jueves, 6 de octubre de 2011

Mi bobo.

[Narra Ale]
Aún con los ojos cerrados, me lleve las manos a la cara y la frote con fuerza, ya entonces fui abriendo los ojos lentamente, hasta encontrarme con el pecho de Justin, o eso supuse ya que todo estaba oscuro, aún me rodeaba con sus brazos. Estábamos en la misma postura de anoche, me resultó extraño, ya que yo no es que esté muy quieta por las noches; pero en aquel sofá difícilmente cabíamos los dos, como para moverse.  Me deshice de sus brazos con ternura y me incorporé. Me quedé sentada en el borde del sofá contemplándole. Me encanta verle dormir, es tan apacible, tan dulce. Con esa cara de ángel que tiene, cuando duerme de verdad que lo parece. Me encanta observar como una y otra vez su pecho se hincha y se deshincha con su suave y pausada respiración; cuando duerme es como un niño, mi niño.
De pronto se movió hacia a un lado, y yo me levanté; se estiró, después se giro de nuevo hasta quedarse dándome la cara. Abrió los ojos, los cerró y una vez más los abrió.
Bostezó, sonrió.
-¿Qué hora es? –preguntó.
-Ni idea.
Se incorporó poco a poco hasta levantarse, después vino hasta mí, me cogió de la cintura y se acercó a mi oído.
-Feliz Navidad. –susurró.
Después beso mi mejilla sonoramente, yo reí. Cogió mi mano y tiró de mí en dirección a la puerta.
-¿Dónde vamos?
-A desayunar. –no dije nada. –No sé tú, pero yo tengo un hambre...
-Jajaja, vale, vamos.
Nos dirigimos hacia la puerta cogidos de la mano y salimos de la habitación, nada más abrir la puerta el olor a huevos y beicon frito nos entró por la nariz, nos miramos, nos relamimos y después reímos. Nos dirigimos a la cocina aún de la mano. Pattie y mi madre estaban sentadas en una mesa plegable desayunando.
-¡Hombre, os dignáis a aparecer! –dijo mi madre y Pattie se giró.
-Ya era hora, eh. –dijo ella.
-¿Qué hora es? –pregunté yo.
Pattie miró su reloj.
-Las 11:30.
-Pero si no es nada tarde. –contesté yo.
-Jaja, bueno, es igual. –contestó ella.
-Sí, sentaos a desayunar. –mi madre sonrió.
-¿Dónde? –preguntó Justin.
Pattie y mi madre miraron la mesa y a su alrededor comprobando que no había sitio.
-Pues, iros a la grande. –dijo su madre.
-¿Solos? –preguntó.
-Es que sí... ¡Que es Navidad! –dije yo sonriendo.
Reímos.
-Está bien, pues habrá que llevar esto hasta la otra mesa. –dijo mi madre.
-Sí, así es. –dije.
Nos acercamos a la mesa, y ayudamos a llevar todo al comedor, cuando estaba ya todo, Justin y yo cogimos un par de platos y vasos, y nos sentamos el uno frente al otro en la mesa, dispuestos a desayunar.
Mientras desayunábamos estuvimos hablando de lo que haríamos esa tarde.
-Pues Ale y yo íbamos a ir al hotel, que tengo que darle los regalos a papá y a los peques. –dijo Justin metiéndose un trozo de beicon a la boca.
-Ah, ¿y qué hora vais a volver? –preguntó su madre.
-Pues no lo habíamos pensado. –contesté yo por él.
-¿Por? –preguntó.
-Ah, no sé... Por nada en especial. –respondió.
Justin terminó por fin, él era el único que quedaba. Se echó hacia atrás sobre el respaldo de la silla, suspiró.
-¿Y ahora quién recoge esto? –preguntó.
Pattie y mi madre le miraron rápidamente.
-Tú. –contestaron al unísono.
-¿Yo?
-Bueno, vosotros. –aclaró mi madre mirándome a mí también.
-Vale, vale.
-Es que nosotras hemos recogido lo de anoche. –dijo Pattie.
-Que no era precisamente poco. –continuó mi madre.
-Vale, vale. Lo recogemos nosotros, pero antes... –se levantó de la silla. –Abramos los regalos. –sonrió.
Mi madre se levantó también.
-Me parece genial. –dijo mi madre.
Pattie y yo nos miramos, reímos, y después sin decir nada más nos levantamos las dos de la silla.
Los cuatro nos dirigimos hasta el salón, y cogimos los regalos que había debajo del árbol. Notablemente había unos cuantos más que cuando Justin y yo los colocamos anoche.
-¿Por cuál empezamos? –preguntó Pattie mirando el motón que habíamos dejado sobre la mesa de cristal.
-Por este mismo. –dije cogiendo uno al azar.
Leí la etiqueta que había pegada en uno de los costados. “Justin” Estiré la mano para dárselo.
-Es tuyo. –sonrió.
Lo abrió con prisa rompiendo el papel y dejándolo esparcido por la mesa. Cuando se deshizo de todo el papel un par de juegos para la PS3 aparecieron. Sonrió ampliamente.
-Gracias. –miró a su madre. –A ver si puedo usarlos pronto.
Su madre sonrió.
-Te quiero cielo.
Ambos se abrazaron.
Después Justin cogió un regalo de la mesa, leyó la etiqueta y me lo entrego. Lo abrí.
-¡Un I-phone 4! –miré a mi madre y a Pattie.
-Es que necesitarás un nuevo número para aquí. –dijo mi madre.
-Dios, me encanta.
Abracé a mi madre.
Seguimos abriendo los demás regalos. La mayoría era ropa, para Pattie y mi madre sí, Justin le había regalado además un perfume de Chanel a su madre. Él había recibido por mi madre dos mandos inalámbricos para la PS3 y una colonia, yo por parte de Pattie unas fundas para el nuevo I-phone con unos cuantos complementos más, una funda para el ordenador y una chaqueta que me encantó. Finalmente solo quedaba un regalo sobre la mesa, el mío para Justin. Él lo cogió y lo abrió rompiendo el papel una vez más. Empecé a ponerme nerviosa, de pronto ya no estaba tan segura de que le gustara tanto, ni si quiera estaba segura de que me gustara a mí. Sacó los vaqueros, los examino, los dejo encima del sofá y repitió esto mismo con la camiseta. Alzó la vista, me miró y sonrió.
-Me encantan. –me abrazo.
-¿De verdad? –susurré.
-Pues claro. Son geniales. –contestó él mientras se alejaba de mí.
Pattie y mi madre los habían cogido para mirarlos.
-Están muy bien. –dijo mi madre
-Sí, son muy bonitos. –dijo Pattie.
-Bueno, ahora hay que recoger. –dijo mi madre.
-Ya lo hacemos nosotros. –contestó él.
-Vale, en ese caso subimos arriba. –dijo Pattie.
Se dirigieron hacia las escaleras y justo antes de que mi madre empezara a subir, se giró para mirarnos.
-Vamos a salir a comer, ¿vale?
-Vale. –contesté.
Después vimos como desaparecían por las escaleras.

