domingo, 16 de octubre de 2011

Flashes.

[Narra Justin]
Miré la hora una vez más. Las 3:30; eran las 3:30 de la madrugada y yo seguía sin pegar ojo. Tan solo podía pensar en ella. En lo que había pasado hacía unas horas. Me era inevitable. Pensaba en sus labios, en su rostro, en su pelo, en cada cm de su cuerpo, en sus manos... Sus manos. Esas manos que horas antes recorrían meticulosamente cada uno de mis músculos, y que buscaban tímidas en mi entrepierna. Pero entonces yo la detuve. ¿Por qué cojones la había parado? Sabía la respuesta perfectamente, pero no podía evitar hacerme esa pregunta. Y es que lo que más me apetecía era que siguiera, que siguiera hasta no sé muy bien que punto, pero que lo hiciera. Pero pensar en que podía volver a entrar su madre o la mía e interrumpirnos... La sola idea me echaba para atrás. Por eso tenía que detenerla, por eso la detuve. Y aunque en el fondo me arrepentía de haberlo hecho, había hecho lo correcto. Aunque, después, la situación fue un tanto incomoda, al menos para ella. Se le notaba, no estaba cómoda, pero no entendía por qué, y tampoco pregunté. Habíamos bajado al salón de juegos, a ver una película: una comedia; no logré convencerla para ver una de miedo, una pena. Pero al terminar la película conseguí que quisiera encender la PS3, así que estrenamos los mandos que me había regalado su madre y los juegos que también me había regalado mi madre, lo pasamos bien la verdad, pero Ale estaba incómoda; lo sabía. Finalmente nos fuimos a la cama a la 1:30. Subimos las escaleras y antes de meternos cada uno en nuestra habitación, bese sus labios tiernamente.
Y allí estaba, dando vueltas en la cama y sin poder dormir. No es que el hecho de haberle parado los pies me atormentara tanto... También la pelea me había afectado. No sabía hasta que punto, tan solo sabía que lo había hecho y ahora me impedía dormir. No sé la hora que era cuando logré dormirme, pero por fin lo conseguí.

