lunes, 31 de octubre de 2011

Joder tío.

[Narra Justin]
Chaz y yo hablábamos de todo un poco, le quedaba ya solo un año para terminar el instituto, técnicamente deberíamos estar juntos en clase, estaba de tonteo con una chica y no sé que mierdas más, no es que no quisiera escucharlo, solo que no podía evitar mirar a Ryan y Ale. La verdad es que no se distinguía casi nada, estaba todo muy oscuro y había aparecido una niebla baja que te nublaba la vista. De pronto Ryan se acerco a nosotros corriendo, estaba algo rojo y despeinado, y llevaba en la mano dos abrigos, uno era de Ale. Los lanzó al banco junto a nosotros.
-¡Eh tú! –me miró. – ¿Estáis locos?
-No tío, es que hemos entrado en calor. Claro como no os movéis.
-¿Qué estáis haciendo? –pregunté serio.
-Eh... nada jugar. ¿Venís?
-No.
Chaz negó con la cabeza.
-Como queráis.
Después salió corriendo y se perdió entre la niebla.
Chaz y yo retomamos la “charla” aunque más bien se podía decir que él hablaba solo, yo intentaba escucharle, pero me era imposible. No podía parar de preguntarme qué harían, no es que desconfiara de Ale, menos aún de Ryan, pero joder. Ale estaba rara conmigo, digamos que pasaba de mí, y podía ser que yo fuera el culpable, pero ahora no sabía como solucionarlo.
-Justin, ¿me estás escuchando?
Miré a Chaz.
-Eh, claro tío.
Me miró mal.
-¿Qué pasa?
-Nada.
-No me mientas tío.
-No te estoy... –me callé. –Vale.
-¿Qué pasa?
-Pues no sé tío, es Ale.
-Es muy guapa eh, y parece una buena chica.
-Jajaja, lo es.
-Pero...
-¿Pero qué?
-Algo te pasa.
-Joder tío pues que, no sé. Está rara.
-¿Y eso?
-Pues no lo sé.
-¿Habéis hablado?
-Eh... no.
-Pero, tú le has dicho algo.
Le mire.
-Pues no.
-Ah, pues genial. Cuando aprendas a leer la mente me avisas y me das un cursillo, que creo que es muy útil eso, eh.
Le empuje.
-Que payaso.
-No tío, es que si no preguntas...
-Ya, pero...
-¡Ryan, suéltame! –se pudo oír como Ale chillaba.
Chaz y yo nos miramos.
-Bah, pasa... ya conoces a Ryan. –dijo seguro.
-Sí, eso mismo. Le conozco.
-¿Es que te preocupa?
-Eh, no. Claro que no.
-Ah... Bueno, que me estabas diciendo.
-Que tío, no sé que decirle.
-Pues tío, no es muy complicado, ¿sabes?
-En realidad, sí lo es...
No estaba muy seguro de contárselo, no era algo que precisamente me apeteciera hablar con terceros.
-¿Por?
-Pues...
Un trueno me interrumpió, miramos hacia arriba, pudimos ver un rayo cruzando el cielo, sonó otro trueno y seguido de esto, comenzó a llover a cántaros.
-Mierda. –dijo Chaz mientras se ponía la capucha.
Yo hice lo mismo y justo en ese momento aparecieron de entre la niebla y la lluvia Ryan y Ale empapados. Cogieron los abrigos y se los pusieron rápidamente.
-Que listos que sois macho. –dijo Chaz con ironía.
-Anda cállate maricón. –le contestó él.
-Eh, vámonos tío. –dije.
-¿Por qué no vamos a mí casa? –sugirió Ryan.
-¿Están tus padres? –pregunté.
-No, no están. ¿Vamos o qué?
Miré a Ale, me miró.
-¿Vamos?
-Claro. –contestó con una sonrisa en la cara.
No lo hablamos más, salimos los cuatro corriendo en dirección a casa de Ryan lo más rápido posible intentando escapar de la lluvia.
Ryan abrió la puerta, nos obligó a quitarnos las zapatillas antes de entrar y pasamos los cuatro al hall, donde dejamos las zapatillas. Comenzamos a quitarnos los abrigos, estaban empapados.
-No los dejéis en el perchero.
-¿Dónde? –pregunté.
Ryan se dirigió al comedor y nosotros le seguimos.
-Dejarlos en las sillas. –dijo él dejando el suyo.
Ale puso su abrigo junto al de él y Chaz y yo hicimos lo mismo. Miramos a Ale y Ryan que estaban empapados.
-Estáis algo mojados, eh. –dije.
Se miraron a si mismos y después el uno al otro, empezaron a reír.
-Yo voy a cambiarme. –dijo él.
-Eh, y yo qué.
-Jaja, tú te jodes.
Al pasar por su lado le dio un empujón que ella devolvió.
-¡Tonto!
-¡Puede ser, pero soy mejor que tú! –chilló él mientras se alejaba.
Chaz y yo pasamos, fuimos al salón y nos sentamos en el sofá frente al gran televisor. Ale nos siguió con la mirada y después se acercó de prisa a nosotros.
-Justin, ¿qué hago?
-Tú sabrás. –contesté borde.
Me miro asombrada, no había pensado lo que decía, ni el tono con el que lo decía, simplemente me había salido del alma, no tenía mucha lógica, pero sí. Estaba celoso de mi mejor amigo. La mire de arriba abajo, estaba empapada, la sudadera azul que era antes algo suelta, se ceñía a su cuerpo marcando sus curvas y un mechón de pelo empapado le caía por la cara. Se percató de esto y se lo apartó de la cara.
-Lo siento. –me levanté. –Quítate eso antes que nada.
-No llevo nada debajo.
-Jajaja, puedes quitártelo Ale, yo no miro. –dijo Chaz.
-¡Cállate retrasado! –repuse.
-Jajaja, déjale hombre. Tiene buen gusto. –dijo ella.
-Jajaja, claro.
-Buah, menudos dos. Espera aquí.
Me alejé del salón y fui en busca de Ryan, llamé a la puerta de su habitación.
-Rayn, ¿puedo pasar?
-Si me prometes que no vas a violarme, claro que te dejo guapo. –dijo con una voz aguda, de chica.
Abrí la puerta.
-Mira que eres payaso, eh.
Estaba en calzoncillos, pero no me importó, ¿cómo iba a importarme? Nos conocemos desde los 7 años, había visto muchas cosas, sí, muchas cosas.
-¿Bueno, qué pasa?
-No tendrás alguna camiseta o algo para dejarme, ¿no?
-¿Para? –dijo poniéndose unos vaqueros.
-Es Ale, es que tiene la sudadera empapada.
-Que se la quite.
-No lleva nada debajo. –contesté serio.
-Joder... Pues mejor. –se puso la camiseta. –Pero mejor que nos haga un streaptease.
-¡Anda gilipollas!
-Jajaja. Es verdad, es verdad. A ver si te vas a poner palote o algo eh...
-Ojala. –susurré.
Lo dije sin pensar, lo decía para mi mismo, pero no me di cuenta de que Ryan me escuchaba perfectamente.
-¿Qué?
-Nada.
-Vamos tío, te he oído.
-¿Entonces para que preguntas? –me acerqué a la cama y me senté.
Ryan se sentó a mi lado.
-¿Qué es lo que pasa Justin?
No dije nada, también me apetecía contárselo, podía decirse que a él sería más fácil e incluso podría darme un consejo, no es que no confie en Chaz, pero Ryan entiende más de estas cosas. Aunque había algo en su contra, y eso era que estaba celoso, tal vez no tenía ninguna razón, se habían llevado bien y ya está, pero no podía evitarlo. Había hablado más y tenido más contacto con ella en una hora que yo desde hacia casi un día.
-No estarás mosqueado por lo de antes, ¿no?
-¿Qué?
-Cuando me he ido con Ale.
-Ah, eso... No me ha hecho mucha gracia.
-Ya, lo he notado. Pero tío que... Joder, me ofendes.
-Nada tío, sí yo lo sé. Son movidas mías.
-Bueno, pues cuéntamelo. Que yo no estoy solo para que te eches unas risas y levantarte la novia.
Le di un puñetazo.
-Imbécil.
-Jajaja, anda. Cuéntame.
Hubo un silencio, suspiré, le miré, me miraba fijamente.
-Pues, a ver... La, eh... La otra noche...
-¿Sí?
-La otra noche, estábamos en mi habitación y bueno...
-Coño tío, vamos, suéltalo ya.
-La otra noche, estuvimos en mi habitación, estábamos enrollándonos, y cuando ella quiso, pues... pasar a más, ya sabes.
-Sí, sé, sé.
-Bueno, pues, digamos que no, que no funcionaba.
-¿Qué no funcionaba qué?
-Pues, lo que tiene que funcionar.
Hubo un silencio, me miraba extrañado, parecía que realmente no lo sabía.
-Joder Ryan macho.
-Ah, ah, vale, vale. –hubo otro silencio. –Oh...
-Sí, oh...
-¿Y luego qué?
-Pues luego nada tío. Joder, no supe que hacer.
-¿Y ella que hizo?
-Nada.
-¿Nada?
-No le dejé que hiciera nada, prefería que no dijera nada. Se fue.
-Joder tío...
-No, joder no.
-Jajaja.
-No sé que hacer, si hablarlo con ella o qué.
-No creo que sea lo mejor.
-¿Entonces?
-Pues... ¿sabes por qué fue?
-Estaba cansado.
-¿Se lo dijiste?
-Eh... sí, pero luego, bueno, no sé si le quedo muy claro.
-Pues...
-Y es que ahora está como pasando de mí. No quiere ni tocarme. –le interrumpí.
-Joder tío, es que pensará que no, que no te pone.
-¿Qué, por qué?
-Coño, no se te levanta cuando estás con ella y luego no le dices nada más.
-Joder tío...
-¿Tú que pensarías?
-Bueno... Es verdad.
-Mira, lo que tienes que hacer es demostrarle que no es así. Que sigue gustándote, coño, que te pone.
-¿Y cómo?
-Joder, ¿te hago un croquis macho?
-Ah, va, va...
-Pues eso tío.
De pronto la puerta de la habitación se abrió, era Chaz; ambos le miramos.
-Espero no interrumpir eh.
-Buah, que imbécil.
-Jajaja, que tíos... Que me voy, que me ha llamado mi madre que vaya ya.
-Ah, va, va. –dije yo. 
-Pues nada. ¿Mañana quedamos? –preguntó él.
-Yo no sé tío, ya si puedo os aviso. –dije.
-Va, pues ya hablaremos.
Entro y se acercó a nosotros para despedirse, después salió de la habitación. Nos quedamos en silencio y segundos después se escuchó el ruido de la puerta al cerrarse.
-Anda, vamos, que está Ale sola. –me levanté.
-Sí, vamos. –se levantó.
Nos dirigimos hacia la puerta, pero antes de salir me detuvo, le miré.
-¿Qué pasa?
-Una cosa que no me ha quedado muy clara.
-Qué... –pregunté con temor a su pregunta.
-Tú y ella... O sea, ya sabes.
-Eh... no. Eso no.
-Y qué sí.
-Pues cosas tío.
-Qué cabrón.
Salí de la habitación y él me siguió. Llegamos al salón donde estaba en el sofá sentada Ale, tiritando de frío.
-Ale. –me miró.
-¿Qué pasa? Qué hacíais, habéis tardado mucho, eh...
-Buah, que tía. –dijo Ryan.
-Anda, vete al baño, que el individuo este te va a dejar una camiseta. –pegué a Ryan en el pecho.
Este se quejó.
-Eh, ¿el quejica que no es quejica se está quejando? –dijo ella mientras se levantaba.
-Eh, que no te dejo nada, eh. Y tienes que ir en bolas por mi casa.
-Já, ya te gustaría.
-Sí, y a él. –me señaló.
Ale me miró.
-Sí, a él también, pero da la casualidad, de que el ya lo ha visto.
No dijo nada más, nos dejó a ambas con la palabra en la boca y se fue al baño.
Ryan y yo la observamos alejarse. Se movía lentamente contoneando las caderas. He de reconocer que cuando la conocí, pensé que lo hacía a posta, pero finalmente me di cuenta de que, no sé por qué, le salía solo, era tan natural. Me percaté de que el también miraba sus caderas. Le di un puñetazo.
-Eh tío, relaja.
-Pues no mires cabrón.
-Jajaja, eh, pues no sé que se va a poner.
-¿Qué?
-Que no le dado la camiseta.
No dijimos nada más, él simplemente se alejó de mí.

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