jueves, 20 de octubre de 2011

Sin respuesta.

[Narra Ale]
La comida fue genial, los chicos del equipo de Justin son geniales, y contaron cada cosa del My World Tour, me lo pasé muy bien. Cuando terminamos todos de comer, decidieron ir a un Starbucks a tomar un café, así que nos fuimos a uno que no estuviera muy lejos y nos tomamos un café. Finalmente, después de un lago día de anécdotas, chistes, bromas y demás, nos fuimos a casa.
Cuando llegamos mi madre y Pattie estaban en el salón, hablando. Nosotros pasamos de largo y subimos arriba. Nos metimos cada uno en su habitación, estábamos cansados, pero sabíamos de sobra lo que teníamos que hacer, preparar la maleta, y es que al día siguiente volábamos a Canadá, estaba emocionada sí, pero también agotada. Me había despertado a las 11:00 para que me diera tiempo, solo había dormido unas 7 horas; me tumbé un momento en la cama, y sin darme cuenta me quedé dormida.

-Cariño, vamos. –sacudieron mi hombro.
Abrí los ojos, mi madre estaba sentada junto a mí, intentado que me levantara. Me incorporé, bostecé.
-¿Qué hora es?
-Las 9:00.
-¡¿Qué?!
-Sí, hemos cenado, por cierto.
-¿Por qué?
-Pues porque Pattie y yo teníamos hambre, Justin ha bajado justo cuando íbamos a empezar y ha cenado con nosotras.
-¿Por qué no me habéis despertado.
-Nos dijo Justin que vino te vio dormida, intentó despertarte pero nada...
-Buf... –froté mis ojos.
-¿Tienes hambre?
-No, la verdad que no.
-Bueno, pues nada. –se levantó.
Me quedé en la cama, sin saber muy bien que hacer.
-¿Has hecho la maleta?
-Buf, no.
-Pues, te recomiendo que la hagas ahora.
-Sí, ya...
Mi madre no dijo nada más, se dirigió a la puerta y salió de mi habitación.
Me quedé un momento sentada en la cama, estaba adormilada. Por fin reaccioné, me levanté y busqué mi maleta. Cogí la azul, la dejé en medio de la habitación y la abrí de par en par. Me dirigí a mi armario y empecé a sacar, doblar y guardar ropa y más ropa. Creo que me llevó una hora, eran algo más de las diez cuando terminé. Dejé la maleta junto al escritorio y volví a la cama. Ya no estaba cansada, estaba aburrida. Me pregunté dónde estaba Justin, ¿por qué no había subido? Tal vez mi madre no le había dicho que me había despertado, pero si era así, ¿por qué no lo había hecho? Decidí dejar de preguntarme las cosas. Me levanté, salí de mi habitación y bajé al salón. Pero solo estaban mi madre y Pattie.
-¿Qué hacéis?
Las dos se giraron.
-Hombre Ale. –dijo Pattie. – ¿Has hecho ya la maleta?
-Eh, sí, ya está.
Sonrió.
-Eh, ¿y Justin?
-Ha subido, decía que estaba cansado. –contesto ella.
-¿Pero se ha ido a la cama?
-No lo sé.
-¿Quieres cenar algo? –preguntó mi madre.
-Eh, no... No tengo hambre, yo también me subo.
-Bueno, tú misma. –dijo mi madre. –No te acuestes muy tarde, eh.
-No.
Me alejé y subí las escaleras corriendo.
Llegué a la habitación de Justin, pero me quede de pie frente a la puerta, dudando si abrir o llamar a la puerta, o si debía irme directamente, tal vez estaba dormido. No lo pensé más, abrí la puerta directamente y me lo encontré sentado en la cama, en pijama y con el portátil en las rodillas. Alzó la mirada.
-¡Hombre!
-Jaja, pensé que aún estabas dormida.
-Pues no.
Me acerqué a él y me senté en la cama, el siguió con lo que estaba haciendo.
-Me han dicho que estás cansado.
-Sí, lo estoy. Me iba a ir ya a la cama, solo estaba mirando un par de cosas.
-¿Has hecho la maleta?
-Hace ya un rato... No como tú.
-Joder, estaba cansada.
-Ya bueno, da igual.
Dirigió la mirada al ordenador una vez más.
-¿Qué haces?
-Ya sabes, lo de siempre.
-Aah...
-¿Pasa algo?
-No, no.
Hubo un silencio. Se quedó mirándome fijamente, esperando a que hablara.
-Bueno sí.
Alzó las cejas, animándome a que hablara, después volvió la mirada al ordenador.
-Que esperaba que estuvieras... eh, disponible.
-¿Disponible?
-Sí, bueno... –me acerqué a él. –Ya sabes.
-Oh... Bueno.
Seguía sin mirarme, yo estaba muy cerca de él, pero pasaba de mí, a pesar de eso no me aparté, sabía lo que quería. Un minuto después cerró la pantalla del ordenador, se levantó, lo dejó en el escritorio, y volvió a sentarse en la cama, todo como si yo no estuviera ahí, esperando a que me prestara atención.
-Bueno, ¿qué pasa?
-¿Qué?
-Antes has dicho que querías que estuviera disponible, ya estoy.
-Oh, vamos Justin.
-Jajaja, ¿qué?
-No te hagas el loco. –me acerqué a él.
-No me hago el loco. –siguió sin moverse.
Entonces me puse de rodillas en la cama y gateé hasta él, hasta quedar junto enfrente de su cara. Le miré a los ojos, busqué sus labios, me relamí.
-Tengo hambre. –dije pícara.