Los días siguientes pasaron rápidamente; lunes y martes fuimos a conocer Atlanta Ale yo, mi madre y Pattie acompañados de Kenny; el miércoles fuimos con Jazzy, Jaxon y mi padre a ver al cine, a petición de Jazzy, una película de de dibujos animados; el jueves a un partido de los Red Socks y el viernes al Zoo de la ciudad. Finalmente llego el sábado, sábado 31 de diciembre del 2011, y estaba seguro de que iba a ser el mejor fin de año de mi vida. (NOTA: para quienes no lo sepáis, en EEUU la “Noche Vieja” no se celebra como aquí, en familia, con cenas por todo lo alto, ni se toman las uvas. Se cena como un día cualquiera y luego cada uno se va por su lado a montarse la fiesta padre con sus amigos). Como mi madre me había dicho que tenía que llamar a Scoot, lo hice dos días después; quería saber como había terminado la noche, no le di muchos detalles, más bien ninguno, tan solo le dije que todo había salido bien, y ya que le había llamado, me recordó lo de la gran fiesta, la fiesta de fin de año que se iba a hacer. Yo sinceramente ya no me acordaba, pero me parecía genial. Y cuando se lo conté a Ale, también pareció gustarle. Cenaríamos en casa con mi padre y los niños, después, mi madre y Valery se irían a una fiesta que hacían las amigas de mi madre y demás, y Ale y yo nos iríamos a la fiesta, Kenny vendría a recogernos a las 10:00, llevaríamos a mi padre y los niños de vuelta al hotel y nosotros nos iríamos a la fiesta, que sería en el centro de la ciudad. Todo iba a ser perfecto, nada podía salir mal.
Por la mañana Ale y yo fuimos al hotel, y comimos ahí con ellos, para las 6:00 de la tarde estábamos de vuelta en casa para prepararnos. Para mí era bastante temprano, teníamos dos horas por delante, me sobraría tiempo, pero me pereció que Ale le faltaría, y es que llego a casa y se metió directa en su habitación para prepararse. Yo hice lo mismo, porque la otra opción que tenía era ayudar a mi madre y Valery a preparar la cena. Me metí en la ducha, y eché la ropa al cesto, Jazzy me había manchado durante la comida. Al salir de la ducha me puse los calzoncillos, y abrí mi armario en busca de la ropa que iba a ponerme. Pero no encontraba nada que me convenciera, no estaba nada seguro, sacaba unos pantalones, me quedaba mirándolos un rato pero terminaba por volverlos a meter al armario, al igual que con las camisetas y camisas. Había pasado ya media hora lo menos, hasta que finalmente me decidí por unos pantalones negros, una camisa negra también y un jersey negro, después busqué aquellas zapatillas que “Supra” había diseñado especialmente para mí. Altas, negras y con detalles dorados en los costados. Saqué también de la mesilla de noche los pendientes, los negros; me los puse. Después terminé de vestirme. Me miré en el espejo, nada mal. Remangue el jersey y la camisa hasta la altura de mis codos, y doble los puños de esta hacia fuera, un poco de estilo informal. Fui a mi habitación en busca del móvil, eran poco más de las 7:30 tenía que esperar a que Ale estuviera lista pero tampoco me apetecía encender el ordenador; así que me conecté desde el móvil. Comencé a poner tweets y hacer RT a algunas fans, lo dicho, cada día que pasa me siento más orgulloso de llamarlas mi beliebers. Un rato después llamaron a mi puerta.
-¿Sí?
-Just... –era mi madre. –Ha llegado tu padre con los niños, ¿bajas o qué?
-Sí, ahora bajo. –oí como se alejaba.
Me desconecté, dejé el móvil encima de la cama y salí de mi habitación, antes de bajar, me pasé por la habitación de Ale, llamé a la puerta.
-¿Ale?
-¡¿Qué pasa?!
-¿Te queda mucho?
-Eh, bueno... –hubo un silencio. –No.
-Bueno, pues yo te espero abajo. Han llegado ya mi padre y los niños.
-¡Ahora bajo!
Me alejé de su puerta y bajé las escaleras. Me encontré con mis padres acompañados de Valery y los niños sentados en sofá hablando, me senté con ellos y esperamos a que Ale bajara para comenzar con la cena. Quince minutos después, por fin bajó Ale, y todas las miradas se dirigieron hacia ella. Estaba deslumbrante, como siempre que se arreglaba pero esta vez, era demasiado. Me quede embobado mirándola. Un vestido azul, de palabra de honor, dejaba desnudos sus hombros, la parte de arriba era ajustada y fruncida, por lo que marcaba más su pecho, la cintura aún era ajustada, una pequeña tira del mismo color del vestido marcaba su cintura resaltándola más aún, y a partir de ahí, el vestido caía suelto hasta algo más arriba de sus rodillas, dejando ver sus preciosas piernas, que se estilizaban por sus tacones azules que sumaban centímetros a su estatura.
-¡Justin! –chilló mi madre, aquello me sacó de mi embobamiento.
Miré a mí alrededor, ya no había nadie a mi lado, estaba sentado solo en el sofá, y ellos de pie frente a la mesa puesta. Cuánto tiempo había estado ausente que no me había ni percatado de que se habían levantado... Me levanté, me coloqué la ropa y fui hasta a la mesa, donde mi familia estaba sentándose; antes de que Ale tomara asiento, la cogí de la mano disimuladamente, y la acerqué hacia mí.
-Estás guapísima. –susurré tiernamente a su oído, ella rió. –Incluso diría que para comerte. –susurré de nuevo, esta vez pícaro.
Solté su mano y me alejé de ella hasta llegar a mi asiento, y antes de sentarme, la miré y le dediqué una pequeña pero pícara sonrisa.
-¿No vienes? –pregunté.
Ella se apresuró hasta la mesa, y se sentó junto a mí. Entonces nuestra cena de fin de año comenzó, una cena diferente. Estaba rodeado de mi familia, a la cual amo, de la madre de mi chica a la que tampoco quiero menos, y de la persona más importante de mi vida, ella. Qué más se podía pedir.

[Narra Ale]
-Un momento, que subo a por la chaqueta y el bolso.
-Está bien, no tardes.
Subí lo más rápido que pude las escaleras, entré a mi habitación y cogí mi chaqueta y el bolso, después volví a bajar. Justin me esperaba en la puerta, preparado. Me acerqué a él.
-Vayámonos. –sonrió.
Se acercó a mí y cogió mi mano, después salimos de casa y nos dirigimos al coche.
Nos llevó poco tiempo dejar a Jeremy y los niños en el hotel, nos despedimos de ellos y Jeremy nos recordó que el avión salía el martes a las 5:30 de la tarde, que no llegáramos tarde; después nos marchamos a la fiesta. El sitio era enorme, no sé que era más grande, si la terraza, los jardines o el sitio cubierto. Era enorme, estaba lleno de luces, y la música que venía de dentro se alcanzaba a oír aún dentro del coche. Yo observaba asombrada sentada junto a Justin, mientras el coche avanzaba despacio, detrás de una fila de coches negros.
Y entonces cuando avanzamos unos cuantos cm más, los flashes comenzaron a cegarnos en un intento de poder mirar dentro del coche, en un principió me sorprendí, no pude evitarlo, pero luego, sinceramente, me enfadé. Me giré para mirar a Justin.
-¿¡Justin, que coño es todo esto?!
Me miró petrificado.

