jueves, 20 de octubre de 2011

Equipo.

[Narra Ale]
Era incapaz de separarme de sus labios, esos labios tan dulces y carnosos que besaban los míos con ternura; su lengua aún no había rozado la mía, ni tan siquiera la buscaba, pero no me hacia falta, porque ya le sentía plenamente mío. No es que no quisiera separarme de él, no. Es que no podía, simplemente no podía, y si no hubiera sido por Kenny, me hubiera quedado así el resto de mi vida; puso su mano el hombro de Justin y él se separó de mí. No me sentó muy bien, pero en fin...
-Chicos, siento interrumpiros, pero Scooter os busca.
Bueno, al menos tenía una buena razón, Justin y yo nos miramos un momento, una mirada fugaz pero cómplice, era como si me pidiera perdón, aunque él no tenía culpa.
Los dos seguimos a Kenny hasta la terraza principal, donde sentando en unos sofás estaba Scooter; al vernos se levantó.
-Chicos, que os estaba buscando.
-Sí, ya... –dijo Justin.
-Que es que tengo que irme.
-¿Y eso? –pregunté.
-No, es que ya es un poco tarde y bueno en fin, tengo que irme.
-Bueno Scoot, no pasa nada.
Se acercaron y se abrazaron, después se dirigió a mí.
-Bueno Ale, ya nos veremos, ¿no?
-Claro. –sonreí.
Besamos mutuamente nuestras mejillas; comenzó a alejarse, pero se detuvo y se giró.
-¡Justin, no olvides lo de mañana! –chilló.
Me giré para mirarle, no me había dicho nada de “mañana”.
-¡Claro que no tío!
-¡A las 2:00, no llegues tarde!
-¡¡Qué no!! Anda vete ya.
No se escuchó nada más, Scooter tan solo se alejó. Yo seguía mirando a Justin fijamente, pero el no me miraba, en vez de eso se dirigió a Kenny.
-Oye Kenny, ¿mañana tú vienes o qué?
-Sí, claro tío.
-Bueno, pues nos vemos allí, que yo iré con el coche.
-Ah, vale. Mejor, así voy directo.
Me estaba hartando. Me aclaré la garganta, reclamando atención. Entonces me miraron los dos.
-Alguien podría decirme qué es lo que pasa mañana... –dije molesta.
-Ah, eso... ¿Es que no te dije nada?
-Pues no.
-Bueno chicos, yo os dejo solos. –dijo Kenny.
Justin asintió y Kenny se fue.
-Bueno, pues eso... –dije.
-Que nada Ale, es una comida.
-Oh, una comida...
-Sí, una comida. –se dirigió hacia los sofás y se sentó. –Con los chicos de mi equipo y eso...
Me acerqué hasta él y me quede de pie frente a él.
-Ah... genial. –dije irónica.
-¿Pasa algo? –preguntó mirándome.
-No, no, nada... Solo que bueno, en fin...
-¿Qué?
-Que siempre me entero de las cosas en el último momento.
No dijo nada, tan solo bajo la mirada.
-Yo, bueno... –dijo cortado.
Me senté a su lado, la verdad es que no es que me importara mucho, solo que bueno, no me hacia gracia. Me pegué a él, y puse mi mano encima de la suya. Me miró.
-Baah, da igual. Solo, intenta decirme un poco antes las cosas. –sonreí.
Sonrió, aunque sus ojos me suplicaban perdón. Apreté su mano, entrelazándolas así.
-De verdad, es un tontería no importa Justin.
-Ya sé que no importa Ale. –le miré extrañada.
¿Qué lo sabía? Por qué iba a saberlo.
-Sí, no me mires así. Sé que no te importa. –reí. –Pero es que, no te lo digo porque no quiera. –se calló, pero yo no dije nada, esperé a que continuara. –No te lo digo, porque no me acuerdo.
Volvió a callarse, pero yo seguía sin decir nada.
-Y no me acuerdo por ti. No me acuerdo de las cosas, porque lo único que tengo en la cabeza eres tú y solamente tú. No hay espacio para nada más.
Me sonrojé, no pude evitarlo. Era tan... tan dulce, tan tierno, tan especial. La forma en que me decía las cosas, ¡las cosas que me decía!
-Dios Justin... –me callé.
Me miró fijamente, esperando a que hablara. Y en ese instante una lágrima resbaló por mi mejilla. Una lágrima de emoción, de felicidad, de todo, menos tristeza.
-¿Ale, estás bien?
Sequé mi mejilla.
-Justin... –hice una pausa. –Estoy perfectamente, mejor que nunca. Es que... no sé. No, no se expresarte lo que siento, lo mucho que te quiero, que te amo. –reí nerviosa.
Él no dijo nada, tan solo se acercó a mí y cogió mi cara entre sus manos, me miró a los ojos.
-No hace falta que me lo digas... –dijo muy cerca de mi cara.
-¿Qué?
-Que me lo demues...
No le di tiempo a terminar la frase. Sabía a lo que se refería, claro que lo sabía, en realidad no sé si quiera por qué había preguntado. Me lancé a sus labios, a la vez que me liberaba de sus manos y las mías rodeaban su cuello. Se lo demostraría las veces que hiciera falta, y de la forma que hiciera falta, con tal de que supiera lo mucho que lo amo. Se alejo de mí.
-Pues lo que te decía. –hizo una pausa y se acercó a mis labios. –Que te amo. –susurro contra mis labios, después los selló con un beso.
-Te amo más que a nada. –dije cuando se separó de mis labios.
Rió, después volvió a besarme.

[Narra Justin]
Llegamos a casa a las 3:00 de la mañana, había sido una buena, muy buena noche, diría que inolvidable. Mi madre y Valery habían llegado ya, y nosotros estábamos muertos, así que nada más llegar nos fuimos a la cama, aunque, cada uno a la suya.

Estaba demasiado cansado, no me apetecía nada salir de la cama, pero en fin... Era lo que tocaba, junté fuerzas y me incorporé. Me quedé un momento sentado en la cama, embobado, y cuando reaccioné, me fui directamente al baño. Al volver me fijé en la hora, ¡mierda, era la 1:00 de la tarde! Y teníamos que estar ahí a las dos... No me iba a dar tiempo, o bueno, puede que a mí sí, pero a Ale no, y es que seguramente ella estaba dormida. Pero era raro que mi madre no me hubiera despertado, así que tenía que seguir dormida. Salí corriendo de mi habitación y fui hasta la de mi madre, abrí la puerta, no había nadie, y la cama estaba hecha y todo, fui a la de Valery, llamé, nadie contesto así que la abrí, y me encontré con lo mismo que en la de mi madre. Por último fui a la de Ale, llamé. Oí risas, ¿qué pasaba?
-¡Entra! –contestó Ale.
Abrí la puerta despacio, y me encontré a mi madre y a Valery sentadas en la cama mientras Ale se paseaba por la habitación en pijama. Tenía que haber ido ahí desde un principio, era lo más obvio. No sé porque no lo había hecho.
-¿Qué hacéis? –pregunté.
-Nada, hablar... –contestó Valery.
Sonreí.
-Justin, ¿qué me pongo? –Ale se dirigió a mí.
-Eh, pues... no sé.
-Pero en plan, vestido, vaqueros, falda... ¿qué?
-Baah, nada especial. Con unos vaqueros...
-Ah, vale, en ese caso voy a cambiarme.
Después cogió la ropa que había encima de la cama y se metió en el baño.
Me acerqué a la cama y me senté junto a mi madre.
-¿Qué tal anoche? –pregunté.
-Pues muy bien.
-Sí, genial. ¿Y vosotros?
-Eh, genial.
-Sí, ya nos ha contado ella. –dijo mi madre, después miró a Valery.
¿Qué les habría contado? No es que tuviera nada que ocultarles, porque no era así, pero bueno... Creo que eso forma parte de nuestra intimidad, de nuestra relación.
Hubo un pequeño silencio.
-Justin, ¿tú no te arreglas? –preguntó Valery.
-Dios, sí. –me levanté. –Me voy a la ducha.
Me dirigí a la puerta, pero antes de salir me dirigí a ellas.
-Feliz año nuevo. –sonreí.
Sonrieron, y yo salí de la habitación y me fui corriendo a la mía para meterme en la ducha.  
El agua caliente resbalaba por mi cuerpo, desde la cabeza hasta los pies, me tomé unos minutos para relajarme e inevitablemente recordé lo de anoche, había sido tan especial, tan mágico, había sido simplemente perfecto, es que no había otra explicación. Volví a poner los pies en la tierra, terminé de ducharme y salí, como siempre, con la toalla enredada en mi cintura. No sabía que ponerme, aunque nada especial, le había dicho a Ale que no iba a hacer falta así que... abrí mi armario y saqué unos pantalones blancos, una camiseta negra lisa, y una sudadera roja; me vestí lo más rápido posible, me sequé el pelo, me peine y la colonia, Play Boy, una de mis favoritas, cogí mi I·phone y salí de mi habitación. Baje directamente, sin pasarme por su habitación, si no estaba abajo, ya bajaría. Pero sí que estaba, me esperaba sentada en el sofá. Miré la hora, la 1:45, ya llegábamos tarde.
-¡Ale! –se giró, estaba con el móvil. –Vamos.
Tan solo asintió, se levantó y vino hasta mí. Yo no pude evitar quedarme embobado con ella. Con sus curvas marcadas por esos vaqueros rojos ajustados, llevaba una camiseta con la bandera de Estados Unidos, de tirantes, el pelo suelto, como siempre, y llevaba unas Convers azules.
-¿No vas a tener algo de frío?
-Oh, que listo. –guardo su móvil en el bolsillo de sus pantalones.
Después cogió del brazo de una de las sillas del comedor una chaqueta azul, de corte medio, se enredo un pañuelo negro en el cuello y se colocó el pelo. Esa chaqueta le daba un toque genial, y marcaba más aún sus curvas.
-Lo ves, así no tengo frío.
-Jajaja, como tú veas eh, pero yo no te dejo mi chaqueta.
Se acercó hasta mí aún terminando de colocarse, al llegar a mí me dio un pequeño empujón.
-No la necesitaré.
-Ya veremos.
-Anda. –se adelantó a mí. –Vámonos.
Salimos, nos dirigimos al coche, montamos y salimos en dirección el restaurante.
Era un restaurante de comida italiana, el Carrabba’s, sí, lo elegí yo, es que se come genial y hacen unos espaguetis de muerte, y bueno, los demás no pusieron pegas. Estaba en el centro, así que tardamos un poco en llegar. Durante en camino estábamos en silencio, me estaba aburriendo; la miré y me percaté de algo.
-¡Ey! –me miró. –Vas con los colores de mi equipo, eh. –le guié un ojo.
-¿Qué? –se miró de arriba abajo.
-Sí, vas de rojo y azul. Vas del barça.
-Oohh... No, perdona no.
-Sí, hija sí.
-No, bonito, no. Yo no me vestiría del barça nunca, ¿me oyes?
-¿Por?
-Porque ese equipo da asco. ASCO.
-Jajajaja, buaah... No sabes de nada, eh...
-¿Perdona? –me miraba expectante.
-Que no sabes tía. –dije mirando la carretera.
-Ya claro... Por eso mi equipo es el mejor del mundo, ¿no?
-Já. ¿Cuál es tu equipo?
-Real Madrid. –dijo orgullosa.
-Buah... Que mierda.
-Ttss. –me metió un empujón.
-Eh, cuidado. ¡Que estoy conduciendo coño!
-Lo siento. –dijo sincera.
-Jajaja, bah... Mira que eres boba. –la miré.
No me miró, se hizo la indignada.
-Del Real Madrid tenías que ser.
-Buf... ¿Dónde me he metido señor? –miró hacia el cielo.
-¿Qué? –la miré.
-¿Qué? –contestó desafiante.
-Qué pasa con tu rollo, eh.
-Buah, anda, déjame.
-Jajaja, que picada eres.
-Me parezco a ti. –me guiño un ojo.
-Qué va, para nada.
-¿Ah, no?
-Pues no. Tú eres perfecta.
Rió, se sonrojo.
-Y yo por el contrario, no lo soy.
-Justin, yo no soy perfecta.
-Sí, sí lo eres.
Hubo un silencio.
-Bueno, puede ser. –la mire.
-¿Qué?
-Que soy perfecta, pero porque te tengo a ti.
Reí, y busqué su mano, la entrelacé con la mía, me miró, sonreí.
Finalmente llegamos al restaurante, le dejamos el coche al aparca-coches y entramos al restaurante. Un camarero nos llevo hasta la mesa donde nos esperaban. Estaban ya todos, toda la gente de mi equipo había llegado ya.
-Lo siento, ha sido mi culpa. –dije disculpándome.
-Joder macho, ya era hora. –me dijo Scoot.
Se levanto y nos saludo a Ale y a mí. Yo presente a todos a Ale, después nos sentamos con ellos. Un camarero no tardo en venir a tomarnos nota. Apuntaba de prisa intentando anotar lo que cada uno pedíamos sin hacerse un lío. Pero Ale no decía nada.
-¿Ale, qué pasa, no te pides nada?
Se asomó entre la carta.
-Es que no sé que pedirme Justin. –dijo avergonzada.
-Jajaja. Bueno, pues no sé cielo. ¿Qué te gusta?
-Eh, no sé de todo.
-Buah, pídete de esto mismo. Si no te gusta, pues pides otra cosa.
Le quité la carta y la se di al camarero, pidiéndole así también la comida de Ale.


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