miércoles, 31 de agosto de 2011

¿Comemos?


Fue raro el admitir que aquel chico me gustaba. Pero, era más raro aún pensar en esas palabras, “me gusta”. ¿Cómo podía ser así? No lo conocía. No, como se debe conocer a una persona para que te guste... Pero a pesar de ello, era así. Y en aquel momento en el que él estaba rodeándome con sus brazos, me parecía que no podía hacer nada para remediar este hecho. Sinceramente, tampoco intenté nada.
Me separé de él lentamente, y puse mi mano sobre su pierna.
# -¿Estás ya mejor? –le pregunté.
-Sí, ahora sí. –después río.
-¿Qué hora es? –le dije.
-Eh, no tengo ni idea. –me contesto. #
Justo en ese momento, sonó el teléfono de mi casa. Ambos miramos hacia donde este se encontraba, yo me levanté y fui a cogerlo.
-¿Sí? –contesté.
# -¿Quién es? –preguntó él. #
Yo no contesté, solo hice un gesto con la mano, indicándole que esperara. Y él así hizo.
-Mm, vale. No pasa nada. –seguí hablando.
...
-Sí, tranquilo.
...
-Bueno, ya como yo cualquier cosa.
...
-Y, ¿sobre qué hora llegaréis?
...
-Eh, vale.
...
-No, no creo. Pero sí eso ya os aviso.
...
-Bueno, venga. Adiós.
...
Sí y yo a ti.
Colgué. Justin me miraba sentado desde el piano.
# -Era mi padre. –le dije yendo hasta donde él estaba.
-¿Y qué te ha dicho? –preguntó.
-Nada, que coma sola. Que llegaran más tarde. –contesté.
-¿Qué tan tarde? –me preguntó.
Yo me senté de nuevo a su lado, pero está vez mirando hacia el lado contrario que él, para poder verle mejor. Dude por un momento si contestar a aquello, ¿por qué quería él saber eso? Aún así contesté.
-Pues, para las 8:00 u 8:300. –contesté.
-Genial. –dijo él en un susurro, pero a pesar de ello pude oírle.
-¿Qué? –dije mirándole extrañada.
-No, que... ¿Qué hora es entonces? –preguntó.
-Pues... –saqué mi móvil del bolsillo de mi pantalón. –las 2:00, pasadas.
-Uf, Pues, ya tengo yo hambre. ¿Tú no? –me dijo.
-Pues, ahora que lo dices, sí. Yo también. –contesté.
-Y... empezó a decir, pero se calló.
-Sí... –dije intentando que continuara.
-¿Aceptarías una invitación a comer de este niñato de 17 años? –preguntó dudoso.
Yo solté una carcajada, no pude evitarlo, después le mire.
-Mm, porqué no... #
Él sonrió, después se levantó, y fue al salón, cogió la chaqueta que había dejado encima de la mesa, sacó su móvil de uno de los bolsillos, y empezó a llamar. Yo no pregunté, solo me limité a escuchar.
# -¡Ey tío!
...
-Sí, mira. Tenemos hambre, así que... A ver espera. #
Se separó el teléfono de la oreja y me miró.
# -Qué te apetece, ¿pizza o hamburguesa?
Yo dude un segundo.
-Pizza. –después sonreí. #
No me dijo nada más, solo me devolvió la sonrisa, y se puso de nuevo el móvil en la oreja.
# -Te vas, buscas un Pizza-Hot, o lo que haya por aquí, compras una de, eh...
Me miro. Y yo le dije en un susurro “sorpréndeme”.
-Pues, una barbacoa, familiar.
...
-Sí, no tardes.
...
-Y luego llamas y subes.
...
-Bueno, pues me haces una llamada, y baja ella.
...
-Sí, sí.
...
-¡Qué sí! Venga, hasta luego. #
Después colgó.
Yo me levanté y fui hasta el salón, me quede junto a él.
# -¿Familiar? –dije riéndome.
-Uf, sí. Es que tengo mucha hambre.
Los dos reímos.
-¿Y que vamos a beber? –pregunté.
-Eh... ¿No tienes nada?
-Puede ser. –dije apartándole para pasar. -Eh, ¡Hay Coca-Cola, Tequila, Balentines y Vino! –le chille desde la cocina.
-Ah, genial, genial. Pues, me pones uno de cada. –dijo.
-En serio... –dije asomándome desde la cocina.
-Claro. –contestó serio.
-Pues, bueno... –dije.
-Jajajajaja, que tonta macho. ¡Coca-Cola coño!
-Sí ya decía yo. –dije saliendo de la cocina con dos latas de Coca-Cola y servilletas.
-¿Qué? –me dijo.
-Que eras tú muy crío para beber. –le dije apartándole de nuevo para pasar.
-¿Crío? –dijo reprochándome.
-Pues sí. –dije dejando las cosas encima de la mesa, y sentándome en el sofá.
-Si seguro que soy más mayor que tú. –dijo sentándose a mi lado.
-Pues sí. ¿Y eso qué? –dije.
-Pues, ¿Qué quién es el crío aquí? –me dijo desafiante.
-Que tenga 15 años no significa nada. Es obvio que soy más madura que tú. –dije en el mismo tono que él.
-¿¡Solo 15?! Y yo soy el crío, ¿no? –después soltó una carcajada claramente irónica.
-La edad no tiene que ver. Soy más madura. –contesté.
-No lo creo. –me dijo.
-Pues yo sí, además, no me queda nada para hacer los 16 años. –le conteste.
-¿Cuando los haces? –preguntó.
-A caso te importa... –dije.
-Claro. –contestó rápidamente.
-El día 15, de este mes. El martes que viene. –le dije.
-Ah, pues entonces ya sé cuál va a ser mi regalo. –dijo.
-Ah, ¿pero que a caso piensas regalarme algo? –le dije mirándole sorprendida.
-Claro. –contestó él seguro.
-Pero es que acaso, ¿crees que nos volvamos a ver? –pregunte. #
Después nos quedamos  callados. Y dejamos de mirarnos. Creo que fui un poco brusca diciendo eso, pero me salió solo. Y es que era verdad, no tenía la mínima esperanza de volverle a ver. No porque yo no quisiera. Que bueno, la verdad que si que me gustaría. Pero él era Justin Bieber, y yo... Yo no era nadie.
# -Nunca digas nunca. –dijo después de un rato.
Le miré, me reí. Había reconocido aquella frase.
-Nunca pensé que podría caminar sobre el fuego. –le contesté.
Entonces me miro. Yo reí.
-Venga ya... –dijo.
-Es que... esa canción... En fin digamos que... “me gusta” –le contesté.
-Oh... me halagas. –dijo riéndose.
Justo en ese momento sonó su móvil. Lo cogió pero colgó en seguida.  
-¿Bajas? –preguntó.
-Quédate aquí. –le dije levantándome.
-Donde sino... –respondió. #
Salí del salón y fui hasta la puerta, cogí mis llaves y baje.
Cuando baje, me encontré con un hombre negro y alto apoyado en el coche con una pizza en la mano. Me acerqué a él temerosa. Él no me dijo nada, solo extendió la mano en la que tenía la pizza y me la dio. No le dije nada, aquel tío me daba miedo. Cogí la pizza, entre de nuevo en el portal y subí. Cuando entré en casa, Justin seguía en el mismo sitio donde le había dejado... “Donde sino” me dije a mí misma.
Fui hasta el salón, deje la pizza en la mesa, y volví a sentarme a su lado. No me dijo nada, levantó la tapa de la pizza, y se metió corriendo un trozo en la boca.
# -Mierda. ¡Quema! –chilló tirando el trozo de pizza.
-¡Qué tonto! –dije riéndome. #
Me miró mal. Yo cogí su Coca-Cola, la abrí y se la dí. Me miro y me sonrió. Después de beber un poco, volvió a coger el trozo de pizza y se lo volvió a meter en la boca. No entiendo como no se quemo otra vez... Pero yo hice lo mismo, cogí un trozo y me lo llevé a la boca. Comenzamos a comer, a hablar, a reírnos. Hablamos, y hablamos. Sobre él, sobre mí, sobre todo. Creo que ahora sí que empezaba a conocerle y cada vez me gustaba más. 

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