[Narra Justin]
De pronto, al lento movimiento del coche se unió una continua serie de luces cegadoras que atacaban todos os cristales del coche de Kenny, flashes. Tras cada flash, una cámara, y tras cada cámara un fotógrafo que intentaban “colarse” dentro del coche. Un intento absurdo, los cristales estaban tintados, ¿es que no lo sabían ya? Ale se giró hacia mí, parecía sorprendida, pero la expresión de su cara no tardó en cambiar.
-¿¡Justin, qué coño es esto?! –chilló enfadada.
Yo me quedé en silencio, y la miré petrificado, no sabía que decirle.
El coche siguió avanzando, y más y más flashes. Por fin logré hablar.
-Ale... Yo, no... Eh, no sé que decirte.
-Justin... –parecía más calmada. –Es que no entiendo, no... ¿No era una fiesta privada, sin cámaras ni demás?
-Eh, sí. Eso creía yo.
-Joder Justin.... ¡Joder!
-Ale. –cogí su mano. –Cálmate. –me miró. –Yo, yo lo siento. No sabía que esto pasaría.
-Si no es tú culpa. –sonrió. –Siento haberte chillado.
-No pasa nada, te entiendo. –acaricié su cara tiernamente.
-Eh, chicos, no es por nada, pero tenéis que salir del coche. –intervino Kenny.
Ale y yo le miramos rápidamente, él también nos miraba, tenía razón, no podíamos quedarnos ahí metidos, y volver a casa... Yo no quería volver. Miré Ale. Puse mis manos en su cara y la giré para que me mirara.
-Mira Ale, eh... Tenemos que salir.
-Pero Justin...
-No, escúchame. –asintió. –Ambos sabíamos que esto iba a pasar, tarde o temprano, esta gente son como hienas, en algún momento nos harían una foto, y tal vez ni nos daríamos cuenta. Así que...
-Vale. –me interrumpió.
Yo sonreí, cogí su mano y después abrí la puerta del coche. Salimos despacio y dados de la mano, ella me apretaba fuertemente. Las cámaras se acercaron a nosotros deprisa, sin apenas dejarnos respirar, los flashes nos cegaban y caminábamos a tientas; una que otra grabadora se acercaba a nosotras entre las cámaras. Aminoramos el paso y finalmente llegamos a la gran puerta principal, que se abrió rápidamente para dejarnos entrar. La miré.
-Siento todo esto Ale.
Sonrió, después una risa salió de entre sus labios.
-¿Qué ocurre?
-¿Esto es así siempre? –preguntó.
-Sí... Y lo será así siempre, si te soy sincero, creo que ha sucedido demasiado tarde, pensaba que ocurriría antes. Pero yo no puedo hacer nada Ale, lo siento, este mundo es... –puso su dedo en mis labios, haciendo que callara.
-Justin, no me pidas perdón, yo sabía que esto pasaría, en el fondo lo sabía, pero no pensaba que pasaría esta noche.
-Ya Ale, pero es que tu no tienes que soportar todo esto. Lo has dejado todo por mí, ¿y ahora vas a tener que soportar esto cada vez que salgas de casa? Creo que...
-¿Qué? –me interrumpió.
-Que soy un puto egoísta.
-No Justin, no lo eres. –hice ademán de hablar, pero no me dejó. –No te das cuenta que a mí me da igual dejarlo todo, me da igual tener que soportar cámaras y reporteros y demás tonterías. A mi todo eso me da igual, mientras tú estés siempre a mí lado, mientras no me dejes nunca, a mí me dará igual.
Sus palabras fueron como música para mis oídos, así que no pude evitarlo, me acerqué a ella, la rodeé con mis brazos, sonrió; me acerqué a su oído.
-Te lo prometo. Jamás me separaré de ti. 

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