lunes, 29 de agosto de 2011

¿Nerviosa?


Así que Justin y yo entramos en mi portal, y nos dispusimos a subir. Llame al ascensor, después le mire. Él no miraba, parecía que estuviera comprobando la estructura del edificio, no paraba de mirar al techo, las escaleras y demás. El ascensor llego y yo abrí la puerta, después volví a mirarle, él me hizo un gesto indicándome que pasará, y así hice. Nos montamos, y yo dí al botón del piso 3.
Ninguno de los dos decíamos nada, como he dicho antes, todo me resultaba un tanto violento. Pero, le miré, me armé de valor y decidí romper el hielo.
# -Aún sigo sin creerme eso de que me conoces... –dije riéndome.
-Ah, no... –dijo.
-Pues no, seguramente que es solo una forma de ligar. –contesté.
-Ajajá, pues claro que te conozco. Tú estabas ayer en aquel centro comercial vestida como yo. Hablaste conmigo. –después sonrió. #
El ascensor llegó al 3º y yo abrí la puerta, él volvió a dejarme salir la primera, yo me giré y le sonreí, él me devolvió la sonrisa. Busqué en mi mochila las llaves, y mientras abría la puerta de mi casa le dije:
# -Pues sí, sí que me conoces. –reí.
-Lo ves. Yo nunca olvido una cara. –contestó.
Yo solo le miré, y después me reí de nuevo. Después entré a mi casa, y el me siguió.
-Y menos una voz. –siguió.
-¿Una voz? –le dije extrañada.
-Sí, me gusta tu voz. –me dijo mientras me seguía a la cocina. #
Volví a girarme, y le sonreí. No sabía que de especial tenía mi voz, pero en fin, no me iba a poner a discutir sobre mi voz con Justin Bieber. Uf, me resultaba tan raro pensar en eso. Pensar en esas palabras, “con Justin Bieber”...
# -Y, a todo esto... Tú sabes mi nombre, pero yo no el tuyo. –me dijo.
-Ah, claro. Me llamo Alejandra. –le dije mientras abría la nevera para coger una botella de agua.
-¿Eh? –dijo.
-Llámame Ale. –le dije riendo.
-Ale. –repitió él.
-Sí, Ale. –después le sonreí. #
Él me devolvió la sonrisa una vez más, y me quede mirándolo. Mirando aquellos ojos color miel tan dulces, esa impresionante sonrisa, en la que empecé a perderme.
# -Eh, ¿Ale? –dijo tocándome el hombro.
-Sí, sí, claro. –le dije saliendo de la cocina. #
Miré hacia atrás, y allí estaba él siguiéndome. Me estaba poniendo nerviosa.
# -¿Vas a estar siguiéndome todo el rato? –le dije mientras dejaba la mochila en el sofá del salón.
-Bueno, es que no es mi casa. –me dijo riendo.
-Claro, tienes razón. –reí. #
Qué me pasaba, estaba nerviosa. Es que no entendía nada. Vale, una no tenía todos los días a una estrella del pop internacional en el salón de su casa, pero... Pero era Justin Bieber. A mi no me gustaba Justin Bieber. ¿O sí? Dios, no.
Volví al mundo real. Él seguía de pie en frente de mí, mirándome, sonriendo.
# -Mm, a ver. Que te parece si tú te quedas aquí sentado –dije señalando el sofá- Y mientras yo me doy una ducha.
-Eh, claro. Pero no tarde. –me guió un ojo, y se fue al sofá. #
Cogí la mochila del sofá y me fui a mi habitación. Intenté pensar con claridad. Tan solo era Justin Bieber, y bueno, seguramente esto lo haría con miles de chicas, así que... Además... Que a mí no me gusta Justin Bieber. Me repetía una y mil veces. Pero solo estaba engañándome a mí misma una vez más.
Dejé la mochila en la cama, y fui hacia el armario. Lo abrí y saqué unos vaqueros y una camiseta, después me fui al cajón y saqué unos calcetines y la ropa interior. Después salí con la ropa en la mano, dispuesta a ir al baño, pero no pude evitar echarle un vistazo al salón. Él estaba allí sentado, frente a la tele apagada, mirándola fijamente, me pregunto por qué no la encendió. Pero nunca se lo he preguntado la verdad. Me metí en el baño y abrí la ducha con esperanza de relajarme. Y funciono.
Ya no estaba tan nerviosa al salir de la ducha. No tanto como antes.  Me vestí en el baño, siempre lo solía hacer en mi habitación, pero con Justin Bieber en el salón, preferí no salir del baño hasta que estuviera vestida. Cuando terminé de vestirme me recogí el pelo en una coleta, lo tenía muy mojado y no me apetecía ponerme a sacarlo y a alisarlo como todos los días. Recogí el baño y fui de nuevo a mi habitación, saqué las cosas de la mochila y las metí en mi cesto de la ropa sucia. Después salí y me dirigí al salón. Pero  para mi sorpresa Justin no estaba ahí. Lo busqué con la mirada, pero no lo vi, y lo que primero paso por mi cabeza, fue que se había marchado. Volví a mirar por el salón no sé por qué, pero entonces me percaté de que encima de la mesa de centro había una chaqueta negra, que no era mía. Y supe entonces que no se había marchado. Me acerqué, y desde allí pude ver donde estaba Justin. Volví a dejar la chaqueta encima de la mesa, y fui al cuarto de estar, donde estaba él. Me quede en la entrada, y me apoyé en el marco de la puerta mirándole.
Estaba sentado frente al piano simulando que lo tocaba. Era tan dulce, tan tierno, tan guapo y tan... Dios no. Me obligué a mí misma a centrarme. Entré en la habitación y me acerque a él, después puse mi mano en su hombro lo que hizo que él se girara. Una sonrisa iluminaba su cara.
# -¿Tocas el piano? –me pregunto aún sonriendo.
-Sí. ¿Por? –contesté.
-Toca algo. –me dijo haciéndose a un lado para que me sentara. #
Le miré, aún sonreía. Me quede pensando un momento, me costaba mucho tocar enfrente de algún desconocido, me daba mucha vergüenza. Pero, no podía resistirme a esa encantadora sonrisa. Así que me senté a su lado. Le mire, él me miraba. Suspiré, y empecé a tocar. 

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