domingo, 4 de diciembre de 2011

Maldivas.

Miré la hora, más de la 1:30.
Antes de salir de esa casa tenía que comprobar que todos estuvieran dormidos, así que eso hice. Salí de mi habitación y fui comprobando cuarto por cuarto que todo estuviera en silencio y cada uno en su correspondiente habitación; cuando estuve seguro de ello volví a mi habitación y saqué de debajo de la cama la mochila que antes había metido ahí, busque las llaves de mi coche y volví a salir de mi habitación, pero esta vez en dirección a la habitación de Ale.
Llamé a la puerta quedamente, pero no obtuve respuesta, así que decidí entrar. Para mí sorpresa no pude ver a Ale por la habitación, hasta que me percaté de que la puerta de su baño estaba cerrada, imaginé que estaba dentro, y entré sin pensármelo.
Se miraba al espejo, atenta, y cuidadosamente se tocaba el labio partido.
Me acerqué a ella con cautela, y coloqué mis manos en su cadera, besé su mejilla y ella río.
-¿Qué te queda?
-Nada, ya esta... –sonrío, dejándome ver sus blancos dientes reflejados en el espejo.
Llevé mi mano izquierda hasta su barbilla, subí hasta su labio y lo acaricié con ternura; pero a pesar de ello se quejó.
-Lo siento.
-Tranquilo, no eres tú quien debe de sentirlo.
No dije nada, no supe que decir. Con la otra mano que permanecía en su cintura la giré hasta que quedara de frente a mí.
-¿Sabes? –negó. –Te da un toque agresivo, sexy.
Rió por lo bajo.
-Me dejas más tranquila. –dijo irónica.
No respondí, en vez de eso besé sus labios tiernamente, pero ella volvió a quejarse.
-¿Tanto te duele?
-Escuece.
-Es que yo ardo. –dije chulo.
-Bobo. –me empujo ligeramente.
-Anda vámonos. –dije cogiendo su mano y saliendo del baño.

[Narra Ale]
Salimos con cuidado de la casa, yendo él delante para guiarme el camino y arrastrando un poco de mí al tenerme cogida de la mano.
Echas las bolsas en los asientos de detrás y ambos montamos el coche, estaba ansiosa, quería saber a dónde íbamos, pero también estaba agotada, necesitaba dormir.
Me recargué en el asiento, y cerré los ojos, escuché como arrancaba el motor y salía del garaje.
-¿Nerviosa? –preguntó sugerente.
-Algo... –contesté sin abrir los ojos.
-Pues no lo estés. Ya verás como va a ser genial.
-Pues si me dijeras dónde vamos... –le miré por el rabillo del ojo.
Rió.
-Es una sorpresa.
-En cuanto lleguemos al aeropuerto lo sabré.
-Bueno, vale... Pero yo no pienso decírtelo.
-Eres malo Justin...
-Te equivocas, soy genial dando sorpresas.

Bajamos del coche con nuestro ligero equipaje y anduvimos hasta las puertas de abordaje, al llegar a la que nos correspondía nos sentamos a esperar.
-¿Vas a decírmelo?
-Averígualo.
Miré a mí alrededor en busca de algo que respondiera mi pregunta, hasta que por fin encontré una pantalla con los vuelos de las 3 siguientes horas. Lo examiné atenta. Había varios sitios que habían llamado mi atención, pero aún no lo sabía con certeza.
-¡Qué te peten Justin! –dije enfadada.
-Jajaja, si lo haces tú no me importa. –dijo esto último contra mi oído y muy suavemente.
Puse mi mano en su pecho y le aleje de mí.
-Te quiero... –después besé sus labios discretamente.
-Te amo. –terminó él.
Después me acurruqué entre el banco y sus piernas formando un ovillo con mi cuerpo.

