domingo, 20 de noviembre de 2011

Curioso.

[Narra Justin]
No me hizo falta decir mucho, y es que tampoco hubiera sabido que decir, yo ya estaba acostumbrado a que eso pasara, era algo que tenía asumido; y aunque supiera que tarde o temprano pasaría, no sabía muy bien como iba a reaccionar ante la situación.
-Te quiero. –susurró en mi oído.
-Yo no. –dije entre risas.
-¿Qué? –preguntó nerviosa.
-Yo te amo Ale. –dije sincero.
Rió nerviosamente, después selló mis labios con un diminuto beso.
-¿Esto es lo mucho que me quieres? –me quejé cuando se separó de mis labios.
-Jaja, yo tampoco te quiero Just...
Sus labios me impidieron decir nada más, ni sus labios, ni su lengua, que discreta se había introducido en mi boca.
-¡Aaaah, aaaah, aaaah! –los agudos chillidos penetraron en mi cabeza.
Ale y yo nos separamos deprisa y miramos hacia la puerta; una niña de no más de 15 años sujetaba la puerta y abría los ojos como platos. Yo sonreí, y esta pareció derretirse.
-Eres... eres Justin Bieber. –dijo señalándome.
Reí, no pude evitarlo.
-Sí, eso me han dicho. 
-Dios... ¡no puede ser! –volvió a chillar.
-Jajaja, podrías dejar de chillar, por favor. –le pedí, tenía una voz algo peculiar.
-Sí, sí, lo siento.
Ale apretó mi mano, como si me recordara que ella estaba allí a mi lado. La miré y sonreí inocente, después nos encaminamos hacía la puerta.
-Bueno, encantado. –le sonreí a la niña.
La niña aún sorprendida se apartó de la puerta dejándonos salir.
Ale y yo volvimos con el resto como si no hubiera pasado nada.
-¿Qué tal? –le preguntó Chaz.
Ella se limitó a sonreír mientras se sentaba junto a Ryan y yo a su lado.

-Ha sido una tarde algo curiosa. –dijo al meterse en la cama.
La observé atentó desde la cama.
-¿Curiosa?
-Sí, curiosa. –dijo cubriéndose con la sábana.
-Supongo que sí. –me limité a contestar.
No dijo nada más, apagó la luz y al momento pude escuchar sus profundos suspiros que me indicaban que estaba ya dormida.
Pero yo, por el contrario no pude hacerlo tan rápido. Su comentario me había resultado raro. En realidad sí que había sido “curiosa”, pero no entendía porqué me lo decía. No se lo negaba, si pensabas en que yo había pasado más de la mitad de la tarde con Cait, ella con Ryan, que la prensa nos había descubierto y que una fan nos había interrumpido el único momento a solas de toda la dichosa tarde, algo curiosa sí que había sido. ¿Pero querría decirme algo con ello? No, seguro que no. Estaba dándole demasiadas vueltas al asunto. Decidí olvidarme del tema y dormir.

[Narra Ale]
Una vez más estábamos en un avión, esta vez volvíamos a Atlanta. Por razones desconocidas mi madre nos había pedido que volviéramos antes y Pattie la apoyó. Ninguno de los dos entendíamos absolutamente nada y las palabras textuales de ambas fueron: “Será mejor que volváis y lo hablemos”. En cierto modo nos había preocupado, y es que era muy raro. Tenía que ser bastante importante para no poder esperar ni un día más, y es que solo quedaba un día para que volviéramos. A todos no pilló por sorpresa. Tuvimos que hacer las maletas deprisa y corriendo, y despedirnos de todo con las mismas prisas. Solo por eso debía de ser importante.
Durante el vuelo preferimos no hablar del tema ni imaginarnos cosas extrañas; yo me dediqué a dormir y Justin a leer. Al llegar al aeropuerto Kenny nos esperaba el primero de una multitud de gente con cámaras y fotos, parecía que la noticia de “la nueva chica de Bieber” se había extendido rápidamente por los carroñeros de la prensa. Kenny nos condujo hasta el coche entre flashes y al llegar nos dirigimos a casa rápidamente.