Justin yo recogimos todo, absolutamente todo, al terminar era ya algo tarde.
-¿Qué hacemos ahora? –pregunté.
-Bueno, pues deberíamos arreglarnos.
-Que pereza...
-Anda, vamos.
Salió de la cocina y yo le seguí con la mirada.
-No vienes. –dijo girándose.
Suspiré.
-Sí...
Corrí hasta él y subimos juntos las escaleras, después nos metimos cada uno en su habitación.

[Narra Justin]
Salí de la ducha con la toalla alrededor de la cintura, secándome el pelo con otra más pequeña. Fui hasta uno de mis cajones y saqué unos calcetines y mis calzoncillos azules de Calvin Klein; me senté en la cama. Sabía ya lo que iba a poner, lo tenía claro. Lo que me había regalado ella. Me encantaba, era perfecto, pude ver la cara de miedo que tenía mientras lo abrías, pero era una tontería, joder, que podía gustarme más. Iba perfectamente conmigo, y seguro que lo utilizaría mucho más que los juegos y los mandos de la PS3, y no porque no me gustaran, sino porque no sabía de donde podía sacar el tiempo. Aunque  bueno, ahora lo tenía de sobra; pero prefería aprovecharlo con Ale en vez de que una maquinita. Me vestí rápidamente, me estaba enfriando, y me fui al baño para terminar de arreglarme, me eché la colonia nueva que me había regalado Valery, olía genial. Una vez hube terminado, me puse mis supra negras y salí de mi habitación en busca de Ale. Llame a la puerta, pero no hubo respuesta. Llamé una vez más, nada. Decidí abrir; estaba medio tumbada en la cama, con las piernas dobladas viciada con su nuevo I-phone y con nada más que una camiseta. Me quedé de pie en la puerta observándola, pero ni tan si quiera se percató.
-¡¿Ale?!
Alzó la vista, se sonrojo.
-Oh, lo siento. Es que estaba configurándolo y pasándome los contactos del viejo a este.
-Jajaja.
-Es genial, me encanta. Y mira. –giró el móvil para que viera la funda con la bandera americana que le había regalado mi madre.
-Sí, lo sé. –me acerqué hasta ella y me senté en el borde de la cama. –Pero a mí me gusta más la de Canadá.
-Jajaaja, ¿ah sí?
-Claro. –la miraba fijamente a los ojos intentando no desviar la mirada ni un milímetro más abajo.
-Pues es una pena que esa no la tenga.
-Sí, una pena la verdad.
-Pero sabes... –permanecí en silencio, esperando que continuara. –Tengo algo mejor.
-¿Algo mejor que una funda de la bandera de Canadá? Lo dudo.
-Pues yo no. –dijo convencida.
-A ver, ¿el qué?
-Tengo un chico canadiense, el mejor de todos, el más guapo.
Sonreí, no puede evitarlo.
-Ah, ¿y quién es?
-Oh, pues se llama Justin Bieber, ¿lo conoces?
-Qué va, no me suena nada.
-Pues eso sí que es una pena, porque es la mejor persona, el más guapo y el mejor chico habido y por haber.
-¿De verdad?
-Sí, sí. –sonrió.
-Pues en ese caso, tienes que presentármelo, eh.
-¿Por? –rió.
Me acerqué a sus labios.
-Pues para que me diga como ha conseguido una chica tan perfecta como tú.
Rió a la vez que sus pómulos se coloraban. Se acercó a mis labios, haciendo que tan solo unos pocos centímetros nos separaren. Ríe, río. Se acerca, me acercó, suspiró, y entonces es su madre quien rompe la escasa distancia de nuestros labios. La puerta se abrió de pronto y eso hizo que nos separamos corriendo.
-Oh, lo siento pero es que... Bueno, eh. Lo siento. –cerró la puerta.
Ale y yo nos miramos, después bajo la cabeza y puso su mano en su frente indicando su vergüenza. A mí la verdad es que me había resultado gracioso. Y entonces, la puerta volvió a abrirse.
-Que, es que nos vamos... –dijo su madre cortada. –Llamarnos cuando os valláis. –cerró la puerta de prisa y se escucharon sus pasos alejándose.
Volví a mirar a Ale, aún seguía con la cabeza baja, y yo no pude más. Estalle en carcajadas, eso hizo que alzara la vista, me miró mal, y yo paré de reír.
-Lo siento, lo siento. –dije.
Me miró seria, y de nuevo, sin poder evitarlo, me puse a reír.
-¡Eres imbécil! –me empujó hacia atrás.
Paré de reír por fin y me incorporé un poco.
-Anda, vámonos nosotros también. –me levanté de la cama.
Ella hizo lo mismo, pero por el lado contrario, minutos después estaba frente a mí ya vestida del todo, la miré de arriba abajo, unos vaqueros oscuros y rotos junto con una camiseta blanca casi transparente marcaban su figura dándole un cierto aire rebelde, y una zapatillas Adidas negras altas lo hacían aún más, aquello me gustaba, ese estilo, me gustaba, quizás demasiado, pero la guinda del pastel fue cuando cogió la chaqueta que mi madre le había regalado. Era un tanto ancha, la típica chaqueta de béisbol, era genial la verdad, y le sentaba demasiado bien. Repito demasiado, en ese momento me pregunté cómo iba a conducir con ella a mí lado. Volvió a darse la vuelta y cogió su móvil.
-Anda, vámonos. –dijo con tono enfadado.
-Venga boba, no te piques.
-No me pico, vamos. –dijo desde la puerta.
-Uy que no. –dije burlón.
Me levanté y fui hasta la puerta. Me dio en el hombro.
-Que no coño.
-Joder macho, que genio. Vale, vale.
Antes de bajar yo fui a mi habitación a por los regalos, después la alcancé. Salimos al coche en silencio, montamos, encendí el motor, lo saqué y cogí carretera, aún seguía en silencio, la miré por el rabillo del ojo, se había vuelto a viciar con el móvil. Habíamos entrado ya en la cuidad, y aún seguía sin decir palabra, paramos en un semáforo y yo aproveché el momento. Deslicé mi mano disimuladamente hasta su muslo, ella lo notó y me miró.
-¿Qué haces? –preguntó despectiva.
La miré.
-Vamos Ale, no te enfades.
-Que no me he enfadado coño. –quitó mi mano bruscamente de su muslo.
Volvió la vista a la pantalla de su móvil.
-¿Me estás vacilando? –contesté esta vez ya serio.
No obtuve respuesta, joder se estaba pasando, no era para tanto, había sido gracioso, y vamos que no era para ponerse así, me estaba hartando. Puse mi mano en medio del I-phone y su cara. Me miró, yo aparté la vista; el semáforo se había puesto en verde y yo me puse en marcha. Vi por el rabillo del ojo como volvía a prestar atención a su móvil.
-En fin... tú misma, ya te cansaras de esto. –dije serio.
Y justo en el momento en que me calle, me miró rápidamente, y estalló en risas.
-¿Qué es tan gracioso? –contesté ofendido.
-Pues que... –hizo una pausa parar terminar de reírse. –Aiis, que acabo de comprobar una, no... Dos cosas. –me miró y sonrió.
-¿Y cuáles son? –pregunte sin apartar la mirada de la carretera.
-Pues la primera, que eres más bobo de lo que pensaba, y la segunda, que además de cantar bien, me merezco un Oscar. –dijo con chulería.
-Eres una... una capulla.
-¿Ah sí? Yo lo calificaría más bien como, eh... Mejor actriz revelación 2011. ¿No te gusta más? –dijo aún con esa chulería en su tono de voz.
No pude evitarlo, los dos echamos a reír.
-Aiis, eres un bobo Justin. –suspiré.
-Estamos hechos el uno para el otro. –me giré y le guiñe un ojo.
-Te quiero bobo mío.
-Y yo a ti Ale.
Habíamos llegado ya, yo aparqué el coche en el parking del hotel, bajamos de este  y subimos directamente a la habitación, donde no solo Jazzy y Jaxon esperaban ansiosos; si no que también una pequeña sorpresa nos esperaba.  

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