-Ale... Ale, cielo. –su dulce voz resonaba en mi cabeza.
Sentí como acariciaba mi pelo.
-Venga vamos, despierta, movió su pierna hacia arriba sacudiéndome la cabeza.
Abrí los ojos y me incorporé exaltada.
-¿Qué ocurre?
-Ya es la hora, hay que embarcar.
-¿Me he quedado dormida?
-Sí, pero vamos.
Froté mi cara y finalmente me levanté, cogí la bolsa de mano y nos dirigimos a la puerta de embarque.
Justin sacó su móvil y al llegar al mostrador le entrego este a la chica que atendía.
Ella le sonrió de forma afirmativa y le devolvió el móvil.
-Disfruten del viaje. –dijo ella antes de alejarnos.
Justin y yo entramos al bien cumpliendo el resto de protocolos, y una vez en el interior de este una azafata nos llevó hasta nuestros sitios.
Desde luego se había dejado una pasta, eran asientos de primera clase, y que clase... Eso parecía un Pub privado en vez de un avión.
Nos acomodamos en los asientos y una vez más volvimos a esperar a que el resto de pasajeros embarcaran para poder despegar.

[Narra Justin]
La miraba atento, embobado, contemplando cada uno de sus rasgos faciales. Era tan apacible mientras estaba dormida. Me transmitía tranquilidad, paz... Verla dormir era el mejor “chill-out” que alguien podría practicar, y por suerte, soy yo el único que puede practicarlo.
Acaricié lentamente su cara, recorriendo cada centímetro de esta. Suspiró entrecortadamente y movió su cuerpo dándome la espalda, haciendo que dejara de mirarla. En cierta forma me decepcionó, mi “chill-out” había terminado.
Retomé la lectura del libro que tenía entre las manos, con la intención de que el vuelo pasara más rápido.
Pero de pronto, algo se accionó en mi interior. Algo de lo que no me había preocupado en ningún momento, ni tan siquiera se me había pasado por la cabeza.
Ellas. Cada una de las millones de beliebers a las que estoy abandonado. Ellas, que me han apoyado desde el primer momento, que han estado ahí siempre que las he necesitado, que han creído siempre en mí... ¿Cómo voy a hacerles eso? Voy a abandonarlas, a dejarlas, a desaparecer así sin más... ¡¿De verdad voy a hacerlo? Sí, de verdad. No puedo hacer otra cosa, no quiero otra cosa. Ellas han sido mi vida, por quien cada mañana me levantaba... Y en cierto modo lo han seguido siendo siempre, pero ahora está Ale, ella es el motivo de mi felicidad, de mi existencia. Sé que lo he repetido miles de veces, pero la amo, y sin ella no podría seguir mi vida, en ninguno de los sentidos. Simplemente sería incapaz. Por eso debo de hacerlo, me dolerá dejarlas, les dolerá a ella, pero me entenderán. Tienen que hacerlo. Tienen que entender que el amor es lo más grande que hay... Pero, estoy siendo un egoísta. Tan solo estoy pensando en mí, en lo que quiero yo y en cómo hacerme feliz a mí mismo. No pienso en mi madre, mis hermanos, mi padre, Scooter, no pienso en nada más que en mí mismo. Pero no puedo evitarlo. A ella le daré todo, todo y a costa de quien o lo que sea. No me importa. Sé que ella también es feliz a mi lado, sé que me ama. Lo que quiere es a mí, y yo a ella. Negárselo también sería egoísta. Y con ella no voy a serlo. Pero aún así voy a ser justo. Se lo debo a ellas.
Saqué mi móvil y abrí el Twitter, no me molesté en mirar menciones ni mierdas, sabía lo que iba a hacer.

