domingo, 9 de octubre de 2011

Ya está.

[Narra Ale]
Yo aún seguía contra su pecho, y estaba segura de que había empapado ya su camiseta nueva, pero a él pareció no importarle.
-Ya está, sssh... Ale, tranquila. –susurraba repetidamente en mi oído intentando calmarme.
Pero a pesar de sus palabras, a mí me costaba contener las lágrimas, cuando en ocasiones me parecía que ya no me quedaba ni una lágrima más, una pequeña gota salada se deslizaba por mi mejilla y seguida de esta venían más y más. Minutos después, por fin logro calmarme, respiraba agitadamente, pero ya no lloraba. Entonces sí que estuve segura de que no me quedaba ni una sola lágrima. Me separó cuidadosamente de él, hasta que pudiera mirarme, o eso intentaba, ya que yo, con la cabeza agachada evitaba sus ojos. Alzó su mano hasta mi rostro, me cogió por la barbilla y elevó mi cara hasta encontrarme con sus ojos. Me sonrió ampliamente, y con la otra mano secó mis mejillas húmedas. Sabia que el rimel y la raya se me habían corrido, así que froté mis ojos intentando borrar las machas negras que supuse que enmarcaban mis ojos. Él apartó las manos de mis ojos.
-Ya está, vamos. –acarició mi cara con el dorso de su mano. – ¿Estás mejor?
Me limité a asentir.
-¿Quieres algo, una tila o algo así? –hizo ademán de levantarse.
-No, gracias. –cogí su mano. –No te vayas. –sollocé.
Volvió a colocarse a mi lado y me rodeo con sus brazos, apoyé mi cabeza en su pecho, y él a su vez, su cabeza en la mía.
-¿Esto no ha sido solo por Selena, ¿vedad?
Suspiré, después reí.
-Claro que no Justin.
-¿Por qué más?
-Pues, creas que no... Todo esto me está resultando muy difícil, y no es que no me guste estar aquí contigo. –rió. –No podría desear otra cosa que estar a tu lado Justin. –hice una pausa, pero él no dijo nada. –Pero es difícil dejar todo atrás. Y así sin más... No puedo evitar echar de menos a mi padre, o a mis amigas, todo en general.
-Ale, yo te entiendo y no te culpo. Es normal. Cuando me metí en toso esto, a mí también me costó dejar todo atrás. No tienes ni idea de cuenta. Pero valió la pena. –hubo un silencio. –Y yo te demostraré, que esto ha valido la pena.
Reí, después me separé de su pecho buscando su cara.
-Justin. –nos miramos a los ojos. –Yo, bueno... Lo siento.
-No Ale, no. –contestó rápidamente. –Tienes razón, no he querido darme cuenta. No me daba cuenta como es Selena realmente, bueno, en realidad siempre lo he sabido. “Haré lo que haga falta para que estemos juntos Justin”, eso fue lo que ella me dijo, pero cómo iba a creerle, después de lo que había pasado. Y es que es cierto, esto ha sido mi culpa, no tuya. Así que quien lo siente, soy yo.
-Justin yo, tú... –puso un dedo en mis labios, haciendo que callara.
-Ya está Ale. Ahora sí que no hay nada que decir.
Reímos.
-Ale, te quiero. Y eso jamás debes dudarlo, jamás. ¿Me entiendes? –asentí. –Y Es que supe desde el primer momento en que te vi, que eras tú. Que eras tú quien me haría sentirme tal y como me siento ahora, tú y no otra. Porque cuando estoy a tu lado Ale... –hizo una pausa. –Cuando estoy a tu lado solo existes tú y nadie más, y eso va a ser así siempre, nada ni nadie podrá cambiarlo. –sonreí. –Ahora mismo, no podría vivir sin ti, mi vida sin ti ya no sería lo mismo Ale, te necesito para vivir, para seguir siendo quien soy. Y es que no tienes ni idea del miedo que pasé cuando te dirigías hacia la puerta, cuando por un momento pensé que te perdía.
-Justin yo...
-Ale, te quiero, te quiero, te quiero.
-¡Justin!
En ese momento me tiré encima de él, abrazándole y quedándonos tumbados en el sofá, me aleje un poco de él.
-Te quiero Justin. –susurré.
Volví a acercarme a él y besé sus labios.
Me arrepentía de haber creído que ya no me quería, o de dudar si yo le quería a él; jamás volvería hacerlo. No dudaría nunca que el me quería ni que yo por él sentía lo mismo. Y es que desde hacía ya tiempo que sabía eso, pero ahora estaba más segura aún, no había estado más segura de nada en toda mi vida. Y toda esa seguridad, me la proporcionaba a él, nadie me hacía sentir como lo hacía él, pero tampoco quería que nadie lo hiciera. Él era mi vida, y yo tampoco podría seguir ahora mi vida sin él, ni tan si quiera podría intentarlo, y es que él es todo lo que tengo, y no necesito más.
Aquel beso que comenzó como uno tierno y dulce, se había convertido ahora en otro distinto. Un beso apasionado y entregado. Nuestras lenguas se rozaban continuamente, como si bailaran al compás, mordía mi labio inferior, después su lengua buscaba de nuevo la mía. No quería que terminara, quería seguir pegada a sus labios el resto de mi vida, sentir su respiración agitada en mi boca. Era raro pensar que hacía tan solo unos cuantos minutos estábamos discutiendo. Pero lo mejor era no pensarlo, ¿para qué? Lo pasado, pasado. Lo único que quería en ese momento era disfrutar de él.
Se separó de mis labios.
-¿Vamos arriba? –preguntó, después besó mi cuello esperando una respuesta.
Suspiré.
-Mm, ¿qué tiene de malo esto?
No es que me importara un sitio u otro, solo que no quería moverme.
-No, nada. Es que estaremos más cómodos.
Eso era cierto, asentí. Entonces él se levantó y después me cogió en peso.
-Jajaja, ¿qué haces? Se andar y eso.
-Calla. –me besó.
Salió a tientas de la estancia conmigo en brazos, y así subimos las escaleras, hasta llegar a su habitación. Me tumbo en la cama, me miró de arriba abajo se relamió. Yo reí, su mirada era seductora, provocativa, me excitaba. Él me excitaba. Me incorporé unos centímetros y me apoyé en mis antebrazos, alce mi mano y le hice un gesto con esta para que se acercara. Se acercó a mí lentamente, y fue subiendo poco a poco a la cama, cuando me quise dar cuenta, él ya estaba encima de mí. Volvíamos a besarnos, acariciaba mi pelo y yo pasaba mi mano por su espalda. Pero entonces oímos la puerta, y ambos, nos opusimos a nuestras ganas de seguir, de hacer como si no hubiéramos escuchado nada y nos separamos.
-¡¿Justin, Ale?! –chilló Pattie desde la planta de abajo.
-Mierda. –susurró.
Puse mis manos en su pecho y lo separé un poco.
-Anda, vamos. –le dije.
Se levantó con fastidio.
-¡Estamos arriba mamá! –contestó Justin.
-Ah, vale. –contestó.
-¿Bajamos? –pregunté.
Tardó un rato en contestar.
-Tendríamos que decirles lo de Canadá.
Le miré extrañada, no recordaba de lo que me hablaba.
-Ale, lo del 2.
-Oh, es cierto. Lo había olvidado.
-Aiis que cabecita tienes eh. –me puso la mano en la cabeza y me despeino.
-Jajaja, da gracias que no olvide tu nombre. –le saqué la lengua.
-Ah, vale, vale. –contestó ofendido.
-Jaja, tranquilo. No podría olvidarlo nunca.
-¿Y eso por qué?
-Porque jamás podría olvidar el nombre de la persona que me hace sonreír día a día.
-Jajaja.
-Jamás podría olvidar el motivo de mi existencia. –me acerqué a él.
Puso sus manos alrededor de mi cintura y me pego a él.
-¿Sabes?
-¿Qué?
-Que te quiero más que a nada Justin.
No dijo nada, tan solo sonrió, después beso mis labios dulcemente.
-Anda, vamos. –dijo.
Cogió mi mano y salimos de la habitación.

[Narra Justin]
El silencio volvió a inundar el salón. A mi madre le parecía buena idea, pero a Valery, bueno, a Valery no tanto.
-Pero, entonces iríais con tu padre, ¿no? –se dirigió a mí.
-Eh, pues sí. –hice una pausa. –Valery de verdad. No pasará nada, además solo serán 8 días.
-Ya lo sé Justin, pero...
-Por favor mamá. –suplicó Ale.
-Pero cielo, es que...
-Valery –intervino mi madre. –No pasará nada, serán unos días y además Jeremy es un buen padre, cuidara de ellos perfectamente. No pasará nada.
Valery suspiró, y después de unos minutos de silencio, asintió.
-Está bien. –dijo finalmente.
-¡Bien! –exclamamos Ale y yo a la vez.
Nos abrazamos.
-Pero tienes que llamarme todos los días. –dijo Valery.
-Tranquila, eso ya lo sabe Justin. –le contestó mi madre.
Ale y yo nos separamos.
-Jaja, tranquila, incluso puedo traerte un regalito. –dijo Ale.
-Oh, que honor. –contestó su madre.
Reímos.
-Bueno, ¿y qué tal esta tarde con los niños? –preguntó mi madre.
Ale y yo nos miramos un segundo, no sé ella, pero yo no pude evitar recordarlo todo, absolutamente todo. Desde la primera mueca, hasta la última lágrima.
-Bien. –contestó Ale.
-¿Solo bien? –dijo Valery.
-Sí bueno, les han gustado mucho y tal. –volví a mirar a Ale, pero ella miraba hacia el frente.
-¿Y dónde habéis comido? –siguió preguntando Valery.
-Eh, pues hemos comido ahí en el hotel con ellos.
-Ah, y a qué hora habéis llegado. –dijo mi madre.
-No sé, hace un rato.
-Bueno, y vosotras qué tal. –preguntó Ale, cambiando de tema.
Valery la miró, parecía que se había percatado de que algo no había ido bien.
-Ah, pues genial. Hemos ido a un Vips y luego hemos ido al Sturbucks a tomarnos algo.
Sonreí.
-Por cierto cielo. –miré a mi madre. –Hemos visto a Scoot, me dijo, eh... no sé que de la fiesta del otro día.
En ese instante mi cara cambio, busqué con la mirada a Ale, su expresión tampoco era la misma que hacía unos segundos.
-¿No te dijo nada más? –dije con un tono monótono ocultando mi preocupación.
-Eh, no. Solo dijo que le llamarás. –continuó.
-Ah, vale. Ya le llamaré.
Sonreí en cierto modo aliviado.
-Bueno, pues no sé vosotros, pero nosotras tenemos hambre. –dijo Valery.
Entonces caí en la cuenta, de que no tenía ni idea de la hora que era. La última vez que había mirado la hora, había sido en el hotel, un poco antes de bajar a comer, y eran las 3:00, quizá algo más. Pero desde ese momento no había vuelto a mirar mi reloj y había perdido totalmente la noción del tiempo.
-Pero, qué hora es. –dijo Ale.
Aquello me ayudó a comprobar que no era el único que estaba un pelín perdido.
-Pues no es muy temprano eh, son más de las 7:00. –dijo su madre.
-¿De verdad? –pregunté.
-Ah... –Ale no dijo nada más.
-¿Qué cenamos? –me levanté y me alise un poco la ropa.
Las tres se quedaron mirándome fijamente.
-Pues, eh... No lo sé. –dijo mi madre.
-Jajaja, ¿por qué no pedimos algo para cenar? –dijo Ale.
-Buena idea Ale, ¿os hace sushi? –sugirió mi madre.
-Sí, sí. Me parece genial. –dijo Valery.
-Bueno, pues voy a llamar. –dije.
Después me alejé del salón y fui hasta la cocina, busqué el número entre los imanes de la nevera, y cuando por fin lo encontré, llamé.
El chico del sushi no tardó en venir, así que cenamos los cuatro en “familia” tranquilamente viendo la tele.
-Bueno, nosotros nos subimos, ¿vale? –dije aún medio tumbado en el sofá.
Busqué a Ale con la mirada, esperando su respuesta, dudó un segundo y finalmente contestó.
-Vale, vamos. –se levantó.
-¿Qué vais a hacer? –preguntó mi madre.
Miré a Ale, después las miré a ella.
-Vamos a ponernos con el ordenador.
-Ah, vale.
-Nosotras vamos a quedarnos aquí viendo la tele. –dijo Valery.
Nosotros asentimos, después me levanté y seguí a Ale que se había dirigido ya a las escaleras.
Llegamos arriba, y entramos a mi habitación, cogimos el ordenador y nos sentamos en la cama, apoyados en la pared el uno junto al otro. Lo encendí y me conecté al Twitter.
-Anda, pásame el cable. –señalé el cajón.
Suspiró, se levanto, abrió el cajón de mi escritorio y comenzó a buscar. De pronto oí una risita, y lentamente se dio la vuelta. Sostenía una caja roja y azul en las manos, yo me sonrojé e intenté hacerme el loco mirando la pantalla del ordenador.
-Justin... –no dije nada, ni si quiera la miré. -¿Qué es esto?
Alcé un poco la vista, hasta encontrarme de nuevo con ella, que tenía una mano en la cintura y con la otra sostenía la pequeña caja, volví a hacerme el loco.
-Eh... ¿el qué?
-¡Esto!
Después me lanzó la caja que aterrizó junto a mí en la cama, después la oí como estallaba en carcajadas. Volvió hasta mí, cogió la caja, y se sentó a mí lado; eso me obligó a mirarla.
-Eh, tiene una explicación, eh...
-Jajajaja, ¡Justin! No seas idiota.
-¿Eh?
-A mí me da igual que tengas una caja de condones o no.
Me sonrojé, pero permanecí mirándola.
-Si te soy sincera, prefiero que los tengas.
La mire extrañado, no le entendí en su momento.
-Claro bobo. Si no los tienes, no podemos usarlos. –me guiñó un ojo.
En ese momento, las pulsaciones de me dispararon, ¿usarlos? ¿Es que quería usarlos?
No dijo nada más, sino que se levantó, fue hasta el escritorio, guardó la caja de condones de nuevo en le cajón y antes de cerrarlo sacó el cable del móvil. Después volvió a mi lado.
-Toma. –sonrió.
Cogí el cable y enchufé el móvil al ordenador para que pudiéramos mirar las fotos de anoche y decidir cuales subir. Ninguno de los dos volvió a mencionar el tema de la caja de condones, a mí la verdad, bueno, no es que quisiera hablar de la caja precisamente, pero sí de sus palabras. “Si no los tienes, no podremos usarlos”. Pero no saqué el tema, creo que era algo que debía surgir, así que hice como si nada, y seguimos a lo nuestro. 

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