domingo, 20 de noviembre de 2011

Te amo.

[Narra Ale]
Llevaba toda la tarde con Ryan, este chico me cae genial. Creo que es el mejor amigo que puede tener, Just tiene una suerte inmensa.
Al llegar al Starbucks los demás subieron al segundo piso y Ryan y yo nos ofrecimos a pedir para poder continuar con nuestra conversación.
-¿Qué queréis chicos? –preguntó una chica joven, bastante guapa, al acercarnos al mostrador.
-Mm, ¿seis frapuccinos? –dije mirando a Ryan.
-Sí, así es. Seis frapuccinos.
-Vale. –la chica lo anoto en una libreta y salió corriendo.
Observe como Ryan la miraba embobado. No dije nada, tan solo reí hacia mis adentros, creo que iba empezando a conocerle. Mientras esperábamos, la conversación que manteníamos antes, se desvió.
-Bueno... ¿Y qué tal con el Bieber? –pronunció como si este apellido fuera desconocido para él.
-Muy bien. –dije esbozando una gran sonrisa.
-Ooooh, jajaja. Eso quiere decir que la cosa ya funciona, ¿no es así?
-No voy a contarte nada.
-Oh, vamos.
Le examiné un segundo, y después reí.
-Podría decirse que sí.
-Lo sabía.
-Crees que sabes demasiado Butler, pero no es así.
-¿Ah, sí? ¿Tú crees?
-Lo sé. –sentencié.
-No estés tan segura, Ale.
La chica nos interrumpió para cobrarnos y entregarnos lo que habíamos pedido en dos bandejas distintas. Cada uno cogimos una y subimos.
La escena que nos encontramos al llegar arriba fue un tanto extraño, Justin estaba de pie frente a la mesa, parecía enfadado, y los demás le observaban. Ryan y yo nos miramos un segundo, después apresuramos el paso hasta llegar a la mesa.
-¡Qué asco de gentuza, joder! –chilló Justin.
-¿Qué pasa? –preguntó Ryan.
-¿Quién da asco? –pregunté intrigada.
Justin se giro lentamente hasta estar cara a nosotros, no dijo nada, parecía paralizado.
-Tío, vamos... Habla. –dijo Ryan.
Justin me miró esta vez solo a mí.
-Ale... yo, yo siento todo esto.
Le miré extrañada, ¿qué sentía?
-¿Qué, a qué te refieres?
-A esto Ale. –dijo Caitlin levantándose y acercándose a mí con una revista en las manos. Intercambié mi bandeja por su revista, y la miré atenta. Ryan se asomó mientras yo la miraba. No reaccionaba, no sabía que decir ni que hacer.
“BIEBER ESTRENA NUEVA CHICA” Pero qué es lo que creen que soy, ¿unas nuevas gafas de solo o qué cojones? ¿Estrena? Soy un puto objeto, o al menos eso es lo que cree la prensa. Comencé a leer el artículo: “El ídolo adolescente Justin Bieber, parece que ha logrado olvidarse de Selena. Y es que ahora le podemos ver tan feliz, con una nueva chica, paseándose por Atlanta. ¿Pero irá esto en serio, o será un lío de una noche?” Paré de leer, no podía más. Solté la revista al suelo, enfadada, frustrada.
-¡Pero que hijos de puta! –soltó Ryan.
-¿Ale? –Justin puso su mano sobre mi hombro.
Me deshice de su mano, no quería hablar, no... No sabía lo que quería. Me fui deprisa en dirección hacia al baño.
Me metí en uno de los gabinetes del baño y me encerré en él. Me apoyé contra la pared de este y deslicé mi cuerpo hasta el suelo, después hundí la cabeza entre mis piernas. Se me vino el mundo encima. Mi madre me advirtió que algo así pasaría, que tenía que ser consiente del mundo en el que iba a meterme, y yo lo asumí. O al menos eso pensé. Porque ahora que pasa, ¿se me viene el mundo encima? Las cosas no pueden ser así. Los famosos tienen su riesgo, y este es uno de los riesgos que yo me dispuse a correr en el momento en que acepte dejar mi vida por él.
El sonido de unos nudillos contra la puerta me hizo alzar la cabeza y salir de mis pensamientos.
-Ale, ábreme, vamos. –dijo la voz de Justin suavemente.
No dije nada con la esperanza de que se marchara.
-Sé que estás ahí, vamos. –dijo suplicante.
Permanecí en silencio, no estaba realmente segura de querer hablar con nadie.
-Joder Ale. Te estoy viendo las manoletinas, macho. Y no pienso irme de aquí hasta que abras la dichosa puerta. –dijo molesto y en un tono de voz alto.
Resoplé sonoramente, no se iba a ir. Me puse en pie y abrí la puerta.
Me encontré con Justin frente a mí mirándome atento.
-Justin, yo...
-Anda, ven aquí. –me impidió continuar.
Cogió mi mano y me llevo hacia él juntando nuestros cuerpos en un cálido abrazo. No entendí muy bien el porqué de ese gesto, pero me agradó, y yo correspondí apretándolo contra mí.
-¿Te apetece hablar? –dijo separándose.
Li mire dubitativa durante un segundo, en realidad ahora sí que me apetecía, pero tampoco sabía muy bien que decirle.
-Bueno, no pasa nada. –dijo apoyándose contra la pila del lavabo que había detrás de él.
-No lo sé... –dije en un hilo de voz, me apoyé contra el marco de la puerta.
-¿Cómo que no lo sabes?
-Pues es que Just...
-¿Sí?
-Yo siempre supe que esto pasaría, pero... No esperaba que sucediera tan pronto. O quizás, bueno, incluso te diría que tenía la ilusión, de que no pasará. Pero ha pasado... Ahora yo soy un “producto” más del que la gente hablará, y probablemente hablará mal. Y ahora... –me llevé la mano al pelo y lo toqué nerviosa. –Ahora no sé como asumirlo.
Justin me escuchó atento, sin apartar sus ojos de los míos.
-¿Y te preocupa lo que la gente piense de ti? –se limitó a preguntar.
Le miré extrañada, después de lo que le había dicho que su “respuesta” fuera esa me sorprendió, aún así contesté.
-No es que me preocupe, me da igual lo que la gente diga. Solo que, no quiero que lo digan. Dicen que no importa que hablen mal de ti, lo importante es que hable. Pero yo no quiero que hablen. Nunca he buscado eso.
Se quedó en silencio, como si estuviera asimilando mis palabras.
-Y te entiendo. –dijo por fin. –Pero bueno Ale... no te lo tomes a mal. Pero, es lo que conlleva estar conmigo... –mis ojos se abrieron asombrados ante sus palabras.
-Eh... –intenté interrumpirle, pero no me dejo.
Alzó su mano en señal de que me detuviera y después siguió hablando.
-Pero eso también implica que me tendrás para lo que sea, ¿me entiendes Ale? Si necesitas asumir esto, yo seré quien te ayude a hacerlo.
Sonreí ante sus palabras, no pude evitarlo.
-Yo estaré siempre ahí para ti Ale. –se alejó del lavabo.
Se acercó apresuradamente hasta mí beso mis labios con ternura, al separarse volvió a abrazarme.
-Te quiero. –susurré en su oído.
-Yo no. –dijo divertido.
-¿Qué? –pregunte nerviosa.
Rió.
-Yo te amo Ale.
Reí nerviosamente, después, busqué sus labios para sellarlos con un beso.

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