[Narra Ale]
Creo que no había dormido tanto desde hacía mucho tiempo. Agradecí que los asientos hubieran sido de primera clase, ya que sino, hubiera tenido la espalda fatal.
Levanté la maga de mi camiseta para mirar el reloj, las 18:00, hora de Atlanta, llevábamos 14 horas viajando, y en estos momentos mi padre y mi madre tendrían que estar subiéndose por las paredes, pero no me importó. Esto había sido su culpa.
Una azafata pasó por mi lado y la detuve.
-Necesita algo señorita. –preguntó educada.
-Sí. –sonreí. –Querría saber cuánto queda...
-Ah, aterrizaremos en menos de una hora.
-Genial, gracias.
-¿Necesita algo más?
-¿Qué hora es aquí?
-¿Perdone?
-Sí, la hora local de Maldivas.
-Ah, sí, sí. Son las 4:30. Llegaremos antes de las 5:30.
-Gracias.
La azafata asintió amablemente y después se marchó.
Me giré para mirar a Justin, estaba pacíficamente dormido, pero me percaté de que en su regazo estaba su móvil, lo cogí con intención de guardarlo. Pero el ver su Twitter abierto llamó mi atención y sin poder evitarlo eché un vistazo.
Solo quiero decir un par de cosas, la primera que lo siento, no es vuestra culpa, siempre os he amado y siempre lo haré”.
“El amor lo puede todo, vosotras lo sabéis mejor que nadie, y yo la amo. Una vez más lo siento. Por favor no me odiéis”.
“Ah sí, lo siento mamá... Lo siento Scooter. Lo siento papá, lo siento Jaxon y Jazzy. LO SIENTO MUNDO. Os amo”.
Al cerrar su Twitter me encontré con las miles de llamadas perdidas de su madre, de Scooter, de su padre, de Kenny, de Ryan, incluso de mi madre.
Me sentí inmensamente culpable, él estaba dejando su mundo por mí, estaba dejando su vida, y aunque yo lo había hecho antes por él, no tenía ni punto de comparación. Hay gente que vive por él, y yo se lo estoy arrebatando. ¿A caso es justo?
No, no lo es. Cómo va a ser eso justo. Él no es el egoísta, lo soy yo. Nadie más que yo. Esto no puede ser, no puedo dejar a una parte del mundo sin la persona a quién aman. No puedo quitárselo a su madre. No puedo ser tan inmensamente egoísta. Simplemente no puedo. ¡Pero es que le amo! Le amo más que a mi vida, daría lo que sea por él. Pero, ¿él será feliz dejando su pasión atrás? Dejando todo por mí no será feliz. No lo será, lo sé. Sé que me ama, soy conciente de ello, pero no podrá vivir sin lo que es su vida, su vida de verdad. Su lugar está en Atlanta, junto a su madre y Scooter, su lugar está junto a esas millones de beliebers que le apoyan día a día. Y yo le amo sí, pero amar es saber dejar ir a una persona cuando es necesario.

[Narra Justin]
Sentí su mano en mi hombro, me sacudió y yo me giré para mirarla, abrí los ojos y esbocé una gran sonrisa.
-Vamos, hemos llegado.
-Menos mal. –dije entusiasmado.
Sonrió, no parecía estar tan entusiasmada como antes de subir al avión.
-Vamos, venga. –se levantó.
Salí tras ella y cogí nuestro único equipaje de la parte del compartimento superior.
-Vamos. –sonreí ampliamente.
-Te quiero. –besó tiernamente mi mejilla.
Después cogió mi mano y salimos del avión así. Cogidos de la mano, apretándola fuertemente, demostrándonos mutuamente la fuerza del otro.

Al llegar a la terminal la humedad de la isla de las Maldivas nos invadió brutalmente.
-¡Qué calor! –dijo.
Sonreí.
-¿Y Ahora? –preguntó.
-Pues, a coger un taxi.
-Pues vamos. –dijo está vez llena de energía y entusiasmo.
Apretó mi mano más fuerte aún si cabía y salió corriendo, tirando de mí bruscamente.
Corrimos sin parar de reír estúpidamente hasta encontrar algo parecido a lo que fuera una “parada” de taxis.
-Justin, ¿aquí hablan inglés?
-Estás de coña... El inglés se habla en todos sitios, Ale. –dije con chulería, orgulloso de mi idioma. –En algunos mejor, en otros peor, pero se habla.
Rió ante mi comentario, después buscamos un taxi libre y montamos.

-¿Cómo es el hotel? –preguntó curiosa.
La miré, se había apoyado suavemente sobre mi hombro descansado la cabeza y el resto del peso de su cuerpo ya que el taxista nos había dicho que el hotel quedaba un poco lejos.
-Eh... –insistió.
-Pues, un hotel. –respondí obvio.
-Muy gracioso. –dijo sarcástico.
-Ya lo verás Ale, no seas ansiosa.
Acaricié su pelo y ella se separó para mirarme, hizo un puchero y volvió a suplicar.
-No diré nada, lo verás por ti misma.
Hizo otro puchero, después recuperó su postura anterior. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario