viernes, 25 de noviembre de 2011

Tiene que salir bien.

[Narra Ale]
Me metí furiosa en mi habitación, o en lo que pronto dejaría de ser mi habitación, no podía creérmelo. ¿Qué coño había pasado con mi vida? De repente, una vez más tenía que cambiarla. Yo no quería. Además, estaría sola. Al volver no tendría a nadie, había mentido a mis amigas y ahora estarían enfadas. Cosa que no me extrañaría, se suponía que éramos amigas y yo le había mentido descaradamente. Aunque tampoco podría haberles contado la verdad, simplemente porque no me hubieran creído, ni yo misma me lo creía. Pero ahora, ahora había logrado creérmelo y tenía que dejar de hacerlo. Tenía que dejar de hacerlo y todo por él. Porque él no quería que yo fuera feliz, y ella tampoco se lo estaba impidiendo. Ella, que siempre me había apoyado ahora no lo hacía, eso también me dolía, me dolía más que nada. Ellos eran la razón de que yo fuera a ser la persona más infeliz del mundo. ¿Qué se creen, que no le amo? ¿Que para nosotros es un juego? Pues no lo es, para ninguno de los dos.
Pero él va ayudarme, lo sé, tiene que hacerlo. Sé que va hacerlo. No puede dejar que esto pasé, sencillamente no puede.

[Narra Justin]
Llamé a la puerta.
-¡Largo! –se oyó de inmediato.
-Ale, soy yo. –dije suavemente.
No recibí una respuesta, en vez de eso, la puerta se abrió a los segundos. La examiné un segundo. Estaba algo despeinada y su preciosa cara estaba marcada por el rastro de las lágrimas, y su labio roto e hinchado destaca especialmente, o al menos para mí.Frotó sus ojos con fuerza y entonces se tiró a mis brazos y comenzó a llorar.
-Tranquila, yo estoy aquí.
No dijo nada, sino que lloró más aún.
Me pareció oír unos pasos que se acercaban, pero no creí que lo más conveniente fuera hablar con nadie, así que con cautela la introduje en la habitación.
-Ya está Ale, mírame. –la separé de mí.
-Justin... –sollozó, después se seco los ojos.
-Venga va, no llores, que te pones muy fea.
Río mientras se frotaba los ojos, sonreí, y entonces un brillo asomó en sus ojos, un brillo que probablemente sería precedido de más lágrimas.
La acerqué hasta mí y la estreché fuertemente entre mis brazos, besé su salada mejilla y miré sus ojos. Sus oscuros y profundos ojos que desde el primer momento me enamoraron, recuerdo tan bien como me miró el día en que la conocí, parecía tímida, pero por una extraña razón que aún no he conseguido descifrar, su perfecto inglés y su dulce voz me hicieron desechar la idea de que fuera lo más tímida.
-No quiero perderte. –dijo pausadamente, haciéndome volver a ese instante.
Sus abrumadoras palabras fueron para mí como una descarga eléctrica. Yo tampoco quiero perderla, no puedo. No puedo permitir que pase, yo la amo, nadie puede quitármela, ni su padre, ni su madre ni nadie. Solo Dios podrá alejarla de mí algún día, y este no es el día.
-No vas a perderme. –dije firme.

[Narra Ale]
-No quiero hacerlo. –contesté en un sollozo.
Había logrado calmarme un poco, pero no del todo, en realidad lo único que quería era chillar, llorar, escapar. Escapar de lo que pudiera ser de mí, sin él.
-Y no vas a hacerlo, ¿me oyes? –le miré atenta.
No sabía que decir, sus palabras sonaban decididas, él sonaba seguro. Pero, no lo entiendo. ¿Cómo está tan seguro de lo que dice?
Me cogió por los hombros fuertemente pero sin llegar a hacerme daño.
-Ale, no voy a dejar que nada nos separe, ¿me entiendes? Jamás.
-¿Qué vas a hacer Justin?
Entonces liberó mis hombros y comenzó a dar vueltas por la habitación, yo le miraba atenta, sin perderme ni uno de sus movimientos. Hasta que por fin paro, me daba la espalda, se rascó la nunca, de esa formar tan personal que tiene de hacerlo, y entonces se giró hasta quedar de frente a mí.
-Vayámonos.
-¿Qué, adónde? Justin... No te entiendo.

[Narra Justin]
Me acerqué rápidamente hasta ella, volví a cogerla por los hombros.
-Sí, vámonos. Tú y yo, juntos, sin cámaras, sin flashes, sin nadie que intente separarnos. –permaneció en silencio, mirándome atenta, por lo que decidí seguir. –Vámonos Ale, a dónde sea, dónde tú quieras. Pero vámonos lejos, dónde nadie nunca nos encuentre.
No dijo nada, me miraba sin pestañear, asombrada, pero tampoco asustada. Pero no sabía su respuesta, necesitaba una respuesta. La necesitaba ya.
Me separé de ella, su silencio simplemente me estaba matando, toda la situación en general estaba acabando conmigo, con mi ser. Querían arrebatarme a lo que yo más quería, a lo que yo más amo en está puta vida, y no puedo permitirlo. Pero lo único que se me ocurre es escapar, irnos lo más lejos posible para que jamás pueda perderla, pero ella no responde, ¿es que no quiere?
-Justin. –la miré. –Larguémonos de aquí.
Sonreí, no puede evitarlo y me abalancé sobre ella, estrujándola con mis brazos exaltado, diría incluso que la hice daño, pero no se quejó; se aferró a mi cuerpo más aún si era posible y suspiró contra mi cuello.
-¿Cómo coño vamos a hacerlo? –pregunto separándose de mi cuerpo.
-Déjamelo a mí, tú mete tus cosas en una maleta.
Sonrió ampliamente.
-Lo justo y necesario, solo. –dije alejándome de ella.
-Está bien. –contestó.
Sonreí y salí de la habitación.

[Narra Ale]
Salió de la habitación cerrando la puerta a su paso, me quedé un segundo embobada mirando la puerta, estaba en cierto modo desconcertada. Ahora debía de sumar una locura más a la lista. No tenía ni pies ni cabeza lo que estaba apunto de hacer, pero no me importaba. Él es a quien amo, y haré lo que sea por estar a su lado toda mi vida.
 Me acerqué hasta el armario y comencé a hacer lo que me había pedido, saqué lo justo y necesario y lo metí en una bolsa de mano. No tarde mucho, el ansia y la adrenalina que corría por mis venas producidas por la extraña situación me ayudaron a darme prisa. Lo único que quería era escapar, escapar con él. Me daría igual el sitio, iría con él al fin del mundo, pero solo si es con él.

Mi puerta se abrió por fin tras largos minutos de espera y de ansia y tras esta apareció Justin, sonreía falsamente, me preocupó; me levanté corriendo y me acerqué a él, puse mis manos en su pecho.
-¿Y bien?
-Todo va a salir bien, ya lo verás. –volvió a sonreír, esta vez más sincero.
Pero a pesar de ello, no me tranquilizó. Había algo en su tono de voz que me preocupaba.
-¿Qué ha pasado Justin?
-Ven, vamos. –cogió mi mano y me llevó hasta la cama.

[Narra Justin]
Aún me faltaba el aire, pero tenía que coger aire para contárselo. En realidad no sabía como iba a salir, pero tenía la esperanza de que fuera bien. Era lo único por lo que rezaba, porque todo saliera como esperaba.

··· Me poyo sobre su puerta, en realidad no sé como afrontar la situación, solo sé que tengo que hacerlo.
Bajó rápidamente hasta el salón, mientras antes terminé mejor, echó un vistazo al salón, mi madre, Valery y ese tal Federico hablan entre ellos. Cogí aire, inspiro profundamente, y me lanzo a ello. Me lanzo a por lo que quiero, firme y seguro de que voy a conseguirlo. Nada más entrar en la estancia todas las miradas se fijan en mí, en realidad es algo normal, pero en ese instante me siento incómodo. Me siento en el sofá que hay justo frente a ellos, me miran fijamente, y yo a ellos, no sé como empezar, y parece que ellos tampoco. Abro la boca, cojo una gran bocanada de aire y me dejo caer contra el respaldo del sofá, no sé porque lo hago, creo que intentó parecer indiferente, tranquilo.
-Y bien... –hablo por fin.
La cara de Federico se descompone ante mis palabras, como si no entendiera nada. Mi madre y Valery no apartan los ojos de mí. Sonrío intentando suavizar la situación.
Federico hunde su cuerpo en el sofá, cruza una sus piernas, alza su mano y se alborota algo el pelo.
-Mira chico...
-Justin. –le corrijo a la vez que me incorporó, enfrenándole.
Mi madre me recrimina con la mirada, pero yo hago como si no me hubiera dado cuenta.
-Mira Justin, ponte en mi lugar, ella es mi hija. Mi, mi princesa. –dice sincero.
Está bien, es su hija, su princesa, pero también es la mía, ella es mi vida.
No digo nada, esperando que continúe.
-Y tú, tú me has quitado a mi niña.
-Usted quiere quitármela ahora. –le interrumpo.
Hace un gesto de fastidio. ¿Usted? Hace unos minutos le he llamado imbécil y ahora lo trato de usted... En fin...
-Vamos, chico, lo siento. –noto un tono de fastidio en su voz.
-No es a mí a quien tiene que pedirle perdón. –me mira atento. –No es a mí a quién ha cruzado la cara y ha partido el labio. –dijo desafiante.
-Just, por favor. –implora mi madre.
La miro, en realidad me gustaría quedarme solo con Federico, pero no. Me servirá para lo que quiero hacer.
-Pensaba subir a hablar con ella cuando has bajado. –contesta al fin.
-No le recomiendo que suba, está algo... –me callo, dudo. –Enfadada. –digo al fin.
-Imagino.
-Imagina bien. –contesto con retintín.
Federico me fulmina con la mirada, creo que estoy reventando su paciencia; mira a mi madre.
-Este chico es un caso Pattie.
Mis ojos se abren, antes también me di cuenta antes, habla con mi madre como si la conociera de toda la vida, y ella no parece molestarla. Dirijo mi mirada a Valery, extrañamente ya no me parece la misma persona, ahora es como su marido la dominara, como si lo que el dijera fuera lo correcto. No tenía esa idea de ella, ni su hija ni ella misma me han dado jamás esa imagen. Pero ahora, ahora todo parece distinto.
Recapitulo y repaso las últimas palabras de Federico. Necesito relajarme, mi cuerpo dice que lo estoy, pero no mi actitud. La verdad es que mi corazón me pide que le plante una hostia a ese tío en la cara, que le suelte lo que pienso de él y me marche, pero no. Si hago eso las cosas serían peor aún. Decido relajar mi actitud, o al menos que ellos crean eso.
-Mire, tiene razón, he sido un inconciente. Tanto su hija como yo. –digo intentando parecer sincero. –Todo esto ha sido una tremenda estupidez.
Valery y mi madre se asombran incluso él. No pueden creerse lo que por mi boca está saliendo.
-No me mires así mamá, y tu tampoco Valery, por favor.
No dicen nada, esperan a que continúe.
-Hemos sido unos ilusos. No me di cuenta de, bueno... De nada, he sido un egoísta, y su hija también. Un padre es lo más sagrado que hay, y no está bien lo que Ale ha hecho, ni lo que yo he hecho.
Federico asiente aprobativo ante cada una de mis palabras, mientras mi madre y Valery no dan crédito a lo que digo.
-Creo que debe llevársela. Será lo mejor. Yo le pagaré el vuelo, después de todo, es por mi culpa que esté aquí.
-¿Justin? –pregunta mi madre.
-¿Sí?
-Estás bien hijo.
-Estoy perfectamente mamá.
-Al final yo también voy a tener que rectificar. –dice Federico, después mira a mi madre. –Me he equivocado con este chico Pattie, sabe reconocer su error.
-Sí, así es. Y no tropiezo dos veces con la misma piedra. –digo con sorna.
Pero ni Federico ni ellas se dan cuenta.
Me levanto del sofá, tranquilo, seguro de cual va a ser mi próximo movimiento.
-¿Ale sabes todo esto? –pregunta Valery, la miro haciéndome el tondo. -¿Sabe que piensas que ha sido un error? –aclara.
Miro a Federico.
-Tengo que decírselo, así que... ¿por qué no se queda esta noche? Así podré hablar más detenidamente con ella.
Federico duda, no está nada seguro. Valery pone su mano en su pierna y le mira suplicante.
-Vamos Fede... –susurra. –Ya tienes lo que querías.
Este me mira atento, me examina.
-Mañana a primera hora, saldremos. Procura no hacerla mucho daño chico.
Me ha llamado de nuevo chico, y eso me molesta. Y no solo eso, ¡¿qué no la haga mucho daño?! Ahora so yo quien la hago daño, cojonudo. Aprieto los puños intentando contenerme, después sonrío falsamente.
-Voy arriba. –mustio.
Me doy la vuelta tranquilo, sin que se den cuenta de la ganas que tengo de salir de allí. He parecido tranquilo, indiferente, pero en realidad no era así. Claro que no era así. Subo las escaleras corriendo, y al llegar su puerta me detengo, una vez más me apoyo, todo esta yendo bien, tiene que salir bien. Va a salir bien.
Entonces, después de repetirme miles veces que tiene que salir bien, abro su puerta, y ella se levanta corriendo. ···

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