domingo, 11 de septiembre de 2011

Locura.

Juró que jamás olvidaré ese beso, y es que aunque fuera, pequeño y muy corto, fue el primero de muchos, y uno de los más tiernos.
Nos separamos, nos miramos y reímos avergonzados. 
# -Pensaba que...
-No pienses tanto Justin. –le interrumpí.
-Jaja, pensaba que te apartarías.
-Y lo hice, jaja.
-Sí, bueno...pero ya me entiendes.
-Sí, te entiendo.
-Y por cierto, ¿qué te hizo cambiar de idea?
-Tú. –conteste de inmediato.
Cogió mi mano, seguía con sus ojos clavados en mí. Me encantaba. Yo miré su mano que sujetaba la mía tiernamente.
-¿Te molesta? –dijo alejando su mano un poco de la mía.
Yo se lo impedí apretando su mano para que no la quitara.
-No, claro que no. Solo que, bueno... Todo esto es muy raro.
-Sí es cierto, pero bueno, supongo que a todo se acostumbra uno, ¿no?
-Sí, creo que sí.
-¿Crees?
-Justin, es que... –solté mi mano de la suya y me giré para mirar la ventana. –No entiendo nada.
Era verdad, todo era muy confuso. Acabábamos de besarnos, y no me arrepentía, pero ahora, ¿qué es lo que iba a pasar? Él iba irse, y no le culpaba, tenía que irse. Pero yo me conozco, y sé que no iba a parar de pensar en él, en el beso. Y creo que incluso el sabía esto, que era difícil.
-¿Qué es lo que hay que entender Ale?
-¡Justin! –me giré rápidamente por la absurdez de su pregunta. –Todo, hay que entenderlo todo. Somos tan diferentes, tú perteneces a un mundo distinto al mío, y bueno, tú vas a irte, y cuándo volveré a verte... Es todo muy difícil.
-No lo es Ale. Tú me gustas, yo te gusto. No hay nada más que entender. –dijo acercándose a mí y colocando mano izquierda en mi cintura.
Estoy segura de que si esas mismas palabras hubieran salido de la boca de otro chico, no me las hubiera tragado, me hubieran parecido estúpidas y absurdas. Pero en su boca, resultaban tan reales, tan sencillas.
-¿Así de fácil? –dije perdiéndome en sus ojos.
-Tan fácil como respirar.
Después me acercó a él con la mano que había colocado en mi cintura y volvimos a unirnos en un beso, esta vez un poco más largo. A cada segundo que pasaba, era todo más mágico, más especial. Todo me encantaba de él, todo había cambiado ya.
-Promételo. –dije separándome un poco de sus labios.
-Te lo prometo. –volvió a besarme.
Nos separamos.
-¿Qué hora es? –preguntó.
-Espera. –saqué el móvil del bolso. –Un poco más de las once.
-¿Por qué será que cuando estoy contigo el tiempo se me pasa volando?
-Eh, ¿porque soy especial?
-Será eso. –me robó un beso.
-Sí yo creo que sí.
-Sí, y yo. –se acercó para volver a hacerlo.
Me aparté y él me miro extrañado. Me acerqué rápidamente a él y esta vez fui yo quién le robó un beso.
-Eh, no sabes que está mal hacer eso.
-¿El qué?
-Pues –me robó otro beso. –Robar –otro. –Besos. –otro. –A la gente. –otro más.
Le empuje hacia atrás.
-¡Eres un bobo!
-Jajajajaja, sí, un poco.
-Demasiado, diría yo.
-Pues, un bobo te está robando besos, ¿sabes?
-Sí, me acabo de dar cuenta de que estoy en un coche con un bobo ladrón de besos.
Me acercó a él con un poco de fuerza, lo suficiente para terminar en sus brazos.
-Me encantas. –dijo abrazándome.
-Te besaría si me dejaras moverme. –dije torciendo el cuello hacia arriba intentando verle.
-Ah, en ese caso. –me soltó, me incorporé.
Le miré, dude por un momento, me hubiera gustado dejarle con las ganas, pero no lo hice. Le besé. Se relamió los labios, me miró, y me besó, un beso pequeño como el de antes, apenas imperceptible sino fuera por la humedad de sus labios.
-Me gusta como saben tus labios. –dijo pícaro.
-Pues, ¿sabes? A mí me gustas tú.
Parece ser que aquello que le dije hizo florecer su lado más salvaje; se lanzó sobre mí dejándome recostada en el asiento debajo de él.
-Tendría que ser yo la que este encima.
-¿Y eso por qué?
-Pues, no sé... de siempre ha sido así.
-Pues conmigo será diferente.
-Jajaja, no en serio. Es que me estás haciendo daño con algo. Y además... –miré mi vestido, me lo estaba bajando por la parte de arriba. –Me estás bajando esto. –Subí el escote de palabra de honor para cubrir el sujetador negro que ya se podía ver.
-Oh, lo siento. –se apartó a un lado de mi asiento.
-Tranquilo. –dije girándome como pude para poder verle. –Pero esto sigue siendo aún muy incomodo.
-Sí, llevas razón. –paso el bazo por encima de mí, apretó un botón que estaba junto a la palanca de marchas y sentí como el asiento comenzaba a echarse hacía atrás. –Así mejor.
-Sí, pero me podrías haber pedido que lo hiciera yo, en vez de atropellarme con tu brazo.
-Jajajajajaja, anda, no me seas quejica.
Me llevó hasta él, y me besó.
-Tienes que dejar de hacer esto.
-¿Por qué?
-Porque me vas a dejar sin labios.
-Jajaja, es que me gustan.