[Narra Justin]
-¿Te quedas Kenny? –preguntó Ale.
-No, yo me voy, que es tarde.
Miré la hora, las 23:30, sí. Efectivamente era algo tarde.
-Vale, pues ya nos veremos Kenny. –dijo ella con una reluciente sonrisa.
Parecía estar muy feliz a pesar de que habíamos tenido que adelantar la vuelta a casa y que no sabíamos cual era ese importante asunto del que teníamos que hablar.
-¿Y esa felicidad a qué se debe?
-Mm, tiene nombre.
-¿Ah, sí?
-Se llama Justin Drew Bieber. ¿Te suena?
-Eh, sí. Un buen chaval. Pero tiene dueña, ¿sabes?
-¿Ah, sí?
-Sí, se llama tú. –dije robándole un beso. -¿La conoces?
No respondió, tan solo besó mis labios tiernamente. Al separarse de estos se colgó de mi brazo y yo llamé al timbre. Enseguida la puerta se abrió. Y no sé quien se sorprendió más, si ella o yo. Un hombre alto, castaño, de ojos oscuros iguales a los de Ale y algo corpulento, sostenía el pomo de la puerta con una expresión de desagrado a más no poder. Ale soltó mi brazo inmediatamente.
-Papá... ¿pero tú que haces aquí? –preguntó con miedo.
Su padre no dijo nada, tan solo le proporcionó una sonora bofetada que hizo que su mejilla se tornara roja al instante. Yo me quedé paralizado, no supe como reaccionar, acababan de hacer daño a la persona que más quería en esta vida, pero había sido su padre quién lo había hecho, ¿qué podía hacer? Ale llevó su mano hasta su mejilla y la toco, busqué sus ojos con los míos y al encontrarlos pude ver como una lágrima recorría su mejilla roja e hincada hasta terminar en su labio que ahora también sangraba. Aquel hombre que se hacía llamar su padre, se había excedido. Le miré con rabia pero este me traspasó con la mirada.
-¡Entrad los dos, ya! –chilló furioso.
Ale entró cabizbaja, y yo tras ella con las maletas de ambos. No estaba seguro de que era lo que iba a pasar a continuación, me temía lo peor.
Al llegar al salón la escena no hizo más que aumentar mi miedo. Mi madre junto a Valery sentadas en un silencio sepulcral. Y junto a Valery una bolsa de mano, que relacione con su padre. Ale alzó la cabeza buscando la de su madre, e intercambiaron una mirada, una mirada fría y por parte de Ale, llena de odio. Cada vez entendía menos, ¿por qué iba Ale a odiar a su madre ahora? Ella no tenía la culpa de que su padre se hubiera presentado aquí de repente. Finalmente el silencio se rompió cuando el padre de Ale entró en salón, esto hizo que un escalofrío recorriera mi cuerpo.
-¡Pero cómo coño se te ocurrió mentirme Alejandra!
Ale se separó de mí unos centímetros y miró a su padre.
-¡Jamás me hubieras dejado! –respondió ella llorando.
-¡Pues claro que no, es una locura!
-Fede, por favor. Cálmate. –suplico Valery.
Mire a Valery, sus ojos habían comenzado a llenarse también de lágrimas, llevé mis ojos hasta mi madre, que nos miraba a nosotros preocupada.
-¡Y tú! –dijo su padre dirigiéndose a mí; le miré. -¿Te crees que por ser una estrellita puedes llevarte a mi hija? –dijo furioso.
Durante un segundo permanecí en silencio.
-¿Y usted por ser su padre se cree con derecho de tratarla así? –dije alterado y mirando el rostro de Ale.
-A ti eso no te incumbe chico. –sentenció él.
-¡Claro que me incumbe! –chillé.
-Por favor, vamos a tranquilizarnos. –intervino mi madre.
-Pattie tiene razón Fede, vamos a sentarnos y a hablar las cosas.
-¡No hay nada que hablar, vosotras dos os vais a venir conmigo mañana mismo y ya está! –chilló su padre.
Sus palabras me destrozaron, “irse”. No. No podía irse.
-¡¿Qué?! Yo no me voy a ninguna parte. –dijo ella sollozando.
-Por favor, Fede.
-¡No! –sujetó a Ale del brazo. -¿En qué pensabas Alejandra? ¿Qué querías conseguir?
-Papá...
-¿Y vosotras? –dijo mirando a nuestras madres. –Apoyando este jueguecito de críos, eso lo entiendo aún menos.
-No es un juego. –reclamó Ale.
-Tú cállate Alejandra. 
Los puños de su padre se apretaron, con el brazo de Ale incluido.
-Aaah, me haces daño. –se quejo.
-¿Qué? –la miró más furioso aún.
Yo no pude más, no solo la estaba haciendo daño a ella, a mí también me dolía.
-¡Qué la estás haciendo daño pedazo de imbécil! –chille dominado por la furia mientras le empujaba, logrando que Ale se deshiciera de su brazo.
-¡Justin! –chilló mi madre.
-Pero chaval, ¿qué haces? –dijo su padre confundido.
-¡Que no la toques! –estaba tan furioso que las lágrimas habían empezado a nublarme la vista.
-Que mal has educado a este chaval Pattie. –dijo a mi madre con toda la tranquilidad.
-Por favor Fede. –suplicó Valery.
Su padre suspiró, después se acercó hasta ellas como si nada y sentó junto a Valery. Mis ojos se abrieron a más no poder, este tío estaba loco. Le metía tal bofetada a su hija que hasta la hacía sangrar y después se sentaba tan tranquilo junto a su mujer. Necesita ayuda.
-Sentaos. –nos ordenó.
-¡¿Pero de que cojones va todo eso?! –chillé.
-Vamos, siéntate Justin. –dijo mi madre.
-Pero qué pasa con vuestra vida joder. –chillé frustrado.
Me observaron atentos.
-Venga Justin, sé que es duro, pero lo mejor es que hablemos los cinco. –dijo su madre.
Esto tenía que ser una broma, una broma de muy mal gusto.
-¡Pero no veis como le ha dejado el labio! –me giré en busca de Ale.
Pero me encontré con la nada, ella se había ido, sin decir absolutamente nada. Esto iba de mal en peor. Miré de nuevo a mi madre y a sus padres, los fulminé con la mirada y salí corriendo en dirección a las escaleras. 

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