martes, 18 de octubre de 2011

You make it real.

Había demasiada gente, lo juró. Y Ale y yo nos movíamos entre ellos, de un lado a otro saludando a conocidos, y presentándoles a Ale. Cuando apenas llevábamos media hora de un lado a otro estaba ya cansado, ¿por qué siempre hay que hacer estás cosas? A veces eso sí que me cansa, tener que ser tan educado y todas esas mierdas, que tengo que ir de un lado para otro saludando, es un asco. Si fuera un chico normal no tendría que hacer eso, me quedaría en una esquina bebiendo algo con mis amigos y mi chica, y a quien le interese se acercaría, y si no pues nada. Pero también, si yo fuera un chico normal, no hubiera estado en esa fiesta, y... probablemente, nunca hubiera conocido a Ale.
-Bueno, pues creo que ya no queda nadie. –le dije.
-Mm, pues yo creo que sí. –sonrió.
La miré intrigado, segundos después recibí un empujón en el hombro proveniente de atrás. No tuve ni que girarme, Scooter apareció a mi lado.
-¡Qué pasa cabrón! –me saludó. –Llevo buscándoos toda la noche.
-Pues tío, ya sabes.
-Sí, ya sé. –miró a Ale. –Oh Ale, lo siento. –la abrazó. -¿Qué tal estás?
-Genial Scooter. –sonrió. –Y tú qué, ¿cómo va tu vida?
-Pues ya ves, disfrutando de la familia y las vacaciones, que son pocas.
Reímos.
Después nos salimos los tres a la terraza. Al fondo del todo había un escenario, vacío aún, pero sabía que pronto se llenaría, en frente del escenario una pequeña “pista de baile” por llamarle de alguna forma. Alrededor de estos el césped resplandecía bajo la luz de la luna y los focos del escenario, en uno de los extremos, una larga y estrecha barra, con un par de camareros tras de ella sirviendo copas sin parar a la gente.
Ale, Scooter y yo nos buscamos un hueco, nos pedimos unas copas y empezamos a hablar, al final tenía razón, la noche estaba siendo genial. No necesitaba nada más.

[Narra Ale]
El tiempo a su lado pasaba volando, no sé como lo hacía, pero lo hacía. Tal vez era cada una de sus bromas, cada una de sus tonterías, cada anécdota, cada detalle. No lo sé. Aunque, bueno Scooter también ayudaba a que pasara más rápido. Y es que cuando me quise dar cuenta, eran las 12:45. Apenas quedaban unos minutos para que el nuevo año empezara, estaba ansiosa, y es que iba a empezar el 2012 al lado de la persona más importante de mi vida, a lado de él. La razón de mi existencia. La gente comenzó a ir al salón principal, y nosotros les seguimos. Estaba abarrotado, apenas se distinguían las caras, y mira que aquello era grande. Unos cuantos camareros se abrían paso entre la gente con bandejas de platas en las que llevaban copas de champán, las estaban repartiendo entre la gente. Cuando finalmente terminaron de repartir todas y cada una de las copa, un reloj de agujas, enorme, se proyectó en la pared blanca del salón. Apenas si quedaban unos minutos. Justin miró a Scooter, después a mí. Y entonces la cuenta atrás comenzó. 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, ¡1! El reloj se cambió a las 12:00, del techo salieron despedidos miles de globos dorados, acompañados de confeti y serpentinas, y en la pared apareció “Feliz 2012” en miles de colores y parpadeando continuamente, hasta que se quedó fijo. La gente chillaba y se abrazaban unos a otros. Justin y yo nos giramos rápidamente, buscándonos el uno al otro, sonreímos, después nos lanzamos a los brazos del otro y nos apretamos con toda la fuerza del mundo.
-Te amo mi amor. –susurró Justin en mi oído en un perfecto español, me fascino.
-Te amo Justin. –contesté igualmente en español.
Nos apretamos una vez más, me elevó por los aires, me dio una vuelta, y antes de volver a dejarme en el suelo, beso mis labios dulcemente; nos separamos y ambos felicitamos a Scooter, después, las felicitaciones entre miles de personas y nosotros, comenzaron.

[Narra Justin]
Mira que conozco a gente, pero aquella noche, conocí a más gente que nunca. Scooter, ale y yo nos paseábamos entre el gentío felicitando al primero que pasaba por delante, y viceversa. Incluso estoy seguro de que hubo a más de uno que se llevo más de un abrazo nuestro, también perdimos a Scooter entre la gente. Minutos después, la música comenzó a sonar, música electrónica, de baile, y la gente se movía cuerpo contra cuerpo sin parar dando saltos. Ale se unió a ellos como si nada, pero a mi eso no me gustaba. Cogí a Ale del brazo y tiré de ella hacia mí.
-¡Salgamos de aquí! –chille para que pudiera oírme.
-¿Por, qué ocurre?
-Venga Ale. Esto no me gusta.
Ale miró a su alrededor, me miró a mí, dudó, pero finalmente asintió. Busqué su mano y salimos de ahí como pudimos, hasta llegar finalmente a la terraza de antes, no había nadie, menos mal. Ale y yo nos sentamos en los pocos taburetes que aún había junto a la barra, y un chico no tardó en acercarse a nosotros.
-¿Qué os pongo chicos?
Mire a Ale.
-¿Quieres algo?
Negó con la cabeza.
-No nada, gracias. –sonreí, y el chico se marchó.
Ale y yo nos quedamos en silencio, ella no me miraba, no sé por qué, pero entonces la música, proveniente del escenario comenzó a sonar. Un vals. Dirigí la mirada al escenario, un grupo desconocido lo tocaba, y en la “pista” habían aparecido un par de parejas que bailaban agarrados, aquello me dio una idea. La mejor forma de empezar un nuevo año. Me levanté y ella me miró; me acerqué a ella y la puse en pie. Me miraba extrañada. La cogí de la mano y sin decirle palabra la lleve hasta la pista de baile. La verdad es que me daba igual quien nos miraba, no me importaba nada más que ella así que nos colocamos en el centro. Coloqué mis manos en su cintura y me pegué a ella.
Subió sus manos hasta mi cuello y lo rodeo con ellas, también se pegó a mí. Pero antes de comenzar a moverme al son de la música me detuvo.
-Justin... yo, eh...
-¿Qué ocurre?
-Yo, bueno... Nunca he bailado un vals.
Reí, no pude evitarlo.
-Eh...
-Anda, no seas boba. Yo te enseño.
-¿En serio? –parecía avergonzada.
-Pues claro.
Entonces, ella calló y yo empecé a moverme con la música, bailando un dulce y lento vals. Tras unos minutos ella parecía haber cogido ya el ritmo, se había abandonado a mis manos, mi cuerpo que la guiaba, apoyó su cabeza en mi hombro y seguimos bailando aquel primer baile del año. Después de un rato, que no fue corto, la música comenzó a cambiar, ya no era un vals lo que sonaba, era música normal, lenta, pero normal, a pesar de eso no nos separamos, seguimos bailando pegados sin separarnos un instante. Perdí la noción del tiempo, no sé cuanto tiempo llevábamos así, y es que todo esto era como estar volando entre miles de nubes, el simple hecho de estar con ella me eleva hasta lo más alto, que me rodeé el cuello con sus manos, me hace tocar el cielo, es como soñar, como vivir rodeada de ángeles, y es que ella, ella es mi ángel.
Entonces una canción me hizo “despertar” de aquel sueño, y es que no era un sueño. Nada de esto era un sueño, gracias a dios no lo era. Era todo real, sus manos, su cuerpo, su cara, su pelo, su olor, ella; lo nuestro era real, y eso es lo único que me mantiene vivo, lo único que me hace estar recordando todo, como la conocí, como poco a poco me enamoré de ella, como ella paso a ser mi vida entera. Y es que no puedo evitarlo, no puedo evitar pensar en cada momento en ella, que ella es mi vida, mi mundo, y que no necesito nada más. Porque cada uno de los momentos que vivo desde que está conmigo meses son especiales por eso, porque esta ella, y lo único que quiero es que no se marche nunca, que no me deje caer, porque sin ella yo ya no puedo vivir. Simplemente no puedo. Me separé de ella, aún sonaba la canción que me “despertó”, ¿Cuál era? You make it real de James Morrison, ¿una coincidencia? Puede ser, no lo sé. Solo sé que a partir de ese instante esa canción fue nuestra, y solo nuestra.
Levantó la cabeza hasta encontrarse con mis ojos, sonrió tímida, yo no pude evitar hacer más que lo mismo.
-¿Qué ocurre? –preguntó.
Yo no respondí, era, bueno, y es que soy incapaz de expresarle con palabras lo mucho que la amo. Me acerqué a ella despacio, delicado; dudé y me alejé. Acaricié su cara con el dorso de mi mano, ella me miraba atenta, esperando a que hiciera algo. Sonreí, sus ojos me lo pedían. Entonces volví a acercarme a ella lentamente, dirigí mi mano hasta su pelo, y acerqué mi cara a la mía. Entonces, nuestros labios cayeron en lo inevitable, en un precioso beso que jamás olvidaría. 

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