-Bueno, y a mí me gustas tú y no te he comido con patatas.
-Jajaja, yo aún no me he comido esa boquita. –dijo pícaramente y mirándome fijamente.
-Porque yo aún no te he dejado. –dije desafiante.
-Jaja, ya me dejarás.
-Puede ser. Tal vez algún día lo haga.
-Sí, tal vez algún día. O está noche. –se acercó, me aparté.
-No, está noche no. –dije marcando mis normas.
La verdad es que hacía rato ya que me había dado cuenta que las cosas se estaban acelerando, y no solo eso, también calentando. Le conocía ya lo suficiente para darme cuenta que le gustaba vivir el momento, no retrasar nada, y no me refiero, a bueno, a eso. Sino a que estábamos actuando como dos enamorados, como si nos fuéramos a despertar el resto de nuestras vidas el uno junto al otro, y aunque no me importaría, era una posibilidad muy remota. Quería disfrutar aquel momento, el estar con él, pero no quería ilusionarme, y luego pasarlo mal cuando el se fuera, y es que ya no podía evitar pensarlo.
-Justin, creo que... Bueno. –me levanté.
-¿Qué ocurre? –dijo levantándose él también.
-Anda, vuelve a tu sitio.
Pasó por encima de mí, rozándonos. Volvió a su sitio.
-Bueno, me dices ahora qué es lo que pasa.
-Pues pasa que me gustas.
-Y tú a mí. –se acercó de nuevo para besarme.
-No Justin, para. –dije aparentándole de mí.
-No te entiendo. Recuerda, tan fácil como respirar.
-Justin, por favor. Ojala fuera tan fácil como respirar, pero no lo es.
Permaneció en silencio esperando a que continuara hablando.
-Mira, tú... Tú vas a irte, y no sé en cuanto tiempo volveré  a verte. Y me conozco, sé que lo voy a pasar mal, y no quiero. Por eso es difícil Justin, entiéndeme.
Justin bajó la mirada, seguía en silencio.
-¿Justin? –toqué su hombro.
-Lo entiendo. –alzó la mirada. –Entiendo que tengas miedo.
-No es solo eso Jus...
-Sí, es solo eso. –me interrumpió. –Pero aunque lo entienda, no pienso aceptarlo. –siguió.
-¿Qué, cómo que no piensas aceptarlo?
-No, no pienso aceptar algo que tiene solución.
Me quede callada mirándole, ¿Qué solución tenía aquello?
-Ale, vente conmigo. –dijo cogiéndome las manos.
-Qué... Justin tú...
-Sí, estoy loco, lo sé. Pero vamos, ¿qué es esta vida sin cometer locuras?
-¿Eres conciente de lo que me estás pidiendo? –solté mis manos de las suyas. –Me estás pidiendo que deje a mi familia, mis amigas, el instituto, mi vida Justin. Mi vida. –pronuncié esto último con énfasis. –Justin, estás siendo egoísta. –seguí.
-¿Es egoísta quererte? –dijo serio, después se giró dándome la espalda.
-¿Quererme? Justin, ¿quererme? No sabes lo que estás diciendo.
-Sí, sí lo sé Ale. –volvió a mirarme. –Para mí todo esto también es muy raro, ¿sabes? Pero es que no solo me gustas, es algo más. No sé aún con certeza lo que es, pero sé que está ahí y que no va a desaparecer de la noche a la mañana. Y quiero averiguarlo, y quiero que tú me ayudes a hacerlo.
Me quede en silencio, ¿es que acaso se me estaba declarando? Bueno, una especie de declaración. Dios, ¿por qué me hacia esto?
-Ale. –me miró a los ojos. –Vamos, dime por favor que tú no sientes lo mismo, que no quieres intentarlo aunque sea, que no quieres cometer esta locura, y si realmente es así, pondré el coche en marcha ahora mismo, te llevaré de vuelta a la fiesta, me marcharé y no volveré a molestarte. –hizo una pausa. –Pero si sientes algo, lo más mínimo, por favor. Dale una oportunidad a eso, dame una oportunidad a mí.
Permanecí en silencio. Sus palabras entraron en mi cabeza, y no sé muy bien cómo, me hicieron darme cuenta de que yo sentía lo mismo que él. Era muy inusual en mí, jamás había sentido algo así por un chico, no habiéndonos visto dos veces y con una llamada. Estaba confusa, echa un lío. Pero estando a su lado lograba sentir una extraña paz, una calma inexplicable que hacía que todo pareciera fácil, tan fácil como respirar.
-Está bien, creo que no hace falta que digas nada. –miro hacia delante, y encendió el motor.
-No Justin. –me miró, yo cogí su mano. –Hagamos esa locura.
-¿Lo dices en serio?
-No he dicho nada más en serio en toda mi vida.
-Ale, tienes que estar segura. No quiero que te sientas obligada, no quiero...
-Justin, ¿sabes qué es lo que quiero yo? –le interrumpí.
-¿Qué?
-A ti, te quiero a ti. Quiero intentarlo, y hay algo dentro de mí que me dice que no puedo dejar escapar esta oportunidad.
Se acercó a mí, cogió mi cara entre sus manos.
-No sabes como deseaba que dijeras eso. –rió.
-No me creo que vaya a hacerlo, estoy loca.
-Estamos locos. #
Nos unimos nuevamente en un beso, un beso profundo, calido, lleno de sentimientos nuevos y encontrados. Un beso que marcaba el comienzo de algo diferente, desconocido, puede que hasta peligroso. Ninguno sabíamos a donde nos llevaría, pero ambos estábamos dispuestos a correr el riesgo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario