sábado, 1 de octubre de 2011

Anda, vamos.

[Narra Ale]
-Cariño, vamos, despierta. Ale... –decía una voz suavemente.
Una mano en mi hombro me sacudía con delicadeza. Reconocí aquella voz de inmediato, esa dulce pero masculina voz no podía ser de otro que de Justin. Abrí los ojos, y me giré hasta encontrarme con sus ojos. Estaba sentado en el borde de la cama; sonreía. Bostecé.
-Mm, ¿qué hora es?
-Es la una, vamos anda. –se levanto.
Me estiré lo más que pude, la verdad es que estaba ya cansada de la cama. Dicen que la cama cansa, y eso me parecía. Me senté en el borde y bostecé una vez más. Le miré, se había apoyado contra el marco de la puerta.
-Te dejo sola para que te arregles, date prisa.
Asentí, y le eche un vistazo antes de que saliera por la puerta, comprobando que él ya se había arreglado. Se había duchado y cambiado. Llevaba una camiseta negra, pantalones rojos, algo caídos como siempre, y sus supra negras obviamente. Estaba guapísimo, es guapísimo. Es tan sencillo, pero a la vez tan perfecto.
-Venga, vamos... –después salió de la habitación.
Me levante, y me dirigí a la ducha. La camiseta que llevaba era de Justin, pero aún así la eche en mi cesto. Me metí en la ducha para despejarme ya que aún estaba adormilada. No tenía ni idea de que ponerme, eso de conocer al padre del chico con el que estás, es un poco difícil... Y bueno, vivir con su madre... En fin, tenía un lío tremendo en la cabeza, si me ponía algo muy atrevido, ¿qué impresión daría a su padre? Pero si me ponía cualquier cosa, parecería que no me importa nada. Finalmente me decidí por unos pantalones azules, una camiseta sencilla y manoletinas, sencilla, pero adecuada. Me sequé el pelo, lo alisé. Más de media hora después, cuando terminé, salí de mi habitación y bajé al salón, donde mi madre, Pattie y Justin comían una pizza sentados en el salón. El simple olor me revolvió la tripa, quieras que no, el alcohol tiene sus efectos...
-¡Viva la comida sana! –dije irónica.
Me senté junto a mi madre y frente a Pattie.
-Hombre cielo, tienes que entender que tenemos que ponernos a preparar las cosas para la cena de Navidad. –contestó mi madre.
Era cierto, no recordaba que día era. No dije nada, ¿qué iba a decir?
La tele estaba encendida, echaban un reportaje sobre la vida de algún famosillo en la MTV, yo lo miraba mientras ellos comían.
-¿No comes nada cariño? –me preguntó Pattie.
La miré, no sabía muy bien que contestarle, después miré  a Justin, que fingía no prestar atención, aunque era obvio que sí lo hacia.
-Eh, no... No tengo hambre.
-¿Segura? –preguntó.
-Sí, sí. De verdad, pero gracias.
-Ale, si no quieres esto, yo te preparo otra cosa en un momento, si no me cuesta. –insistió.
-Mamá, déjala, ya te ha dicho que no tiene hambre. –intervino Justin.
Pattie lo fulminó con la mirada, él se hizo el loco.
-De verdad cariño... ¿quieres una ensalada o algo así?
Me lo pensé, la verdad es que si que tenía hambre y mucha. Pero estaba segura de que si probaba un solo bocado de la pizza vomitaría, no sabía que iba a hacer con la cena.
-Mm, bueno, una ensalada sí me comería...
-Ah, entonces te la preparo. –me interrumpió ella, después sonrió.
-No, de verdad no hace falta. –me levanté. –Ya lo hago yo. –sonreí.
Me dirigí a la cocina.
-¿Estás segura? Mira que no me cuesta nada. –dijo ella.
-Pattie, déjala. Que sino se va a hacer una vaga. –dijo mi madre.
Los tres rieron. Yo no dije nada más, sino que comencé a buscar lo que necesitaba por la cocina.

[Narra Justin]
Tras un rato, ella volvió a sentarse junto a Valery, pero esta vez con una ensalada. Nosotros ya habíamos terminado de comer, mientras ella apenas empezaba. Eran ya casi la dos, pero bueno, con que saliéramos como muy tarde a las 2:30, llegábamos de sobra. Al fin y al cabo, nos tocaría esperar fijo. Mi madre y Valery hablaban entre ellas sobre la cena, muy típico de madres, Ale miraba la tele mientras comía, y yo fingía estar haciendo lo mismo. Pero realmente yo la miraba a ella por el rabillo del ojo, me era, me es inevitable. Su presencia, me llama a gritos para que la mire. No sé si será por esa perfecta sonrisa enmarcada por sus carnosos y apetecibles labios, o por esos ojos color avellana, tan dulces y profundos que a veces incluso me parecen negros; tal vez sean sus pómulos que marcados levemente en su rostro, cada vez que le digo que la quiero el color acude a ellos, quizás sea por esa forma que tiene al andar, ese ligero contoneo de caderas que parece hacer sin darse cuenta, me vuelve loco; o sus besos, tanto esos minúsculos que son apenas perceptibles, sino fuera por su humedad de sus labios, tanto como los apasionados y que parece que no tienen fin alguno.  Sí, seguro que es por todo eso, pero hay algo que marca más aún la diferencia con cualquier otra chica, algo que la hace única e irrepetible: su mirada. Creo que realmente eso fue lo que me atrapó. Esa mirada profunda, quizás un poco tímida al principio, pero que a su vez, te permite entrar en su mundo poco a poco, pasando por cada uno de sus sentimientos. No sé si soy solo yo quien ve esto en ella, pero espero que sí. Porque eso me hace ser especial, especial para ella, especial en su vida, aunque la verdad, ya me siento especial solo por estar a su lado.
No tengo ni idea del tiempo que pasó mientras yo hacía mi “pequeña reflexión”, solo sé que cuando volví al mundo real, ni mi madre ni Valery estaban ya en el salón. Miré a Ale directamente, había terminado ya, ahora solo veía la tele.
-¿Dónde están? –me miró.
-Eh, ¿Justin? –la miré atento. –Ahí... –señaló la cocina.
Me había ido de aquel salón, tal vez no físicamente, pero si mentalmente.
-Ah, sí, ya.
-Bueno, qué hora es y tal.
-¿Qué?
- Que qué hora es.
Estaba totalmente ido aún. Saqué mi móvil del bolsillo. Mierda, eran las 2:35.
-Vámonos. –me levanté de prisa. –Son las 2:35.
-Joder, subo un momento arriba. ¿Vale?
Asentí, después la vi alejarse. Me acerqué hasta la puerta, donde en un perchero estaba mi chaqueta, me la puse, busqué las gafas y me dirigí hasta la puerta de nuevo para esperarla. Mi madre y Valery aparecieron.
-Por fin os vais. –dijo mi madre.
-He perdido la noción del tiempo...
-Sí, ya se ve. –dijo Valery.
Reímos. Ale bajo en seguida. Había cogido sus gafas.
-Vamos. –sonrió.
-Hasta luego, no sé a qué hora llegaremos por cierto.
-Bueno, llámame. –contestó mi madre.
Salimos de casa y nos dirigimos hasta mi coche, iríamos ella y yo solos, al fin y al cabo, sería solo un momento y nadie sabía nada, desde que había llegado Ale no me había conectado al Twitter, así que no había puesto nada más; además era 24 de diciembre, no era nada oportuno molestar a Kenny, después de todo lo que hacía y hace, se merece estar con su familia. Montamos en mi Cadillac, me encantaba, me había costado una pasta, y aunque hacía ya tiempo que lo tenía, no había tenido la oportunidad de conducirlo mucho. Kenny prefería ir en su coche, y obviamente conducía él.  Pude ver la cara asombro de Ale mientras montábamos, sinceramente no era para menos.
-Que, ¿te gusta? –dije mientras me ponía el cinturón.
-Eh, es genial. –dijo haciendo lo mismo que yo.
Reí, después encendí el motor, justo se encendió la radio. No sabía que estación estaba, no presté atención, y el volumen estaba bajo; saqué el coche y cogí carretera. De pronto, oí como ella tarareaba una canción. La miré, pero no se percató, volví la mirada a la carretera, no sin antes subir el volumen de la radio y concentrar mi atención en la canción. La reconocí, ¿Cómo no iba a hacerlo? Volví a mirarla, seguía tarareándola.
Me gustaba el dulce ronroneo de su voz bajo la melodía de aquella canción. No me lo pensé un segundo más, y empecé a cantarla.

[Narra Ale]
-“No… But you won’t let me” –me giré de prisa para miarle.
Estaba cantando la canción, aquella canción siempre me había encantado, y ahora le tenía a él, justo a mi lado cantándola. Y es que no me hacia falta que fuera Rihana o
Ne-Yo quien me la cantaran. Porque yo tenía a la persona más especial de mi vida justo a mí lado cantándomela. Le miré, sonreí, era inevitable. Y no sé como, pero me armé de valor y empecé a cantar con él.
-“And I hate how much I love you” –me miró, sonrió.
Seguimos cantando hasta que la canción terminó, cuando lo hizo, nos miramos y echamos a reír; paramos.
-No sabía que te gustara Rihana y Ne-Yo. –dijo finalmente.
-¿Estás de coña? Me encantan.
-Y tampoco sabía que cantarás tan bien. –sonrió.
Me sonrojé, pocos lo sabían, pero bueno, ahora él era uno de esos pocos, aunque la verdad no me importó.
-Te lo digo en serio, eh. Lo haces genial.
Reí nerviosamente.
-Gracias, pero... no será para tanto...
-¿Qué no?
-No. –contesté rápidamente. –No soy yo quien tiene no sé cuantos premios, 3 CDs y no sé qué más.
-Jajaja, bueno, bueno... Pues precisamente por eso, yo soy el experto. Y si te digo que lo haces bien, es por que lo haces bien.
No dije nada, tan solo reí.
No tardamos mucho más en llegar. A las 2:50 Justin estaba ya aparcando el coche. Salimos de este, como no, con las gafas puestas, y subimos hasta la terminal donde se suponía que llegaba su padre con sus hermanos. Estaba lleno de gente, la mirada de algún curioso iba a parar hasta Justin en un intentó de descubrir si era quién creían que era. A Justin parecía no molestarle, estaría acostumbrado, pero a mí me ponía nerviosa.
Minutos después, gente empezó a salir por la puerta de la terminal, demasiada gente, apenas se distinguía nada. Pero entonces un hombre alto, con varios tatuajes en los brazos, una niña rubia, preciosa, de la mano y otro niño más pequeño, excesivamente parecido a Justin, en brazos, logró llegar hasta nosotros entre el gentío. Una mujer joven le seguía con un par de maletas detrás. La niña pequeña se soltó de la mano del hombre y corrió hasta Justin. Justin, que estaba junto a mí, y me cogía de la mano, me soltó y se acercó hasta ella.
-¡Just! –chilló la niña.
-¡Jazzy! –la elevó por los aires y finalmente la abrazó. 

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