos.
-Jaja, sí sé que te pongo, no disimules.
-Que creído te lo tienes tú, ¿no?
La verdad era que sí, me ponía y mucho, pero bueno, él no tenía porque saberlo, no por ahora.
-Bueno, es que tú haces que me lo crea.
-¿Yo?
-Hombre claro, con esa forma de mirarme...
-¡Anda bobo! –le lancé la camiseta que antes había lanzado él.
-Jajaja, que no pasa nada hombre. Todos tenemos debilidades.
-Eh, ¿perdona? Me estás diciendo que tú eres mí debilidad.
-Jaja, claro que lo soy.
-Pues te equivocas.
-¿Ah sí? –dijo desafiante.
-Tú no eres mi debilidad, porque yo no tengo debilidades. –contesté con superioridad.
Se acercó a mí.
-Ah, entonces eres perfecta, ¿no?
-Jajaja, claro.
Me lanzó la camisa.
-¡Eh! –me quejé.
-Jajaja, anda vamos, pequeña miss perfecta, ayúdame a elegir. ¿La negra o la gris?
-Eh, -dudé, le miré para ayudarme a hacer una elección.
Su torso desnudo era realmente perfecto, sus brazos estaba firmemente marcados por músculos largos pero anchos, sus abdominales se marcaba uno a uno permitiendo distinguirlos fácilmente hasta terminar en sus caderas, que se marcaban también formando un abanico a ambos lados. Observe sus dos tatuajes, el del abanico y el del abdomen, yo ya sabía que los tenía, Sammy y Serena me lo habían repetido miles de veces, pero no imaginaba que fueran tan sexys y excitantes.
-La negra. –dije finalmente, aparentando que no estaba realmente a otra cosa.
-¿Segura? –el pareció no darse cuenta.
-Sí, sí. La negra.
-Vale, me fiaré de ti.
-Jajaja.
Guardo de nuevo la camisa gris y cerró el armario, después fue al baño. Yo le seguí con la mirada, no podía evitarlo. Desde el baño oí el ruido que hacen los desodorantes de spray, segundos después salió del baño. Sí, había elegido estupendamente, la camisa le sentaba genial.
-¿Bien, no? –dijo mientras se doblaba las magas.
-Bien no. Perfecto.
-Jajaja, lo sé, lo sé.
Entonces llamaron a la puerta.
-¿Sí? –contestó él.
-Justin, dice tu madre que bajéis ya. Ella ha ido a coger el coche.
Era mi madre.
-Vale Valery, ya vamos.
-¿Cómo sabían que estábamos aquí?
-Nos habrán oído.
-Tan alto hablamos...
-Bueno, no sé. Vamos. –se dirigió a la puerta.
-Jaja, vale. –me levanté.
Justin y yo salimos de su habitación, una vez abajo él cogió una chaqueta del sofá, que me imagino habría dejado allí al llegar. Salimos, y mi madre y Pattie estaban frente a la casa esperando con el coche. Los dos montamos en la parte de detrás y nos fuimos hacia el restaurante. Durante el camino estuvimos hablando los cuatro con soltura sobre el viaje y demás, parecía que el haber estado tan solo ese rato con Justin me había relajado y estaba haciendo la situación más cómoda. No tardamos mucho en llegar, era cierto, no estaba nada lejos.
Pattie le dio el coche al aparca-coches, después entramos al restaurante. Yo me esperaba lo peor, que al entrar se montara un lío tremendo, pero no fue así. A la entrada un camarero nos saludo a los cuatro tan normal, como si delante no tuviera a Justin Bieber. Eso sí, nos dirigimos a una mesa un tanto más apartada de las demás, me imaginé que era para evitar fotos o ese tipo de cosas. Estuvimos cenando tranquilamente, sin que nadie nos molestara, de vez en cuando pude sentir sobre nosotros la mirada de algún curioso, pero no le di importancia. Estaba justo donde quería estar y con quién quería estar, qué más me daba si alguien nos miraba. Después de más de una hora en aquel sitio, salimos y nos dirigimos a casa, estuvimos allí en nada. Al llegar a casa eran ya las 12:00. Pattie y mi madre subieron hasta las habitaciones con nosotros, y nos dijeron que ellas se iban a la cama, que nosotros deberíamos hacer lo mismo. Que ya tendríamos tiempo mañana de estar juntos. Que forma más poco sutil de decirnos “Cada uno a su habitación”. Justin y yo les hicimos caso, al fin y al cabo eran nuestras madres, y nos fuimos cada uno a nuestra habitación. Yo una vez en la mía, me quite la ropa y la dejé encima de la silla; después fui a mi armario para buscar un pijama. Hacia frío, por lo que era un pijama de invierno, de estos súper calentitos de algodón, luego me quité el maquillaje, me recogí el pelo en una coleta y me metí en la cama, la verdad es que estaba cansada. Me cubrí con el edredón hasta el pecho y cerré los ojos, no tardaría en dormirme, estaba realmente agotada, pero entonces, la puerta de mi habitación se abrió dejando ver unos brillantes ojos en la oscuridad.