jueves, 15 de septiembre de 2011

Cena en "familia"

Su voz entro en despacio en mi cabeza, como una corriente eléctrica, activando a su paso cada uno de mis sentidos. Me apartó del el, lo justo para mirarnos; sonrió. (A partir de ahora ya no pondré # cuando una conversación sea en inglés, ya que serán siempre en inglés)
-Echaba de menos tu olor. –me dijo.
-¿Ah, sí? –asintió. –Yo te echaba de menos a ti.
-Jajaja. Bueno, sí, eso también. –contesto burlón.
Le di un pequeño empujón.
-Eres bobo. –me giré y empecé a andar.
-Eh, eh. –me detuvo poniendo mi mano en su hombro. –Vamos hombre, como no te voy a haber echado de menos. –dijo poniéndose frente a mí.
-Ah, no sé.
Me acercó a él, su cara estaba a unos centímetros de la mía, sus manos estaban en mi cintura, me sostenía fuertemente, como si no quisiera que me marchara. Me acercó un poco más a él, miré sus ojos, aquellos ojos que me encantaban, baje un poco la mirada hasta encontrarme con sus labios, esos labios carnosos de color caramelo que tanto echaba de menos, me apetecía besarlos; paso su lengua por ellos y finalmente se acercó más a mí hasta juntar nuestros labios. Nos fundimos en aquel beso, húmedo y añorado por los dos desde hacia semanas. Ni tan siquiera nos dimos cuenta de que alguien había entrado en casa.
-Ejem, ejem. –nos separamos rápidamente. –Bueno, ya veo que has llegado hijo.
Uf su madre, que vergüenza, todo lo anterior ya había resultado muy incomodo, pero esto era el colmo. Yo estaba muerta de vergüenza, pero a él pareció no importarle lo más mínimo. Se acercó a ella.
-Hola mamá. –le dio un beso en la mejilla. -¿Dónde has estado?
En ese momento entró mi madre a la cocina con un par de bolsas.
-Cariño, Atlanta es genial, precioso. Y tiene unas tiendas estupendas. –alzó las bolsas enseñándomelas, después miró a Justin. –Ah, hola Justin.
-Hola Valery. –sonrieron.
Dios, para ellos era tan normal, hacían como si nada. Pero para mí no lo era; iba a vivir con Justin y con su madre, y no es que no quisiera, pero joder, al principio iba a ser raro, como si estuviera viviendo con... con mi novio, y encima también con su madre. Pero ellos, lo llevaban como si nada, y no había pasado ni un día. Bueno, supongo que solo era cuestión de acostumbrarse.
-Bueno, ¿y qué hay de cenar mamá? –pregunto él. – ¿Pedimos una pizza o algo?  
Pattie me miró.
-Mm, viendo como va vestida Ale, creo que deberíamos salir a cenar, ¿no crees? –contestó ella.
-Jajaja, sí, la verdad es que es una gran idea. –dijo él.
Yo estaba en silencio, repito, era incomodo. Pattie volvió a mirarme.
-¿Bueno, qué dices Ale? –sonrió.
-Eh, pues no sé. Sí, no estaría mal, pero...
-No, tranquila. –me interrumpió Justin. –No habrá miles de fans acosándonos, ni cosas de esas.
Le miré sorprendida, eso era justo lo que iba a decir.
-Sí, por eso no tienes que preocuparte Ale, hay un restaurante aquí cerca donde nos conocen y hay mucha privacidad y se come genial. –dijo Pattie.
-Venga, vamos cariño. –me animó mi madre.
-Bueno, vale. –contesté.
-Genial, en ese caso tu madre y yo subiremos para cambiarnos.
-Vale. –contestamos Justin y yo.
Después ambas se dirigieron hacia las escaleras y subieron.
-Bueno, en realidad yo también tendría que cambiarme... –dijo Justin.
Le miré, joder, si no iba mal. De hecho iba genial.
-Justin... No creo que haga falta.
-Que sí hombre. Sí es un momento, solo me pondré una camisa.
Empezó a alejarse en dirección a las escaleras, y yo le observe apoyada en la encimera. Justo antes de subir el primer peldaño se detuvo.
-¿No vienes?
-¿Quieres que suba contigo? –pregunté con duda.
-Claro, no te vas a quedar aquí sola.
-Puedo ver la tele.
-Anda, vamos. –empezó a subir.
No lo pensé más, subí con él, además quería ver su habitación. Una vez arriba, abrió la puerta de su habitación, entró y yo tras él. Se dirigió directo al armario en busca de la camisa. Yo comencé a observar todo. La distribución era parecida a la de la mía, pero los colores cambiaban. Lo que en mi habitación era morado o lila en la suya era azul, tampoco tenía repisas, sino que había cajones a los lados de la cama, la silla de su escritorio era de un azul muy obscuro, y su armario, juraría que más grande que el mío, la habitación era más grande en si; también “escondido” en un pequeño rincón había un piano de los pequeños, no de cola, y a su lado una guitarra. Lo que no tenía era aquel especie de sofá bajo la ventana, sino que había un puf con una mesa baja. Su cama no era “nido”, la suya tenía canapé y era algo más amplia, y no tenía repisas, sino que justo encima había un gran póster de Beyoncé. Reí para mí misma, al fin y al cabo no dejaba de ser un chico de 17 años en plena adolescencia. Desvié mi mirada del póster para buscarle. Estaba aún buscando en su armario, las puertas abiertas de par en par no me permitían verle, tan solo veía sus Nike.
De pronto lanzó algo que terminó sobre la cama, lo miré, era la camiseta blanca que llevaba hacía tan solo unos segundos. Estaba sin camiseta, y lo primero que paso por mi mente fue el deseo de verle, entonces se asomó un poco, me vio que estaba de pie junto a la puerta.
-¿Vas a quedarte ahí? Anda, siéntate.
Me adelanté un poco, miré la silla, la cama y el puf.
-Y dónde...
-Joder, pues en la cama mismamente.
Sonreí, eso me permitiría verle, que era lo que me apetecía en aquel instante. Fui hasta la cama y me senté mirándole. Me daba la espalda ya que estaba rebuscando entre su ropa, pero aún así cada músculo de la espalda se le marcaba firmemente, me quedé embobada mirándole, y empecé a recorrerle de arriba abajo, empezando por el cuello, pasando por sus omóplatos y su columna vertebral, hasta llegar a su culo. Ahora veía sus calzoncillos casi al completo, “Calvin Klein” leí en la goma de estos.
-¿Cuál, la negra o la gris? –dijo girándose, sostenía dos camisas, una en cada mano.
En ese momento me pillo absorta por él, por su cuerpo, por su culo.
-Eh, eh, eh. ¿Qué mirabas pillina? –rió.
-Pues nada. –alcé mi vista a sus ojos.
-Jaja, sí sé que te pongo, no disimules.
-Que creído te lo tienes tú, ¿no?
La verdad era que sí, me ponía y mucho, pero bueno, él no tenía porque saberlo, no por ahora.
-Bueno, es que tú haces que me lo crea.
-¿Yo?
-Hombre claro, con esa forma de mirarme...
-¡Anda bobo! –le lancé la camiseta que antes había lanzado él.
-Jajaja, que no pasa nada hombre. Todos tenemos debilidades.
-Eh, ¿perdona? Me estás diciendo que tú eres mí debilidad.
-Jaja, claro que lo soy.
-Pues te equivocas.
-¿Ah sí? –dijo desafiante.
-Tú no eres mi debilidad, porque yo no tengo debilidades. –contesté con superioridad.
Se acercó a mí.
-Ah, entonces eres perfecta, ¿no?
-Jajaja, claro.
Me lanzó la camisa.
-¡Eh! –me quejé.
-Jajaja, anda vamos, pequeña miss perfecta, ayúdame a elegir. ¿La negra o la gris?
-Eh, -dudé, le miré para ayudarme a hacer una elección.
Su torso desnudo era realmente perfecto, sus brazos estaba firmemente marcados por músculos largos pero anchos, sus abdominales se marcaba uno a uno permitiendo distinguirlos fácilmente hasta terminar en sus caderas, que se marcaban también formando un abanico a ambos lados. Observe sus dos tatuajes, el del abanico y el del abdomen, yo ya sabía que los tenía, Sammy y Serena me lo habían repetido miles de veces, pero no imaginaba que fueran tan sexys y excitantes.
-La negra. –dije finalmente, aparentando que no estaba realmente a otra cosa.
-¿Segura? –el pareció no darse cuenta.
-Sí, sí. La negra.
-Vale, me fiaré de ti.
-Jajaja.
Guardo de nuevo la camisa gris y cerró el armario, después fue al baño. Yo le seguí con la mirada, no podía evitarlo. Desde el baño oí el ruido que hacen los desodorantes de spray, segundos después salió del baño. Sí, había elegido estupendamente, la camisa le sentaba genial.
-¿Bien, no? –dijo mientras se doblaba las magas.
-Bien no. Perfecto.
-Jajaja, lo sé, lo sé.
Entonces llamaron a la puerta.
-¿Sí? –contestó él.
-Justin, dice tu madre que bajéis ya. Ella ha ido a coger el coche.
Era mi madre.
-Vale Valery, ya vamos.
-¿Cómo sabían que estábamos aquí?
-Nos habrán oído.
-Tan alto hablamos...
-Bueno, no sé. Vamos. –se dirigió a la puerta.
-Jaja, vale. –me levanté.
Justin y yo salimos de su habitación, una vez abajo él cogió una chaqueta del sofá, que me imagino habría dejado allí al llegar. Salimos, y mi madre y Pattie estaban frente a la casa esperando con el coche. Los dos montamos en la parte de detrás y nos fuimos hacia el restaurante. Durante el camino estuvimos hablando los cuatro con soltura sobre el viaje y demás, parecía que el haber estado tan solo ese rato con Justin me había relajado y estaba haciendo la situación más cómoda. No tardamos mucho en llegar, era cierto, no estaba nada lejos.
Pattie le dio el coche al aparca-coches, después entramos al restaurante. Yo me esperaba lo peor, que al entrar se montara un lío tremendo, pero no fue así. A la entrada un camarero nos saludo a los cuatro tan normal, como si delante no tuviera a Justin Bieber. Eso sí, nos dirigimos a una mesa un tanto más apartada de las demás, me imaginé que era para evitar fotos o ese tipo de cosas. Estuvimos cenando tranquilamente, sin que nadie nos molestara, de vez en cuando pude sentir sobre nosotros la mirada de algún curioso, pero no le di importancia. Estaba justo donde quería estar y con quién quería estar, qué más me daba si alguien nos miraba. Después de más de una hora en aquel sitio, salimos y nos dirigimos a casa, estuvimos allí en nada. Al llegar a casa eran ya las 12:00. Pattie y mi madre subieron hasta las habitaciones con nosotros, y nos dijeron que ellas se iban a la cama, que nosotros deberíamos hacer lo mismo. Que ya tendríamos tiempo mañana de estar juntos. Que forma más poco sutil de decirnos “Cada uno a su habitación”. Justin y yo les hicimos caso, al fin y al cabo eran nuestras madres, y nos fuimos cada uno a nuestra habitación. Yo una vez en la mía, me quite la ropa y la dejé encima de la silla; después fui a mi armario para buscar un pijama. Hacia frío, por lo que era un pijama de invierno, de estos súper calentitos de algodón, luego me quité el maquillaje, me recogí el pelo en una coleta y me metí en la cama, la verdad es que estaba cansada. Me cubrí con el edredón hasta el pecho y cerré los ojos, no tardaría en dormirme, estaba realmente agotada, pero entonces, la puerta de mi habitación se abrió dejando ver unos brillantes ojos en la oscuridad. 

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