[Narra Justin]
-No te hagas el loco. –se acercó a mí.
-No me hago el loco. –mentí.
Claro que me estaba haciendo el loco, estaba cansado y bueno, no sé, no tenía muchas ganas de nada, solo quería dormir; sabía perfectamente lo había venido buscando, desde que entró por la puerta me lo había presentido, no sé cómo, pero lo hice. No es que no quisiera, solo que estaba cansado.
De pronto se puso de rodillas sobre la cama y gateó hasta colocarse frente a mí, me miró a los ojos, después miró mis labios y se relamió.
-Tengo hambre. –dijo pícara.
No sabía como salir de ahí, y es que estaba cansado.
Se apoyó en sus rodillas, y puso una mano en mi pierna, bajé la mirada hasta su mano, luego volví a mirarla a ella.
-¿Justin?
-Ale...
-Oh, vamos.
Se acercó a mí, mucho, quizás demasiado. Se mojo los labios, me miro, entonces junto mis labios con los suyos, sus labios húmedos y calientes rozaron los míos. Estaba jugando.
-Me estás provocando. –dije.
Rió; después volvió a hacerlo, junto nuestros labios, esta vez el beso fue un poco más largo, pero aún sin contacto total. Suspiré, no pude evitarlo. Volvió a acercarse y lo hizo de nuevo, intenté alargar ese beso, pero antes de que pudiera hacerlo, se separó de mí, me miró pícara y rió.
-¿Quieres jugar, no?
-Puede ser. –contestó sugerente.
Me mordí el labio, la miré de arriba abajo, estaba en tirantes, muy sexy; ella mojó sus labios, y en ese mismo instante yo no pude más. Me lancé sobre ella para juntar nuestros labios en un beso, un beso de verdad. Busqué su lengua y ella me facilitó el encontrarla. La tumbé en la cama y yo sobre ella, la besaba apasionadamente, aún estaba cansado sí, pero había sido un impulso. Cuando me quise dar cuenta estábamos enredados en un beso desenfrenado, acariciándonos, mirándonos con picardía, con deseo, de vez en cuando buscaba su labio inferior y lo mordía, tenía ganas de comérmela, pero, aún estaba cansado. No sé en que momento, pero ella empezó a buscar entre mis pantalones, a acariciar mi entrepierna, esta vez no me negué, aunque quizás hubiera sido mejor hacerlo. Me acariciaba y yo a ella, enredaba mi manos en su pelo, bajaba por su espalda hasta su culo, lo apretaba ella reía, y entonces conducía su mano hasta el mío, tras minutos así comencé a darme cuenta de algo, de algo que no me gustaba nada. “No estaba pasando nada”. No, absolutamente nada pasaba debajo de mis pantalones, intenté concentrarme, pensé en ella, me separé de sus labios en su segundo, la recorrí de arriba abajo en un instante, grabé sus pechos en mi cabeza, cerré los ojos y me lancé a por sus labios. Ella sintió esa pasión y su mano volvió a mi entrepierna, deseaba que lo hiciera, imaginé sus pechos, pero nada, seguía sin “sentir nada”, subí mi mano hasta ellos, lo toqué, pasé mi mano meticulosamente pero a la vez con ternura y seguía sin obtener una respuesta, intenté incluso imaginármela desnuda, pero no, no había manera, y creo que ella lo empezó a notar, bajo un poco la tira de mis pantalones de chándal, y metió su mano, comenzó a acariciarme con algo más de intensidad, se separó de mi, buscó mi oreja y mordió mi lóbulo, ante aquello me estremecí, pero tampoco funcionó, me estaba hartando, frustrando, así que me separé de ella.
-Déjalo Ale, no... No.
-Justin yo...
-No digas nada. –la verdad es que prefería que no lo hiciera.
Me incorporé bruscamente, y ella me observaba atenta, di una vuelta sobre mi mismo, me rasqué la nunca, estaba muerto de la vergüenza, no me había pasado eso nunca, supongo que era porque estaba cansado, pero joder. Quería que la tierra me tragara.
-Tranquilo, no pasa nada. Estás cansado.
-De verdad, no digas nada. –la miré.
-Bueno, pues... –se incorporó. –Creo que, en fin... –se levantó. –Mejor me voy.
Puse mi mano en mi cuello, me rasqué, no sabía ni que decir, en el fondo me gustaría haber sido capaz de explicarme de decirle el porqué, pero ni siquiera yo, estaba seguro.
Se acercó a mí, besó mi mejilla tiernamente y se marchó sin decir nada más. Volví hasta la cama arrastrando los pies, y me deje caer quedando tumbado boca arriba, después cerré los ojos e intenté no pensar.


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